Amaneció un día radiante. Seguimos dirección sur, asombrándonos por las vistas de las diferentes lenguas del glaciar Vatnajökull que veíamos desde la carretera.

La primera parada fue en la laguna glaciar Jökulsárlón. Sencillamente impresionante. La vista de la lengua glaciar, de la montaña, y de los grandes icebergs flotando en la laguna parecía irreal. Y por si fuese poco, además había focas nadando en las gélidas aguas de la laguna.




Estas lagunas glaciares se forman debido al retroceso del glaciar. Y aunque en Islandia los glaciares tienen bastante buena salud, su retroceso cada vez más rápido es bastante preocupante.
Cogimos el coche para ir la siguiente parada, muy cerca de allí. Diamond Beach es la playa junto a la desembocadura del glaciar, y es donde quedan varados los trozos de hielo que se desprenden del glaciar antes de derretirse o salir al mar. El brillo del hielo bajo el sol les hace parecer diamantes, de ahí su nombre. Tengo que reconocer que este lugar me decepcionó un poco. Había visto fotos con enormes icebergs de mil formas allí en la playa. Y ese día eran pocos los pedazos de hielo, y pequeños. Más tarde entendí que esto depende de las mareas y del momento del día. Si la marea está bajando los icebergs son arrastrados a la playa. Por el contrario, si está subiendo, quedan retenidos en la laguna.


Después aparcamos en otro mirador desde donde ver la laguna Jökulsárlón más de cerca y con diferentes perspectivas. Había leído que en esta zona había más focas, pero nosotros solo las vimos desde el mirador principal, donde el aparcamiento grande. Dimos un paseo alrededor de la laguna, y según avanzaba el día el reflejo del hielo en el agua era más intenso. Una preciosidad.



De allí pusimos rumbo a Fjallsárlón, otra laguna glaciar. Más pequeña que Jökulsárlón, tiene la ventaja de que el glaciar se ve más de cerca. La vista de esta laguna me encantó.



La siguiente parada fue en la iglesia tradicional de Hofskirkja. Es la más moderna de las 6 iglesias de arquitectura tradicional que se conservan en Islandia. Como no se puede visitar por dentro (al menos nosotros la encontramos cerrada) la visita fue breve.

Continuamos nuestro camino hasta el parque nacional de Skaftafell. La mayoría de la gente va al parque para ver la cascada Svartifoss, pero hay multitud de senderos que recorrer por allí. Da para una visita más calmada. El aparcamiento es de pago (700 ISK) y enorme.
Comimos en unos merenderos junto al centro de visitantes y emprendimos el sendero que conduce a la famosa cascada Svartifoss. Es un camino fácil y bien acondicionado de unos 2 kilómetros, cuesta arriba, pero sin dificultad. A medio camino, hay una cascada más modesta, pero muy bonita, Hundafoss.

Poco después llegamos a Svartifoss, cuyo nombre significa “cascada negra”, que tiene la particularidad de estar rodeada de oscuras columnas de basalto. Dicen que la iglesia de Reykiavik está inspirada en esta cascada y sus columnas.

Desde Svartifoss continuamos por un sendero que lleva hasta el mirador Sjórnípa. La ruta es muy bonita, y las vistas al glaciar Skaftafelljökull son realmente impresionantes. Se puede ver la lengua entera desde arriba, y es una visión que te hace decir ¡wow! No aguantamos mucho tiempo allí porque corría un viento gélido, pero nos encantó. Iniciamos la ruta en manga corta y en el mirador acabamos con sudadera, chaqueta y gorro.

Desde el mirador el sendero continúa hasta el inicio, en el centro de visitantes. La bajada tiene algunos momentos más complicados, pero se hace más o menos bien. Una ruta muy recomendable, nos gustó mucho. Os aseguro que las fotos no hacen justicia al paisaje.

Ya solo nos faltaba llegar a nuestro alojamiento del día, Hvoll Hostel, cerca de Kálfafell. Tened en cuenta que por esta zona hay poco alojamiento y bastante caro. Este hostel fue lo único asequible que encontramos y fue con diferencia el alojamiento más flojo del viaje. Habitaciones con cuarto de baño compartido en un alojamiento bastante grande para ser Islandia. Tenía un amplio salón para comer y 3 cocinas, ya que no hay restaurantes en muchos kilómetros a la redonda y es imprescindible llevar comida para cenar allí.
La noche estaba despejada, y llegue a ver una aurora floja desde la ventana. Salimos a verla, pero ya no estaba. Esperamos un buen rato, pero ni rastro de la aurora.