Día 2
Como nos levantamos muy temprano a causa de cambio horario, bajamos a desayunar a las 7:30 h. y a las ocho salimos del hotel, fuimos paseando hasta la Laguna Rodrigo de Freitas, una enorme y bonita “laguna” que tiene un perímetro de siete kilómetros, con unas vistas preciosas, conectada con el océano por un canal, leímos que fue habitada por los indios Tamoios.

A esas horas habían bastante gente haciendo footing alrededor de la laguna, también nos encontramos con algún grupo haciendo yoga en sus orillas, es una zona muy relajante, con varios clubes, incluso un heliopuerto, desde allí se puede observar el cristo en la cima del Cerro del Corcovado.
Siguiendo con nuestro paseo matinal, continuamos por la avenida de Henrique Dumont hacia la playa para visitar la también famosa playa de Ipanema, en esta zona nos encontramos con varias tiendas de ropa de lujo estilo Louis Vuitton, etc.. La playa nos gustó más que la de Copacabana, aunque era invierno pudimos ver algunas bañistas con el típico bañador de hilo dental tan de moda en Rio, siguiendo por el paseo marítimo llegamos al final de la playa en la zona más cercana a Copacabana, donde habían decenas de surfistas esperando coger la mejor ola.


Cruzamos por un pequeño parque, llamado como la canción “Garota de Ipanema”, para acceder a la playa de Copacabana, casi unido al parque los pescadores tienen una pequeña lonja para vender el pescado recién cogido, no es muy grande pero tiene su encanto.
Continuamos con nuestro paseo por la playa de Copacabana hasta llegar a nuestro Hotel para relajarnos un poco, después de tantas advertencias siempre íbamos un poco tensos, con cuatro ojos por si veíamos algo sospechoso.
Como tampoco teníamos mucha hambre al ser bastante temprano, comimos en el subway que teníamos muy cerca del hotel, para hacer tiempo mientras nos venían a recoger para el city tour que teníamos contratado con Bealocal.

A la hora pactada 12:20, nos recogieron en el hotel para el inicio del City Tour, se agradece que sean puntuales en las excursiones. La primera visita, como no, fue el Cristo del Corcovado, nos subieron con el minibus al Cerro del Corcovado, a mitad de recorrido, en el centro de visitantes Paineiras, tuvimos que cambiar a otro bus que era de parque nacional, para llevarnos a los pies del monumento, hay dos opciones para subir a lo más alto, con el ascensor o a pie por las escaleras, optamos por el ascensor, cuando llegamos a lo alto pudimos ver el inmenso cristo con los brazos abiertos, con sus 30 metros de altura, como era de esperar estaba repleto de turistas queriéndose hacer la superfoto maravillosa, tarea casi imposible, ya que hay gente acaparando los espacios para hacerse selfies, sinceramente el cristo es bonito y grande, pero lo que más nos impresionó fueron las expendidas vistas de la bahía y el bellísimo paisaje que se ve desde los miradores.


Al bajar del cerro del Corcovado, hicimos una pequeña visita al barrio de Santa Teresa, de tan solo 10 minutos que dieron para muy poco, en este caso encontré a faltar un pequeño recorrido por el barrio, aconsejan ir a cenar en un de sus múltiples restaurantes, pero accediendo siempre con taxi y evitando pasear por sus calles de noche, lo que considero una lástima no poder disfrutar más del ambiente nocturno.

Una vez en la parte baja, visitamos la catedral Metropolitana de Rio de Janeiro, con una original forma piramidal y su bonito interior repleto de vidrieras, fue construida entre 1964 y 1979 diseñada por Edgar de Oliveira da Fonseca, de 75 metros de altura.


A poca distancia en onmibus de la catedral se encuentran las Escaleras de Selarón, las cuales visitamos y recorrimos, famosas por sus baldosas traídas de múltiples países por el artista chileno Jorge Selarón, trabajo que inició en 1990 hasta su muerte, todos los tramos de las escaleras, también como no, repletas de turistas haciéndose los interminables selfies, fuimos hasta la parte más alta y regresamos hasta la parte de abajo donde nos esperaba el omnibus.

La última visita del día fue el Pan de azúcar, para ver la puesta de sol, donde tuvimos que tomar dos teleféricos para llegar hasta la famosa roca, una vez arriba pudimos disfrutar de unas vistas increíbles de la ciudad y su entorno. Nos vino justo para ver la puesta de sol, ya que habían algunas colas para poder subir a los teleféricos, una visita también imprescindible si vais a visitar Rio de Janeiro, estuvimos hasta que se hizo de noche para poder ver la toda ciudad iluminada.


Una vez regresamos al hotel, preguntamos en recepción que restaurante nos aconsejaban para cenar, de las varias opciones que nos dieron elegimos cenar en la Churrasqueia Carretao, situada en la Rua Siqueira Campos, 23, un elegante local donde por un precio fijo, tienen un buffet buenísimo, nos venían con la carne pinchada en espadas y podíamos comer toda la que quisiéramos, estaba deliciosa, lástima que era para cenar y no pudimos con todo los que nos traían, no paraban de traer espadas de diferentes tipos de carne, cocinadas en varios estilos diferentes, el camarero se sorprendió que termináramos tan pronto, pero es que no podíamos comer más.
Regresamos al hotel a hacer las maletas para así día siguiente tenerlo todo más preparado.