Miércoles, 18 de septiembre de 2019
Hoy tocaba abandonar el Orange Village Hostel y emprender la ruta. La reserva del coche estaba hecha para recoger en la misma calle O´Farrel, así que pudimos ir tras el desayuno a por el vehículo y regresar con él a la puerta para meter las maletas. Lloviznaba.
Nos entregaron un Hyundai Kona, bastante más pequeño de lo que esperaba por un Toyota Rav4 o similar. Tengo que agradecer a un argentino con el que coincidimos en el párking las cuatro directrices que me dio para la conducción de un automático. Fue claro y conciso y enseguida le cogí el truco.
Como el día anterior no habíamos conseguido llegar a los miradores del lado opuesto del puente, decidimos abandonar la ciudad por ese lado en lugar de por la salida más directa hacia el Este, por el puente de la bahía.
Primero desde View Vista Point, con imágenes bastante nítidas aunque demasiado frontales y luego subimos (con discusión y triple recorrido por el puente debido a que no acertamos con la salida correcta) hacia Battery Spencer. El mejor mirador del Golden Gate, cuando no hay niebla. Allí, el día nublado se nos cerró con la famosa niebla densa que oculta el puente por completo desde pocos metros de distancia. Corría algo de aire y esperamos, junto a algunos otros optimistas, a que se despejara lo suficiente para sacar LA FOTO. Hice muchas, con la esperanza de que llegaran a ser algo interesante si lograba editar mis maravillosos archivos RAW, pero lo cierto es que cada vez iba a peor y tuvimos que abandonar.
Luego en casa, editando, en efecto conseguí alguna imagen aprovechable. Aunque no, por supuesto, una foto nítida de la bahía con puente en primer plano y ciudad al fondo, como las que aparecen en las revistas de viaje.
Abandonamos San Francisco cruzando el Richmond-San Rafael Bridge, dirección a la Interestatal 580, para lo que tuvimos que pasar por toda la zona de Berkeley y Oakland, con mucho tráfico.
Paramos a comer en un Burguer King de un área de servicio.
Llevaba marcados varios Wallmart que nos pillarían de paso en nuestro camino hacia Oakhurst, ya a las puertas del Parque Nacional de Yosemite, para pasar la noche en el Mountain Trade Lodge. En el primero de ellos, aunque hicimos algo de compra, no tenían el modelo barato de la nevera de corcho y hubo que parar en el siguiente para conseguirla. En Manteca, un pueblo grande. Dando vueltas por las afueras para localizar la entrada al súper, pudimos ver el típico barrio residencial que vemos en las películas americanas, la sensación era de estar en un escenario.
Como todo el mundo dice, la nevera de corcho es una gran inversión. Renovando el hielo cada mañana en el hotel de turno, no solo mantiene fresco el contenido sino que, además, enfría lo que vayas metiendo, el agua lo fuimos enfriando así durante todo el viaje.
Merendamos en un párking de lo que habíamos comprado y me sustituyeron a los mandos por la tarde. Fue un bonito recorrido a lo largo de un territorio fértil, campos de maíz, granjas como las de las pelis, carteles que llaman la atención por su inocencia y por lo hortera y “casero” de sus mensajes, y la luz de la tarde, preciosa, iluminando las colinas que nos acercaban a las estribaciones de Sierra Nevada.
Nuestro primer encuentro con un motel de carretera. Era de los más baratos de la zona, por lo que me lo temía algo cutre, pero no fue tan terrible. Las camas enormes, la habitación grande, con puerta directa a la calle. Eran como casitas. Eso sí, para llegar, ya de noche, y dado que está en una curva y poco iluminado, hay que ir muy pendiente y aun así, no es fácil. Pero gracias al maravilloso GPS pude advertir al chófer, aunque con poca antelación, lo que me ganó alguna protesta.
Mobiliario e instalaciones viejos, pero tanto el baño como las sábanas estaban limpios. Como todos los que utilizamos, tenía nevera y microondas, y hasta cafetera. Cenamos de lo que habíamos comprado y dormimos bien.