Tras el sueño reparador en las cómodas camas, eran dos juntas, bajamos al restaurante, pero antes no pudimos dejar de dar un corto paseo por la carretera junto al mar contemplando el precioso amanecer y la cercana isla. El desayuno no pudo ser mejor, todo riquísimo y con una pastelería casera de variados dulces y tartas que no pude dejar de probar, lo que más me cuesta son los dulces con lo golosa que siempre he sido, aunque fueron trocitos muy pequeños, y cuando vengan las consecuencias pensaré en lo rico que estaba todo y cómo lo disfruté. Todo estaba bueno y muy bien presentado: el salmón y varios pezcados ahumados y todo lo salado riquísimo, huevos duros adornados y ensaladilla, mermeladas caseras, unos quesos con una vista estupenda, el skyr que decía "cómeme" pero me resistí. En fin el mejor desayuno de todos . Es un alojamiento muy recomendable para conocer esta solitaria y bellísima costa de Strandir con sus maderos a la deriva. Al cargar las maletas en el coche nos encontramos con la pareja de australianos que iban a desayunar y también habían dormido aquí, ellos hoy se quedaban en Isafjordur.
Pasamos por los hot-pot de Drangnes junto al mar que ayer tarde estaban tan animados con varias personas con sus cervezas disfrutando del agua y de las vistas y del que ahora salía una señora que ya se había dado su baño matinal. Nos despedimos de esta hermosa zona de los fiordos del Oeste que nos están entusiasmando porque el día de hoy era largo en kilómetros y la mayoría por pista sin asfaltar.
[align=center]Los Hot pot de Drangnes
Pasamos por los hot-pot de Drangnes junto al mar que ayer tarde estaban tan animados con varias personas con sus cervezas disfrutando del agua y de las vistas y del que ahora salía una señora que ya se había dado su baño matinal. Nos despedimos de esta hermosa zona de los fiordos del Oeste que nos están entusiasmando porque el día de hoy era largo en kilómetros y la mayoría por pista sin asfaltar.
[align=center]Los Hot pot de Drangnes
Isafjordur era el primer destino por estas escarpadas y tortuosas costas y no había los estupendos ferris que en Noruega te eliminaban tantos kilómetros por los fiordos. El día se estaba poniendo nublado, con amenaza de lluvia y nos separaban 233 km de ella que casi no nos dimos cuenta, porque los hicimos parando y disfrutando muchísimo, a veces porque divisábamos ballenas y otras por las maravillosas vistas de montañas cubiertas de nieve en la otra orilla del fiordo, donde se nos ofrecía la visión del glaciar Drangajokull y sus lenguas. Este gran fiordo, Isafjardardjúp, a su vez contiene otros fiordos menores. En el fiordo Skötufjordur tuvimos una bonita parada para tomar un café calentito, el frío en esta zona era mayor, y unos chocolates. Fue en Litibaer, una histórica granja del siglo XIX, acondicionada como un pequeño museo, con detalles muy curiosos e interesantes, donde nos indicaron que a unos 200 metros podíamos ver focas y las vimos muy bien, nadando y tumbadas como a ellas les gusta ponerse porque hay unos buenos prismáticos en una mesa que deja el propietario de la granja , que nació en la granja y que ahora con su mujer la lleva en plan turístico ayudado por sus hijos.
Nuestra próxima parada fue en una aldea costera, Súdavik, con unas preciosas vistas a la península de Snaefjallaströnd, y comimos en ese privilegiado emplazamiento antes de que volviera a llover. Después, visitamos en la antigua granja Eyrardalur el Centro del zorro ártico, que muestra los estudios que sobre este animal se vienen realizando en la norteña península de Hornstrandir. Hay fotos, documentales y unos zorros disecados, que tuvieron que ser bellísimos en vida y que me gustó menos verlos así. El centro y bar están atendidos por voluntarios que también pueden colaborar en la Estación de Investigación. No nos gustó la explicación que hacen sobre la caza del zorro y su justificación en fase a la ancestral costumbre y las pérdidas de ovejas, son razonamientos que están superados y bien rebatidos por expertos respetuosos con el mundo animal. El zorrito huérfano que estaba enjaulado en el recinto exterior, oculto bajo una especie de mesa no parecía estar muy contento. Dejo este enlace sobre voluntariado en Islandia: www.islandia24.com/ ...-pair.html
Cuando llegamos a Isafjördur, nada más bajar a visitar el puerto comenzó a llover fuertemente, así que paseamos un rato y seguimos el paseo en coche para ver las casas de madera y hojalata, algunas del XVIII, testigos del importante pasado ballenero de esta población, la más habitada de estos fiordos. La iglesia con las palomas pintadas por los lugareños estaba cerrada y no había apenas nadie por las calles, así que entramos en el supermercado Netto a completar reservas de alimentos y entrar en los servicios. Los viajes tienen estas cosas y la neblina y la lluvia también le da ambiente a esta zona.
Salimos por el nuevo túnel de una vía que ahorra el paso de una imponente montaña, dirección Holt. La salida al fiordo Onundarfjordur nos dejó boquiabiertos y entendimos porque le llaman el fiordo bonito, los cinco minutos islandeses: había dejado de llover y unos rayos de sol incidían sobre una bellísima montaña junto al mar. Lo de ahora eran pistas en mediano y a veces peor estado con el trazado típico de los pasos de montañas, así que tranquilamente mi conductor preferido fue atravesando estos imponentes lugares.
Llegar al fiordo Dyrafjordur, fue no dejar de parar por sus imponentes vistas, estábamos atravesando hasta llegar al siguiente fiordo, los que se denominan los Alpes islandeses por no tener ninguna cima plana, bellísima zona, solitaria, sin autobuses, sólo algunos coches aisladamente y rodeados de nieve. En este fiordo en Þingeyri es donde se celebra el festival vikingo.
En una de las paradas nos tomamos nuestro caliente café de hoy con avituallamiento de frutos secos y galletas sin gluten ni lactosa del coche, ¡qué bien sienta! Lo del termo de Decatlón de ½ litro es algo que debemos al diario de un viajero y que recomendamos vivamente por lo útil que nos ha sido. Atravesando el paso de Hrafnseyrarheid, paramos junto a otro coche a pisar la nieve que llegaba hasta la carretera, no quise andar mucho pero con lo hecho ya la felicidad me recorría el cuerpo.
Asomarnos al Arnarfjordur fue otro subidón, a lo lejos en la otra orilla ya se percibía la cascada Dynjandi, y antes de llegar paramos en otra bonita cascada, Gljufurá, que nos salió al paso y que se despeñaba alegremente entre piedras hasta el fiordo. Ya sí que llegamos a Dynjandi, una de las más bonitas que hemos visto, que a su vez se convierte en varias cascadas en su bajada. Aquí el aparcamiento sí que tenía un buen número de coches y había bastantes personas fotografiando la cascada con trípodes y cámaras profesionales, Islandia es un paraíso para la fotografía y atrae a profesionales de todo el mundo. Con mis bastones de senderismo y piano piano, fui subiendo todas las etapas, deteniéndonos en todas las cascadas hasta llegar al final a la que llaman el velo de la novia. Espectacular las vistas y contentísima porque hace 2 meses no podía imaginarme que pudiera hacer lo que estoy haciendo, mi rodilla se está portando de maravilla, pero yo le pongo mucho traumel, le agradezco su esfuerzo y en los días de marcha más dura un gel de ibuprofeno.
Tocaba volver a bajar, seguir disfrutando con lo que se abría ante nosotros y en ver por cuál de las dos opciones llegábamos a Patreksfjordum, que al final fue por Brjanslaekur, de donde saldríamos con el ferry que nos indicaba google que se tardaba menos.
Era el el último tramo del día, y el sol se estaba poniendo, no volvimos a parar y las fotos del precioso atardecer sobre nuestro fiordo se hicieron desde el coche. Eran las 9 cuando aparcábamos en nuestro alojamiento, FOSSHOTEL WESTFJORDS, 450 Patreksfjordum, Adelstreati, 100, tlf: 3544562004. A 1,3km del centro del pueblo en un antiguo edificio histórico, muy renovado. Esta población toma su nombre de San Patricio de Irlanda, y se hizo famosa porque aquí se comenzó el cultivo de la patata y la introducción en la dieta islandesa. Nuestra habitación tenía una preciosa vista al fiordo y a los acantilados que recorreríamos al día siguiente, pero encontramos menos detalles que en otros hoteles de esta cadena, como los hervidores con té y café que tan bien nos venían para preparar nuestro té de la tarde y el baño era pequeño, con una cortina muy corta en la parte que no había mampara que ponía todo lleno de agua, incluso a quien estaba en el cercano lavabo. El personal como siempre superamable, nos estamos encontrando con algunos españoles, franceses y sobre todo polacos, islandeses hasta ahora ninguno. El restaurante es un punto y aparte, la mejor comida del viaje la hicimos aquí: unos mejillones buenísimos a compartir, y dos platos de uno de los mejores cordero que hemos comido, con un buen acompañamiento de verduras, setas, crema de remolacha y de calabaza y por supuesto de patatas. Con la cerveza han sido unos 100€ que los hemos pagados sin sentir remordimientos, ya hace días que decidimos no agobiarnos por los altos precios a pagar, ¡ ya ahorraremos en casa![/align]