6º día, 4/9. De Hofn a Egisstadir. Fiordos del Este. 238 km
Nos amaneció un día gris. No se veía nada desde nuestra pared mirador, sólo lluvia y niebla. Nos tomamos un riquísimo desayuno en el bien surtido bufet. Y sin poder ver las impresionantes vistas sobre el glaciar que hay desde Hofn. Cogimos la carretera circular hacia los fiordos del este, con abundante lluvia, que no dejaba ver los cisnes salvajes que por estos fiordos hay.
Nuestra primera parada fue en el pueblo de Djupivogur, llevábamos 108 km, y por fin había dejado de llover. Este pueblo tiene un histórico pasado dedicado al comercio desde el siglo XVI. Junto al agradable puerto, de donde parte el barco para la isla de Papey, hay un antiguo almacén de troncos de 1790 testigo de su pasado comercial y que en la actualidad es el museo Langavud, sobre la historia de este lugar, las obras de un escultor local y muchas cosas más, además de un agradable Bar-café donde nos tomamos unos cafés bien calentitos para entrar en calor. Después nos dirigimos al paseo marítimo para ver las esculturas de piedra “Eggin í Gleðivík”, los huevos de Merry Bay, que representan 34 huevos de gran tamaño de diversas aves islandesas, y que están colocados a lo largo del puerto, mereciendo la pena su visita, así como el curioso jardín camino del paseo donde hay huesos de animales, rocas y minerales.
[align=center]Huevos de piedra, Djupivogur
Nos amaneció un día gris. No se veía nada desde nuestra pared mirador, sólo lluvia y niebla. Nos tomamos un riquísimo desayuno en el bien surtido bufet. Y sin poder ver las impresionantes vistas sobre el glaciar que hay desde Hofn. Cogimos la carretera circular hacia los fiordos del este, con abundante lluvia, que no dejaba ver los cisnes salvajes que por estos fiordos hay.
Nuestra primera parada fue en el pueblo de Djupivogur, llevábamos 108 km, y por fin había dejado de llover. Este pueblo tiene un histórico pasado dedicado al comercio desde el siglo XVI. Junto al agradable puerto, de donde parte el barco para la isla de Papey, hay un antiguo almacén de troncos de 1790 testigo de su pasado comercial y que en la actualidad es el museo Langavud, sobre la historia de este lugar, las obras de un escultor local y muchas cosas más, además de un agradable Bar-café donde nos tomamos unos cafés bien calentitos para entrar en calor. Después nos dirigimos al paseo marítimo para ver las esculturas de piedra “Eggin í Gleðivík”, los huevos de Merry Bay, que representan 34 huevos de gran tamaño de diversas aves islandesas, y que están colocados a lo largo del puerto, mereciendo la pena su visita, así como el curioso jardín camino del paseo donde hay huesos de animales, rocas y minerales.
[align=center]Huevos de piedra, Djupivogur
Ya en el fiordo Berufjordur, la niebla no permitía apreciar bien la silueta del piramidal monte Bulandstindur, y cuando comenzó a abrir el día nos permitió disfrutar de los tonos verdes de las montañas, de las cascadas que constantemente aparecen por sus laderas y del azul intenso del mar donde comenzamos a ver los cisnes salvajes. En Islandia ya sabéis “si no os gusta el tiempo, esperar 5 minutos”. Al fondo del fiordo cogimos el desvío hacia Eyjolfsstadir para visitar la escondida cascada de Fossarfoss o Sveinsstekksfoss que también la llaman y que nos recibió con sol y en una soledad que apreciamos. Estas carreteras sinuosas no tienen mucho tráfico y tienen bastantes apeaderos para poder contemplar tranquilamente la belleza de los paisajes.
En Breiddalsvik hicimos otra parada en la zona del puerto y nos acercamos al faro blanco de Kambanes, con playas negras y nubes que subían y bajaban.
La esperada parada fue la de Stodvarfjördur, para visitar el museo de piedras, (y muchas más cosas), en la casa de la señora Petra Steinasafn. La colección que esta curiosísima señora fue recogiendo a lo largo de su vida, y que gestionan sus descendientes, es impresionante y bellísima. Las variadas piedras que iba a recoger todos los días y que también le regalaban se encuentran repartidas por todo el jardín y te tendrías que llevar muchísimas horas para poder ver como se merecen cada una de ellas. En la casa y en un cenador también se ven otras colecciones de objetos que fue recopilando: bolígrafos, cerillas... Nos encantó y pudimos estar más de una hora. El puerto frente a la casa y las montañas envueltas en nubes nos despidieron.
Tras el faro rojo de Strembitangi paramos en una pequeña aldea, donde no había nadie, parecía un cuadro, y allí comimos en una mesa estratégicamente puesta frente al fiordo Faskrudsfjordur, ¡esplendidas vistas!
De la ciudad donde dormiríamos nos desviamos a la c-93, para ver la bonita cascada Gulufoss y visitar el encantador pueblo de Seydisfjordur al final del fiordo, en una preciosa y soleada tarde que permitía disfrutar de los colores de sus casas de madera, de su iglesia celeste y de los reflejos en el lago de las montañas y casas que lo rodeaban. El pequeño crucero esperaba en el puerto su salida al día siguiente. Nos hubiera encantado quedarnos allí a cenar, en algunos de los animados y agradables locales de comida, pero nuestro alojamiento estaba a la entrada de Egilsstadir y teníamos que atravesar de nuevo la montaña lo que suponían 26 km.
Nuestro alojamiento de hoy estaba antes de llegar a Egilsstadir, HOTEL EYVINDARÁ. Eyvindará, 2. Egilsstadir. +3544711200. Llevado por unos agradables jóvenes de varios paises. Esa noche cenamos pero que muy bien del menú que ofrecían: buen bufet de ensaladas y cordero asado con varios tipos de verduras asadas acompañándolo, todo estaba riquísimo y eso que no pude probar la ensalada de tabulé. El cansancio nos impidió darnos un baño en el hot-pot, ni tomarnos algo en la planta abuhardillada que tienen acondicionada muy agradable y con buenas vistas. Muy recomendable.
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