Nota: Ruta realizada en plena pandemia con confinamientos. Quizás las limitaciones que comento en el relato ya no estén en vigor.
En esta ocasión hicimos una caminata a la que teníamos bastantes ganas, pero queríamos encontrar el día perfecto, pues para disfrutar al máximo de esta ruta nos propusimos que se cumplieran tres premisas: que hubiese nieve en las cumbres aunque tampoco demasiada, ya que estamos hablando de altitudes por encima de los 2.000 metros, que fuese día laborable para evitar un exceso de visitantes, lo cual ocasiona problemas de aforo y aparcamiento en el Puerto de Cotos, y que hiciese un día espléndido de sol, con el cielo azul y muy buena visibilidad, lo que convertiría en fantásticas las amplias panorámicas que tendríamos ante nuestros ojos. Desde luego, se puede hacer este recorrido sin tantas exigencias, pero ya que lo tenemos cerca decidimos esperar el momento más propicio, que se nos presentó a primeros de abril, unos días después de Semana Santa. Y menos mal que aprovechamos entonces porque durante los días siguientes y hasta ahora mismo los nubarrones, la lluvia y las tormentas no nos han dado demasiada tregua.

SITUACIÓN EN EL MAPA PENINSULAR Y EN EL DE LA COMUNIDAD DE MADRID.


Estas lagunas glaciares se originaron hace más de 100 millones de años y se encuentran en el Macizo de Peñalara, formando parte del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, que se creó el 13 de junio de 2013. Supone el número 15 en la Red de Parques Nacionales y con sus 33.654 hectáreas, de las que 21.740 corresponden la Comunidad de Madrid y 11.924 a la de Castilla-León (provincia de Segovia), es el quinto más extenso después de los de Sierra Nevada, Picos de Europa, Doñana y Cabañeros.

Para hacer esta ruta hay que dirigirse al aparcamiento del Puerto de Cotos, que tiene limitación de aforo y en donde los fines de semana resulta casi imposible dejar el coche si no se madruga, y mucho. De hecho la Guardia Civil suele cortar el paso en cuanto se completa. Además, debido a la especial protección de que gozan estos parajes, puede haber limitaciones para acceder a las rutas, sobre todo si se trata de grupos. Mejor informarse con antelación. En la página web www.parquenacionalsierraguadarrama.es/ ...9-penalara se puede conseguir información mapas muy útiles para preparar las excursiones, como éste, cuya foto pongo, y que me descargué en esa misma dirección.

ITINERARIO DESDE MADRID CAPITAL.
No tuvimos ningún problema de aforos, al tratarse de un martes, laborable en Madrid, y eso que llegamos bastante tarde, casi a mediodía. Había bastantes vehículos, pero quedaban muchos huecos libres. Este parking se localiza a unos 66 kilómetros de la capital, y la forma más habitual de llegar es por la A-6 hasta la salida 39, para tomar allí la M-601 hasta el Puerto de Navacerrada, donde se gira a la derecha, siguiendo la SG-615 hasta el aparcamiento. También se puede ir por Colmenar Viejo. En cuanto a tema de confinamientos por la pandemia, aunque se circula un tramo por territorio segoviano, no existe inconveniente porque las lagunas están en suelo madrileño. Se tarda en torno a una hora en llegar desde el centro de Madrid. Estos son los itinerarios sugeridos por Google Maps:

LAS RUTAS.
En el mismo aparcamiento hay un panel informativo con las rutas que se pueden hacer en el Macizo de Peñalara, algunas de las cuales dejaremos pendientes para finales de primavera, cuando la climatología se muestre más benévola y la mayor parte de la nieve y los hielos hayan desaparecido. Hacía tiempo que no nevaba, así que pensábamos que en nuestro camino hacia las lagunas no nos encontraríamos ya bajo los pies con un elemento blanco, presente ahora solamente en las cumbres. También se puede obtener información en el Centro de Visitantes, que se encuentra frente al aparcamiento, cruzando la carretera, punto desde el cual se miden las distancias de las rutas.

Nuestra idea era combinar dos rutas: la de la Laguna Grande (RV7)y la de la Laguna de los Pájaros (RV8), ya que la primera, la más fácil y concurrida, se nos quedaba muy corta. Sus datos son los siguientes, de acuerdo con el panel informativo oficial.
- Laguna Grande de Peñalara: RV7.
o Longitud: 5,2 kilómetros (total)
o Duración: entre 1 hora 35 minutos y 2 horas, supongo que la diferencia entre ambas fichas se debe a que ahora la han hecho circular por la Covid y no se puede ir y volver por la senda más rápida y sencilla. Luego lo explico.
o Grado de dificultad: bajo.
o Desnivel: 201 metros positivo y 42 metros negativo.
- Laguna de los Pájaros: RV8.
o Longitud: 9,6 kilómetros (total)
o Duración: 5 horas (sin paradas)
o Sentido: ida y vuelta
o Grado de dificultad: bajo/medio.
o Desnivel: 408 metros positivo y 99 negativo.
NUESTRA RUTA.
En esta ocasión, no puedo poner los datos de mi copia local de Wikiloc, porque la aplicación se me desconectó (quizás en un ahorro de batería) en un punto dado, ya durante el descenso, sin que me diera cuenta. El único dato que conservo correcto es el del desnivel, que supuso subir desde 1.815 metros del aparcamiento hasta los 2.185 en que se sitúa la Laguna de los Pájaros.

Ambas rutas comparten la primera parte del camino, de modo que se llega hasta la Laguna Grande y luego se toma un desvío que lleva a la Laguna de los Pájaros. Pasamos por unas pasarelas de madera que conducen al Centro de Visitantes y giramos a la derecha, donde vimos una caseta de control, en la que no había nadie. Allí empezamos a seguir, todo cuesta arriba, una pista ancha con las indicaciones de nuestras rutas en postes de madera con marcas de color azul. Pasamos junto a una fuente y enseguida, a la derecha, vimos el Mirador de la Gitana. Había oído comentar que se obtienen muy buenas vistas desde aquí: pues decepción y gorda. Los árboles tapan bastante el horizonte y apenas vimos un poquito de la Bola del Mundo y sus antenas en la cima. En fin, para panorámicas en cualquier otro sitio mejor que allí.
Centro de Visitantes y vista del aparcamiento.


Pista y fuente.


Poste indicador de rutas y Mirador de la Gitana.




Pista y fuente.


Poste indicador de rutas y Mirador de la Gitana.


Continuamos avanzando hasta llegar a la Casa o Cobertizo del Depósito, donde supuestamente teníamos que tomar unas escaleras de piedra que trepan por la montaña y que supone el camino más corto y rápido hacia la Laguna Grande. Pues no. Por el tema de la Covid, para evitar aglomeraciones, han convertido esta ruta en circular, con lo cual estas escaleras y su pista posterior han quedado para el camino de vuelta y está prohibido tomarlo en la ida. Puede parecer una exageración, pero ciertamente en fin de semana esta senda está muy concurrida y la pista (como pudimos ver después) es estrecha, de modo que así pretenden evitar “tapones”.


Así que tiramos hacia la izquierda (en realidad seguimos de frente de acuerdo con la dirección que traíamos) y caminamos un tramo hasta encontrarnos con unos indicadores que nos hicieron girar a la derecha, por una pista ancha, que picaba continuamente hacia arriba y que pronto nos empezó a deparar vistas espléndidas a nuestra espalda de la Bola del Mundo y Cuerda Larga. Y poco después empezamos a ver también los bosques en torno a Rascafría, con el río Lozoya escondido entre su frondosa vegetación.




Según ascendíamos, los pinares iban quedando atrás, apareciendo los piornales y la pradera de montaña entre el barro y la hierba, todavía algo quemada por los hielos invernales. Habíamos estado en alguna otra ocasión en la Laguna Grande, pero por entonces en esa zona había pistas de esquí y hasta un telesilla. Recuerdo haber subido en él hasta las proximidades de la Laguna, para luego bajar andando. Ni las pistas ni el telesilla existen ya. Al fondo, empezamos a ver el Macizo de Peñalara con sus cumbres nevadas a trazos. El paisaje era cada vez más bonito.


Al fin, coronamos la subida y emprendimos un pequeño descenso, que nos llevó entre pequeñas lagunillas y regueros, la mayor parte de los cuales desaparecen en verano. A estas alturas del año, su aspecto era magnífico. Y empezamos localizar la nieve cada vez más cerca de nosotros.



El camino era cómodo y casi llano, aunque no faltaba alguna que otra piedra suelta. Entonces divisamos a lo lejos la mancha azul de la Laguna Chica, que también se seca cuando aprieta el calor. De momento, lucía muy bonita. Para su protección, hay unas cuerdas que impiden acercarse, si bien no faltan quienes interpretan las cosas a su modo.


La Hoya de Peñalara y sus charcas surgieron ante nuestros ojos y también las pasarelas de madera que se han colocado para proteger su frágil entorno de la erosión y, también, de las muy numerosas visitas que recibe, ya que seguramente estamos ante la ruta más concurrida del Macizo al ser bastante sencilla y estar, por tanto, al alcance de casi todo el mundo. Por eso son muchas las familias con niños que llegan hasta aquí para dar un paseo por la montaña. Incluso en un día laborable pudimos ver bastante gente en sus alrededores. Posiblemente, la mayor parte de los ocupantes de los coches que habíamos visto en el aparcamiento debían estar allí contemplando el panorama. Por lo demás, había agua por todas partes. Una gozada, si bien la perspectiva para contemplar la propia laguna no es la mejor y el aspecto que deparan sus aguas oscuras no resulta tan espectacular a la vista como el entorno en que se encuentra.



Apenas tardamos diez minutos en llegar a las inmediaciones de la Laguna Grande (de 350 metros de circunferencia y una anchura máxima de 80), por un sendero en ascenso, entre tramos con pasarelas, los de suelo más blando, y otros pisando la piedra desnuda, si bien solamente al final las piedras tienen un tamaño bastante grande, lo que dificultaba un poquito el paso. Unas cuerdas impiden acercarse hasta el agua, de modo que hay que vislumbrar la laguna en la distancia y sobre ella la Loma de las Dos Hermanas, la Mayor y la Menor, que marcan el límite entre las Comunidades de Madrid y Castilla-León.


Tras unas fotos, volvimos a descender hasta la pista y tomamos el camino que, a la izquierda, cruza el arroyo de la Laguna Grande donde se une con el que baja de Peñalara. Desde allí, un puente conduce al inicio de la ruta que conduce a la Laguna de los Pájaros, con dos horas de ida estimadas, según rezaba el cartel indicador. Podíamos habernos evitado este retroceso desde la Laguna Grande hasta este punto, ya que existe una senda que lleva directamente hasta el Mirador de Javier, punto por el que tendríamos que pasar al final de este primer tramo, pero preferimos asegurar, puesto que íbamos bien de tiempo pero no sobradísimos. Eran las dos de la tarde y teníamos cuatro horas de ida y vuelta más la comida.




El repecho inicial es de continuo y fuerte ascenso, a través de un camino plagado de piedras, que nos hizo ganar altura rápidamente. Calculo que nos llevó unos veinte minutos, más o menos. Al final, llegamos hasta el Mirador de Javier, que nos deparó unas bonitas vistas sobre el entorno de la Laguna Grande, donde acabábamos de estar. Aquí nos dimos cuenta de que podíamos haber tomado una senda que salía desde la laguna y llegaba aquí. En fin, lo que he mencionado antes.




Un giro a la derecha nos hizo tomar un sendero en principio en falso llano, que nos llevó a pensar que lo peor de la ruta había terminado. Desde luego, no fue así. Para compensar, las vistas a nuestra espalda y a nuestra derecha eran espectaculares, cada vez a mayor altura y más bonitas. Las fotos suponían una buena excusa para descansar.


Después de un rato, llegamos a un alto, desde el que pudimos vislumbrar un paisaje espléndido, con un buen número de charcas, conocido como las Lagunillas. Y, en esa ocasión, estaban todas presentes. Una estampa preciosa, completada con las piedras verdes de Peñalara. Además, un nevero copaba toda la loma que teníamos a nuestra izquierda. Aquí, logramos evitar pisar la nieve tomando un empinado pero bien marcado sendero entre los matojos.


Bajamos hasta la zona de las Lagunillas, donde cada grupo tiene su nombre (del Salto, del Circo, del Pico…), cruzando el terreno encharcado por un camino provisto de algunas pasarelas de madera. Los indicadores señalaban que no está permitido abandonar el sendero marcado por unos altos palos de madera a ambos lados para proteger el frágil entorno, donde ya solo resisten el piorno y la pradera alpina, muy sensible a la erosión. Con unas vistas espléndidas, nos paramos a comer nuestros bocadillos detrás de una gran piedra, con el sendero apenas a un par de metros de nuestra espalda para no incumplir las indicaciones.



El entorno era ideal, con cascadas que se deslizaban desde las alturas, alimentando las lagunillas. Una preciosidad. Hacía tiempo que no me deleitaba con estos paisajes tan agrestes en un día tan espléndido. Ni que decir tiene que por esta parte apenas nos encontramos con una docena de senderistas.




Después de comer, seguimos el sendero, que iba paralelo al arroyo. Bajaba con mucha fuerza, formando cascaditas y encharcando el suelo. Enseguida nos dispusimos a afrontar otro tramo de subida, pisando piedras de buen tamaño, esquivando las chorreras. Menos mal que fue un tramo corto. Desde lo alto, las perspectivas volvían a ser geniales en torno a las Cinco Lagunas.





Otro tramo de pasarelas, el Pico de Peñalara al acecho y el sendero que parecía suavizar su ascenso por un falso llano. Qué bien. Según el track, ya no estábamos muy lejos. O eso creíamos.


Entonces llegó lo inesperado. ¡Horror! Frente a nosotros no veíamos ya la nieve a retazos, como hasta entonces, sino que toda la extensión que teníamos delante estaba cubierta por un espeso manto blanco y no se distinguía el sendero. De modo que solamente nos quedaba seguir en línea recta, guiándonos por el track. Aunque no habíamos previsto tal eventualidad (que tampoco es tan infrecuente en esta época a esa altura), después de haber llegado hasta allí, teníamos que continuar, claro está. Así que afrontamos la nieve, que por fortuna no estaba helada y se pisaba bien. Además, el tramo nevado era bastante ancho, con lo cual no existía peligro de caer por ningún precipicio.

Aunque suave, la ruta picaba hacia arriba y la andadura resultaba algo incómoda y cansada, ya después de casi cuatro horas de caminata y a casi 2.200 metros de altitud. Menos mal que habíamos tenido un perfecto entrenamiento con los efectos de la nevada que trajo Filomena en enero a las calles de Madrid, donde tuvimos que aprender transitar sobre el blanco elemento a lo largo de más de una semana



Tras el primer tramo de nieve, llegamos a un alto, desde el cual nos fijamos en que todavía no teníamos nuestro objetivo a la vista. Además, por el track sabíamos que nos faltaba pasar junto a la Laguna de los Claveles, que se encuentra antes de llegar a la de los Pájaros.

Distinguimos, entonces, una mancha de un color azul intenso entre la nieve. El efecto era precioso. Creo que se trataba de la Charca Larga y de las Piedras. Al fondo, las panorámicas del Valle de Lozoya empezaban a ser extraordinarias, con el embalse de Pinilla casi en primer plano de la estampa enmarcada, si bien no nos acercamos al borde del barranco porque no nos apetecía ir y volver.


Nos esperaba otro tramo de nieve. Y, un poco más adelante, vimos una muy pequeña mancha azul. Esa sí era la Laguna de los Claveles, que estaba casi completamente congelada. A continuación distinguimos otras charcas, quizás una de ellas era la de las Mariposas.



Y, por fin, localizamos visualmente la más alta y bella laguna glaciar de la Comunidad de Madrid, pese a que anchura máxima es solo de 40 metros: la Laguna de los Pájaros, una alargada mancha azul emergiendo de entre los hielos y la nieve. El agua aparecía totalmente transparente y limpísima.



Avanzamos hasta el final, desde donde, mirando hacia atrás, pudimos distinguir el Risco de los Pájaros y el Rico de los Claveles, por donde es posible llegar al Pico de Peñalara para volver a Cotos haciendo una ruta circular. Sin embargo, el Risco de los Claveles es un paso complicado, dicen que el único auténticamente alpino de toda la Sierra de Guadarrama, una arista en la que los errores no se permiten, sobre todo si hay hielo o nieve. De acuerdo con lo que he leído, estadísticamente se trata del punto de la sierra donde se producen los accidentes más graves entre montañeros y senderistas. Hay quien asegura que en verano no es peligroso, pero la verdad es que, personalmente, prefiero no arriesgarme. Seguramente sea la edad… Al parecer, hay un camino alternativo para salvar el paso por la ladera. No sé si lo comprobaré alguna vez.


En el extremo de la Laguna, sobre el borde del barranco, las vistas del Embalse de Pinilla y el Valle de Lozoya eran de auténtico escándalo, al tiempo que contemplábamos el arroyo de la Laguna de los Pájaros deslizarse pendiente abajo. Podíamos ver la zona alta del Sabinar de Lozoya, en la cual habíamos estado haciendo una ruta unos cuantos días antes. Y los bosques y la localidad de Rascarfía, y los pueblos de Los Grifos, Oteruelo del Valle, Alameda del Valle, Lozoya… Incluso se distinguía el campanario del Monasterio del Paular… Fantástico. Merece la pena llegar hasta aquí y contemplar semejante estampa. Un balcón privilegiado, sobre todo en un día tan claro como aquél.



Nuevas fotos a la Laguna desde todos los ángulos. ¡Qué maravilla! Sin duda, una de las rutas más bonitas y agradecidas que hemos hecho últimamente, aunque haya requerido un esfuerzo extra por la nieve. Claro que esa sorpresa también le dio un toque especial a la excursión.

Ya nos quedaba retroceder por el mismo camino, volviendo a pisar la nieve. No obstante, al ser cuesta abajo el esfuerzo requerido era menor y pudimos avanzar un poco más deprisa. Y, pese a ser una ruta lineal, era todo tan bonito que no importaba repetir los escenarios.



Dos horas después, llegamos al cruce con la ruta de la Laguna Grande y, en esta ocasión, siguiendo el itinerario circular que se ha establecido por la Covid, tiramos hacia la izquierda, surcando una pista estrecha pero muy cómoda, por la que fuimos perdiendo altura paulatinamente y que nos fue metiendo poco a poco en el bosque.


Tras pasar por la Fuente del Cedrón, llegamos a un giro a la izquierda, que desemboca en las escaleras de piedra que salen junto a al Cobertizo del Depósito, las que no pudimos tomar por la mañana al haberse establecido la ruta circular. Ya solamente nos faltaba tomar la pista que baja hasta el Centro de Visitantes y, de allí, cruzar la carretera hasta el aparcamiento.


Habían sido siete horas de caminata, pero estábamos realmente contentos. Nos había encantado todo lo que habíamos visto. Espero volver pronto a Peñalara para hacer nuevas excursiones, aunque superar la belleza de ésta, teniendo en cuenta también el toque de la nieve y el día fantástico que nos hizo, será difícil.

