Hicimos: Reykjavik. Perlan. Península de Reykjanes. Devolver coche y última noche en Islandia.
Desayunamos estupendamente con la variedad y calidad que ofrece el Hote Skuggi, la camarera polaca se acordaba de mí y cuando me vio llegar me dijo que me iba a preparar mi pan sin gluten, la recepcionista era de Granada y la chica del bar de Madrid, así que con las tres echamos un ratito sobre cómo les iba en Islandia, antes de bajar por el coche en el último día que estaríamos con él.
Queríamos ver Perlan y sus vistas. No compramos las entradas para las exposiciones. Sí compramos el de subida a la terraza de la última planta, desde la que divisas todos los alrededores de Reykjiavik. Fotografiamos las esculturas musicales de la entrada y nos fuimos. Desde nuestro punto de vista prescindible, quizás con niños pueda ser divertido entrar en lo sala de los volcanes y la que representa los acantilados de aves.
Salimos por la c41 en dirección al Aeropuerto y nuestra primera parada fue en Hafnir, un poblado marinero donde se encuentran los restos de una vivienda del siglo IX, asociada a una de las sagas y un ancla junto a la Iglesia del barco fantasma que llegó en 1870 sin pasajeros y con un cargamento de madera, por lo demás en él hay casas aisladas y hermosos caballos.
[align=center]Caballos en Hafnir
Desayunamos estupendamente con la variedad y calidad que ofrece el Hote Skuggi, la camarera polaca se acordaba de mí y cuando me vio llegar me dijo que me iba a preparar mi pan sin gluten, la recepcionista era de Granada y la chica del bar de Madrid, así que con las tres echamos un ratito sobre cómo les iba en Islandia, antes de bajar por el coche en el último día que estaríamos con él.
Queríamos ver Perlan y sus vistas. No compramos las entradas para las exposiciones. Sí compramos el de subida a la terraza de la última planta, desde la que divisas todos los alrededores de Reykjiavik. Fotografiamos las esculturas musicales de la entrada y nos fuimos. Desde nuestro punto de vista prescindible, quizás con niños pueda ser divertido entrar en lo sala de los volcanes y la que representa los acantilados de aves.
Salimos por la c41 en dirección al Aeropuerto y nuestra primera parada fue en Hafnir, un poblado marinero donde se encuentran los restos de una vivienda del siglo IX, asociada a una de las sagas y un ancla junto a la Iglesia del barco fantasma que llegó en 1870 sin pasajeros y con un cargamento de madera, por lo demás en él hay casas aisladas y hermosos caballos.
[align=center]Caballos en Hafnir
En Hafnaberg nos asomamos a los acantilados esperando ver alguna ballena pero en ese día gris y plomizo debían estar de vacaciones, así que nos fuimos hacia el sur a Sandvik, puente entre los dos continentes, a encontrarnos de nuevo con las placas tectónicas de Eurasia y de América y hacer las monerías que hace todo el mundo: foto sujetando el puente, atravesar de uno a otro…y reflexionar sobre ese centímetro que cada año las separa más.
En Valahnúkur dimos un paseo por sus campos de lava y subimos a algunos pequeños cráteres, entusiasmados con esos paisajes tan alucinantes que las erupciones del siglo XIII crearon.
El faro de Reykjanesviti, el más antiguo de Islandia, nos deseó los buenos días con un rayo de sol que lo iluminó atravesando las espesas nubes. Los acantilados de ese lugar son espectaculares y las olas rompían con fuerza sobre ellos, a lo lejos se podía divisar el islote rocoso de Eldey, una reserva de aves protegidas, donde vive la mayor colonia del alcatraces atlánticos del mundo y donde murió en el siglo XIX la última pareja de alca gigantes que además estaba anidando un huevo. Fueron desapareciendo porque buscaban para comer sus huevos y carne, y posteriormente los coleccionistas sabedores de que quedaban pocos,los buscaban por su piel y para embalsamarlos, ¡qué tristeza!. No nos cansábamos de contemplar el paisaje y de pasear.
Al salir torcimos a la derecha hacia la zona geotermal de Gunnuhver , que bullía, humeaba y expulsaba chorros de agua, increíble naturaleza la que nos rodeaba. Ese calor termal era aprovechado por varias centrales que proporcionan electricidad a la red nacional. En el fantasmagórico manantial termal donde cuenta la leyenda la cruel y trágica historia de la pobre bruja Gunna que allí arrojaron, nos hicimos la foto de rigor, no sólo por el extraordinario lugar sino también como homenaje a tantas Gunnas en el mundo. Esta parte del suroeste de la península es impresionante con sus campos de lava, cráteres y fumarolas, recibe el nombre de ¡100 crater park!
En Grindavík nos gustó su activo puerto marino, uno de los centros pesqueros más importantes de Islandia. Con las nubes negras que cada vez cubrían más el cielo y las gotas que empezaron a caer nos alegramos de haber decidido no ir a la “laguna azul”, el regusto tan bueno del baño del día anterior, el querer explorar más esta zona nos hizo desistir de ir, junto a las predicciones que indicaban fuertes lluvias en la zona de la laguna. Por la hora que era buscamos un restaurantes donde tomarnos una rica sopa de langostas (cigalas nuestras), y lo encontramos junto a una zona portuaria, con sus vistas al mar: “Veitingahúsid Brúin”, Hafnargata 26, Grindavik, riquísima y apetitosa sopa cremosa con sus cigalas, en la mía no echaron nata y llena muchísimo. www.restaurantbruin.com/
Fue salir de comer y comenzar a llover fuertemente y sin pausa, rodeados de lluvia nos dirigimos al campo geotermal de Austurenglar o Krysuvik por la granja que está abandonada en esa zona en la que el agua sale hirviendo y la temperatura bajo la superficie es de 200ºC, vaya que en cualquier momento se pueden dar explosiones. Paramos junto al lago Graenavatn, decir lago es repetitivo porque “vatn” significa lago, pero es como cuando decimos río Guadalquivir, “río ríogrande”. A vueltas con el lago que tenía un bonito color verde de fondo, es un antiguo cráter de grandes dimensiones lleno de agua como ya hemos visto en otras ocasiones. Las montañas tenían tonos que se asemejaban algo a las de Landmannalugar.
En Seltún el olor del azufre, la variedad de tonos de los minerales de la tierra, las solfataras y las pozas de la que burbujeaban fangos, nos indicaban lo viva que está la tierra que pisamos. Se formaban riachuelos blanquecinos entre los ocres, dorados y anaranjados como si la paleta de un pintor se hubiera derramado, ¡cuánta belleza en estos extraños paisajes!, que recorríamos ensimismados aprovechando el respiro que nos había dejado la lluvia.
Camino del lago Kleifarvatn, un corazón hecho en la vegetación de una montaña nos dio las buenas tardes. El lago y ¡qué lago!, ocupa un gran fisura volcánica con acantilados de lava y arena negra en las orillas y en su interior. Como todo lago que se precie, dicen que existe un monstruo con aspecto de gusano como el de Lagarfjot. Su profundidad máxima es de 97 m. y su tamaño disminuyó tras el gran terremoto del año 2000, aunque las grietas ya se han rellenados y está volviendo a su nivel anterior.
Ya de vuelta a Reikjavik paramos en un gran secadero de cabezas de grandes peces, custodiados por gaviotas, el olor no era muy agradable pero era tan pintoresco que ¡cómo no detenerse! Nos recordaron a los secaderos de las islas Lofoten en Noruega.
A las 5,30 estábamos en Avis devolviendo nuestro coche que tan bien se había portado y al que ya le habíamos cogido cariño. 3300km nos habíamos hecho con él y no se habían hecho pesados, sobre todo a mi querido conductor. La furgo de Avis nos dejó a las 6 en el Hotel y tras dejar las cosas y asearnos, fuimos a avisar en Recepción de que por favor avisaran a Flybus para ver a qué hora nos recogían mañana, nuestro vuelo salía a las 15:00.
Y ya sí que nos fuimos a vivir nuestra última tarde y noche en la ciudad. En primer lugar terminar de comprar los regalos para hijas e hijo y recuerdos para las amistades. En este viaje nuestro regalo ha sido el viaje. El lago estaba con rayos de sol y una bonita luz de atardecer, que disfrutamos también en la zona del puerto, lo que nos hizo retrasarnos y cuando intentamos cenar en “The Sea Baron”, las colas nos hicieron desistir, pero con un atardecer tan bonito ¡cómo meternos en un interior! Cenamos estupendamente en “Akureyri fish Restaurant”, que hace esquina en esa zona, un plato de varios pescados: bacalao, char artic y mejillones, la salsa estaba riquísima y otro de bacalao al limón con patatas, todo buenísimo, en Tryggavagötu, 8.
Tranquilamente nos fuimos despidiendo de la noche en esta ciudad, Harpa estaba magnífico con sus luces cambiantes que iluminaban sus alrededores, la noche tenía esa luz de no querer irse, como nosotros, y fuimos por el mar hasta la escultura del Drakar, hoy solitaria y bellísima. Mañana aún nos quedaban unas 3 horas antes de irnos al aeropuerto, nos recogían a las 12:00 muy cerca del Hotel
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