Tras pasar tres noches en Chicago puse rumbo al siguiente punto: las cataratas del Niágara. Meses antes, cuando preparaba el viaje, mi primera intención era la de terminar en la ciudad del viento pero luego pensando me dije a mi mismo “por qué, ¿no?”. Así que hice ciertos cambios para poder acabar en NY y ver de camino las cataratas, cosa que no había hecho cuando visité por primera vez NY siendo adolescente. Además, podría chulear de haber atravesado EEUU de cabo a rabo

Marqué la dirección del hotel en Niágara Falls lado americano y para allá que fui. Como ya dije, por esta zona (Illinois-Indiana-Ohio y NY) crujen a peajes, pero bueno, no queda otra. Fue una etapa entera de carretera, unas ocho horas y media. Cuando llevaba unas cinco llegué a la ciudad de Cleveland. En un primer momento tenía la intención de adentrarme y ver sus calles principales, pabellón de los Cavaliers (donde juega Lebrom James) y lo que me fuese encontrando pero después de llevar tiempo conduciendo creí que no merecería la pena. Me iba a retrasar y seguramente sea la típica ciudad americana sin nada especial. Desde la autopista vi todo el skyline e incluso el pabellón porque se pasa junto a él.
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A las tres horas de dejar atrás Cleveland llegué a Búfalo, que está junto a Niágara Falls. Me sorprendió porque desde la autopista me pareció una ciudad grandecita, con sus rascacielos, estadio de béisbol... Y buscando información después de estar allí me enteré que es la ciudad de los Búfalo Bills (equipo de la NFL).
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En Búfalo había comenzado a caer el sol así que llegué al hotel prácticamente de noche, serían las 20:30. Nuevamente el Google Maps clavaba los tiempos. Mi hotel era el Super 8 Niagara Falls/Buffalo Area. Ideal para pasar una noche y disfrutar de las cataratas. Sencillo pero agradable. Por la zona hay muchos restaurantes y de las cataratas lo separarán unos 3-4 km. Hice el check in, le pregunté al chico de recepción un sitio para comer carne y me resolvió algunas dudas sobre las cataratas. Lo primero era cenar para no tener problemas con el horario y luego dar un paseo por el lado americano. Me recomendó el “LongHorn Steakhouse” porque me apetecía carne. La verdad que comí como Dios. Una vez cargado de nuevas energías me acerqué a las cataratas.
El primer mirador al que fui estaba dentro de la Goat Island, el primer contacto con ellas es impactante. Aclaro que yo nunca había visto unas cataratas por lo que a mí me sorprendieron para bien, mucha gente me había dicho que no son nada comparadas con otras como Iguazú por ejemplo, pero a mi me gustaron. Comparto lo que leí de otros foreros que el lado canadiense no está “muy cuidado”. Tienen montado una ciudad estilo Las Vegas pero viendo los hoteles iluminaditos no me disgustó del todo aunque también prefiero disfrutar de la naturaleza de otra manera.
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Una vez visto, y tras empaparme (en esta zona el agua salpica mucho), salí de la isla rumbo al Observation Tower para verlas desde otra perspectiva. Este mirador me gustó mucho más que el otro.
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Estuve un buen rato recorriéndolo, impresiona tanta cantidad de agua y el estruendo al caer. Además el efecto de los colores es espectacular.
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El cansancio hacía mella y ya era bastante tarde, regresé al hotel para estar bien descansadito porque al día siguiente me tocaba verlas de día desde el lado canadiense y debía entregar el coche en el aeropuerto de Newark antes de las 23:00.