Vuelvo a la estación de trenes de Skopje y con los primeros rayos de la mañana veo que no es muy bonita. Tiene un diseño sesentoso-modernista-grisáceo que encima esta en pésimo estado. Más tarde descubro que la verdadera estación fue destruida, como gran parte de la ciudad, en el terremoto de 1963 y que este edificio fue hecho con las prisas de que la ciudad no se quede sin una Terminal adecuada. Como puerta de entrada no resulta muy interesante, pero es funcional para un país que se está reconstruyendo.
El viaje hasta Tetovo es corto. Son solo unos 40 km al oeste de Skopje atravesando un paisaje montañoso. Esta ciudad es conocida en Macedonia del Norte por ser hogar de la minoría albanesa que aquí se hace sentir con fuerza. La frontera kosovar está muy cerca y se ven en todos lados banderas albanesas y del nuevo estado de Kosovo. Un cuarto de los habitantes del país es de este origen y en Tetovo es la ciudad con mayor porcentaje con más del 70%.
Los albaneses son parte de la cultura normacedonia desde hace siglos. Se instalaron desde la época del Imperio Otomano, pero siempre en un segundo plano generando un cierto sentimiento de opresión que fue creciendo con el tiempo. Con la unificación en Yugoslavia el Mariscal Tito fue muy inteligente e intento evitar todos los nacionalismos. La disputa se congeló y ambas comunidades trabajaron juntas hasta la llegada de la independencia que resucito el sentimiento de pueblo oprimido. Tras la guerra de Kosovo, los albaneses en el país intentaron lo mismo para crear un sector autónomo. El gobierno reprimió duramente este alzamiento que termino con un acuerdo de paz en donde los albaneses reconocieron el nuevo estado y abandonaron la lucha armada. A cambio Macedonia del Norte estableció el albanes como segunda lengua, cuotas mínimas de sus ciudadanos en el empleo estatal, el uso de la bandera albanesa en los edificios públicos y la descentralización del país. Sin embargo, no fue el final de la historia y todavía existen conflictos. Un año antes miles de países habían protestado por el nombramiento de un albanes como Ministro de defensa. Aún existe mucha albanofobia y funcionan como sociedades separadas.
Tetovo es una localidad pequeña de 50 mil habitantes. Un poco desorganizada y caótica pero todavía a camino entre pequeña ciudad y pueblo grande. Empiezo a ver que algunos pasajeros empiezan a bajarse en distintas paradas improvisadas y sin pensármelo dos veces me tiro en una de ellas. No tengo mapa y ni idea de donde estoy parado así que empiezo a dar vueltas pensando en que puedo hacer en esta ciudad hasta que veo un cartel que señala un enorme edificio en piedra. El cartel dice “Arabati Baba Tekḱe” y no tengo idea de que está hablando.

Suelen ser fundados en función de servir también de homenaje a la tumba de un gran maestro, en este caso Sersem Ali Baba. La leyenda cuenta que Ali Baba era uno de los militares favoritos de Suleiman el Magnífico, uno de los grandes sultanes del Imperio Otomano. Este le comento a Suleiman que quería convertirse en un simple religioso y el Sultán encolerizado por la decisión le dijo “si quieres ser un tonto, vete” y como tonto en turco se dice Sersem le quedo como el sobrenombre del pobre Ali Baba. El pobre hombre cruzo los Balcanes hasta encontrar en esta región el lugar ideal para llevar a cabo su vida religiosa y fundo el Tekke.


Luego de dar algunas vueltas por el lugar vuelvo a salir al ruido de la ciudad y camino un poco por los barrios de las afueras. No es quizás la visita más turística, pero si es interesante para conocer por completo el destino que se visita. La población de origen albanes vive en condiciones más desfavorables que el resto de los normacedonios y eso se ve tanto en Tetovo como en Skopje, en donde las diferencias entre un barrio y otro son importantes. De algunas ventanas cuelgan las alfombras para que se sequen al sol y los niños corren por las pequeñas calles del barrio. Hace calor y yo sigo caminando sin sentido por la ciudad, sin sentido no. Hay una razón por la cual llegue acá. Un edificio raro y mágico del que había visto algunas fotos y quería conocer en persona: la Mezquita Pintada.
Šarena Džamija significa justamente Mezquita Pintada o Decorada dependiendo de la versión y es un edificio del siglo XV que milagrosamente sigue en pie en una región tan convulsa. La historia comienza con las hermanas Hurshida y Mensure que decidieron financiar la construcción de una pequeña mezquita para la pequeña aldea. Pasaron los siglos y Tetovo comenzó a crecer y desarrollarse. Ya no es más el pequeño pueblo y deciden sobre el siglo XIX mejorar algunos de los edificios típicos y empiezan con la mezquita. Tomando como inspiración los decorados templos ortodoxos elijen un grupo de artistas cristianos para realizar algo similar.

Al llegar lo primero que se ve es la típica Turbe, o Tumba, dedicada a las dos hermanas que financiaron la Mezquita y que descansan a escasos metros. Es un edificio de piedra clara, decorado muy austeramente en comparación con la mezquita. Tras cruzar un pequeño jardín se ve la mezquita. Con su tejado y sus pequeñas ventanas parece más una típica cabaña de montaña que un templo y solo se puede distinguirla por el alto y espigado alminar que surge en un costado. Antes de ingresar hay una pequeña entrada para descalzarse y lavarse para poder visitar la mezquita de manera pura. Pero al cruzar la puerta es espectáculo es increíble.

La pequeña mezquita es una explosión de colores y diseños que inundan cada espacio posible del templo. Como toda mezquita la representación humana no es permitida así que se muestran conceptos más geométricos y florales. La sorpresa se da sobre la cúpula donde pequeños círculos muestran paisajes de ciudades importantes incluyendo La Meca. Los artistas utilizaron más de 30 mil cascaras de huevo para conservar mejorar los colores con el paso del tiempo. La decoración es casi barroca con multitud de pequeños detalles sobre cada una de las paredes. Los colores cálidos de los frescos contrastan con el rojo profundo de la alfombra y es imposible no mirar en cada rincón esperando descubrir algo distinto. Es verdad que al ser un espacio tan pequeño se vuelve un poco claustrofóbico tener tanta información visual. Pero sin embargo todo parece tener un orden y la sensación es de calma. Incluso desde el centro surge una gran araña de luces que recarga aún más la habitación.

Doy algunas vueltas por la ciudad, pero el paisaje no es muy interesante. Salvo por el choque cultural de la vida albanesa en territorio macedonio, Tetovo no vale mucho más así que decido volver a Skopje. Pero tengo un problema y es que no sé por dónde va a el autobús porque me baje antes a la ida. Así que intento caminar por la ruta hacia Skopje haciendo autostop, pero ninguno me ayuda. Pasan los minutos y todos los autos no se inmutan. Hasta que milagrosamente alguien se apiada de mí y frena una pequeña camioneta. Son cinco hombres que solo hablan macedonio o albanes y que solo entienden que voy a Skopje. De pronto uno de los más jóvenes me empieza a hablar en un inglés rudimentario. Tratamos de ponernos de acuerdo, pero es complicado.
La conversación radica en entender que me parece interesante de Macedonia del Norte. Porque no estoy en Paris, en Londres o en Nueva York y si en camino a Skopje. Me hablan mal del país, de la capital, de la gente y me piden que no pierda el tiempo en gente provinciana e ignorante. Ahí entiendo que son albaneses y me piden que cruza la frontera para conocer un país como la gente. Es algo común en los Balcanes: el croata habla mal del serbio, el serbio del bosnio, el montenegrino del croata, el macedonio del albanes y así seguimos. Cada vez que anunciaba un cruce de frontera me presagiaban los peores peligros. Aunque hayan pasado décadas las heridas siguen todavía sin cicatrizar. Después de un viaje de media hora me dejan al lado de la estación de autobuses para poder seguí mi viaje.