Jueves 29 de marzo de 2018: Ópera + Cripta de los Capuchinos + Demel + Biblioteca Nacional Austríaca + Museos Globo, Esperanto y Papiro + MUMOK
Nos levantamos y bajamos a desayunar.
A las 8:30 am hicimos el check-out y caminamos media cuadra hasta la estación de metro, donde tomamos la línea M4 con destino a Keleti.
Una vez llegamos a la estación de trenes, nos acercamos a unas máquinas amarillas para imprimir los billetes que habíamos comprado por Internet, porque era la única forma de obtenerlos en papel. Para eso, introdujimos el código numérico que habíamos recibido por correo electrónico al momento de la compra y automáticamente se imprimió el billete (éramos dos personas, pero se imprimió un solo boleto).
Como habíamos leído un caso en el que algunas personas habían tenido problemas con su billete (los revisores les habían dicho que era una reserva y no los pasajes, pese a que los habían comprado con tarjeta y enseñado el cargo en el resumen de la cuenta, con lo cual se tuvieron que bajar del tren), fuimos a la Oficina de Billetes Internacionales para corroborar que nuestros pasajes estuvieran bien, y por suerte lo estaban.
Compramos una botella de agua grande (350 HUF) en un quiosco y cambiamos los 9000 HUF que nos habían sobrado en una de las tres casas de cambio que había en la estación, carca de los andenes. El cambio fue a razón de 320,85 HUF por euro.
El tren Railjet 62 salía a las 9:40 am; nosotros subimos veinte minutos antes, lo que nos garantizó tener lugar en el portaequipajes para dejar nuestras dos valijas/maletas (justo en el medio). Si hubiésemos subido muy sobre la hora, tal vez no hubiéramos tenido lugar donde ponerlas, porque el portaequipajes se llenó enseguida. El tema de andar con equipaje de gran tamaño en los trenes era algo preocupante, por lo menos para mí, porque, en general, la gente viajaba con equipaje pequeño y fácil de transportar (que cabía perfectamente en los estantes que estaban arriba de cada asiento), y yo no sabía si iba a haber espacio suficiente para bultos más grandes.
Los asientos en segunda eran muy cómodos, y el wi-fi funcionaba bastante bien. Como habíamos comprado el billete con anticipación, arriba del asiento había una pantalla que marcaba el tramo reservado (en nuestro caso, "Budapest - Wien Hbf"). En otras pantallas alcanzamos a leer "reservas de último minuto".
Al poco tiempo de partir el tren, pasaron unos revisores a controlar los billetes. Antes de llegar a Viena, la policía austríaca hizo el control de los pasaportes.
Luego de un viaje de 2:41 hs, llegamos a Viena a las 12:21 pm, tal como estaba estipulado. La estación central, Wien Hauptbahnhof, era enorme y tenía varios niveles, además de distintas entradas. Si bien nuestro hotel estaba pegado a la estación, tardamos unos veinte minutos hasta que al fin pudimos ubicarnos y salir por la puerta correspondiente.
El hecho de que el Star Inn Hotel Premium Wien Hauptbahnhof estuviera al lado de la estación central de trenes nos resultó muy práctico porque ahorramos mucho tiempo en traslados entre ciudades, ya que veníamos desde Budapest, íbamos a ir un día a Bratislava y luego viajábamos a Praga. Además, había una estación de metro (U1) y una parada de tranvía (D) con el que se podía llegar al centro en 10/15 minutos.
Si bien el horario para el check-in era a partir de las 15:00 pm, pudimos acceder a la habitación ni bien llegamos, unos minutos antes de las 13:00 pm. Solo tuvimos que pagar el impuesto local (8 EUR), que no estaba incluido en la tarifa, y mostrar la tarjeta de crédito con la cual habíamos hecho la reserva del alojamiento. De camino al ascensor, vimos un cuartito en el que se podía guardar provisoriamente el equipaje.
La habitación que nos tocó era amplia; tenía televisor, un armario, una caja de seguridad, un frigobar con una botella de agua gasificada de cortesía para el primer día, un escritorio con una silla y un baño que nos pareció curioso porque el inodoro/retrete estaba en una habitación pequeña y separada del resto. No contratamos desayuno.
Dejamos nuestras cosas y salimos, bien abrigados, para empezar el recorrido del día. Lo primero que teníamos que hacer era recoger la Vienna Pass de 3 días (98,10 EUR por persona; el precio incluía un descuento del 10% debido a una oferta online) y la Travel Card de 72 horas (17,10 EUR por persona) que habíamos comprado por Internet semanas antes del viaje. Ambas se retiraban en el Centro de Atención al Cliente Vienna Pass, ubicado en el pasaje subterráneo Opernpassage, al lado de la salida que llevaba a la Ópera.
Para llegar hasta allí, hicimos una caminata de media hora, en la cual pasamos por la Parroquia de Santa Isabel y la Iglesia de San Carlos Borromeo (Karlskirche), ubicada en Karlsplatz. Nos costó encontrar el lugar porque pasaba un poco desapercibido, pero al fin dimos con él.
Con la Vienna Pass nos entregaron una guía en alemán, francés y español que detallaba todas las atracciones que se podían visitar. También le agregaron la fecha y nos hicieron firmar al dorso de la tarjeta. La Vienna Pass ofrece entrada gratuita a más de 60 atracciones turísticas de Viena (con acceso rápido en algunas, es decir, sin hacer filas) y el uso ilimitado de los autobuses Hop-on Hop-off, que nosotros no utilizamos. Es cuestión de hacer números a ver si conviene comprarla; a nosotros nos salió a cuenta.
La Travel Card permite viajar de forma ilimitada en toda la red de transporte público (metro, autobuses, tranvías y trenes urbanos) dentro de Viena. Se valida una sola vez, al subir al primer medio de transporte, y a partir de ese momento empiezan a contar las 24, 48 o 72 horas, según el caso.
La primera parada del día era la Ópera, en la que había una visita guiada a las 15:00 pm. Cuando nos acercamos a la puerta por donde había que entrar para comprar las entradas, la encontramos cerrada, porque todavía faltaban más de treinta minutos para el horario de la visita. Aprovechamos para dar unas vueltas por la cuadra y al ratito volvimos.
Para ese entonces, en el interior del edificio había un montón de gente, algunos haciendo la fila para sacar las entradas (9 EUR), otros sacándose fotos con dos trajes que estaban puestos en el vestíbulo para tal fin, y otros esperando a que se hiciera la hora. El recorrido guiado se hacía en distintos idiomas, así que la gente, por indicación del personal de la Ópera, se iba acomodando cerca de las banderas con las que se identificaba el idioma correspondiente. Al grupo de español lo dividieron en dos porque era el más concurrido.
La visita duró 40 minutos y fue muy interesante. Incluía el vestíbulo, la escalera principal, la parte de atrás del escenario, el auditorio y algunas salas. Estaba permitido hacer fotos, incluso con flash. Recomendamos mirar la página oficial de la Ópera (o, si están por la zona, darse una vuelta) para conocer los horarios de las visitas, porque si bien hay horarios estipulados, pueden variar.
A continuación, nos dirigimos a la Cripta Imperial o Cripta de los Capuchinos, lugar principal de sepultura de los Habsburgo austríacos, entre ellos, el emperador Francisco José I y la Emperatriz Sissi. La entrada costaba 7,50 EUR, pero nosotros teníamos acceso gratuito con la Vienna Pass. Simplemente la presentamos en la taquilla y la escanearon con un lector de código de barras. Al ingresar, nos entregaron un folleto en el que aparecían los nombres de todos los miembros de la realeza austríaca que descansaban allí y sus ubicaciones en los distintos espacios. Muchos sarcófagos llamaban la atención, tanto por su tamaño como por la cantidad de detalles que contenían. Otros, sin embargo, eran más austeros. También había algunos féretros muy pequeños, indicio de niños que sufrieron muertes prematuras. La visita nos llevó menos de una hora y la realidad es que nos hubiera resultado más enriquecedora si hubiésemos tenido un mínimo conocimiento de los personajes que allí se encontraban. Lamentablemente, no había carteles informativos y los pocos que vimos en el recinto estaban en alemán.
A las 16:30 pm fuimos a merendar a la pastelería Demel. Esperamos cerca de media hora para conseguir una mesa porque había bastante gente. Mientras estábamos en la fila, podíamos ver al personal amasando a través de un ventanal enorme que había adentro del lugar. La atención fue buena y cordial, y los precios, lógicamente, elevados. Las tortas no estaban en la carta, había que ir a elegirlas a un mostrador donde estaban exhibidas junto con la lista de precios. Por 40 euros (incluida la propina), merendamos dos cafés especiales (con licor), tres porciones de torta (Sacher, strudel y nougat) y un jugo de naranja (caro en relación a la escasa cantidad). La torta Sacher y el strudel nos gustaron, pero probamos mejores. Le habíamos preguntado a la persona que atendía el mostrador qué nos recomendaba y nos sugirió la torta nougat, que resultó la mejor elección de las tres. No está mal darse un gusto en uno de los lugares clásicos de Viena como lo es Demel, pero nos pareció que estaba un poco sobrevalorado. Para degustar la torta Sacher, por ejemplo, sugerimos hacerlo en la confitería del mismo nombre.
Nuestro siguiente destino era la Biblioteca Nacional de Austria, que teníamos incluida en la Vienna Pass (la entrada regular costaba 8 EUR y ofrecían audioguías, pero solo en alemán). Hicimos esta visita y las siguientes ya pasada la tarde porque el horario de cierre de estas atracciones los días jueves era a las 21:00 pm, lo que nos garantizó aprovechar el día al máximo.
La Sala Principal de la biblioteca nos deslumbró; no en vano es considerada una de las más bellas del mundo: de estilo gótico y con una iluminación tenue, estaba decorada con estatuas y columnas de mármol, globos terráqueos, frescos en el techo y estanterías de madera inmensas que contenían miles de libros. A lo largo de la sala había paneles informativos en inglés y en alemán.
Salimos pasadas las 18:00 pm, llovizna mediante, y nos dedicamos a visitar las otras colecciones que formaban parte de la Biblioteca: los museos Globo, Esperanto y Papiro. Existe una entrada combinada (4 EUR) para ver los tres museos; nosotros los teníamos incluidos en la Vienna Pass.
Los museos Globo y Esperanto estaban en un mismo edificio, a metros del Café Central. Los recorrimos en media hora, ya que, si bien eran curiosos, no nos detuvimos demasiado a leer todas las explicaciones, que estaban en inglés.
Museo del Globo Terráqueo
Museo del Esperanto
Para llegar al Museo del Papiro tuvimos que entrar al complejo de Hofburg. Lo llamativo es que la mayoría de las explicaciones estaba en alemán y, al igual que en los dos museos anteriores, no repartieron ningún folleto. Solamente vimos la exposición permanente, porque la temporal estaba cerrada; tal vez no estaba incluida en la Vienna Pass o a la hora en que estábamos (casi las 19:00 pm) ya no se permitía el acceso.
Salimos del complejo por la parte de atrás y aparecimos frente a la Maria-Theresien Platz, plaza púbica de Viena, flanqueada por dos edificios simétricos: el Museo de Historia Natural y el Museo de Historia del Arte.
En el centro se alzaba un monumento a María Teresa de Austria.
Atravesamos la plaza hacia Museumsquartier, un complejo que alberga numerosas instituciones dedicadas al arte y a la cultura y que es considerado uno de los más grandes del mundo.
El último destino cultural del día era el MUMOK (Museo de Arte Moderno), también incluido en la Vienna Pass (entrada regular: 12 EUR).
Al entrar había una tienda y un guardarropas, donde dejamos la mochila para empezar la visita. Las exposiciones se distribuían en varias plantas, y en algunas salas pudimos rescatar folletería en inglés. El museo nos gustó, pero no hubiese entrado en nuestro itinerario si hubiéramos tenido que pagar la entrada.
A las 21:00 pm fuimos a cenar a 7 Stern Braeu, a cinco minutos a pie de Museumsquartier. El lugar era amplio y al rato se empezó a llenar de gente. La carta estaba en inglés, pero había fotos de algunos platos. Los precios eran acordes a la calidad, la comida era rica y las porciones, abundantes. Fabricaban su propia cerveza y había distintas opciones para elegir. De entrada pedimos salchichas, de plato principal un costillar de cerdo con papas y un schnitzel con papas fritas, y para tomar una gaseosa y dos cervezas. En total, con propina, pagamos 48 euros. Si bien no estaba ubicado en una zona muy turística, nos pareció una opción interesante para probar comida local y tomar una rica cerveza.
Para volver al hotel tomamos la línea U2 de metro desde Museumsquartier hasta Karlsplatz, y luego combinamos con la línea U1 hasta Hauptbahnhof. Recién en ese momento usamos la Travel Card, que introdujimos en una de las máquinas ubicadas a la entrada de la estación para validarla. Por ende, en nuestro caso, el periodo de vigencia de la tarjeta iba a ser hasta el domingo a la noche.
Así terminaba nuestro primer día en Viena.