2 de octubre de 2018
Mapa de la etapa 5
Silencio absoluto en Rockport cuando a las 5:00 bajo a la planta baja y dejo a L en el dormitorio disfrutando de más horas de sueño que yo. Con el confort de la calefacción, paso una hora viendo Kidding echado en el sofá antes de darme una ducha. La previsión del tiempo nos confirma que hoy es otro día perdido, pero nos abre la esperanza a que mañana y pasado mañana enganchemos dos días seguidos de mejor tiempo y que nos permita hacer actividades de exteriores. Eso sí, con un frío que asusta.
Con otro día en blanco por delante, el plan del día es tan simple como encontrar un buen sitio, no turístico, en el que disfrutar del clásico y excesivo desayuno norteamericano. Tras descubrir y comparar varias opciones nos decidimos por el Bacon Breakfast Café en la ya recurrente de población de Marysville.
Como si se burlara de nosotros, el cielo se presenta totalmente despejado en nuestro camino desde Rockport hasta Marysville. No hay que dejarse llevar por la emoción y dar media vuelta buscando montañas y volcanes, ya que el temporal está agarrado a la cordillera que va de norte a sur y si nos dirigimos hacia allí el panorama sería muy diferente. Vemos nieve en algunas montañas lejanas y colores otoñales en los bosques que superamos hasta alcanzar la autopista en dirección oeste. El panel del coche marca 11 grados y bajando. Hacemos un nuevo repostaje por 3,079 dólares el galón, confeccionando poco a poco nuestra lista de gasolineras favoritas vista la enorme disparidad de precios entre unas y otras. Por ahora Safeway y Arco son las que menos vacían los bolsillos.
Él, el fan
Las nubes acechan a las puertas de Rockport
Llegamos al Bacon Breakfast Café, un pequeño local en la esquina de un gran edificio cuya mayoría lo ocupa un supermercado de la cadena WinCo Foods. Vemos el primer objetivo más que cumplido nada más atravesar la puerta del local: viendo el aspecto del resto de comensales queda claro que somos los únicos turistas en su interior. Nos sentamos y hacemos nuestro pedido para cubrir el segundo objetivo: media ración de tortitas de plátano y un “chocolate milk” -lo que vendría siendo un Cacaolat o un Laccao, vamos- para L, y gofres de nueces de pecan y café para mí. Llegan los platos al cabo de unos 10 minutos, y tras ellos la jarra de sirope de arce que hacen que pasen de estar buenos a estar tremendos. Tienen el detalle de traerme una jarra de leche caliente para no recurrir a las pequeñas tarrinas de leche fría con la que los americanos suelen hacerse un café con leche. Pagamos 26 dólares tras incluir el 15% de propina, y misión cumplida.
Soso por fuera...
... sabroso por dentro
Son las 10:15 y tenemos todo el día por delante. Sumado al hecho de que el viaje hasta Marysville nos ha dejado literalmente a 5 minutos de Everett, decidimos completar la mañana con una segunda visita a esos Seattle Premium Outlets que originalmente solo planeábamos visitar durante unos minutos en nuestro camino hacia el norte. Al igual que hace dos días, llegamos con la intención de no comprar nada ya que una semana después el outlet de la misma cadena en Oregon nos ofrecerá el mismo material pero con menos impuestos. Aprovecharemos sin embargo la visita sin prisas ni presiones para recorrer todas las marcas que nos interesan y ver qué nos puede interesar de cada a esa futura jornada de compras.
Nunca habíamos vivido la experiencia de un outlet de la cadena Simon tan solitario como hoy. La jornada entre semana y encontrarnos fuera de las temporadas más fuertes turísticamente dejan el complejo prácticamente para nosotros solos, con el milagroso hecho de casi no cruzarnos con compradores asiáticos -normalmente suponen la gran mayoría de los visitantes-. Cumplimos la promesa de no comprar nada, pero me llevo ya una idea fija en la cabeza: al entrar en la tienda de Levis, tengo un flechazo a primera vista con una cazadora de invierno de imitación de cuero rebajada de 180 a 99 dólares. Ya sé cuál será mi primera compra cuando lleguemos a Woodburn. Abandonamos los Seattle Premium Outlets a las 12:00, esperando que sea la última vez que los pisamos y sea porque el tiempo por fin nos permite hacer algo que no sea visitar grandes superficies con un techo bajo el que refugiarse.
Otra vez aquí
Algo más de una hora nos separa de estar de nuevo en nuestra enorme casa. A 20 millas del destino el cielo parece que quiere abrirse, pero es solo una falsa alarma. A las 13:30 y tras superar de nuevo las carreteras otoñales -que son preciosas, pero empezamos a sabernos de memoria- llegamos a Rockport, donde el agua vuelve a caer con fuerza. Si aquí estamos así en North Cascades no va a ser mejor.
De nuevo en Rockport
Con toda la tarde por delante sin posibilidad de salir al exterior ni ir a ninguna parte, después de comer nos aferramos al ultimísimo recurso. En el caso de L es echarse la madre de todas las siestas, y en el mío iniciar una sesión de varios capítulos de series de televisión. Sigue lloviendo con intensidad intermitente, y crece mi frustración por no poder siquiera asomarme al río que queda a pocos metros de nuestra terraza. Camino por la casa intentando hacer el menor ruido posible pero me encuentro algo poco dispuesto a ello: el parquet de toda la casa. Cruje como el demonio.
A las 17:00 por fin para de llover y no me lo pienso dos veces. Echo mano de la mochila con todo el equipo fotográfico y me planto en cinco minutos, tras rodear la colina en la que se encuentra la casa, en el puente que cruza el Río Skagit. Se me presenta un paisaje que sabe a gloria tras tantos escenarios grises y sin visibilidad, con la notable amplitud del río corriendo con fuerza mientras un pescador permanece inmóvil con el agua hasta las rodillas. Un rayo de sol rompe el manto de nubes creando un efecto vistoso, y si giro a lado y lado tengo una carretera recta hasta donde llega la vista con tonos naranjas y amarillos a lado y lado del asfalto. Qué pena no haber disfrutado de este paisaje durante más tiempo. Ya se nota el fresco a estas horas y altitud, así que la inquietud por qué temperaturas nos encontraremos en la ansiada excursión de mañana no hace más que crecer.
Paseando por los alrededores
Nubes sobre el río Skágit
Un rayo de sol oponiendo resistencia
El puente sobre el río Skágit
Viendo el tiempo pasar
Evidencias del temporal
Regreso a la casa, en la que L todavía aguanta unos minutos más antes de salir de su profundo sueño. Saboreamos las últimas horas en el que ha sido hasta el momento el mejor alojamiento del viaje, y bastante convencidos de que el futuro no nos depara ningún otro tan amplio y acogedor. Un capítulo de Maniac, una cena pasando por el horno comida precocinada y un par de capítulos de The Office después, dan las 23:00 cuando estamos en la cama calculando cuál será la mejor hora a la que iniciar el día de mañana.
Disfrutando de la casa (I)
Disfrutando de la casa (II)
La ventana indiscreta
Por fin aclimatados al horario de la Costa Oeste, no nos podemos creer que al fin mañana vayamos a por lo menos intentar hacer una excursión. Frío incluido.