8 de octubre de 2018
Mapa de la etapa 11
Empieza un nuevo día en la granja Green Acres Farm de Sandy, Oregon. Nos ponemos en pie a las 6:00 para ver y escuchar a través de la ventana como la lluvia sigue presente tras toda la noche, pero hoy es el día que menos nos importa. Nuestra actividad para hoy estaba originalmente planificada para el miércoles dentro de dos jornadas, pero dado que para entonces el tiempo, crucemos los dedos, parece que puede mejorar algo, aprovechamos esta nueva jornada de perros para pasar el día bajo techo y dejar ese miércoles para alguna de las tantas salidas exteriores que estamos viendo peligrar. Hoy toca utilizar las compras no como medio para pasar el rato si no como fin. Toca la visita de rigor a un centro comercial de la cadena Simon Outlets. A las visitas anteriores en lugares como Woodbury, Seattle, Las Vegas, San Francisco, Vacaville hoy vamos a sumar un nuevo asentamiento consumista: el de Woodburn, Oregon.
Según nos estamos desperezando y preparando el desayuno ya oímos a alguno de los patos graznar a todo volumen para arrancar el día. Cómo no vamos a adorar este lugar.
Animales drogadictos, ¿qué puede salir mal?
Desayunando con OT
Todo en orden
Nos ponemos en marcha con algo de margen pero no demasiado pronto, ya que Woodburn está a algo menos de una hora de nuestra posición y sus tiendas no abren hasta las 10:00. Sin embargo queremos asegurar el estar allí cuando abran -menos gente- y viendo el tiempo de perros que nos va a acompañar todo el camino, todavía no son las 9:00 cuando arrancamos el motor. El tiempo de perros no venía acompañado de un aumento del tráfico, así que estamos ya aparcados 20 minutos antes de la hora de apertura. Según lo superamos desde la carretera antes de tomar la salida y entrar en él vemos que es enorme, o por lo menos tan largo como para ocupar varias manzanas.
Llegando a la misión del día
Si abren a las 10:00, aquí estamos a las 10:00
Pasamos por la oficina de información al consumidor en la que recoger, gracias a ser usuarios registrados en la página web de la franquicia y haber imprimido el vale para hacerlo, el “Savings Passport”. Se trata de un pequeño folleto que incluye códigos de descuento para la mayoría de locales, muchos de ellos aplicables solo al alcanzar ciertas cantidades. Con él en mano, me voy directo a la única compra que llevo ya decidida desde casa.
En sus marcas, listos...
... ¡ya!
Entramos en Levis y ahí tengo esperándome esa cazadora de la que me enamoré unos días atrás a nuestro paso por el outlet de Seattle. Cuesta 99,99 y el descuento de 10 dólares es solo aplicable para compras iguales o superiores a 100, así que aunque sería ridículo que no me lo aceptasen, pongo cara de súplica al pasar por caja. No ponen problema y con el descuento, la ausencia de tasas y el cambio a euro, la compra queda finalmente en 78 euros. Y tan contento. Hubiera sumado a la compra alguna camisa, pero resultan demasiado caras incluso con el cambio a nuestro favor.
Pasamos a continuación por un nuevo local de Famous Footwear, en el que L suma a su colección de pares de zapatillas comprados este viaje un nuevo ejemplar de Skechers. Con este ya lleva tres. En todas las tiendas se ponen muy pesados solicitando un e-mail en el momento de hacer la compra, y como no aceptan un no por respuesta tomamos la estrategia de dar direcciones de correo falsas. En ocasiones envían a esos buzones códigos de descuento para futuras compras, pero en nuestro caso no nos van a ser muy útiles cuando ya estemos lejos de aquí.
De Tommy Hilfiger solo me llevo una camiseta de manga larga mientras que L carga algo más la bolsa, y es que desde hace ya varios años parece que se centran más en la guerra de precios para la sección de mujer que para la de hombre. A continuación entramos en Calvin Klein sabiendo que por precio lo poco que nos puede interesar estará en la sección de liquidación, pero aun así me llevo más prendas al probador de las que podía esperar: tantas como 8. Finalmente solo me llevo tres artículos, pero es que… a 14 dólares cada pantalón -poco más de 10 euros al cambio-, quién podía resistirse.
Pasamos al que suele ser otro plato fuerte en todas nuestras jornadas de outlet: la tienda de GAP. Se masca la tragedia y finalmente se consume. Hasta 200 dólares a pagar en caja de los cuales la mayor parte es contribución mía, con un surtido de camisetas, camisas y sudaderas. Es la marca de entre las habituales más acorde al estilo de moda que sigo tanto para trabajar como en mi tiempo libre, así que no me sorprende.
A ver, qué me falta...
GAP siempre acierta
Ya tengo muchas, pero una más no hará daño a nadie
De un matrimonio bien avenido como el de GAP pasamos a un divorcio definitivo. Unos años atrás nos sorprendió mucho el surtido de camisas, camisetas y pantalones de Aeropostale, una marca a la que no habíamos seguido especialmente la pista. Pero fue un espejismo, ya que posteriores reencuentros fueron acompañado de mucha menos variedad en el catálogo y precios más cerca de la “gama alta” de Levis, Tommy o CK que de la versión más económica de GAP. Así que salimos de ella con las manos vacías.
Son las 13:40 cuando estamos de nuevo en el coche, con todas las tiendas que teníamos previstas ya visitadas y ninguna necesidad de volver después de comer. Lejos quedan aquellas visitas a Woodbury en las que necesitábamos recurrir también al turno de tarde y no abandonábamos el lugar hasta el atardecer. Pero cada vez tenemos más claro a qué tiendas ir y apenas perdemos el tiempo buceando por pasillos que no nos llamen la atención a primera vista, así que la experiencia se traduce en tiempo que ganamos.
Ha habido visitas peores
Una tradición de nuestros viajes es combinar la jornada de compras con una comida en Applebee’s, pero haber visitado ya nuestra franquicia recurrente en días anteriores nos abre la posibilidad de probar nuevas experiencias. Y así lo decidimos parando en Red Robin, otra cadena de restaurantes familiares de comida americana que hace competencia directa a la cadena de la manzana. Tardan algo en darnos una mesa pese a que el local no se ve ni mucho menos abarrotado. Nos cuesta varios minutos decidirnos frente a la muy variada oferta de hamburguesas de distintos tamaños, y finalmente decidimos mantenernos a raya y pedir dos de las variantes más modestas.
Tesla ha venido para quedarse
1) ¿Qué es? 2) Dame.
Agradecemos haber pedido raciones “normales”, entendiendo por ello carne, pan y patatas más que suficientes para no tener que comer de nuevo hasta la hora de la cena. La decisión también se resiente en la cuenta, que se queda con unos muy bajos 24 dólares tras haber añadido el 15% de propina. La comida es de notable, pero no de sobresaliente. Seguimos prefiriendo Applebee’s o, centrándonos en materia de hamburguesas, el reciente descubrimiento de Five Guys.
Nos queda un largo camino de lluvia y atascos hasta volver a Sandy, un trayecto que en próximos días y con tal de buscar alternativas para compensar el mal tiempo volveremos a recorrer más veces de lo previsto. Antes de las 17:00 y tras una parada rápida en un Walmart estamos de nuevo en la granja, donde sus cuatro ilustres guardianes vuelven a recibirnos arrastrando la barriga y graznando.
Ya en el interior, ponemos en común todos los gastos del día, quién debe dinero a quién y el inventario de cuánto hemos engordado nuestro armario. Guardamos todo en las maletas para controlar si está ya en peligro el límite de peso permitido al facturarlas a la vuelta, y nos relajamos viendo llover. La previsión para los próximos días invita a ser tímidamente optimista, pero vistas las últimas experiencias es mejor no hacerse demasiadas ilusiones. Por ahora nuestro viaje continúa con más sofá, más series, más comida precocinada y un tarro de “dip” para nachos que ya junta todo lo que habría que preparar por separado: frijoles, guacamole, mayonesa… dos palazos con un nacho en la mano y ya te puedes dar por cenado. Y con el estómago lleno, a las 22:00 ya estamos durmiendo. Y los patos también.
Apreciando el botín
Tengo prendas, moza