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Desayunamos pronto y paseamos tranquilamente por los impresionantes jardines del Parador de La Palma, ya que nuestro vuelo salía a media mañana y no era posible planificar ninguna ruta o actividad en tan poco tiempo.
Dejamos el coche en el parking del aeropuerto con el tiempo justo, pues éste está a escasos minutos del Parador y no hacía falta ir con demasiada antelación.
La empresa de alquiler (Oasis) fue correcta. Sin incidencias con el coche y con la tranquilidad de haber contratado aparte el seguro a todo riesgo.
Lo único negativo fue el modelo de coche asignado, ya que no se correspondía mucho con el modelo originalmente reservado (aunque sea de la misma gama o segmento), pero era algo que podríamos esperar (nunca garantizan un modelo concreto, sino alguno similar especialmente en situaciones de baja disponibilidad).
Por error devolvimos el coche media hora tarde y no nos pusieron pegas, aunque nos llamaron para comprobar que todo estaba bien (estábamos llegando ya al aeropuerto).
El vuelo con Binter genial, como en La Gomera, y sin problema alguno.
Tras recoger el coche de alquiler de Cicar en el aeropuerto de Gran Canaria, y aunque suponía realizar un desvío considerable (una hora extra de camino rodeando la costa noreste), decidimos visitar la Bodega Los Berrazales, situada en una inmensa finca-bodega (denominada La Laja) en Agaete-Tamadaba. Volveríamos por la zona días después, pero preferimos encajar la visita a nuestra llegada a la isla, por si después no teníamos ocasión.
Lo que más nos atraía de esta finca-bodega era la posibilidad de ver una de las escasas plantaciones de café de Canarias y Europa. Su producción es muy limitada (1500 kg de variedad “typica", arábica), ya que se trata de una empresa familiar y artesanal, por lo que no esperéis grandes hectáreas de cafetal.
El entorno es espectacular, pues la finca está completamente rodeada de pinos canarios centenarios en pleno Valle de Agaete y sobre la ladera de un volcán.
Llegamos a la bodega sobre las 13:30-14 horas, directamente desde el aeropuerto (se llega en 55-60 minutos, y las carreteras hasta Agaete están en un muy buen estado).
Hay al menos 3-4 personas realizando las visitas guiadas (en varios idiomas), por lo que van formando grupos continuamente. Así que la espera es corta.
No es posible (ni necesario) reservar la visita con antelación, aunque las entradas se pueden comprar anticipadamente, sin fecha fijada, en su web.7
Abren todos los días en horario de 10 a 17 horas. El precio, muy bajo: 8 €
La visita comenzó en la iglesia de la finca (en honor a la Virgen del Pino), donde se nos dio una pequeña introducción histórica. Después visitamos las plantas de café, bien resguardas del sol aprovechando la sombra de las vides contiguas.
La finca tiene, además, multitud de árboles frutales, como mangos/mangas, naranjos, guayabos, aguacates e incluso alguna pequeña platanera.
Tras una sencilla pero interesante explicación sobre la plantación, el café, sus “cerezas” y el secado al natural de los granos, nos dirigimos al horno de tostado, aunque no pudimos verlo en funcionamiento.
La temperatura era muy agobiante, incluso sabiendo que estábamos en plena ola de calor, lo que unido a la espesa calima hacía que fuera imposible permanecer tan sólo unos minutos a pleno sol. Llegamos sufrir la terrorífica temperatura de 46ºC a la sombra, como bien reflejaba el mercurio.
Tanto nuestra guía como sus compañeros fueron muy atentos y nos ofrecieron agua para calmar la sed y el sofocante calor en todo momento.
Sobre el vino, visitamos una pequeña bodega que daba sentido al nombre de la finca: La Laja. Esto es debido al desprendimiento de una gran roca de varias toneladas, hace unos 200 años, sobre el lagar primitivo, aprovechando los dueños esta circunstancia para “rediseñar” el mismo, convertirlo en bodega.
Degustamos los siguientes vinos, acompañados de un generoso tapeo a base de queso, almogrote, pan, bizcocho y mermelada casera de café (que se puede adquirir en la tienda, junto al resto de productos de la finca: café, cremas, etc.):
• Blanco afrutado (moscatel y malvasía).
• Blanco seco 2019 (moscatel y malvasía. Vendimia nocturna con 7 meses en barrica).
• Rosado afrutado (listán negro).
Vinos muy minerales y con personalidad. Echamos de menos más datos técnicos sobre las variedades y su vinificación.
Y para terminar un rico café, que sin ser muy sibaritas nos sorprendió por su tostado ligero (sin apenas amargor) y un agradable y fresco sabor (con un toque dulce).
Resumiendo, fue una agradable visita y degustación, pero hay que tener en cuenta que es más bien una finca que una bodega tradicional (y que, comprensible y lógicamente, las personas que llevan las visitas no son ni bodegueros ni enólogos).
Emprendimos rumbo al Parador de Cruz de Tejeda. Sin entrar en mayor detalle, que no es el fin de este diario, ¡es espectacular en todos los sentidos!
Nos resultó genial como campamento base para nuestra estancia, con el añadido de tener piscina y circuito SPA (que no pudimos disfrutar del todo por el estado de alerta sanitaria, el más alto). Vistas excepcionales y una muy buena gastronomía.
Hay que tener en cuenta que está ubicado en plena montaña, así que si os gustan las curvas y las carreteras sinuosas, disfrutaréis mucho de los desplazamientos en coche.
Por la tarde, sin prisas, aprovechamos para visitar el monumento natural de Roque Nublo.
Dejamos el coche en un parking cercano y realizamos una sencilla ruta de 50 minutos (tiempo real, en movimiento) de ida y vuelta, con una distancia recorrida de 3,15 km.
Calculamos unos 30 minutos para subir y otros 20 para bajar, aproximadamente, a lo que hay que sumar el tiempo que pasamos arriba disfrutando de las privilegias vistas. Merece la pena ir con bastante tiempo para pasar un buen rato disfrutando de ellas y de la absoluta paz y tranquilidad que allí se respira.
Así terminaba un tranquilo día de “tránsito”.
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