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De camino a Butrinto, a una hora de carretera desde Gjirokastra en dirección hacia la turística y antiestética ciudad costera de Saranda, en la catalogada como Riviera Albanesa, está el desvío del estrecho camino de tierra que va hasta un rincón natural llamado Syri i Kalter, en toledano el "Ojo azul", al que se puede acceder en vehículo hasta un aparcamiento.
EL OJO AZUL
Durante la dictadura en este parque natural, los camaradas se lo pasaban bomba pescando, cazando, comiendo y bebiendo, mientras disfrutaban del bonito paraje, cuya atracción principal es el segundo ojo azul que vemos en Albania, un profundo manantial kárstico de aguas subterráneas que emergen al exterior, formando una poza de intensos colores azulados, fuente del río Bistrica que desemboca en la bahía de Saranda.
Aunque no tiene los 4 metros de diámetro ni la siniestra aureola del asombroso Pozo de Jacob del río Cypress Creek en USA, este manantial en la ladera del monte Mali i Gjere, es un bello grifo natural, en su mayor parte de agua de lluvia y en menor cantidad de H2o de la llanura aluvial del río Drinos, que se infiltra en el macizo y se abre paso por canales bajo tierra. De su boca manan según la añada, de entre 1500 a 9000 litros de agua por segundo a 10º centígrados de temperatura, según atestigua en albanés un panel informativo del lugar, y hasta 18000 según los científicos.
Los equipos exploradores que se han metido en el sifón de la cueva subacuática, han sido varios; unos italianos en 1992; luego un equipo francés en 2005, que descendió hasta los 70 metros de una profundidad total desconocida a día de hoy, y que dio a conocer la gran dificultad y peligrosidad del buceo contra el violento flujo ascendente del manantial, que les obligó, tras varios intentos, a cargar 20 kgs de lastre en unas correas, y al uso de cordajes especiales;
y en el 2011, un equipo albanés de investigación arqueológica submarina, cuyo objetivo era examinar un saliente que se encuentra a 20 metros de caída recta por el pozo, en busca de posibles restos depositados que evidenciasen que el manantial pudo ser utilizado en la antiguedad, como fuente de agua y como lugar de rituales y ceremonias. Aunque la mayoría de lo que encontraron fueron hierros, vidrio y hormigón, si que hallaron potenciales restos de maderas y huesos de animales.
A efectos turísticos, sobre el ojo del manantial hay una balconada de madera para poder encantarse con el flujo siempre vivo de tonalidades azules que alimenta el caudal del río metro a metro, y siguiendo por el sendero al lado del cauce, hay un restaurante de madera con otra plataforma de madera sobre el Bistrica, para poder divisar como se pierde el río entre la vegetación y las montañas al fondo.
Durante nuestra visita a finales de setiembre llovía ligeramente, por lo que no había casi nadie, a diferencia de la época estival, en la que el sitio se abarrota de gente y de vehículos, lo cual puede restarle encanto a la visita. Por contra, lo que parecía un agradable bar restaurante para sentarse tranquilamente a disfrutar del paisaje, estaba cerrado por fin de temporada.
En definitiva, una visita digna de una excursión desde Saranda, o de una parada si se está de ruta en coche por el sur de Albania, para relajarse paseando 2 o 3 horas, y encantándose como con el fuego de una chimenea, con las aguas azules que brotan de ese pozo, que uno imagina ramificándose y recorriendo las entrañas de la tierra bajos los pies. La entrada vale 100 leks (70 cms).
BUTRINTO
En una hora y media desde el Syri i Kalter de Saranda, estamos ya recorriendo la carretera que circula por la estrecha franja de tierra de apenas 1 km, que flota entre el lago y el estrecho de Corfú. Al otro lado del estrecho, apenas extendiendo el brazo se le puede dar la mano a los isleños griegos de Corfú. El paisaje es bonito, los humedales hacen el lugar agradable y melancólico, y en unos 9 kms de tramo a lo largo de la franja, llegamos a la entrada del islote donde está la histórica ciudad de Buthrotum, parque nacional y patrimonio humano desde 1992.
Según Erjona Qilla, arqueóloga del parque, "Butrinto es un museo al aire libre donde se pueden ver huellas de todas las civilizaciones del Mediterráneo: griega, romana, bizantina, veneciana y otomana". Según Nikita Kruschev, líder de la URSS, que visitó Butrinto en los 60 para montar una base para su flota de submarinos nucleares, "las ruinas eran molestas cosas muertas" que, según su mariscal, "debían tirarse al mar". A Enver Hoxha sin embargo, que por la visita del líder soviético, había ordenado precavidamente un envenenamiento masivo de la población de serpientes que habitaban las ruinas, y que luego Kruschev durante la inspección, encontró muertas por centenares en el anfiteatro y colgando de las estatuas, no le hizo mucha gracia la idea. El día de nuestra visita no había serpientes a la vista, pero sí una gran cantidad de batracios y quelonios.
Aunque metiendo la mitología de por medio, Butrinto en la Eneida de Virgilio, es una copia de Troya, fundada por el príncipe troyano Heleno tras su huida, y posterior refugio del héroe Eneas, las primeras certezas de urbe con epirotas de pura cepa, datan del VIII antes de Cristo, siglo en el que se considera que Butrinto era una polis dependiente de la colonia griega de Kerkyra establecida en la isla de Corfú, con el cometido de ser la huerta de la colonia y abastecer de tomates, cebollas y lechugas a los colonos.
En los siglos posteriores de PERIODO HELENISTICO, con las ganancias que le reportaban las rutas comerciales del Mediterráneo, Butrinto progresó bajo el gobierno de las tribus caonias epirotas primero, y más tarde, como capital del Epiro durante el reinado de Alejandro I, hermano de Olimpia, madre de Alejandro Magno. En este periodo, se fortificó la urbe con muros de grandes bloques rectangulares con puertas monumentales, y se construyeron el Templo de Esculapio, el ágora, y el teatro griego con un aforo para 1500 espectadores.
Ya en el siglo III AC, Butrinto, inmersa en la convulsión de Epiro y la Liga Epirota, con las trifulcas entre romanos y macedonios, se inaugura el PERIODO ROMANO, pasando a convertirse primero en un protectorado en el año 228 AC, y definitivamente a estar bajo control total de Roma en el 167 AC, cuando la ciudad contaba con unas 3000 almas.
En el siglo siguiente, Julio Cesar le concede el título de ciudad, gracias a su posición estratégica en la zona, y posteriormente, su delfín y sobrino, el emperador Octavio Augusto, con la intención de convertir en realidad la idea del Cesar de transformar Butrinto en un hogar para los legionarios veteranos, desarrolla y expande la ciudad construyendo el foro, un acueducto, termas, gimnasio, viviendas, fuentes, al tiempo que algún que otro patricio romano, se construye su villa de recreo por los alrededores.
El foro se dedicó como siempre al comercio, la justicia y los negocios, y también como centro de recreo de la población, con un palenque para gladiadores o unas termas caldeadas y con agua caliente. También se construyeron templos como el Capitolium, un edificio de tres estancias con porche cerrado que lo separaba del foro, réplica simbólica del templo capitolino de Roma dedicado a Júpiter, Juno y Minerva, o un santuario de dos pisos construido junto al manantial sagrado, en el antiguo templo de Esculapio.
Solo un terremoto en el siglo III DC, que arrasó los suburbios y el centro de la población, rompió varios cientos de años de estabilidad, antes de que en los siglos V-VI, el cristianismo del Imperio Romano de Oriente conquistara Butrinto, y deparara un próspero PERIODO BIZANTINO, durante el cual la ciudad pasó a ser episcopado, se construyeron iglesias, la gran basílica, y el famoso baptisterio, segundo más grande de Bizancio tras el de Santa Sofía en Estambul, y cuyo suelo de mosaico es una de la joyas del sitio arqueológico actual.
Hasta su desaparición como asentamiento habitado a finales del siglo XVIII, principios del XIX, debido a la invasión de las aguas pantanosas y del azote de la malaria sobre la ya única pequeña aldea de pescadores que sobrevivía alrededor del fuerte veneciano, Butrinto estuvo tan marcada por las invasiones y luchas de poder territoriales que se produjeron en esa época, que vio patear sus piedras a eslavos, búlgaros, normandos, griegos, angevinos, venecianos, otomanos, ...
Solo ya en la década de 1920, cuando el sitio era un promontorio rodeado de agua devorado por la maleza, el arqueólogo italiano Luigi Maria Ugolini, jefe de un equipo enviado por Mussolini con fines no precisamente científicos, aprovechó la oportunidad y la lectura de la Eneida de Virgilio, para sacar a la luz muchos de los restos hoy conocidos, como el templo de Esculapio, el Baptisterio, el teatro griego, o las puertas del lago y del león.
Paradas por la II Guerra Mundial, el instituto albanés de arqueología reanudó las excavaciones en los 70, pero el caos que sufrió el país durante la transición de los 90, propició el expolio del sitio, de tal manera que varias estatuas griegas y romanas fueron robadas y, o salieron del país, o se enterraron en las cercanías para su tráfico posterior. De todas ellas, solo algunas como la cabeza de mármol de Esculapio, devuelta a Albania en 1996, tras haber aparecido en la puja de una subasta de arte, han sido recuperadas.
En 1992, la Unesco nombra al sitio Patrimonio de la Humanidad, y en 1993, dos lores británicos crean la Fundación Butrinto, con el exclusivo fin de estudiar y recuperar el lugar. Sus fondos, han permitido hasta el momento el trabajo de equipos de arqueología internacionales, en colaboración con el Instituto Albanes de Arqueología, y la digitalización de un archivo con más de 40 mil documentos y fotografías.
El sitio arqueológido de Butrinto, del que solo se ha excavado y descubierto una quinta parte de la ciudad histórica, está abierto todo el año desde las 8 de la mañana hasta el anochecer. El museo, en la Acrópolis, está abierto de 9 a 4 de la tarde. La entrada al recinto vale 700 lekes, que son 5'25 euros. El recorrido está bien explicado, con paneles informativos a la entrada de cada una de las áreas arqueológicas, y una visita tranquila se realiza en unas 4 horas.
El circuito sigue los periodos históricos, por lo que se inicia en su origen HELENÍSTICO, frente al santuario de Esculapio y sus ranas, y el teatro, situados en la ladera de la colina de la Acrópolis. Lo relevante de este núcleo, era obviamente el templo, al cual iban los currantes a por agua sanadora, y a realizar ofrendas al dios de la medicina. El santuario primario constaba del templo al dios, una stoa (pórtico), y un "banco" para guardar las ofrendas recibidas. Posteriormente, se levantó el teatro, una hospedería con peristilo para alojar a los peregrinos, y se protegió el recinto con una muralla de bloques de piedra tallados. El santuario contaba en su interior con un manantial sagrado, que todavía sobrevive hoy en día, al lado de los antiguos escalones de piedra que llevaban a la acrópolis. En la parte frontal, las muescas en el mármol de la boca del pozo, revelan el desgaste producido por las cuerdas utilizadas para extraer el agua, a lo largo de los siglos.
Siguiendo el camino, y frente al recinto del santuario de Esculapio, aparecen de inmediato los restos de las edificaciones de la dorada EPOCA ROMANA entre los siglos I AC y el II DC, cuando la colonia se extendió y desarrolló, fundamentalmente durante el mandato de Augusto, primer emperador romano y poseedor del record de permanencia en el cargo. Augusto, sobrino y protegido de Julio Cesar, llegó a Butrinto tras derrotar a Marco Antonio y Cleopatra, y se puso manos a la obra para darle un empujón a la colonia romana. Para ello, con su dinero, y el de su familia y varios mecenas, inició junto a su esposa Livia y su amigo y general Agripa, un gran programa de expansión urbanística.
De la época augusta es, aparte de la remodelación y ampliación del teatro griego, la construcción del centro neurálgico de toda ciudad romana, el Foro, urbanizado anexo al área griega; y un puente y acueducto sobre el canal de Vivari para llevar agua de la península a todas las fuentes públicas y baños que se construían, incluidas las termas que se pueden ver hoy en el parque. Entre la llanura de Vrina al otro lado del canal y el originario recinto heleno, se edificaron las viviendas para los nuevos colonos, y los notables y pudientes se construyeron grandes y lujosos chalets romanos.
De esas villas, solo una mantiene una estructura reconocible hoy en día, el Palacio Triconch, al que se accede por un desvío hacia el canal, al final del foro. En su origen una domus, -residencia de la clase alta romana de una sola planta con lujosas estancias con mosaicos y pinturas murales, alrededor de un patio ajardinado rodeado de columnas (peristilo), con una fuente o pozo en el centro-, pertenecía a un senador romano, según una inscripción hallada en un felpudo mosaico de la entrada, que los señores solían poner para conocimiento de las visitas. Esta villa, maltrecha por el terremoto que asoló Butrinto en el siglo III DC, fue transformada en un palacio alrededor del año 400 DC, ampliando el patio original, y construyendo una nueva ala y un lujoso comedor a la orilla del canal. Aunque el dueño abandonó pronto el palacio por las invasoras aguas subterráneas, la villa alojó a pescadores y artesanos hasta finales del VI DC, y fue reutilizada como mercado en la época medieval.
Continuando la ruta desde el Palacio Triconch, dibujando la curva del islote hacia el norte, se entra en la era BIZANTINA, donde lo primero que aparece es el notorio Baptisterio circular y su ilustre mosaico, fechado en el siglo VI cuando Butrinto era sede episcopal. El colorido mosaico lleno de simbología cristiana, animales (tierra), aves (aire), peces (agua), es el más completo y complejo de todos los baptisterios de aquella época que han logrado sobrevivir, y fue diseñado como un mandala, con 7 anillos alrededor de la pila bautismal central, o sea 8 en total, el número cristiano de la salvación y la eternidad. Por el bien del mosaico y para desgracia de las visitas, está cubierto de arena para protegerlo. La entrada tiene a cada lado otro mosaico con la figura de un pavo real, símbolo del paraiso y la inmortalidad, y una vid en un jarrón, símbolo de la sangre de cristo. En el baptisterio, se ven las bases de las dos filas circulares de columnas, que sostenían su techo.
Unos cuantos metros más al norte está la Gran Basílica de la misma época que el Baptisterio, pegado a una de las puertas helenas de Butrinto, la puerta de la Torre. La Gran Basílica constaba de tres pasillos separados por columnas y capiteles reciclados de otros edificios, y tenía un pavimento de mosaico, creado por los mismos artesanos, se piensa que de la cercana colonia de Nicópolis en el Epiro griego, que confeccionaron el del Baptisterio, y un ábside (espacio detrás del altar) poligonal, que luego durante la Edad Media, fue reconstruido semicircularmente, junto al pavimento de mosaico, al que se le colocó un piso de losas. La Gran Basílica fue el símbolo del poder del obispado hasta el siglo XVI, cuando el prelado se mudó a Glyky en el norte de Grecia.
Rebasada la Gran Basílica, aparecemos en la orilla del lago, al pie de las murallas que circundaron Butrinto, cuya construcción se remonta al periodo helenístico tardío, en el siglo IV AC. Los muros están levantados con grandes bloques rectangulares encajados con maestría sin el uso de mortero. La fortificación temprana tenía 6 puertas abovedadas que luego, al igual que las murallas, fueron modificándose durante los siguientes periodos.
Estas 6 puertas arcaicas eran las del Norte, la del Oeste, la del Leon, la del Lago, la de la Torre que era la entrada principal, y la de Esculapio, frente al templo. En la época medieval, ya no existían ni la Puerta de la Torre ni la de Esculapio, y se habían abierto otras como la Puerta del Agua, practicamente en el mismo lugar donde estaba la principal, o un par que daban acceso al Palacio Triconch en el canal de Vivari.
Una de las que han sobrevivido y primera que uno se encuentra en el sendero, es la PUERTA DEL LAGO, que fue descubierta en 1930 por el equipo de arqueólogos de Ugolini, que la relacionaron con la puerta Scaean de Troya mencionada por Virgilio en la Eneida, cuando narra el encuentro de Eneas con los exiliados troyanos, el príncipe Heleno y Andrómaca, viuda del príncipe Hector:
"Vi una Troya en miniatura frente a mí, una pequeña copia de nuestra enorme torre, un arroyo llamado Xanthus (el gran río de Troya), y empujé con mi cuerpo una Puerta Scaean (la puerta principal de Troya). Los que estaban conmigo se regocijaron viendo la ciudad de nuestros compatriotas. El rey los recibió entre amplias columnatas, ofreciéndoles la corte sus copas de vino, e hicieron libación, mientras en platos de oro, un banquete fue traído ante ellos".
Siguiendo el sendero en paralelo a la orilla, ya en el norte detrás de la colina de la Acrópolis, nos encontramos con la otra puerta mejor conservada de Butrinto, la PUERTA DEL LEON, que toma el nombre del dintel, en el que se representa a un felino devorando la cabeza de un toro que, aunque imagen enigmática, es un tema común en el arte helenístico arcaico. El dintel con el relieve, datado en el siglo VI antes de cristo y proveniente de algún templo antiguo de la Acrópolis, se colocó a posteriori diez siglos después, se cree que con intención de reducir el tamaño de la puerta para beneficiar su defensa.
De las desaparecidas, la más importante era la PUERTA DE LA TORRE del siglo III AC, que era la entrada principal a la ciudad y encaminaba al santuario de Esculapio desde el Canal de Vivari. Esta entrada construida con bloques más pequeños, estaba protegida por dos torres de dos pisos, una sobresaliente semicircular a un lado, y otra cuadrada al otro, con troneras defensivas para disparar flechas. En medio, un portal de madera cerraba el paso. Con el paso del tiempo esta entrada quedó taponada por edificaciones como el Ninfeo (dedicado a las ninfas), en este caso una fuente pública para los que entraban y salían de la ciudad, unos baños romanos, el acueducto, y finalmente, la Gran Basílica bizantina. Para sustituir las funciones de acceso a la ciudad desde el agua por esta entrada, se construyó ya en la edad media la PUERTA DEL AGUA con otra torre defensiva, practicamente al borde del lago.
Cruzada la Puerta del León, el circuito se cierra subiendo a la Acrópolis, núcleo del PERIODO VENECIANO, donde el castillo que hoy en día alberga el museo de Butrinto, es una reconstrucción de los años 30, de lo que fue el fuerte del siglo XIV erigido por los venecianos para controlar el Estrecho de Corfú y el Canal de Vivari, dentro de un extenso plan de reparación y ampliación de sus fortificaciones costeras en el Adriático, Jónico y Egeo, dado que su dominio en el Mediterráneo se basaba en el comercio marítimo transportado por su poderosa flota.
Debemos marchar porque anochece pronto, pero nos vamos contentos. Nos queda un buen trecho para llegar al PN Llogara donde pernoctaremos, y el camino son 120 kms de curvas y curvas por la Riviera Albanesa.
PN BUTRINTO: http://butrint.nd.edu/panoramas/roman-forums-excavations/
EL OJO AZUL
Durante la dictadura en este parque natural, los camaradas se lo pasaban bomba pescando, cazando, comiendo y bebiendo, mientras disfrutaban del bonito paraje, cuya atracción principal es el segundo ojo azul que vemos en Albania, un profundo manantial kárstico de aguas subterráneas que emergen al exterior, formando una poza de intensos colores azulados, fuente del río Bistrica que desemboca en la bahía de Saranda.
Aunque no tiene los 4 metros de diámetro ni la siniestra aureola del asombroso Pozo de Jacob del río Cypress Creek en USA, este manantial en la ladera del monte Mali i Gjere, es un bello grifo natural, en su mayor parte de agua de lluvia y en menor cantidad de H2o de la llanura aluvial del río Drinos, que se infiltra en el macizo y se abre paso por canales bajo tierra. De su boca manan según la añada, de entre 1500 a 9000 litros de agua por segundo a 10º centígrados de temperatura, según atestigua en albanés un panel informativo del lugar, y hasta 18000 según los científicos.
Los equipos exploradores que se han metido en el sifón de la cueva subacuática, han sido varios; unos italianos en 1992; luego un equipo francés en 2005, que descendió hasta los 70 metros de una profundidad total desconocida a día de hoy, y que dio a conocer la gran dificultad y peligrosidad del buceo contra el violento flujo ascendente del manantial, que les obligó, tras varios intentos, a cargar 20 kgs de lastre en unas correas, y al uso de cordajes especiales;
y en el 2011, un equipo albanés de investigación arqueológica submarina, cuyo objetivo era examinar un saliente que se encuentra a 20 metros de caída recta por el pozo, en busca de posibles restos depositados que evidenciasen que el manantial pudo ser utilizado en la antiguedad, como fuente de agua y como lugar de rituales y ceremonias. Aunque la mayoría de lo que encontraron fueron hierros, vidrio y hormigón, si que hallaron potenciales restos de maderas y huesos de animales.
A efectos turísticos, sobre el ojo del manantial hay una balconada de madera para poder encantarse con el flujo siempre vivo de tonalidades azules que alimenta el caudal del río metro a metro, y siguiendo por el sendero al lado del cauce, hay un restaurante de madera con otra plataforma de madera sobre el Bistrica, para poder divisar como se pierde el río entre la vegetación y las montañas al fondo.
Durante nuestra visita a finales de setiembre llovía ligeramente, por lo que no había casi nadie, a diferencia de la época estival, en la que el sitio se abarrota de gente y de vehículos, lo cual puede restarle encanto a la visita. Por contra, lo que parecía un agradable bar restaurante para sentarse tranquilamente a disfrutar del paisaje, estaba cerrado por fin de temporada.
En definitiva, una visita digna de una excursión desde Saranda, o de una parada si se está de ruta en coche por el sur de Albania, para relajarse paseando 2 o 3 horas, y encantándose como con el fuego de una chimenea, con las aguas azules que brotan de ese pozo, que uno imagina ramificándose y recorriendo las entrañas de la tierra bajos los pies. La entrada vale 100 leks (70 cms).
BUTRINTO
En una hora y media desde el Syri i Kalter de Saranda, estamos ya recorriendo la carretera que circula por la estrecha franja de tierra de apenas 1 km, que flota entre el lago y el estrecho de Corfú. Al otro lado del estrecho, apenas extendiendo el brazo se le puede dar la mano a los isleños griegos de Corfú. El paisaje es bonito, los humedales hacen el lugar agradable y melancólico, y en unos 9 kms de tramo a lo largo de la franja, llegamos a la entrada del islote donde está la histórica ciudad de Buthrotum, parque nacional y patrimonio humano desde 1992.
Según Erjona Qilla, arqueóloga del parque, "Butrinto es un museo al aire libre donde se pueden ver huellas de todas las civilizaciones del Mediterráneo: griega, romana, bizantina, veneciana y otomana". Según Nikita Kruschev, líder de la URSS, que visitó Butrinto en los 60 para montar una base para su flota de submarinos nucleares, "las ruinas eran molestas cosas muertas" que, según su mariscal, "debían tirarse al mar". A Enver Hoxha sin embargo, que por la visita del líder soviético, había ordenado precavidamente un envenenamiento masivo de la población de serpientes que habitaban las ruinas, y que luego Kruschev durante la inspección, encontró muertas por centenares en el anfiteatro y colgando de las estatuas, no le hizo mucha gracia la idea. El día de nuestra visita no había serpientes a la vista, pero sí una gran cantidad de batracios y quelonios.
Aunque metiendo la mitología de por medio, Butrinto en la Eneida de Virgilio, es una copia de Troya, fundada por el príncipe troyano Heleno tras su huida, y posterior refugio del héroe Eneas, las primeras certezas de urbe con epirotas de pura cepa, datan del VIII antes de Cristo, siglo en el que se considera que Butrinto era una polis dependiente de la colonia griega de Kerkyra establecida en la isla de Corfú, con el cometido de ser la huerta de la colonia y abastecer de tomates, cebollas y lechugas a los colonos.
En los siglos posteriores de PERIODO HELENISTICO, con las ganancias que le reportaban las rutas comerciales del Mediterráneo, Butrinto progresó bajo el gobierno de las tribus caonias epirotas primero, y más tarde, como capital del Epiro durante el reinado de Alejandro I, hermano de Olimpia, madre de Alejandro Magno. En este periodo, se fortificó la urbe con muros de grandes bloques rectangulares con puertas monumentales, y se construyeron el Templo de Esculapio, el ágora, y el teatro griego con un aforo para 1500 espectadores.
Ya en el siglo III AC, Butrinto, inmersa en la convulsión de Epiro y la Liga Epirota, con las trifulcas entre romanos y macedonios, se inaugura el PERIODO ROMANO, pasando a convertirse primero en un protectorado en el año 228 AC, y definitivamente a estar bajo control total de Roma en el 167 AC, cuando la ciudad contaba con unas 3000 almas.
En el siglo siguiente, Julio Cesar le concede el título de ciudad, gracias a su posición estratégica en la zona, y posteriormente, su delfín y sobrino, el emperador Octavio Augusto, con la intención de convertir en realidad la idea del Cesar de transformar Butrinto en un hogar para los legionarios veteranos, desarrolla y expande la ciudad construyendo el foro, un acueducto, termas, gimnasio, viviendas, fuentes, al tiempo que algún que otro patricio romano, se construye su villa de recreo por los alrededores.
El foro se dedicó como siempre al comercio, la justicia y los negocios, y también como centro de recreo de la población, con un palenque para gladiadores o unas termas caldeadas y con agua caliente. También se construyeron templos como el Capitolium, un edificio de tres estancias con porche cerrado que lo separaba del foro, réplica simbólica del templo capitolino de Roma dedicado a Júpiter, Juno y Minerva, o un santuario de dos pisos construido junto al manantial sagrado, en el antiguo templo de Esculapio.
Solo un terremoto en el siglo III DC, que arrasó los suburbios y el centro de la población, rompió varios cientos de años de estabilidad, antes de que en los siglos V-VI, el cristianismo del Imperio Romano de Oriente conquistara Butrinto, y deparara un próspero PERIODO BIZANTINO, durante el cual la ciudad pasó a ser episcopado, se construyeron iglesias, la gran basílica, y el famoso baptisterio, segundo más grande de Bizancio tras el de Santa Sofía en Estambul, y cuyo suelo de mosaico es una de la joyas del sitio arqueológico actual.
Hasta su desaparición como asentamiento habitado a finales del siglo XVIII, principios del XIX, debido a la invasión de las aguas pantanosas y del azote de la malaria sobre la ya única pequeña aldea de pescadores que sobrevivía alrededor del fuerte veneciano, Butrinto estuvo tan marcada por las invasiones y luchas de poder territoriales que se produjeron en esa época, que vio patear sus piedras a eslavos, búlgaros, normandos, griegos, angevinos, venecianos, otomanos, ...
Solo ya en la década de 1920, cuando el sitio era un promontorio rodeado de agua devorado por la maleza, el arqueólogo italiano Luigi Maria Ugolini, jefe de un equipo enviado por Mussolini con fines no precisamente científicos, aprovechó la oportunidad y la lectura de la Eneida de Virgilio, para sacar a la luz muchos de los restos hoy conocidos, como el templo de Esculapio, el Baptisterio, el teatro griego, o las puertas del lago y del león.
Paradas por la II Guerra Mundial, el instituto albanés de arqueología reanudó las excavaciones en los 70, pero el caos que sufrió el país durante la transición de los 90, propició el expolio del sitio, de tal manera que varias estatuas griegas y romanas fueron robadas y, o salieron del país, o se enterraron en las cercanías para su tráfico posterior. De todas ellas, solo algunas como la cabeza de mármol de Esculapio, devuelta a Albania en 1996, tras haber aparecido en la puja de una subasta de arte, han sido recuperadas.
En 1992, la Unesco nombra al sitio Patrimonio de la Humanidad, y en 1993, dos lores británicos crean la Fundación Butrinto, con el exclusivo fin de estudiar y recuperar el lugar. Sus fondos, han permitido hasta el momento el trabajo de equipos de arqueología internacionales, en colaboración con el Instituto Albanes de Arqueología, y la digitalización de un archivo con más de 40 mil documentos y fotografías.
El sitio arqueológido de Butrinto, del que solo se ha excavado y descubierto una quinta parte de la ciudad histórica, está abierto todo el año desde las 8 de la mañana hasta el anochecer. El museo, en la Acrópolis, está abierto de 9 a 4 de la tarde. La entrada al recinto vale 700 lekes, que son 5'25 euros. El recorrido está bien explicado, con paneles informativos a la entrada de cada una de las áreas arqueológicas, y una visita tranquila se realiza en unas 4 horas.
El circuito sigue los periodos históricos, por lo que se inicia en su origen HELENÍSTICO, frente al santuario de Esculapio y sus ranas, y el teatro, situados en la ladera de la colina de la Acrópolis. Lo relevante de este núcleo, era obviamente el templo, al cual iban los currantes a por agua sanadora, y a realizar ofrendas al dios de la medicina. El santuario primario constaba del templo al dios, una stoa (pórtico), y un "banco" para guardar las ofrendas recibidas. Posteriormente, se levantó el teatro, una hospedería con peristilo para alojar a los peregrinos, y se protegió el recinto con una muralla de bloques de piedra tallados. El santuario contaba en su interior con un manantial sagrado, que todavía sobrevive hoy en día, al lado de los antiguos escalones de piedra que llevaban a la acrópolis. En la parte frontal, las muescas en el mármol de la boca del pozo, revelan el desgaste producido por las cuerdas utilizadas para extraer el agua, a lo largo de los siglos.
Siguiendo el camino, y frente al recinto del santuario de Esculapio, aparecen de inmediato los restos de las edificaciones de la dorada EPOCA ROMANA entre los siglos I AC y el II DC, cuando la colonia se extendió y desarrolló, fundamentalmente durante el mandato de Augusto, primer emperador romano y poseedor del record de permanencia en el cargo. Augusto, sobrino y protegido de Julio Cesar, llegó a Butrinto tras derrotar a Marco Antonio y Cleopatra, y se puso manos a la obra para darle un empujón a la colonia romana. Para ello, con su dinero, y el de su familia y varios mecenas, inició junto a su esposa Livia y su amigo y general Agripa, un gran programa de expansión urbanística.
De la época augusta es, aparte de la remodelación y ampliación del teatro griego, la construcción del centro neurálgico de toda ciudad romana, el Foro, urbanizado anexo al área griega; y un puente y acueducto sobre el canal de Vivari para llevar agua de la península a todas las fuentes públicas y baños que se construían, incluidas las termas que se pueden ver hoy en el parque. Entre la llanura de Vrina al otro lado del canal y el originario recinto heleno, se edificaron las viviendas para los nuevos colonos, y los notables y pudientes se construyeron grandes y lujosos chalets romanos.
De esas villas, solo una mantiene una estructura reconocible hoy en día, el Palacio Triconch, al que se accede por un desvío hacia el canal, al final del foro. En su origen una domus, -residencia de la clase alta romana de una sola planta con lujosas estancias con mosaicos y pinturas murales, alrededor de un patio ajardinado rodeado de columnas (peristilo), con una fuente o pozo en el centro-, pertenecía a un senador romano, según una inscripción hallada en un felpudo mosaico de la entrada, que los señores solían poner para conocimiento de las visitas. Esta villa, maltrecha por el terremoto que asoló Butrinto en el siglo III DC, fue transformada en un palacio alrededor del año 400 DC, ampliando el patio original, y construyendo una nueva ala y un lujoso comedor a la orilla del canal. Aunque el dueño abandonó pronto el palacio por las invasoras aguas subterráneas, la villa alojó a pescadores y artesanos hasta finales del VI DC, y fue reutilizada como mercado en la época medieval.
Continuando la ruta desde el Palacio Triconch, dibujando la curva del islote hacia el norte, se entra en la era BIZANTINA, donde lo primero que aparece es el notorio Baptisterio circular y su ilustre mosaico, fechado en el siglo VI cuando Butrinto era sede episcopal. El colorido mosaico lleno de simbología cristiana, animales (tierra), aves (aire), peces (agua), es el más completo y complejo de todos los baptisterios de aquella época que han logrado sobrevivir, y fue diseñado como un mandala, con 7 anillos alrededor de la pila bautismal central, o sea 8 en total, el número cristiano de la salvación y la eternidad. Por el bien del mosaico y para desgracia de las visitas, está cubierto de arena para protegerlo. La entrada tiene a cada lado otro mosaico con la figura de un pavo real, símbolo del paraiso y la inmortalidad, y una vid en un jarrón, símbolo de la sangre de cristo. En el baptisterio, se ven las bases de las dos filas circulares de columnas, que sostenían su techo.
Unos cuantos metros más al norte está la Gran Basílica de la misma época que el Baptisterio, pegado a una de las puertas helenas de Butrinto, la puerta de la Torre. La Gran Basílica constaba de tres pasillos separados por columnas y capiteles reciclados de otros edificios, y tenía un pavimento de mosaico, creado por los mismos artesanos, se piensa que de la cercana colonia de Nicópolis en el Epiro griego, que confeccionaron el del Baptisterio, y un ábside (espacio detrás del altar) poligonal, que luego durante la Edad Media, fue reconstruido semicircularmente, junto al pavimento de mosaico, al que se le colocó un piso de losas. La Gran Basílica fue el símbolo del poder del obispado hasta el siglo XVI, cuando el prelado se mudó a Glyky en el norte de Grecia.
Rebasada la Gran Basílica, aparecemos en la orilla del lago, al pie de las murallas que circundaron Butrinto, cuya construcción se remonta al periodo helenístico tardío, en el siglo IV AC. Los muros están levantados con grandes bloques rectangulares encajados con maestría sin el uso de mortero. La fortificación temprana tenía 6 puertas abovedadas que luego, al igual que las murallas, fueron modificándose durante los siguientes periodos.
Estas 6 puertas arcaicas eran las del Norte, la del Oeste, la del Leon, la del Lago, la de la Torre que era la entrada principal, y la de Esculapio, frente al templo. En la época medieval, ya no existían ni la Puerta de la Torre ni la de Esculapio, y se habían abierto otras como la Puerta del Agua, practicamente en el mismo lugar donde estaba la principal, o un par que daban acceso al Palacio Triconch en el canal de Vivari.
Una de las que han sobrevivido y primera que uno se encuentra en el sendero, es la PUERTA DEL LAGO, que fue descubierta en 1930 por el equipo de arqueólogos de Ugolini, que la relacionaron con la puerta Scaean de Troya mencionada por Virgilio en la Eneida, cuando narra el encuentro de Eneas con los exiliados troyanos, el príncipe Heleno y Andrómaca, viuda del príncipe Hector:
"Vi una Troya en miniatura frente a mí, una pequeña copia de nuestra enorme torre, un arroyo llamado Xanthus (el gran río de Troya), y empujé con mi cuerpo una Puerta Scaean (la puerta principal de Troya). Los que estaban conmigo se regocijaron viendo la ciudad de nuestros compatriotas. El rey los recibió entre amplias columnatas, ofreciéndoles la corte sus copas de vino, e hicieron libación, mientras en platos de oro, un banquete fue traído ante ellos".
Siguiendo el sendero en paralelo a la orilla, ya en el norte detrás de la colina de la Acrópolis, nos encontramos con la otra puerta mejor conservada de Butrinto, la PUERTA DEL LEON, que toma el nombre del dintel, en el que se representa a un felino devorando la cabeza de un toro que, aunque imagen enigmática, es un tema común en el arte helenístico arcaico. El dintel con el relieve, datado en el siglo VI antes de cristo y proveniente de algún templo antiguo de la Acrópolis, se colocó a posteriori diez siglos después, se cree que con intención de reducir el tamaño de la puerta para beneficiar su defensa.
De las desaparecidas, la más importante era la PUERTA DE LA TORRE del siglo III AC, que era la entrada principal a la ciudad y encaminaba al santuario de Esculapio desde el Canal de Vivari. Esta entrada construida con bloques más pequeños, estaba protegida por dos torres de dos pisos, una sobresaliente semicircular a un lado, y otra cuadrada al otro, con troneras defensivas para disparar flechas. En medio, un portal de madera cerraba el paso. Con el paso del tiempo esta entrada quedó taponada por edificaciones como el Ninfeo (dedicado a las ninfas), en este caso una fuente pública para los que entraban y salían de la ciudad, unos baños romanos, el acueducto, y finalmente, la Gran Basílica bizantina. Para sustituir las funciones de acceso a la ciudad desde el agua por esta entrada, se construyó ya en la edad media la PUERTA DEL AGUA con otra torre defensiva, practicamente al borde del lago.
Cruzada la Puerta del León, el circuito se cierra subiendo a la Acrópolis, núcleo del PERIODO VENECIANO, donde el castillo que hoy en día alberga el museo de Butrinto, es una reconstrucción de los años 30, de lo que fue el fuerte del siglo XIV erigido por los venecianos para controlar el Estrecho de Corfú y el Canal de Vivari, dentro de un extenso plan de reparación y ampliación de sus fortificaciones costeras en el Adriático, Jónico y Egeo, dado que su dominio en el Mediterráneo se basaba en el comercio marítimo transportado por su poderosa flota.
Debemos marchar porque anochece pronto, pero nos vamos contentos. Nos queda un buen trecho para llegar al PN Llogara donde pernoctaremos, y el camino son 120 kms de curvas y curvas por la Riviera Albanesa.
PN BUTRINTO: http://butrint.nd.edu/panoramas/roman-forums-excavations/
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