Nos quedamos día y medio en la isla de Sao Vicente, y me hubiera sobrado un día. Lástima no haberlo aprovechado en Santo Antao. La isla de Sao Vicente es pequeña, y su paisaje desértico y desolado no incita al asombro. Mindelo, Monte Verde y Baía das Gatas son sus principales puntos de interés.
El día amanece nublado y fresco en Sao Vicente. Ya es raro. De todas formas, después de localizar una tienda de música donde comprar unos cuantos discos de artistas caboverdianos, no desistimos de intentar subir al Monte Verde. Con 750 m de altura, es el punto más alto de la isla y se accede por una carretera adoquinada.
En taxi llegamos a la cima en un periquete. Pero, las sospechas se convertían en realidad. Todo está tapado por las nubes e incluso hace fresco. Pensábamos senderear por Monte Verde, pero así no tiene sentido. En días despejados se puede divisar una amplia panorámica de la isla de Sao Vicente.
Hacia abajo regresamos, a por el plan B. En taxi seguimos por la carretera que bordea la Baía das Gatas hasta llegar a Calhau. El arco de Baía das Gatas está ocupado por una extensa playa salvaje. En cada extremo se sitúa un pueblo de pescadores, Calhau a un lado y el pueblo Baía das Gatas al otro.
En Calhau nos despedimos del taxista para emprender un paseo de casi 10 Km a lo largo de toda la playa. El cielo nublado motiva a caminar contemplando el oleaje furioso. La playa es sorprendente, en blanco y negro. Las blancas arenas voladoras procedentes del Sahara se han amontonado formando dunas, que contrastan con la lava negra de origen volcánico. Diversos conos volcánicos circundan el solitario paisaje. Curiosas son también las formaciones de arena endurecida que casi se han convertido en rocas erosionadas. Unas dos horas y media tardamos en recorrer la playa de Baía das Gatas, con tiempo para fijarnos en los detalles.
Qué sorprendente es que en los áridos campos no sobrevive nada, y en cambio crecen plantas sobre la arena de la playa. Bueno, en realidad sí que hay terrenos cultivados en la isla de Sao Vicente. Nos contaban que cuando llueve, los agricultores acuden a Monte Verde para sembrar sus parcelas. En otras épocas, su agricultura de subsistencia pervive en un valle protegido que antaño recibía riego de viejos pozos y ahora lo recibe de una planta desalinizadora. Es también desalinizada el agua corriente de uso doméstico, puesto que en la isla no existen corrientes de agua dulce.
En el pulcro pueblo playero de Baía das Gatas encontramos un restaurante animado donde se mezclan turistas con nativos. El pulpo grelhado no estaba tan bueno como el nuestro.
El oleaje se calma al final de la bahía. Es un recodo muy tranquilo y adecuado para bañarse, aunque la fresca temperatura del día no anima al baño. En agosto de cada año es escenario de un festival de música internacional que congrega a multitudes caboverdianas y extranjeras. El festival de Baía das Gatas es la fiesta más relevante de Cabo Verde.
No es fácil encontrar transporte por aquí. Sin embargo, tenemos suerte y pillamos un taxi frente a la playa para regresar a Mindelo.
Conos volcánicos en Calhau
Playa salvaje de Baía das Gatas
Barquitas de pescadores en Baía das Gatas
La bahía de Mindelo ocupa un antiguo cráter hundido. Según nos comentaron, el puerto fue diseñado por los ingleses, como punto de entrada de carbón y de esclavos, fundamento de su floreciente comercio en aquellos tiempos. Los esclavos eran capturados en los países africanos, transportados a Cabo Verde y vendidos al mejor postor para trabajos forzados en las haciendas de Sudamérica. Las islas eran un punto clave en el transporte marítimo entre Europa y América, y también con Asia en aquella época cuando todavía no se había abierto el canal de Suez. Los buques hacían escala y se aprovisionaban de carbón como combustible para sus máquinas de vapor.
La tarde de domingo no es en absoluto tercermundista en Mindelo. Las tiendas cierran, la gente descansa o pasea. Se nota que ha perpetuado la vena católica de los portugueses y siguen conservando el descanso dominical como mandamiento. La ciudad mira a Europa y casi parece estar en Portugal. Los edificios coloniales del centro están bien conservados y las calles bastante limpias (de hecho, vemos visto numerosas campañas de concienciación medioambiental), e incluso dispone de un agradable paseo marítimo y puerto deportivo.
Pasear es también lo que hacemos nosotros, llegando hasta la playa urbana de Laginha. Unas cafeterías con impresionantes terrazas frente al mar nos quieren convencer de que estamos más en Miami que en África. Tanto oriundos como visitantes aprovechan esta playa como espacio de esparcimiento. Algunos se bañan, otros se refrescan en las terrazas, o bien pedalean en bicicleta. Hay quien prefiere practicar gimnasia, o simplemente sentarse a descansar y esperar que pase el tiempo. También contemplar la puesta de sol es una de sus aficiones preferidas.
Mira que son dicharacheros y curiosos los caboverdianos. En cuanto ven que entiendes su idioma, les encanta pararse a charlar con los extranjeros y preguntar montones de cosas. Les gusta bailar o improvisar raps. Hay que llevar los ojos y los oídos abiertos, porque en cualquier rincón puedes encontrarte un baile improvisado.
Arquitectura criolla en Mindelo
Paseo marítimo de Mindelo
Puesta de sol en Mindelo
El lunes por la mañana todos están en la calle en Mindelo. La animación es bulliciosa y pausada a la vez. No está de más darse una vuelta por los mercados locales, uno cubierto y otro descubierto. El mercado municipal interior se sitúa en la Rua Lisboa. El mercado exterior ocupa una amplia plaza cercana a la réplica de la Torre de Belém.
Venden productos del campo así como manufacturas. Por ejemplo, un hombre elaboraba cestos de palma en su puesto del mercado. Los frutos tropicales adornan los tenderetes guardando un orden: papayas, mandioca, ñame, verduras o legumbres.
Mercados de Mindelo
El cielo estaba mucho más despejado y queríamos intentar de nuevo conseguir las vistas desde Monte Verde. Realizamos una nueva tentativa, pero allí estaban instaladas permanentemente las nubes y sólo permitían apreciar una panorámica parcial.
Me despedí de Mindelo mirando hacia el Monte Cara. Es uno de los montes áridos y picudos situados en uno de los extremos de la bahía de Mindelo. Se pueden imaginar los ojos, la nariz, la boca………….. Pero, no sé……………. me parecía una cara anodina, nada que ver con los expresivos rostros de los caboverdianos. Aquellas sonrisas y aquellos ojos grandes mirándome son de los mejores recuerdos que me traigo de Cabo Verde.
¡¡OBRIGADO CABO VERDE!!