14 de septiembre de 2018
Mapa de la etapa 13
Todo llega a su fin, y nuestro periplo por el pirineo oscense no iba a ser menos. Lo que sí podemos hacer es estirar el desenlace todo lo posible, y eso es lo que nos proponemos hacer en esta mañana. Con todo el tiempo por delante para conducir las cuatro horas que nos separan de Barcelona -en realidad no volvemos hasta Mallorca mañana por la noche, pero preferimos darnos este día de margen-, no es hasta más allá de las 9:00 cuando abandonamos nuestro Apartamento Comodoto del edificio de Casa Pochetas. Ha sido un dignísimo alojamiento para poner el broche a nuestro viaje. Tal y como acordamos con Pedro la noche anterior, dejamos nuestro pesado equipaje en un trastero junto a recepción para pasar a recogerlo cuando hayamos terminado de exprimir nuestras últimas horas en la comarca de Sobrarbe.
Nuestros últimos instantes...
En nuestro apartamento de Casa Pochetas
Para el broche final tenemos en mente una excursión que a priori no debería ser demasiado exigente, pero como veríamos se iría complicando por haberla improvisado sobre la marcha. Dejamos Bielsa por penúltima vez para llegar en coche hasta más allá de Chisagüés, un pueblo de 20 habitantes accesible por una pista a mano izquierda de la carretera que nos devolvería a Francia. Cuando superamos el pueblo, la pista continúa subiendo y sus condiciones empeorando. Vamos despacio, hasta que no podemos avanzar más. Las condiciones son peores que las de la pista para subir al Ibón de Plan que recorrimos ayer, y tardamos 20 minutos en avanzar una mísera distancia de cuatro kilómetros. En ese momento, una señal advierte de que a partir de este punto queda terminantemente prohibido continuar sin un vehículo todoterreno, así que nos echamos a un lado junto a una pared en la que cae el agua y decidimos continuar a pie desde aquí sin tener muy claro cuánta distancia nos separa de nuestro objetivo.
Hasta aquí hemos llegado
Esto dejamos atrás...
... y esto tenemos por delante
La pista continúa subiendo, y si bien en sus primeros metros a pie presenta algunos desniveles algo complicados, más adelante mantiene las mismas condiciones que las que habíamos sufrido todavía al volante. Caminamos aproximadamente media hora hasta alcanzar el aparcamiento al que pretendíamos llegar en coche, conocido como Aparcamiento de Petramula. Está ubicado justo antes de que la pista trace un giro de casi 180º y se cruza con un tramo de la ruta GR11 que desde aquí debería ser capaz de llevarnos hasta un mirador a la cima del Comodoto -si bien no tenemos claro que hagamos la ruta completa- así como al resto de la Sierra de Espierba.
Privilegiados
Buscando un poco de orientación
Pasamos 30 minutos en los alrededores del parking sin saber muy bien hacia dónde deberíamos ir. Desde aquí salen varios senderos en varias direcciones, y venimos muy poco preparados para orientarnos. Finalmente tras consultar y contrastar carteles, indicaciones en Internet y mapas, estamos prácticamente seguros de que el camino a seguir es el que más intimida desde aquí: cruzando un pequeño puente, a mano izquierda de la pista queda un empinado collado que es el que nos va a tocar subir si queremos alcanzar el mirador. No tenemos nada claro que vayamos a ser capaces de hacerlo ni por desnivel, ni por tiempo disponible, pero decidimos empezar e ir improvisando sobre la marcha.
Desorientados
Por aquí no es
Resulta que es por aquí
Lo que nos espera es el tramo de GR11 peor señalado de toda la ruta. Probablemente porque está más ideado para recorrerlo en bajada que en subida, algunos de los hitos y pinturas que van marcando el camino a seguir no quedan tan visibles como sería deseables según vamos avanzando. De no ser por la aplicación de Maps.me, seguramente no hubiéramos sido capaces de tomar los giros adecuados.
Bien señalado cuesta abajo, no tanto cuesta arriba
Y además es duro, bastante duro. La pendiente del collado va creciendo paulatinamente, y cuando llevamos ya más de media hora subiendo a L le tiemblan las piernas. Para colmo, cuando alcanzamos lo que parecía la cima del collado vemos que era solo un altiplano y todavía nos quedan por delante 500 metros de distancia para remontar otros 80 de desnivel. Aquí L ya se hubiera dado la vuelta, pero juego la carta de “queda mucho menos que lo que ya hemos hecho” sabiendo que puede salirme muy mal. Afortunadamente, sale bien.
El ascenso se complica mucho más de lo esperado
Un altiplano antes de la subida final
Desde este mirador previo a alcanzar cima alguna tenemos ante nosotros una cordillera de cumbres nevadas, todas despejadas total o parcialmente excepto una. Por supuesto, el Monte Perdido iba a hacer honor a su nombre y nos iba a privar de un último vistazo hacia él. Nos tomamos un merecido descanso frente a estas vistas, pero ante la bajada que sabemos que nos espera y las nubes que están poco a poco entrando en la zona, decidimos comenzar el regreso tras apenas 20 minutos. Añadimos la chaqueta al vestuario -aquí aprieta el viento, pero duraría poco- y echamos a andar de nuevo a las 12:25.
Y por fin, las vistas a la Sierra de Espierba
Panorámica con el Monte Perdido oculto tras las nubes
¡Ya acabamos!
La diferencia en el descenso es que ahora ya estamos mentalizados para lo que nos espera, y eso ayuda a hacerlo más llevadero. Es duro pero no imposible, y tramos que durante la subida parecían imposibles de deshacer, con la ventaja de la perspectiva dejan más claro dónde ir apoyando los pies para no sufrir un percance. Se nos cruza una de las muchas marmotas que campan a sus anchas por el collado. Son tan esquivas que no hemos podido ver ninguna a menos de 20 metros de distancia.
Todo lo que sube, baja
Y sigue bajando
Esto explicaría la mala señalización
Ya casi estamos...
¡Bertovisión!
El río con lo que hemos ascendido tras él
Y aun nos queda volver hasta el coche
Completamos el camino de vuelta, tramo de pista forestal hasta el coche incluida, en una hora y veinte minutos. Ahora sí, nuestras excursiones han terminado. Solo queda regresar hasta Casa Pochetas para recoger el equipaje y, gracias a la cortesía de sus dueños, utilizar la ducha junto a la sauna para asearnos tras el inesperado esfuerzo de la mañana. Incluso nos dan un par de toallas para no tener que llevar las nuestras mojadas durante todo el camino de vuelta. Son las 15:00 cuando el maletero del coche vuelve a estar cargado hasta arriba y, ahora sí, abandonamos Bielsa.
Ya apagada, pero volvemos al cuarto de la sauna
El camino de vuelta desde Bielsa hasta Barcelona solo tiene dos objetivos: el primero, no llegar demasiado tarde. El segundo, aprovechar el precio más barato del gasoil en Huesca y Catalunya respecto a Baleares. Para lo segundo nos paramos de nuevo en una Estación de Servicio Bonàrea, esta vez en el municipio oscense de Monzón. Por 1,109 euros por litro llenamos el depósito, y por un euro volvemos a hacer uso del lavado a presión. Llevo diez días deseando deshacerme de los restos orgánicos de vaca que quedaron enganchados a los bajos del vehículo durante nuestro segundo día en Benasque. Son las 17:00 cuando retomamos la marcha y estamos cogiendo ya la autopista A-22 en dirección a Lleida.
El tiempo pasa entre canciones y kilómetros, y a las 19:30 estamos aparcando en el centro comercial Gran Via 2. Ha sido entrar en la periferia de Barcelona y comenzar a sufrir a los kamikazes que hacen cambios de carril y adelantamientos peligrosos sabiendo que ya frenará otr para evitar el accidente. El plan es hacer un par de paradas rápidas en el centro comercial y esperar a la señal de mi hermano para poder dirigirnos hacia su plaza de aparcamiento.
De nuevo en Barcelona
La operación “parking de prestado” falla, ya que mi hermano sufre el problema del barrio un viernes por la noche: no hay una sola plaza de aparcamiento libre en la calle. Así que nos vemos obligados a cambiar los planes y recurrir al aparcamiento municipal cerca de casa mis padres, sabiendo que el precio no será barato. Al día siguiente confirmaríamos que dejar el coche protegido aquí durante casi 24 horas tiene un precio de 47 euros. He ido y vuelto varias veces en avión entre Barcelona y Mallorca por mucho menos dinero. Echamos un ojo al cuentakilómetros y hacemos las cuentas: 2100 kilómetros recorridos desde que salimos de Barcelona hará ya casi dos semanas.
Llegamos a la casa de mis padres alrededor de las 21:00, con la mesa ya esperándonos como no podía ser menos. De aquí en adelante, 24 horas para descansar, alguna visita familiar, y poner el cierre volviendo a Mallorca vía avión para unos y mar con el coche embarcado para otros, al igual que a la ida. Los Pirineos ya quedan atrás.
¡La Lola!