Al día siguiente el sol volvía a lucir radiante y después del desayuno del hotel estábamos listos para seguir con nuestras rutas.
Si ayer fuimos dirección norte hoy tiraríamos más hacia la zona este de Ubud.
1- Pueblo de Penglipuran
El pueblo de Penglipuran es una villa tradicional donde las costumbres ancestrales de Bali se han mantenido inalterables. En el pueblo casi todos son familias, tradicionalmente vivían de la agricultura aunque ahora también viven de lo que pueden venderle a los turistas.
El pueblo está muy cuidado y es básicamente una calle principal con viviendas tradicionales a los lados.
Tuvímos la suerte de que nuestro conductor se encontró con una señora del pueblo y esta accedió a enseñarnos su casa. La verdad que fué una experiencia inolvidable porque la imagen que dá el pueblo por fuera, todo tan cuidadito y con sus flores y farolas a los lados de la calle no tiene nada que ver con la realidad de las casas por dentro. La casa era un complejo de pequeñas construcciones cuadradas donde apenas había una cama de palo y una hoguera en el suelo. Había también una porquera con dos pedazo de cochinos que debían ser los que mejor vivían de toda la casa.
Después de ver donde vivían la señora de la casa sacó unas cuantas cosas por si queríamos comprar algo, pero era ropa super chunga del estilo de la que puedes encontrar aquí en cualquier bazar chino. Después no invitó también a comer unas cosas moradas, nuestro conductor nos explicó que era un dulce típico de allí, le echó un poco de coco picado por encima y se comió una, así que nosotros cogimos una cada uno y nos lo comimos también. El dulce era líquido por dentro y estaba buenísimo, seguramente lo mejor que comimos en todo el viaje por Asia. Cuando lo mordías te explotaba todo el líquido en la boca y era un sabor increíble. Luego el conductor nos dijo que esas bolas eran en realidad patatas pequeñas! Las hervían durante no sé cuanto tiempo y luego las preparaban de esa forma tradicional. Nadie lo hubiera dicho por el sabor que tenían.
2- Bosque de Bambú
Junto a la villa tradicional está también el bosque de bambú que la verdad merece la pena la visita porque en Europa no hay nada parecido. Como quizá sabeis, los asiáticos usan el bambú para todo, construcciones, utensilios de cocina, cestas…
Las cañas del bambú son enormes y nacen en grupo a partir de una base común. Son tan altas y frondosas que apenas deja pasar la luz del sol y el viento al pasar entre las cañas esas enormes suena de una forma muy especial, difícil de describir.
3- Templo de Pura Kehen
De vuelta al coche y de camino a nuestro siguiente destino, nuestro conductor nos comentó que sabía de un templo cercano en el que iba a haber una ceremonia y que si preferíamos pasar por allí podíamos hacerlo.
Al llegar nos sorprendió muchísimo la diferencia entre ver los templos como siempre los habíamos visto a verlos engalanados. Las estatuas que hay por todos lados las visten con ropas tradicionales de diferentes colores: rojo, amarillo, azul… y les ponen barritas de incienso por lo que te dá una visión de como debían ser los templos antiguos cuando los usaban para las ceremonias.
Tenía unas escaleras bastante largas y arriba estaba el templo. No pudimos entrar a lo que era la ceremonia por respeto pero desde fuera se veía bien lo que ocurría en las diferentes partes del templo ya que las construcciones no tienen paredes.
Las mujeres cargaban grandes ofrendas de frutas y arroz en la cabeza y en la zona central del templo tres hombres recitaban fragmentos su libro sagrado que la verdad no sé cual es.
4- Cataratas de Tegenungan
La última parada fue en las cataratas de Tegenungan. Hay que darse un paseito corto hasta llegar hasta ellas aunque con el calor que hacía a esa hora se hizo un poco largo, especialmente cuando nos tocó subir luego.
Las cataratas son bastante bonitas aunque a nosotros nos cuadró que había un montón de chavales del ejército que los habían llevado allí en autobus a que disfrutaran un poco y estaban bastante llenas de gente. Echamos unas fotos, nos mojamos un poco los pies y la cabeza y nos volvimos para el hotel porque estábamos cansadillos ya.
En el hotel nos pegamos un baño en la piscina que fue la gloria y luego pedimos algo para comer.