Habíamos estado varias veces en la capital aragonesa, si bien solo de paso de camino hacia otros destinos, casi siempre en torno al Puente de Piedra y la Plaza del Pilar, con la única excepción de un viaje de un par de días que hicimos en el año 2008 para ver la Exposición Internacional, si bien nos alojamos en un hotel a unos cinco kilómetros de la ciudad, a la que ni siquiera entramos. De modo que teníamos una deuda pendiente con el casco antiguo zaragozano que decidimos saldar a principios de este año, buscando algún momento sin lluvias y con temperaturas no demasiado bajas.

Nuestra primera intención fue tomar un tren de alta velocidad, aprovechando las tarifas bajas de los nuevos servicios “low cost”. Y es cierto que, más o menos, encontré un par de ofertas interesantes (70 euros ida y vuelta para dos personas desde Madrid). Pero me dormí en los laureles y, al día siguiente, cuando me propuse reservar, las ofertas habían volado y las nuevas tarifas me parecieron realmente desmesuradas a las horas que nos hubieran interesado (el billete para una persona no bajaba de los 45 euros por trayecto). Así que decidimos llevar el coche.

En cuanto al alojamiento, después de mirar varias opciones interesantes (no faltaban ni mucho menos en torno a la Plaza del Pilar, el mejor sitio para recorrer el casco antiguo a pie), me decanté por el Hotel AZ San Severo, situado en la calle Manifestación, un edificio rehabilitado recientemente para convertirse en un coqueto hotel boutique de dos estrellas, de decoración minimalista y con habitaciones cómodas y bien insonorizadas (teníamos dos balcones a la calle y apenas oímos ruidos), y un cuarto de baño amplio, igual que la ducha con mampara. Junto a recepción hay un servicio permanente de café e infusiones. Además, ofrecen un paseo guiado gratuito, al que me referiré más adelante. El precio para dos noches (días laborables de febrero) fue de 103 euros.
Habitación. La Plaza del Pilar a dos minutos caminando.




Asimismo, reservé por internet aparcamiento para el coche en el parking índigo ayuntamiento, en la Plaza del Pilar, que me costó 33 euros para 47 horas, ya que lo último que nos apetece cuando visitamos una ciudad es estar pendientes del vehículo. Así salió bastante más barato que el bono que proporcionaba el hotel a sus clientes.
Sin madrugar, salimos tranquilamente de casa después de desayunar y llegamos a Zaragoza poco antes de las dos, tras haber cubierto en unas tres horas y cuarto los 320 kilómetros que separan Madrid de la capital aragonesa por la A-2.
Sin madrugar, salimos tranquilamente de casa después de desayunar y llegamos a Zaragoza poco antes de las dos, tras haber cubierto en unas tres horas y cuarto los 320 kilómetros que separan Madrid de la capital aragonesa por la A-2.
Itinerario desde Madrid a Zaragoza en coche según Google Maps.


DÍA 1.
Dejamos el coche en el parking (la reserva por internet funcionó muy bien, con lectura de matrícula automática en la barrera de entrada) y fuimos a buscar un lugar para almorzar. No nos complicamos demasiado y fuimos hasta el restaurante El Fuelle. Lo vimos anunciado en la calle, estaba cerca y tenía menú del día. Resultó un sitio bastante pintoresco, tipo museo, con multitud de objetos antiguos, así como bufandas de equipos de fútbol y de peñas de toda España. Aunque había bastante gente, el servicio fue muy rápido. Su plato destacado es el ternasco aragonés y ofrecen varios menús con diferentes precios. Nos decantamos por el más sencillo, que cuesta 14,50 euros. De primeros, tomamos sopa de ajo y ensalada, de principal, chuletas de ternasco (muy tiernas y sabrosas) con patatas panadera, y de postre, flan y sorbete de limón. Por el precio, estuvo muy bien.

Orientarse en el casco antiguo.
No lo aprendimos a la primera, claro está, pero lo voy a mencionar aquí por si le sirve a alguien. El casco histórico de Zaragoza no es muy amplio si hablamos de distancias, ya que se puede recorrer de punta a punta en una media hora como mucho. Es muy fácil orientarse teniendo como referencia la Plaza del Pilar y el río Ebro al norte. Hacia el sur parten dos calles principales paralelas, Alfonso I y Jaime I, que desembocan en el Coso, una calle amplia que rodea el conjunto. En caso de perderse, no hay más que seguir esta calle y, dejando el interior del casco histórico a la derecha, siempre terminaremos en la Avenida de Cesaraugusta, que conduce al Mercado, a las Murallas y a la propia Plaza del Pilar.
Calle peatonal Alfonso I.


Me encantan los murales y sin son con trampantojo, mejor.


Después de comer, para aprovechar el tiempo, decidimos ir directamente al Palacio de la Aljafería, que se encuentra en la Calle de los Diputados, a unos veinticinco minutos caminando de la Plaza del Pilar. Por el camino, vimos la fachada de la Iglesia de San Pablo con su fantástica torre mudéjar. Tenía mucho interés en visitar este templo, que forma parte del mudéjar aragonés declarado Patrimonio de la Humanidad, pero solo abría a una hora determinada y sin visitas guiadas los dos días que estuvimos, así que no pude cuadrarlo. Lo mismo me pasó con la Iglesia de Santa María Magdalena, recientemente restaurad. Lástima, otra vez será.
Torres mudéjares de las Iglesias de San Pablo y de la Magdalena.




PALACIO DE LA ALJAFERÍA.
Entre jardines y protegido por un foso, se puede rodear el contorno del edificio, que luce imponente desde la fachada principal, desde la que se contempla la puerta de acceso y sus seis torres. Abre todos los días, de 10:00 a 14:00 y de 16:00 a 18:30, salvo los domingos, que cierra por la tarde. El horario puede variar en verano, así que mejor consultar previamente. Se puede acceder por libre o en visita guiada. La entrada general cuesta 5 euros, los estudiantes y jubilados, 1 euro. No nos coincidió la visita guiada, así que fuimos a nuestro aire. A lo largo del recorrido hay paneles informativos, guías con códigos QR y folletos para imprimir o descargar.


Pese a haber sido declarado monumento nacional en 1931, al final de la Guerra Civil se hallaba en estado lamentable hasta que se procedió a una restauración que se prolongó durante tres décadas y concluyó en los años ochenta. En 1985 pasó a albergar las Cortes de Aragón. En 2001, la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad el mudéjar aragonés, destacando el Palacio de la Aljafería como uno de sus monumentos más representativos. Por lo demás, el Palacio de la Aljafería junto con la Alhambra de Granada y los Reales Alcázares de Sevilla constituyen la cumbre de la arquitectura hispanomusulmana.

Tras sacar las entradas en la taquilla, cruzamos el puente sobre el foso y entramos por la puerta de ingreso, abierta en la muralla musulmana. Nada más pasar el Patio de San Martín, en cuyo lado derecho queda la Capilla (estaba cerrada), entramos en el Palacio Musulmán, sin duda una de las zonas más bonitas y llamativas del monumento.


Conserva parte del recinto fortificado original, con algunos restos que se remontan al siglo IX. En la parte central, las zonas residenciales construidas en el siglo XI, con su fantástico oratorio y sus maravillosos pórticos y arquerías, representan la mejor representación de la arquitectura taifa en nuestro país. Es una maravilla recorrer esta zona, que rodea y da paso al Patio de Santa Isabel, que conserva los restos de las primitivas albercas.






Después, a través de una escalera, se accede a las plantas superiores, donde se encuentra el Palacio Cristiano, que, tras la conquista de Zaragoza por Alfonso I el Batallador en 1118, surgió como consecuencia de las remodelaciones y ampliaciones realizadas por los reyes aragoneses entre los siglos XII y XIV, entre las que destacan las realizadas durante el reinado de Pedro IV.






En varias salas, son fantásticos los artesonados mudéjares de los techos, entre los que merece mención aparte el que recubre la Sala del Trono (siglo XV).






A finales del siglo XV, los Reyes Católicos mandaron construir un palacio superpuesto al musulmán, al que se accede por una monumental escalera con un extraordinario techo mudéjar.



En fin, una maravilla de visita, imprescindible si se va a Zaragoza. Al final del recorrido, también se puede acceder a la Sala de Plenos de las Cortes Aragonesas.
Patio de Santa Isabel.


Como habíamos llegado a la Aljafería por la calle de San Blas, decidimos volver hasta la Plaza del Pilar caminando por el Paseo de Echegaray. Una vez allí, cogimos las maletas del coche y fuimos a hacer el check in al hotel, si bien antes aprovechamos para entrar en la Oficina de Turismo para pedir unos planos.
Foto del plano que nos facilitaron en la Oficina de Turismo.


Museo de Goya.
Poco después, salimos de nuevo. Ya se había hecho de noche, el frío apareció, y decidimos ir al Museo de Goya-Colección Ibervaja, sito en la Calle Espoz y Mina, 23. La entrada general cuesta 6 euros y el horario en invierno es de 10:00 a 14:00 y de 16:20 de martes a sábados, los domingos y festivos solamente por la mañana.

El museo se encuentra en un bonito edificio del siglo XVI, que por sí solo constituye un aliciente para la visita. Perteneció al infanzón Jerónimo Cósida, que le encargó su construcción a Juan Lanuza en 1535. Destacan el patio cuadrado con capiteles de estilo corintio y la galería superior, con columnas toscanas y arcos de medio punto, que conserva la decoración de grutescos y medallones de yeso de los antepechos, referidos a la familia del emperador romano Augusto.


La exposición cuenta con cuatro plantas. La planta baja está dedicada a exposiciones temporales y pudimos ver una curiosa muestra de obras del artista colombiano Fernando Botero.

En la planta primera, se encuentran diversas obras de pintores del Barroco, algunos de los cuales fueron referentes para Goya en su juventud. En la planta segunda, se encuentra la Sala Principal, dedicada íntegramente al universal pintor aragonés, en la que se exhiben pinturas religiosas, retratos y autorretratos. Asimismo, hay otra sala que expone de forma permanente todas las series de sus grabados.

También hay otras salas dedicadas a pintores diversos que ejercieron su influencia sobre Goya. La tercera planta está dedicada a su legado. Personalmente, me pareció muy interesante esta visita, y me gustó especialmente la colección de grabados.



De pinchos por El Tubo.
Había llegado la hora de cenar, así que nos dirigimos al lugar apropiado para tal menester: El Tubo. Se trata de la zona de tapeo y pinchos por excelencia en Zaragoza, entre las calles Alfonso I y Jaime I. Para llegar, lo que nos resultó más fácil fue ir por Alfonso I (la peatonal) hasta la Plaza Sas, alrededor de la cual salen varias callejuelas (Pino, Libertad, Santa Cruz, Blasón, Mendez Núñez…) con multitud de bares y tabernas, que exhiben un surtido fantástico de delicias para degustar.

Al ser invierno y día laborable, los exteriores estaban poco concurridos, pero en el interior de los establecimientos había ambientillo y no faltaban ni la cerveza ni los pinchos.


Recorrido nocturno.
Una vez reconfortado el estómago, dimos una vuelta por el casco antiguo iluminado, llegando hasta el Museo del Teatro Romano, la Plaza de España y el Teatro Principal. Luego, volvimos a la Plaza del Pilar, pasamos por la Plaza de la Seo y fuimos hasta el Puente de Piedra para sacar unas fotos. Empezó a soplar el viento y hacía bastante frío, así que regresamos al hotel.






DÍA 2.
Fuimos a desayunar a la calle Alfonso I, en un bonito café de estilo modernista. Luego volví al hotel para unirme a una visita gratuita que ofrece el establecimiento a sus clientes algunos días de la semana. Fuimos con un chico de Zaragoza muy simpático y que nos explicó bastantes cosas de la historia de la ciudad. Duró una hora y media y pasamos por el Mercado, las Murallas, la Plaza del Pilar, la Basílica, la Seo, etc. Al terminar, le di una pequeña propina.
Cafetería donde desayunamos y bonito edificio cerca del hotel.




Paseando por el casco antiguo.
Siguiendo la calle Manifestación (la de nuestro hotel), la pasamos por la Plaza de Justicia, donde me llamó la atención la fachada de la Iglesia de Santa Isabel de Portugal, construida en el siglo XVII en estilo barroco.


Pocos metros después, salimos a un espacio bastante amplio, donde vimos el bonito edificio del Mercado Central, diseñado en 1895 en hierro y cristal por el arquitecto aragonés Félix Navarro Pérez para sustituir al que se celebraba al aire libre. Es Monumento Nacional y Bien de Interés Cultural y, aunque se ha habilitado una zona central para tomar tapas y aperitivos, conserva la esencia genuina del típico mercado de abastos con sus tradicionales puestos. Resulta especialmente atractivo por la noche, gracias a su acertada iluminación. También recibe el nombre de Mercado de Lanuza en recuerdo de Juan Lanuza, que fue Justicia Mayor de Aragón en el siglo XVI y cuya creencia de que la justicia estaba por encima de todos, incluido el rey, le llevó a ser decapitado por mandato de Felipe II.
Pongo una foto nocturna porque de día había muchas furgonetas de descarga alrededor.





Justo enfrente se encuentra una escultura en bronce de Octavio Cesar Augusto, el emperador romano al que debe su nombre Zaragoza. Es una réplica de la estatua de Augusto de Prima Porta y fue un regalo de Mussolini a Franco en torno a 1940. Muy cerca hay una curiosa escultura de una ranita que, según me explicaron, formaba parte de una fuente que se derribó en una de las remodelaciones de este sitio y de la cual constituye su único indicio.



Al lado, se localiza un tramo de 80 metros de las Murallas Romanas que protegieron la ciudad. Contaban con un perímetro de 3 kilómetros, 10 metros de altura, 7 de anchura y 120 torres. Aunque se supone que hubo una construcción anterior, los dos tramos que se conservan datan de los siglos II y III d.C.


Avanzando hacia la Plaza de Cesar Augusto, llegamos a la Iglesia de San Juan de los Panetes, de principios del siglo XVIII y estilo barroco. Es Monumento Nacional y Bien de Interés Cultural. El interior es muy austero, pues sufrió varios incendios. Del exterior, llama la atención la torre octogonal de ladrillo del siglo XVI y estilo mudéjar con toques renacentistas. Está ligeramente inclinada hacia la Plaza del Pilar.


Casi pegada, está la Torre de la Zuda, donde se ubica una de las Oficinas de Turismo. Es lo único que se conserva del Palacio de la Zuda, el alcázar musulmán, si bien su forma actual data del siglo XVI.


PLAZA DEL PILAR.
Es una de las plazas peatonales más grandes de Europa y el punto de referencia para residentes y visitantes. Es una tarea casi imposible (para mí, al menos) fotografiarla entera.

Además de la Basílica, allí podemos ver:
- La Fuente de la Hispanidad, construida en 1991 y que cuenta con un mapa de América Central y del Sur que se puede descubrir a vista de pájaro. Estaba en mantenimiento, así que en esta ocasión no tenía agua, al contrario que cuando la vimos hace unos años. Tres bloques de mármol simulan las carabelas de Colón. De la misma fecha data la escultura de hormigón de un Globo Terráqueo.


- Edificio de la Lonja. Se trata de uno de los mejores exponentes del renacimiento aragonés del siglo XVI. Actualmente solo se puede visitar su interior si alberga alguna exposición temporal, lo que lamentablemente no fue el caso.

- Ayuntamiento. Pese a su aspecto, que no desentona con los estilos de la Basílica y de la Lonja, es un edificio de construcción moderna, ya que data de mediados del siglo XX. No pudimos entrar, aunque sí vimos unas figuras de gigantes y cabezudos que guardaba en su hall de acceso. En el exterior cuenta con dos esculturas de Pablo Serrano que representan a San Valero (patrón de Zaragoza) y al Ángel Custodio, que sostiene en sus manos el mapa de la ciudad para protegerla.

- ElCaballito de la Lonja. Me llamó mucho la atención esta pequeña escultura de bronce que está junto a la fachada de la Lonja que da al río. Se construyó en 1991 y es un recuerdo a la de cartón piedra que utilizó un fotógrafo desde 1925 hasta 1978 para sacar fotos a los niños subidos a él. Para quienes tenemos cierta edad no nos resultarán extraña esta situación, cuando las cámaras de fotos no estaban a disposición de todo el mundo. ¡La cantidad de fotos que tengo yo de pequeñita en la Gran Vía, en el Retiro o en la Plaza de Oriente sacadas por fotógrafos callejeros…!

- Monumento a Goya, conjunto escultórico con la figura de Goya, dos majas y dos majos del siglo XVIII. Fue donado en 1960 a la ciudad por el Banco Zaragozano. Otra alusión al pintor aragonés es el Cenotafio de Goya y de la Familia Goicoechea, pequeño monumento memorial que estaba sobre la tumba de Goya en Burdeos y que la ciudad francesa donde murió donó a Zaragoza en 1928, por el centenario de su fallecimiento.


- Pasaje de la Industria y del Comercio, se trata de un llamativo espacio comercial ecléctico de influencia francesa que data de finales del siglo XIX. Esta rehabilitado por lo que conserva un buen aspecto. Cuenta con cafeterías, tiendas, bares, etc.


BASÍLICA DEL PILAR.
Durante la visita guiada gentileza del hotel, vimos el interior de la Basílica del Pilar, una de las dos Catedrales de Zaragoza. Su acceso es gratuito. En cualquier caso, fueron bastante interesantes las explicaciones que nos ofreció el guía. Según se cuenta, en este mismo lugar existió una ermita muy antigua, que fue respetada incluso en época musulmana. Tras la conquista de los cristianos, fue sustituida por un templo románico del que solo se conserva el tímpano, ya que el conjunto fue pasto de un voraz incendio que lo destruyó en 1434. Se erigió después un templo gótico-mudéjar que se concluyó en 1515 y que, si bien contenía la Capilla del Pilar, en realidad estaba dedicada a la Asunción, con el nombre de Santa María la Mayor. Como la devoción a la Virgen del Pilar iba en aumento, a mediados del siglo XVII se planteó la necesidad de construir un templo mucho más grande y suntuoso, en estilo barroco, cuyas obras se iniciaron en 1681 y se prolongaron durante varios siglos.

El templo fue consagrado en 1872, si bien el remate de la última de las torres no se produjo hasta 1961. Actualmente se ha convertido en un santuario mariano y centro de peregrinación internacional. Sus dimensiones son enormes, con 130 metros de largo y 76 de ancho, alcanzando los 80 metros de alto hasta la cruz en la cúpula central. La altura de las cuatro torres es de 92 metros. Una de ellas está habilitada como Torre Mirador y se puede acceder previo pago. Lo contaré después.
La Torre a la que se puede acceder es la del fondo, a la izquierda.


El enorme interior consta de tres naves de la misma altura, donde destaca la Santa Capilla, diseñada por Ventura Rodríguez. Se considera un pequeño templo dentro de otro más grande y acoge la pequeña imagen de la Virgen del Pilar, de solo 36 centímetros, realizada en madera en el siglo XV. Se halla en el interior de un camarín de plata con fondo de mármol verde, en cuya parte posterior se abre un hueco fuera de la Capilla (el Humilladero) para que los fieles puedan besar la Santa Columna.


El Altar Mayor estaba tapado por restauración, así que no pudimos contemplarlo. Sí que vimos, sin embargo, las dos bombas arrojadas durante la Guerra Civil sobre la Basílica que no llegaron a explotar, que se exponen muy cerca de la Santa Capilla, y los dos frescos pintados por Goya: “La adoración del nombre de Dios” y la cúpula “Regina Martirum”.


Puente de Piedra y Balcón de San Lázaro.
A espaldas de la Basílica, fluye el más caudaloso río de la geografía española, el Ebro, sobre cuyas aguas cruzan 15 puentes en la ciudad. El más famoso es el llamado Puente de Piedra, ya que ofrece unas panorámicas muy bonitas, en especial desde el llamado Balcón de San Lázaro. Fui hasta allí en diferentes horarios para sacar algunas fotos. Data del siglo XV, si bien fue restaurado en el XII por unas riadas y está custodiado por estatuas de leones.

PLAZA DE LA SEO Y CATEDRAL DE SAN SALVADOR.
Pegada a la Plaza del Pilar está la Plaza de la Seo, donde se encuentra la Catedral de San Salvador, que se asienta donde estuvo el foro romano. Se erigió como Mezquita Mayor, de la cual aún se conserva una parte del minarete en la actual torre. A partir del siglo XII, se transformó en un templo cristiano de estilo románico. Desde entonces y hasta el siglo XVIII, sufrió numerosas ampliaciones y remodelaciones que dieron como resultado una mezcla de estilos románico, gótico, mudéjar, renacentista y barroco.
. 

En el siglo XVII se sustituyó la anterior torre mudéjar por una barroca de 92 metros de altura, mientras que un siglo después, se construyó la actual fachada barroca clasicista, dejando en la parte de atrás los bellos elementos mudéjares anteriores, que son una auténtica preciosidad (confieso que fue lo que más me gustó de todo el conjunto). La Seo fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco formando parte del conjunto del mudéjar aragonés.
Curioso como se adosó la fachada barroca sobre las antiguas árabe y mudéjar.




Consta de 5 naves y 6 tramos cubiertos de bóvedas de crucería. De los 5 originales, se conservan 2 ábsides en la cabecera. En el interior se combinan el mármol, el bronce, la madera policromada y dorada y el yeso con elementos góticos, renacentistas y barrocos. El acceso es de pago y la entrada individual cuesta 7 euros, así que preferí comprar la combinada que por 9 euros (hay descuentos para niños, jubilados, estudiantes…) incluye audioguía (confieso que se me hizo pesada y no la seguí demasiado), las visitas al Museo de Tapices (muy interesante) y al Rosario de Cristal y la subida a la Torre del Pilar. No permiten hacer fotos en el interior, así que no pongo ninguna.
Casa y Arco del Deán.
Al salir de la Seo, busqué en la parte posterior la Casa y el Arco del Deán, cuyo origen se remonta al siglo XIII. Era la residencia del Deán de la Catedral, quien decidió construir un arco-pasadizo que comunicara la casa con la Seo. Su actual aspecto se debe a las remodelaciones realizadas en el siglo XVI, utilizando elementos mudéjares y platerescos. Por cierto que, según la leyenda, las instituciones civiles no quisieron costear las obras para construir el arco, por lo cual el Deán pacto con Lucifer que las financiase a cambio de quedarse con las almas de los pobres desdichados que pasasen debajo del Arco. ¡Glup!



En los alrededores se encuentran también otros edificios de interés histórico como la Casa de Armijo y la Real Maestranza de Caballería.



Paseo por el centro de Zaragoza camino del restaurante.
Había quedado con mi marido en los alrededores del restaurante Goralai, del que teníamos muy buenas referencias y donde teníamos reserva para comer a las 13:30, un poco temprano pero queríamos tomar el menú degustación completo y solo lo sirven hasta las dos. Desde la Plaza del Pilar se tarda como una media hora caminando, así que preferí ir a pie en lugar de tomar el tranvía, con lo cual podría dar una vueltecita por la zona centro de Zaragoza. Con lo cual, pasé por la Plaza de España, el Paseo de la Independencia, la Plaza de Santa Engracia, la Plaza de Aragón, la Gran Vía y la Avenida de Fernando el Católico.

La comida estuvo realmente bien. El establecimiento muy agradable, el servicio estupendo y el menú degustación (MIMO) nos gustó mucho. Varios aperitivos y entrantes, cuatro principales, surtido de quesos, tres postres… El Idiazábal sólido y líquido, la cococha de merluza, la sopa de cebolla, el rodaballo… Y, sobre todo, el arroz de cangrejo azul, curry rojo, trigueros, pistachos y su caldo nos pareció espectacular. Al final, estábamos tan llenos que los dos últimos postres tuvimos que compartirlos. Precio: 60 euros por persona, bebidas aparte.

MUSEOS ROMANOS: RUTA DE CESARAUGUSTA.
Al salir del restaurante, tenía la intención de visitar el Patio de la Infanta (Ibercaja), pero me encontré con que abría a las cinco y eran las cuatro y veinte. Así que lo dejé pasar y me dirigí hacia los Museos Romanos, que son cuatro y se encuentran en torno a la Seo y sus alrededores. La tarde anterior había comprado por nueve euros una entrada conjunta para todos, que incluía también el Museo de Pablo Gargallo, ya que interés en visitarlo. Los mencionaré en el orden en que los fui visitando. Están a poca distancia entre sí.
Museo del Teatro Romano.
Está situado en la Plaza de San Pedro Nolasco y comprende una exposición en salas interiores y el acceso a los restos del teatro romano (el elemento de la época mejor conservado en la ciudad), que data del siglo I. Se encuentra bajo una cubierta protectora y es posible verlo bastante bien desde el exterior, tanto de día como iluminado por la noche sin necesidad de acceder al museo. De todas formas, si se dispone de tiempo, es interesante visitarlo.

Museo de las Termas Públicas.
Se encuentra a un par de minutos caminando desde el Teatro Romano. El acceso es a través de unas empinadas escaleras, complicado para personas con movilidad reducida. Se pueden ver los restos de unas termas cuya actividad se prologó entre los siglos I y IV d.C. El menos interesante para mi gusto. En cualquier caso, se ve en pocos minutos.


Museo del Puerto Fluvial.
Está en la Plaza de San Bruno, muy cerca de la Seo. Un documental explica las vicisitudes de Salduie (la Salduvia de Plinio el Viejo), una población ibera que recibió amistosamente a las legiones romanas que llegaron remontando el Ebro y que, tiempo después, fundaron la ciudad de Caesar Augusta, en la que construyeron un foro y un importante puerto fluvial que favoreció el comercio y las comunicaciones. Y sus restos son, precisamente, los que se muestran en este museo.


Museo del Foro Romano.
Se encuentra al lado de la Seo, en un contraste de estilos. En este lugar se hallaba el foro y, por tanto, se exhiben las estructuras arquitectónicas que se han ido excavando. Se conservan restos del foro del siglo I y sucesivos, con un mercado, tiendas, tuberías de traída de agua, muros y una cloaca a la que se puede acceder. También vi un audiovisual explicativo.
Plaza de la Seo con la Catedral y el Museo del Foro Romano (a la derecha).




SUBIDA AL MIRADOR DE LA TORRE DE SAN FRANCISCO DE BORJA EN LA BASÍLICA DEL PILAR.
Esta entrada la compré conjuntamente con la de la Seo, momento en que tuve que elegir un horario de acceso. No obstante, decidí acercarme antes de la hora al salir del Museo del Foro, ya que estaba al lado y era el mejor momento para contemplar el que se anuncia como “el mejor atardecer de Zaragoza”. Me dejaron pasar sin problemas, puesto que apenas había otras dos personas arriba.
Sin duda, la panorámica más bonita desde el mirador.


El mirador es accesible a través de un ascensor que llega hasta 62 metros de altura, desde donde se contemplan unas buenas vistas de la ciudad, del Ebro y sus puentes, y de las cúpulas de la Basílica. Sin embargo, unas redes protectoras incordian bastante a la hora de tomar fotos. Así que tuve que buscarme la vida con algún truquillo



Si se quiere llegar hasta la linterna (mirador superior), hay que afrontar varios tramos de escaleras y uno final de caracol, que lleva hasta los 80 metros de altura. Nada del otro mundo, pero se debe saber que el mirador superior no es accesible para personas con movilidad reducida. Arriba, sin estar mal, me decepcionó un poco lo que vi, pues los miradores son pequeños y los cristales que los cubren desmerecen las panorámicas al estar rallados y sucios, algo, por lo demás, bastante habitual en este tipo de instalaciones.


MUSEO DE ESCULTURA PABLO GARGALLO.
Cuando salí de la torre, fui a hacer más fotos desde el Puente de Piedra y, luego, ya de noche, me dirigí hacia el Museo de Pablo Gargallo, que se encuentra en el Palacio de los Condes de Argillo, edificio construido entre 1659 y 1661.


Situado en la Plaza de San Felipe, junto a la Iglesia del mismo nombre, lo cierto es que ya merecería la pena entrar simplemente por ver el interior del edificio, que se encuentra estupendamente rehabilitado. En concreto, el patio y la galería en combinación con las esculturas me gustaron mucho.





Por lo demás, el contenido del museo me pareció sumamente interesante ya que, aparte de la variedad y calidad de las obras expuestas, me parecieron muy amenas y acertadas las explicaciones sobre la vida y la obra del escultor nacido en Maella, enlazadas con hechos históricos de cada momento y con los artistas y personajes famosos con quienes se relacionó.


Cuando salí del Museo, era ya la hora de cenar, así que me reuní con mi marido y fuimos nuevamente a la zona de tapas de El Tubo, donde degustamos una nueva y rica selección de pinchos. Tras otro paseo nocturno, regresamos al hotel.



Al día siguiente, dejamos la ciudad tras desayunar y hacer algunas compras, pues queríamos aprovechar la jornada para ver cómo ha quedado el hotel recién inaugurado en la Estación de Canfranc. En cuanto a Zaragoza, no incluimos ninguna visita a la zona de la antigua Expo, ya que preferimos recordar el lugar tal como lo recorrimos en 2008, vivito y con la salsa en y para la que fue cocinado. ¡Qué tiempos aquellos...!



