Después de tres días en Bayahibe hicimos ruta hacia las Terrenas, en la provincia de Samaná. Antes queríamos ir a ver Los Altos del Chavón, en La Romana, pero al llegar nos dijeron que tenímos que pagar 25 dólares por persona, lo que nos resultó un poco caro. Volvimos hacia Santo Domingo y antes de llegar hay un desvío para ir a Samaná. Cogimos “la autopista” hacia Las Terrenas. Lo de las comillas es porque en Europa nunca llamaríamos autopista a una carretera con un carril en cada sentido. La mayor parte del recorrido tiene una velocidad máxima de 80 km/h, y algunas veces hasta 100. Hay policías con radares, así que no se debe pasar esta velocidad. La autopista no es barata, pues son unos 20€.
Llegamos a Las Terrenas, al hoter Coyamar. Un hotel que tiene salida a Playa Bonita, un nombre merecido. Hotel agradable, a buen precio y en un entorno de lujo. El dueño es Peter, un alemán de Munich que se instaló allí hace 25 años. Él nos explicó muchas cosas interesantes de la RD.

Las Terrenas es un pueblo que ha crecido mucho, con muchas motos y ruidoso. Puede ser un buen punto desde el que visitar la provincia. Hay una zona más agradable al lado del mar. Allí hay restaurantes y antiguas casas de pescadores. Se puede comer bien, pero a precios de España.


Por la mañana fuimos a playa Rincón y las Galeras. Playa Rincón es una playa espectacular, casi desierta. No es difícil llegar, pues está bien señalizada. Dicen que Playa Rincón es una de las mejores playas del Caribe. Seguramente sea verdad.

Después fuimos a Las Galeras a comer. Pensaba que sería un pueblo con vida y nos encontramos un pueblo con algunos restaurantes, una playa muy sucia y poco más. Comimos en un comedor por unos 300 pesos por persona. ¿Qué comimos? Pues pica pollo, lambí (caracol de mar) y pescado frito.
A la vuelta pasamos por Samaná, la capital de la provincia. Fuimos al puerto a negociar una excursión a los Haitises. Nos ofrecieron una con más gente por 10000 pesos y la comida incluida en Cayo Levantado, y otra por 7500 pesos en una lancha para nosotros solos sin comida incluida. En ninguna de las dos pagaba el niño. Decidimos hacer la segunda.
Dimos una vuelta por el pueblo de Samaná. Para mi tiene dos cursiosidades: las casas de colores que hay delante del puerto, que creo que son oficinas, pues parecen un decorado. Y el cementerio, que hacen casitas a los muertos, lo que me pareció muy curioso.

