Durante la preparación del viaje, esta fue una de las dudas que más tiempo estuvimos decidiendo, fiordos del oeste, ¿si o no?? Había leido muchos foros y blogs y diarios y no me terminaba de quedar claro porque en el fondo eran muchos kilómetros casi para ver una cascada y poco más. ¿Merecería la pena? Dudamos y dudamos y al final acabamos tirando para adelante y visitando los fiordos. Dentro de lo poco habitada que esta la isla saliendo de la zona de Reykjavik, los fiordos del oeste dan la sensación de estar todavía más deshabitados, pero siendo sincero tampoco me arrepiento de haberlos visitado.
Amaneció el día como los anteriores, soleado y con viento frío, pero viendo la web del tiempo de Islandia nos imaginabamos que esto no iba a ser así todo el día (y no nos equivocamos). Despues del desayuno en la mesita que teniamos en la habitación, cargamos el coche y nos dirigimos al oeste, en lo que se suponía un día muy monótono de conducción, cosa que después descubrimos que no iba a ser así. Llevamos gasolina de sobra (yo que pensaba que habría cuatro gasolienras perdidas en Islandia....) y seguimos la carretera 60 dirección Reykholar, donde pasamos el desvio hacia el pueblo y nos adentramos de verdad en los fiordos. La carretera empieza a ser de grava con más frecuencia, aunque ya ayer tuvimos un buen tramo de grava.
Y aquí es donde el paisaje nos sorprende de dejarnos

Casí llegando nos encontramos con unos de los carteles más curiosos que nos hemos encontrado en toda Islandia, un cartel de prohibido cagar (esta foto es de internet ya que la misma la perdí en la tarjeta). Se ve que no ha sido ni uno ni dos los que ya han hecho sus necesidades en ese sitio
Continuamos que ya nos queda poco para llegar a una de las cascadas más famosas de Islandia, Dynjandi. Desde que nos desviamos un poco de los fiordos el terreno se vuelve más agreste y con menos verde de lo que veniamos viendo, aunque no por ello menos espectacular, y empieza a chispearnos un poco, poca cosa de la que no hay que preocuparse de momento. El aparcamiento está bien señalizado y la verdad que es amplio (o no había mucha gente) y desde lejos y casi sin verla ya se escucha el rugido del agua. Antes de ver la cascada almorzando en uno de las bancos y mesas que hay preparadas, viendo la cascada de fondo. Las nubes tienen pinta de querer arrancar a llover, pero de momento aguantan, asi que después de reponer fuerzas empezamos la visita.
Antes de llegar a Dynjandi hay varias cascaditas más pequeñas, con sus miradores y todo para poder verlas bien y con seguridad:
Seguimos subiendo (la subida es curiosa) hasta llegar al mismisimo lado de Dynjandi. Tan cerca que puedes casi (y diria que sin casi) tocar con las manos el agua que cae. La vista es increíble con el mar y el fiordo en el fondo abajo. La pena es que cada vez el día amenaza más lluvia, aunque por suerte seguimos sin mojarnos de verdad, quitando un poco de chispeo de vez en cuando.
Decenas de fotos después bajamos de nuevo al coche, y trás caida de esas tontas tropezandome yo solo y que caes a cámara lenta, y empieza a caer la mundial una vez que estamos llegando al coche. Por suerte son 5 minutos y al momento vuelve a dejar de llover, por lo que salimos hacia nuestro alojamiento de esa noche en Pyngeiri.
Esta alojamiento lo reservamos por Airbnb, y la verdad que no tiene nada de especial, está bien sin más. Lo bueno que aunque baños y cocinas sean compartidos, como estamos solos pues no tenemos que compartir. El pueblecito no tiene mucho (más bien nada). Tomamos un cafe calentito en la cafeteria del pueblo donde sirven unos gofres con una pinta extraordinaria y nos vamos a descansar hasta el día siguiente.