Para ir al castillo en su web recomendaban, debido al coronavirus, que hicieras la reserva por Internet. En su página puedes comprar la entrada con reserva de hora desde las 10.30 de la mañana.
Si no dispones de coche se puede ir con transporte público. En tren Sélestat está muy cerca de Colmar y de Estrasburgo. Saliendo de la estación a la izquierda está la parada del autobús 500 que deja en la puerta del castillo. Incluso teniendo coche, el bus no es una mala opción. No está cerca, la subida es importante y hay zonas de aparcamiento pero si hay mucha gente te tocará subir a pie. Además, puede haber niebla densa (como, de hecho, pasó cuando fuimos).
El bus cuesta 2,5 euros por trayecto pero mostrando un billete una entrada de adulto cuesta 7 euros en lugar de 9.
El castillo se sitúa en la cima del monte Stophanberch o Staufenberg. Ese territorio fue donado en el 774 por Carlomagno a la abadía de Lièpvre.

En el 1079 el monte fue confiscado por el duque de Suabia, Federico de Hohenstaufen, quien, por encargo del emperador Enrique IV del Sacro Imperio, construyó una serie de fortificaciones y castillos en toda la región para asentar el poder imperial. La confiscación no fue aceptada por los abades de San Dionisio, de quienes dependía la abadía de Lièpvre. Instaron al rey Luis VII de Francia para que interviniera. Existe un documento enviado al emperador en 1147 donde se menciona la presencia de un castillo con dos torres para vigilar las comunicaciones del eje norte-sur. Cada torre pertenecía a un señor distinto; uno de ellos era el príncipe de Hohenstaufen, Federico Barbarroja.
En 1192 la fortaleza se llama ya el “castillo del rey” o Königsburg. Entre el siglo XIII y el XV la posesión del castillo pasa sucesivamente de los duques de Lorena a los señores de Rathsamhausen y finalmente, a los de Hohenstein.
Convertido en refugio de los llamados caballeros bandoleros (chevaliers brigands) que asolaron los campos de Alsacia durante la segunda mitad del siglo XV, el castillo fue asaltado e incendiado por una fuerza de 500 soldados y piezas de artillería, a instancias de las ciudades de Estrasburgo, Colmar y Basilea. Quedó completamente en ruinas. La artillería sueca supera las defensas de Haut-Koenigsbourg durante la Guerra de los Treinta Años.

Abandonado después de 1633, el castillo fortificado fue donado en 1899 por la ciudad de Sélestat a Guillermo II de Hohenzollern. Éste tenía la idea de recuperar el esplendoroso pasado del edificio y le encarga la restauración al arquitecto Bodo Ebhardt , especialista en fortificaciones medievales.
En el castillo se habla mucho de esta restauración, emprendida a principios del siglo XX con todos los avances de la época y con la intención de hacer un castillo-museo con aspecto del siglo XV. De esas obras se hicieron muchas fotos, que despuntaban por entonces. Destaca un aspirador eléctrico de la época para adecentar las salas para los visitantes. Las obras duraron desde 1900 hasta 1908.
En 1901 se construyó una estación de bombeo debajo del castillo. Impulsada por un motor de gasolina, suministraba agua corriente a máquinas y personas. Se utilizó hasta 2013. La piedra se extraía de una cantera abierta a unos 100 metros del sitio, en Oedenburg.
En enero de 1902 se puso en servicio una locomotora de vapor, llamada "Hilda". Transportaba las piedras de la cantera del castillo. Se necesitaron treinta caballos para remolcar 5 toneladas de piedra desde la estación de Sélestat hasta el castillo de Haut-Koenigsbourg .
Se utilizó una trituradora de arenisca, impulsada por una máquina de vapor, para producir la arena necesaria para el buen funcionamiento del sitio. Había dos grúas mecánicas desde 1901. Una de ellas corría sobre rieles con vistas al jardín superior y la otra estaba instalada dentro del torreón. Fueron electrificadas en 1902 por medio de una máquina de vapor transportable llamada "locomóvil".
Gracias a esta técnica, el castillo se ilumina. Los pueblos cercanos no tendrán energía hasta después de la Primera Guerra Mundial.
El castillo estuvo abierto y se cobraba entrada desde 1904. Los trabajadores eran de pueblos cercanos. No estaban mal pagados, tenían derecho a cama y comida, se beneficiaban de los fondos de pensiones y de los seguros de salud e invalidez y, a partir de 1904, también se pagaron indemnizaciones a los trabajadores lesionados y sus viudas.
Aparece en películas o series. La más importante es "La grande illusion”, obra maestra de Jean Renoir.
El castillo está en un lugar estratégico. Situado en un promontorio rocoso, servía de observatorio de las principales rutas comerciales de la región que se cruzan alrededor de la ciudad de Sélestat: la ruta del trigo y el vino que unía Italia con los actuales Países Bajos y el camino de la sal y la plataconectando las provincias de Lorena - por los pasos de Sainte-Marie-aux-Mines, Urbeis o Steige - con las regiones germánicas ubicadas al este del Rin.
Dejo un enlace con información útil:
www.haut-koenigsbourg.fr/ ...pratiques/
Llegamos con mucha antelación. Aunque abren a las 10.30, cogimos la entrada a las 11 por si fallaban los transportes. Se permite entrar hasta 30 minutos después de la hora escogida pero no antes.
Estuvimos haciendo alguna foto (aunque los muros son altos y se ve poco y la niebla no dejaba ver el paisaje), vimos la tienda de fuera y entramos al wc. En el bastión con forma de estrella que queda delante de la parada del bus están los lavabos, la cafetería-restaurante y la tienda.
Ese día había mucha gente acumulada. Todos llevaban papeles con algo escrito y pensé "qué bien documentados van estos turistas". Pues resultó que eran periodistas que habían ido a un acto. Luego he sabido que era una presentación de dos proyectos de renovación de las instalaciones (restaurante y quiosco de recepción). Lo presentó Frédéric Bierry, presidente del consejo departamental de Bas-Rhin, propietario del castillo, junto con la arquitecta municipal.
A la hora indicada entramos. No tiene pérdida, está bien indicado. Mostramos las entradas y mochilas al personal de seguridad.
Vamos caminando junto a los muros y el camino de ronda hasta llegar a otra entrada, mucho más monumental si cabe. Dos personas vestidas de soldados de época dan la bienvenida.

Por una parte nueva donde hay consignas o los únicos wc del recorrido llegamos a las taquillas. Allí nos revisan las entradas y ya podemos empezar a recorrer el edificio.
Llegamos a un patio con una fuente. Allí estaban los establos y la herrería con un molino de viento (hay sonido ambiental). He leído que llegar hasta allí es gratis. No sé si ahora te lo permiten. La verdad es que tiene todo el aspecto del decorado de una película medieval. Allí se acumula mucha gente para hacer fotos.

También parece que se puede alquilar una audioguía. No la cogemos. El castillo tiene explicaciones en inglés y francés y con eso hacemos.
Vemos un enorme pozo interior, muy profundo, que fue cerrado cuando el castillo se fortificó más. Llegamos a otro patio donde están las cocinas (equipadas y más pequeñas de lo que esperaba) y una bodega.

En el patio una mujer vestida de cocinera de la época explicaba cosas (en francés). Carteles explicativos cuentan la escasa variedad de alimentación de los soldados en algunas épocas del año. En lo alto de la cisterna hay una sirena de dos colas, símbolo de la lujuria.
Una torrecita en el patio alberga una escalera que lleva al primer piso. En éste se ve aún más clara la reforma idealizada del siglo XX (aunque dicen que estuvo muy documentada). Es impresionante el comedor, con su enorme mesa bien dispuesta. Había un hombre vestido de músico tocando instrumentos de época. Es la llamada habitación del kaiser.

Antes de la restauración había un piso superior. Después se dejó así para que sea más impactante, con pinturas, enormes lámparas y un águila bicéfala en el techo.
En la segunda planta vemos algunas habitaciones.

Salimos al jardín. Las vistas son excepcionales pero llueve. Un hombre vestido de época explica los remedios a base de plantas en la Edad Media.
El Gran Bastión permite también tener unas vistas excepcionales. Alberga una colección de cañones.