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Comenzamos el día desayunando en el alojamiento cerca de Caldas da Rainha a unos 15 minutos de Obidos.
Salimos para estar allí sobre las 9 de la mañana con la intención de aprovechar el día y que no nos pillaran muchos "guiris".
Se puede dejar el coche en un aparcamiento muy cerca de la entrada al pueblo, donde hay un pequeño restaurante y la oficina de turismo, justo en frente del acueducto.
Tras pedir un mapita y un poco de información nos dirigimos hacia la puerta de entrada al pueblo.
El pueblo se ve muy rápido, un par de horas como mucho.
Lo mas destacado es el acueducto, la puerta de entrada (que tiene como una entrada con azulejos en la pared), el castillo, la iglesia de Santa Maria y lo mejor sus calles.
Cada calle es una preciosidad y lo mejor es perderse (es difícil) por sus callecitas yendo sin rumbo y viendo las casas de blanco y azul o amarillo.
Al fondo del pueblo se encuentra el castillo (actualmente es una pousada por lo que no se puede visitar salvo que te alojes allí), al llegar a esa zona hay un espacio donde ponen un mercadillo medieval.
En cuanto que llega una hora mas normal (10 de la mañana) empiezan a aparecer turistas por todos lados, sobre todo grandes grupos que vienen con algún tour, por lo que aconsejo se vaya temprano para poder disfrutar un poco mas en solitario del pueblo.
La iglesia de Santa María merece la pena ser visitada por dentro. Se encuentra en mitad del pueblo mas o menos.
Hay que pobrar la ginja, un licor dulce, de unos 20 grados, elaborado a partir de cerezas de ginja (guindas), aguardiente, azúcar y canela.
Se bebe en chupito. La verdad es que para tomar uno esta muy rico.
Nos paramos a comprar unos regalos y para las 11 y poco estábamos rumbo a Coimbra.
Tras una hora y media de viaje llegamos a Coimbra sobre las 12 y media pasadas.
Dejamos el coche en un parking que había en la rotonda donde se encuentra el Parque Portugal dos Pequeñitos (un parque temático con construcciones a escala pequeña de los monumentos mas famosos de Portugal para los niños), a 2 minutos del hotel que teníamos reservado, el Hotel Riversuites.
Subiendo unas calles empinadas desde el aparcamiento se encuentra el Monasterio de Santa Clara a Nova. Chispeaba un poco y encima había una boda.
Buscamos una entrada a la izquierda de lo que sería la iglesia y compramos las entradas (2 euros cada uno) que da para ver la iglesia y el claustro.
Había otro suplemento para ver algo mas pero leímos que no merecía la pena así que no la cogimos.
El monasterio es conocido también como la Iglesia de la Reina Santa Isabel, ya que es aquí donde está enterrada.
Es una visita imprescindible de Coimbra. Como puntos fuertes tiene el maravilloso claustro que esta muy bien cuidado y el altar de la iglesia, que tuvimos que visitar con cuidado ya que estaba terminando una boda y había muchísima gente.
A parte, desde fuera tiene unas vistas magnificas de la ciudad.
Después de esta visita bajamos otra vez para visitar ahora el Monasterio de Santa Clara a Velha.
Son las ruinas del antiguo monasterio que tras soportar varias inundaciones del río Mondego fue abandonado por las monjas que lo habitaban para irse al nuevo monasterio antes citado.
Aunque las ruinas se ven muy cerca desde la calle, hay que dar un buen rodeo para llegar a la entrada y la verdad es que pilla un poco apartada de todo lo demás.
La entrada cuesta 4 euros y la visita primero, se centra en un museo con los restos arqueológicos encontrados en el monasterio.
Tras salir del edificio de entrada donde se encuentra el museo, por una pasarela se va hasta el monasterio propiamente dicho. Es muy bonita la estampa mientras te acercas. La fachada y por dentro esta bien rehabilitada, aunque le falta paneles o algún tipo de explicación del lugar. También podemos ver los restos del claustro del monasterio a un lado.
No tiene gran cosa pero solo por la imagen del monasterio merece la pena visitarlo. Cuando nosotros lo vimos, estuvimos como media hora por allí y solo al irnos nos encontramos a una familia que entraba, nadie mas.
Al terminar fuimos buscando un jardín que vimos en el mapa pero era tarde y ya picaba el hambre.
Cruzamos el río y justo a en una calle a mano izquierda fuimos buscando un sitio donde comer.
Encontramos un italiano "Il Tartufo" y ahí nos metimos. Se come bien con unos precios medios sin llegar a ser caros.
Después de llenar el buche teníamos como objetivo las dos catedrales. Para llegar a ellas volvimos a la plaza la que habíamos llegado tras cruzar el río y caminamos por una calle peatonal llena de comercios. Tras unos 200 metros a la derecha pasamos por un arco antiguo y comenzamos a subir por calles y escaleras muy pronunciadas hasta salir a la plaza donde se encuentra la Sé Velha (Catedral vieja).
La catedral se encontraba cerrada por lo que no pudimos entrar a visitarla. En su cara frontal la iglesia no llama mucho la atención pero conforme le vas dando la vuelta, en la parte trasera, tiene mas belleza.
Seguimos subiendo un par de calles con bastante inclinación y llegamos hasta la plaza donde se encuentra la Sé Nova (Catedral Nueva). Justo al salir a esta plaza se encuentra el Museo Nacional Machado de Castro.
Entramos para ver si podríamos visitarlo pero quedaba una hora para el cierre y decidimos dejarlo para el día siguiente.
Fuimos entonces a ver la Catedral nueva. La fachada es grande, con dos cuerpos y no muy alta en comparación a otras. Dentro tampoco es muy grande, solo una nave central con algunas pequeñas capillas a los lados. Predomina el blanco. Lo mas llamativo es el altar con un retablo de madera dorada y un trono de plata.
No había nadie y no se cobra entrada. Dimos una vuelta rápida echando unas fotos y salimos.
Un poco mas arriba esta la Universidad de Coimbra que veríamos al día siguiente, así que decidimos bajar a la plaza de la Sé Velha a tomar un café para hacer tiempo ya que a las 19 horas teníamos reservado para ver un fado de Coimbra (distinto al de Lisboa).
El Fado de Coimbra está relacionado con la Universidad, de ahí surgió. Es cantando por hombres y van vistiendo traje académico de pantalones, sotana y capa de color negro.
Un muchacho cantaba mientras otros dos tocaban la guitarra (creo que es una típica de allí). Fue bastante bonito y peculiar, era un pequeño local donde apenas había 4 o 5 mesas y estábamos unas 10 personas.
Tras pasar un buen rato viendo fado (que recomiendo hacer) buscamos un lugar para cenar y lo encontramos justo debajo del hotel. Cenamos tranquilamente y a descansar.
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