Pocos kms más al este, la autopista 9 hace un giro al norte, pero nosotros salimos por Martigny, para coger la ruta de Forclaz, que sube por la montaña hasta cruzar la frontera con Francia entre Trient y Vallorcine. Poco antes de la frontera, paramos en Tete Noire para ver si podemos bajar a las “Gargantas Misteriosas” (www.valleedutrient.ch/ ...uses-fp260) , pero entre la falta de información de la ruta y que vuelve a amenazar tormenta, nos olvidamos del intento. No es buena idea quedarse en una garganta durante una tormenta...
Aún nos queda un buen rato de coche pasada la frontera antes de llegar a nuestro último alojamiento del viaje, un BB en Saint Gervais les Bains/Saint Nicholas de Veroce, un pueblecito 25 kms después de Chamonix, y que nos lleva 1 hora recorrerlos. Logramos dar con la casa después de pensar varias veces que nos habíamos perdido, pues se encuentra literalmente donde se acaba la carretera y se convierte en camino para excursionistas y ciclistas.
La construcción es un chalé de montaña, todo de madera, que nos parece chulísimo por como está distribuido y construido. Nos reciben nuestra nueva anfitriona, Marie Pierre, y su adorable perra, muy miedosa en primera instancia. Nos sentamos en el sofá a hablar un poco de todo mientras enciende un cigarro tras otro durante más de una hora, mientras nosotros tomamos una cerveza. Es profesional de la música, concretamente concertista y profesora de arpa, y su familia habita el chalé desde el siglo XVIII, según ella. No nos parece una exageración, porque los suelos crujen a cada cm2, y hay trastos por todas partes que podrían servir de atrezzo en películas de los mosqueteros, aparte de varias arpas, obviamente.
Finalmente nos da un respiro y nos deja instalarnos. Lo tenemos que hacer rápidamente, pues no sabemos si encontraremos algún local abierto para cenar. Por la localización de la casa, es imprescindible coger el coche para cualquier cosa, y nos desplazamos hasta el centro de Saint Gervais donde cenamos en el 4 Epices, situado en la carretera misma. Por suerte, a esta hora el aparcamiento es fácil y gratuito. El diminuto restaurante está bastante lleno, y nos comemos unos sabrosos platos por 50€. El nivel de precio continúa siendo suizo...
Con el estómago lleno y muy hartos de curvas, volvemos, no sin dificultad, al BB para nuestra primera noche de las 3 que tenemos aquí antes de regresar a casa. Marie Pierre sigue fumando en el sofá y amenaza con otra charla.
Alojamiento: Chalet Cochereau. Airbnb. Habitación con baño privado y desayuno incluído. 3 noches: 290€.
Kms conducidos: 184 kms.
23/7/20
Tras descansar la primera noche en territorio francés, bajamos al salón y vemos que en la terraza que da a la montaña, Marie Pierre nos ha preparado un festín para el desayuno, con frutas, zumos, croissants recién hechos y un bizcocho hecho por ella misma que está delicioso.
Mientras damos buena cuenta de lo que podemos, vamos charlando un poco con ella, pero tampoco queremos perder mucho rato, tenemos cosas que ver en Chamonix, aprovechando el espléndido día que hace. La intención es subir a la “Aiguille du Midi” (www.chamonix.com/ ...80,es.html) . Hace más de 30 años ya estuvimos juntos allí cuando cursábamos 8º de EGB, pero el mal tiempo no nos permitió subir hasta arriba. Hoy parece que sí podremos y seremos capaces de dar envidia a todo el resto de compañeros de la escuela que se quedaron con las ganas.
Así pues, acabamos el desayuno y nos despedimos de Marie Pierre hasta la noche. Tenemos casi una hora de camino hasta Chamonix, y para no perder más tiempo, aparcamos en el propio aparcamiento de pago de la estación del teleférico, en el que milagrosamente encontramos sitio.
Obviamente en las taquillas de la estación, las colas son enormes, y cuando, tras un buen rato de cola, llega nuestro turno, nos dan horario de embarque para las 11:40, debemos esperar más de 1 hora. El ticket nos cuesta 130€ entre los dos (!!), pero ya que estamos aquí... Es una máquina de hacer dinero, aunque supongo que también es caro para intentar minimizar el efecto de las masificaciones sobre el entorno. Las cabinas del teleférico tienen capacidad para unas 60 personas y salen cada 15 minutos, todas abarrotadas: haced números...
Para pasar el rato, nos metemos en una tienda de souvenirs situada en la propia estación, no queremos alejarnos demasiado y entrar en el pueblo. Nos gastamos unos 55€ en un par de sudaderas y alguna chorradita más. Finalmente nos llega la hora de montar en nuestra cabina que sube lentamente por la ladera de la montaña, y se va cubriendo de nieve a medida que ascendemos, después de un primer cambio de cabina. La ascensión nos lleva a los 3777 metros de la plataforma de desembarque, aunque aún se puede coger un ascensor que acaba de subir hasta los 3842 metros finales, donde se encuentra el “Pas dans le vide” (Paso al vacío), una cabina con paredes, techo y suelo de cristal suspendida en el aire.
Las vistas son sobrecogedoras, tenemos el Mont Blanc justo enfrente, completamente cubierto de nieve, una imagen preciosa. Las terrazas de observación están bastante abarrotadas de gente, pero era de esperar, con el magnífico día que hace. Se ven excursionistas en cordadas andando por las grandes extensiones de nieve que se ven bajo nosotros. También hay escaladores subiendo la pared de uno de los picos justo enfrente de la terraza. La cantidad de nieve es abrumadora, no me imagino como debe ser en febrero...
Tras un buen rato tomando fotos y disfrutando de las vistas, nos ponemos en la cola para subir al ascensor que nos llevará hasta el punto más alto de la torre erigida justo en la cima. Arriba, más cola de gente esperando para entrar en la cabina de cristal suspendida sobre el vacío, llamada “Pas dans le vide” (www.chamonix.com/ ...80,es.html) . Al cabo de unos minutos, es nuestro turno de ponernos los patucos para no rayar el suelo de cristal de la cabina, dejar mochilas, cámaras y trastos y entrar en la cabina para tener la sensación de estar flotando a 3800 metros.
Hago un aparte para comentar que normalmente en nuestros viajes, no cuesta nada que la gente se ofrezca a coger tu cámara para sacar fotos en pareja, hecho que después normalmente se devuelve. Este año, supongo que a causa del terror al contacto con Covid, se nos ha hecho MUY difícil encontrar voluntarios que se atrevan a sacarnos alguna foto. Casi todas las que tenemos de los dos han sido porque hemos tenido que pedirlo, casi nadie se ha ofrecido. Además, si nos hemos ofrecido nosotros alguna vez para sacar fotos a alguien, hemos tenido varias respuestas negativas, cuando no nos había pasado jamás.
Volvamos al lío. El tiempo del que se dispone en la cabina de cristal es muy limitado por razones obvias: las colas son inmensas y el horario no es muy amplio. Además, cuando embarcas en la estación de Chamonix, con el ticket te asignan un número que indica tu turno para regresar y la hora a la que debes emprender el regreso. Aún nos queda media horita después de bajar de la cabina de cristal.
Hecha la turistada de hoy, regresamos al piso inferior a disfrutar un poco más de las vistas desde otra panorámica, y vemos, en uno de los pasillos de la montaña, unas cámaras de televisión entrevistando a un chico. No le damos mucha importancia porque no nos suena su cara y seguimos adelante. Cuando llegamos a una de las terrazas superiores de la estación de llegada del teleférico, vemos como el chico que estaban entrevistando sale por una de las ventanas del pasillo que une las dos cimas y empieza a hacer funambulismo por una cuerda que está atada a ambos picos en paralelo al pasillo (atado, con arneses y demás sistemas de seguridad). No sé qué altitud debe haber bajo él, pero no es cosa de broma. Lo miramos un buen rato mientras logra mantenerse en pie sobre la cuerda, andando adelante y atrás por ella, con absoluta concentración, hasta que un anuncio de megafonía que se escucha por todo el valle, le desconcentra y se cae. Dicho anuncio nos recuerda que debemos acercarnos a coger nuestro teleférico de regreso, y nos dirigimos a la entrada de la estación habiendo disfrutado de lo que no pudimos 30 y pico años atrás.
Tocamos tierra firme pasadas las 3 y media y hambrientos. Por suerte, Chamonix es muy turístico y no nos cuesta encontrar restaurantes abiertos. Como tenemos mucha hambre, nos metemos en uno de los primeros que vemos, un chino llamado Dragon D’Or, en el que nos hinchamos por 43€.
Con toda la tarde por delante y la necesidad de caminar un rato para bajar la comida, deambulamos durante unas horas por el centro de Chamonix, dedicado exclusivamente a restaurantes de todo tipo y tiendas de marca, especialmente de ropa de montaña. Eso sí, los precios tiran atrás. Durante el paseo, recabamos información sobre la visita al Mer de Glace, un glaciar con cueva de hielo situado en un valle cercano. Hoy no nos da tiempo a visitarlo, ya que el desplazamiento en cremallera es largo y los horarios no ayudan. Si queréis hacer las dos visitas en un solo día, debéis madrugar mucho y coger turno en la ascensión a Aiguille du Midi bien temprano, para estar a las 12 de regreso y poder combinarlo con Mer de Glace. Además, hay un ticket combinado que sale un poco más barato que cogerlos por separado.
Seguimos paseando y entrando en varias tiendas del centro, paramos a tomar unos refrescos en Maison Vintage du Burger (11€ por un chocolate caliente y un Aperol (refresco típicamente francés y muy de moda, NO os lo recomiendo)).
Compramos una camiseta en The North Face, unos souvenirs, y finalmente nos vamos a cenar a un indio llamado Annapurna (50€). Nos hemos gastado una fortuna en el día de hoy, y aún falta pagar el aparcamiento en el que dejamos el coche 8 horas atrás. Por suerte, este no es caro y sólo nos clavan 8€ más.
Agotados pero satisfechos, recorremos los 25 kms que nos separan del BB (casi una hora de camino), charlamos un rato con Marie Pierre que sigue fumando, y nos retiramos a descansar. Mañana repetiremos en Chamonix, pueblecito carísimo pero con encanto. Nos hubiera gustado subir a los picos que hay al otro lado del valle, desde donde todo el día se ve gente en parapente surcando el cielo (hemos llegado a contar más de 30 al mismo tiempo), pero no podremos verlo todo.
Kms conducidos: 65 kms.
24/7/20
Hoy es nuestro último día completo de viaje en vacaciones. Mañana regresamos y tenemos que aprovechar lo que podamos, así que nos tomamos otro espectacular desayuno a cargo de Marie Pierre mientras charlamos con ella, que no para de fumar.
Al poco rato, nos montamos en el coche y emprendemos ruta de nuevo hacia Chamonix con la intención de visitar el “Mer de Glace” (Mar de hielo). Se trata de un glaciar (que desgraciadamente ha visto tiempos mejores: www.chamonix.com/ ...02,es.html). Habiendo consultado la información ayer en la oficina de turismo y un poco por internet, tenemos las ideas claras de adonde dirigirnos para coger el cremallera. Tenemos suerte y podemos aparcar gratuitamente en un descampado unos metros más arriba del parking oficial de la estación, en la parte de atrás de una enorme tienda de esquí. En menos de cinco minutos andando nos plantamos en la estación y compramos los billetes por 68€ para los dos.
El trayecto en cremallera es larguísimo, por lo menos estamos 40 minutos en continua ascensión hasta llegar a la estación de Montenvers, final de trayecto por el momento. En la estación hay una pequeña tienda de souvenirs y un pequeño bar con comida para llevar, y una terraza de observación para los que tengan suficiente con observar el glaciar desde aquí. En julio apenas se ve nada del glaciar desde tanta distancia, y queremos acercarnos más, aparte de entrar en la cueva de hielo situada bajo el glaciar, así que cogemos un pequeño funicular que nos baja por la empinada ladera durante unos pocos minutos. Desde la terraza e incluso más abajo, el glaciar no parece de nieve sino de barro, pues está de un gris oscuro nada atractivo a la vista. Supongo que en pleno invierno debe estar mucho más lleno de nieve y del color esperado: blanco.
Después de esto, aún hay que descender varios tramos de escalera para acceder al glaciar. Durante el recorrido por las escaleras, se ven distintas marcas que permiten distinguir el retroceso del glaciar a lo largo del último siglo. El descenso parece interminable, pero no logro quitarme de la cabeza que después tendremos que subir todas estas escaleras...
Las pasarelas de madera están húmedas del deshielo al llegar abajo del todo, en una zona en la que aparentemente están haciendo algún tipo de obras. Finalmente logramos entrar en la cueva de hielo. Por fortuna, no hay demasiada gente visitando el lugar, y se puede disfrutar relativamente en soledad y sin muchas personas que interfieran en las fotos.
No sé si es porqué ya hemos visitado una hace poco, pero esta cueva de hielo no me gusta tanto como la primera: hay peor luz, el suelo no es de madera sino que está cubierto con una lona azul, hay fotos informativas colgadas en la pared... Pero no deja de ser una experiencia encontrarse bajo/dentro de un glaciar, con quién sabe cuantos metros (y toneladas) de hielo sobre nuestras cabezas.
Tras llegar al fondo de la cueva, debemos deshacer el camino (que tampoco ha sido tan largo) y afrontar la ascensión de escaleras, mientras nos vamos cruzando con grupos de gente en sentido contrario que ven las caras que ponemos a medida que el cansancio empieza a hacer mella. En poco rato serán ellos los que tendrán que subir.
Finalmente lo logramos y por suerte el último tramo (y el más empinado por lo que se ve desde abajo) se hace en el pequeño funicular.
Al llegar a la terraza de observación en la que hay un chico contando datos e historia del glaciar a un reducido grupo de turistas que lo escuchan. No nos quedamos a escucharle, y tras una breve visita al baño, vamos a ver la Galería de cristales. Es un corto túnel excavado en forma de herradura en la ladera de la montaña, de apenas 60 metros de largo, con entrada y salida en la misma pared pero separadas unos metros. A lo largo del recorrido por el túnel, hay unas pequeñas vitrinas en las paredes en las que se ven expuestos algunos tipos de minerales hallados en la zona. Seguramente a los aficionados a la geología les apasiona, pero a nosotros ni fu ni fa, aunque hay que reconocer que las formas de las rocas y sus colores tienen su encanto.
Un poco más allá de la salida de la Galería empieza un camino que serpentea por la ladera de la montaña adentrándose más en la parte más bonita del glaciar, pero no nos apetece demasiado aventurarnos: el día no está muy allá y nos puede pillar un chubasco en cualquier momento, así que damos por concluida la visita y nos montamos en el primer cremallera que desciende hacia Chamonix.
Llegamos a la ciudad bien pasado el mediodía (hemos estado mucho más rato de trayecto en cremallera que haciendo la visita), y buscamos algún sitio para comer. No tardamos mucho en encontrar uno que nos parece adecuado, llamado Moo, donde comemos bastante bien por unos 40€.
Y tenemos toda la tarde por delante para unas compras de última hora y acabar de entrar en todas las tiendas que podemos, especialmente cuando empieza a llover intermitentemente. Acabamos gastándonos unos 60€ más en algo de ropa.
Ya tenemos bastante de Chamonix y decidimos ir a cenar a Megeve, para tener un último recuerdo de nuestro viaje de hace 30 y pico años, pues a Megeve fuimos para patinar sobre hielo en su palacio de deportes.
El camino hasta Megeve es largo, pero llegamos aún con luz de día para poder sacar alguna foto del palacio de hielo e incluso entrar en él para acercarnos a la pista de hielo. Desafortunadamente, la pista y las gradas están cerradas, pero nos extraña que el complejo tenga las puertas abiertas, pues una vez dentro no se ve ni un alma ni se escucha ruido alguno.
De vuelta al coche, aparcamos un poco más al centro de Megeve y buscamos algún sitio para cenar. Ya es tarde para curiosear en más tiendas, están todas cerradas. Todo lo que vemos nos parece demasiado sofisticado/pijo para nosotros, pero no parece haber nada de otro tipo, así que al final nos metemos a cenar en Le Bistrot (55€).
Después de cenar, el camino de regreso al BB se hace larguísimo, y además ya es completamente de noche y la visibilidad combinada con estas carreteras dificulta poder ir rápido.
Al llegar, Marie Pierre y su cigarro nos esperan para charlar un rato, pero no nos extendemos demasiado pues tenemos que preparar maletas y organizarnos para el regreso de mañana. Antes de irnos a dormir, Ester queda con ella para hacerle una sesión de fotos de promoción con el arpa puesto que no está muy contenta con las que tiene.
Kms conducidos: 87 kms.
25/7/20
Y desgraciadamente llega el último día de vacaciones (si no viajamos, no lo consideramos vacaciones). Con las maletas a punto, bajamos a desayunar en compañía de Marie Pierre, mientras tomamos el sol con vistas a las altas montañas al otro lado del valle y empezando ya a echarlas de menos.
Mientras voy bajando maletas y trastos varios al coche, Ester le hace una sesión fotográfica gratuita a nuestra anfitriona que se alarga más de lo previsto, con lo que dispongo de mucho rato de sol y de hacerme amigo de la perra que se muestra esquiva con nosotros hasta el último día. Cuando dan por finalizada la sesión, y con la promesa de enviarle las fotos por mail una vez revisadas, dejamos el BB pasadas las 11 del mediodía, programamos el GPS con las coordenadas de casa y empezamos el regreso a casa. La ruta nos lleva por la A430, pasando por el centro de Grenoble antes de coger la A49 que finalmente se una a la A7 que cruzará la frontera varios cientos de kms más al sur. Poco antes de llegar a Grenoble, justo al incorporarnos a la autopista A41 desde la A43, habiendo pagado ya el primer peaje de vuelta, escuchamos claramente el impacto de una piedrecilla en el parabrisas delantero y vemos horrorizados como se forma una pequeña grieta de unos 10-12 cms (por ahora) que va avanzando horizontalmente por el cristal. Con el rato y el aire acondicionado la grieta va creciendo y me parece que no va a llegar a casa, así que al cabo de hora y pico, y con la grieta habiendo superado ya los 20 cms, nos paramos en una estación de servicio de la A49 y compramos unos bocadillos y un bote de superglue para intentar detener el avance de la grieta, o al menos ralentizarlo. Antes de comer en la zona de picnic del área de servicio, rodeados de abejas por todas partes, aplico unas gotas de superglue en los extremos de la grieta, y mientras se seca, doy cuenta de la comida.
Reemprendemos la marcha fijándonos constantemente en el cristal, que sí parece que haya frenado su progresión, mientras pasamos y pagamos peaje tras peaje, y sufrimos un atasco monumental al lado de Valence.
Paramos más adelante a rellenar el depósito y estirar un poco las piernas, y seguimos pagando peajes hasta que por fin la autopista se acerca al mar. Ya queda poco, estamos pasando por Montpellier.
Como vamos bien de tiempo, decidimos que pararemos en Perpignan para acercarnos al mastodóntico Auchan, a comprar quesos, chocolates y demás cosas que se encuentran en gran variedad en este centro comercial. Nos gastamos más de 100€ en comida, y seguimos la marcha. Desde aquí a casa no deberíamos estar más de 1 hora y media, a pesar del empeño del GPS de hacernos pasar por carreteras secundarias, empeño que ignoramos siempre que podemos. Aún nos quedan un par de peajes para redondear el día, pero sobre las 9 de la noche llegamos a casa, agotados y con la tarjeta echando humo por los peajes.
La grieta del cristal ha llegado a unos 35 cms, pero no nos ha estropeado la jornada final de nuestras vacaciones huyendo del Covid.
En 2021, ya se verá qué se puede hacer. De momento, tenemos los plannings hechos ya, para Islandia y para Colorado.
Kms conducidos: 716 kms.
Kms conducidos totales: 2958 kms.
Hasta pronto!