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Habíamos pasado docenas de veces por la autovía muy cerca de la capital murciana sin detenernos, casi siempre escapando del calor. Recuerdo una mañana de septiembre que creímos que el termómetro del coche estaba estropeado: 47 grados. Pero no, esa tarde, en la tele, salió la noticia de temperaturas record en la zona. No obstante, aunque mucha gente afirma que la ciudad no tiene demasiado interés, yo había visto algunas fotos que despertaban mi curiosidad. Así que, aprovechando las inusitadas altas temperaturas de este mes de enero -que nada tienen que ver con las del verano 
-, decidimos hacer una escapada allí, llegando el jueves y saliendo el sábado por la mañana temprano, pues habíamos reservado la visita guiada de la Cueva de la Serreta, en Cieza, que solo disponía de un pase, a las 10 de la mañana. Pero esa es una historia diferente que cuento en otra etapa de este diario.
-, decidimos hacer una escapada allí, llegando el jueves y saliendo el sábado por la mañana temprano, pues habíamos reservado la visita guiada de la Cueva de la Serreta, en Cieza, que solo disponía de un pase, a las 10 de la mañana. Pero esa es una historia diferente que cuento en otra etapa de este diario. 
Murcia se encuentra en el sureste peninsular, a orillas del río Segura y en el centro de la comarca de la Huerta de Murcia y su área metropolitana, que comprende (no oficialmente) diez municipios, con una población total que supera los 670.000 habitantes. La capital está situada a 42 metros de altitud sobre el nivel del mar y cuenta con casi 470.000 personas censadas. Fue fundada en el año 825 por Abderramán II sobre un asentamiento romano anterior. Tras liderar varios reinos taifas durante los siglos XI, XII y XIII, pasó a formar parte de la Corona de Castilla en 1266 como capital del Reino de Murcia. Su primera universidad data de 1272 y es sede episcopal desde 1291, fecha en que se trasladó desde Cartagena por orden de Sancho IV, incluso sin contar con el permiso del Papa.
Buscando hoteles céntricos, encontré una oferta muy buena del Hotel Hesperia Centro, muy bien situado en la calle Madre de Dios, junto a la Glorieta de España, a doscientos metros de la Catedral y cerca de todo. Es un establecimiento de tres estrellas, bastante confortable; la habitación, en el cuarto piso, tenía un tamaño suficiente y estaba muy bien aislada, sin ruidos pese a dar a la calle. Nos costó 55 euros por noche (solo alojamiento), reservando directamente en su página web. Lo que no nos interesó fue el parking concertado que ofrecían, pues me pareció caro. Intentamos localizar algún hueco en zona blanca, que no estuviera demasiado lejos del centro, pero nos cansamos de buscar sin éxito y llevamos el coche al aparcamiento subterráneo de la Glorieta de España, que reservando previamente por internet en Telpark nos salió por 29 euros, cuarenta y ocho horas. Ya lo conocíamos de Zaragoza y está bien, ya que puedes entrar y salir sin tickets cuantas veces quieras. También rechazamos desayuno en el hotel porque en esa zona hay un montón de cafeterías, bares y demás para elegir.
Hicimos el check-in pasadas las tres de la tarde, después de haber tomado un menú del día en El Rincón de Mariano, un restaurante de un polígono industrial de las afueras, adonde llegamos tras haber visitado el Castillo y el Cristo de Monteagudo, a los que me referiré más adelante. En cuanto a los lugares para ver en Murcia, llevaba preparado un itinerario con los sitios más interesantes, tal como siempre suelo hacer, que complementé después con el mapa turístico que nos entregaron en el hotel, del que acompaño una fotografía, en la que se aprecia que los monumentos están bastante agrupados, por lo que se pueden recorrer bien a pie.
Al final, no tuve problemas de tiempo, incluso fui a algún sitio más de una vez. Por eso, en vez de contar el relato en el orden en que visité cada lugar, lo contaré de una forma más lógica que cronológica, pues creo que así puede resultar de mayor utilidad, pues imagino que la mayor parte de visitantes no pasará más de una jornada en Murcia.
Caminando un par de minutos, llegamos a la Plaza del Cardenal Belluga, una de las más importantes de la ciudad, en cuyo perímetro se ubican la Oficina de Turismo, el Palacio Episcopal y la fachada principal (imafronte) de la Catedral, del siglo XVIII, obra maestra del barroco español que, lamentablemente, nos encontramos en plenas obras de restauración. ¡Vaya tino el nuestro! Después de tantos años, se nos ocurre aparecer por Murcia con uno de sus mayores alicientes turísticos cubierto de arriba abajo por una enorme lona de corte humorístico. No niego su originalidad, pero personalmente hubiese preferido una fotografía del monumento que permita a los foráneos al menos hacernos una idea de lo que tapa. En fin, otra vez será. Por cierto que se anunciaban visitas guiadas por los andamios para conocer los misterios de la fachada (similares, supongo, a las que se desarrollaron el pasado año en la Puerta de Alcalá de Madrid), pero no estaban disponibles aún.
Catedral de Santa María de Murcia.
Tiene su origen en la antigua mezquita, que pasó a ser de culto cristiano tras la toma de la ciudad por Jaime I el Conquistador, en 1266, para convertirse en Catedral en 1291. A mediados del siglo XIV, se construyó el claustro gótico, que hoy ocupa el Museo Catedralicio y es la zona más antigua del edificio actual. A mediados del siglo XV concluyeron las obras del templo, que se consagró en 1467, si bien fue reformado y ampliado durante los siglos XVI, XVII y XVIII, lo que explica la mezcla de estilos que presenta: desde el gótico inicial del interior, al renacentista y al barroco.
La Catedral tiene tres zonas de visita: el templo, la torre y el museo, con precios y entradas diferentes, si bien también se pueden combinar con algo de ahorro. Al templo y al museo se puede pasar por libre o con visita guiada; mientras que la torre siempre es con guía y por turnos. Muy recomendable informarse previamente en su página web catedralmurcia.org/
Mi primera intención era sacar una entrada combinada para verlo todo, pero no las encontré disponibles para mis fechas. Así que fui directamente a la taquilla, que está en el interior del templo, al cual se accede por la plateresca Puerta de las Cadenas, en la Plaza de Hernández Amores también conocida como Plaza de la Cruz, en la que hay instalada una maqueta de la propia Catedral para invidentes, y a la que se llega rodeando una galería exterior conocida como “los soportales”, pasados los cuales se llega también a la Torre-Campanario.
Allí me informaron que no quedaban entradas para la torre ni ese día ni el siguiente. También me dijeron que aunque la visita cultural es de 10:00 a 17:30, a partir de esa hora se considera horario de culto y la entrada es gratuita. A mí no me gusta incordiar a los feligreses, así que pensé en regresar por la mañana y comprar la entrada conjunta de la Catedral y el Museo. Sin embargo, sobre las seis, se me ocurrió ir a echar un vistazo. Fue un acierto. La Misa no empieza hasta las 19:30 y había muy poca gente en su interior, casi todos visitantes, con lo cual se puede recorrer el templo con total comodidad y tranquilidad, guardando silencio y un comportamiento discreto, lógicamente. Está permitido hacer fotos sin flash.
El templo consta de tres naves y girola, su estilo predominante es el gótico mediterráneo, con altura comedida y pocos ventanales. Tiene un total de 23 capillas, entre las cuales destacan las siguientes:
Capilla Mayor
Goza del rango de Capilla Real, ya que allí yacen el corazón y las entrañas de Alfonso X el Sabio. Su deseo era que su corazón resposase en Tierra Santa y sus entrañas en el Monasterio de Santa María la Real del Alcázar de Murcia, pero no se cumplió. Así que el Emperador Carlos V ordenó trasladar las reliquias a la Catedral de Murcia, para ser depositadas en el interior de una urna de piedra, de color blanco y oro, flanqueada por las esculturas de dos heraldos, uno a cada lado.
Capilla de los Vélez, de finales del siglo XV y estilo gótico flamígero, con cúpula estrellada de diez puntas. Por su importancia y belleza, fue declarada Monumento Nacional tres años antes que la propia Catedral. Tanto esta capilla como la del Junterón y el Coro se pueden iluminar depositando una moneda de un euro.
Capilla de Junterón
Erigida en 1515, es una de las obras maestras del renacimiento español. Tiene una entrada con dos columnas jónicas y en la cripta había un sarcófago romano que ahora se expone en el Museo Catedralicio. La capilla tiene decoración en relieve de estilo plateresco y una excepcional bóveda tórica.
Otras capillas importantes son la de la Inmaculada, la de San Antonio, la del Baptisterio, la del Socorro, la de San Antón…
El Coro, de mediados del siglo XV, es de madera de nogal y estilo gótico de filigrana; el órgano, de referencia mundial actualmente, es neogótico, de finales del siglo XVIII; las rejas de la Capilla Mayor y del Coro son del siglo XV, igual que algunas de las vidrieras.
Salí del templo por la Puerta de los Apóstoles, del siglo XV y estilo gótico. Al final, no entré en el Museo. No me emociona el arte sacro y como la entrada es aparte, preferí ahorrarme parte de ese dinero para, por ejemplo, iluminar las capillas principales de la Catedral.
Torre-Campanario de la Catedral.
Pese a lo que me habían dicho el jueves, el viernes, después de comer, volví a mirar la página web de la Catedral y para mi sorpresa descubrí que había plazas en la visita guiada a la Torre en el turno de las 16:00 horas. Así que reservé online con tarifa senior (5 euros, la normal son 7). Se accede por una pequeña puerta lateral protegida por una verja, si bien el guía reúne al grupo frente a la Puerta de las Cadenas. Esta torre es el elemento más distintivo de la Catedral de Murcia y un símbolo de la ciudad, ya que se divisa a mucha distancia, sirviendo como referencia del casco histórico. Mide 93 metros de altura (98 con la veleta) y es el segundo campanario más alto de una catedral española solo superado por la Giralda de Sevilla. Consta de cinco cuerpos y una cúpula y fue construida en dos etapas. Los dos primeros cuerpos, de estilo renacentista plateresco, datan del siglo XVI, pero las obras se interrumpieron en 1555 por la inclinación de la torre que amenazaba su caída, debido a las riadas del río Segura. La construcción se reanudó en 1765, en estilo barroco; el quinto cuerpo (campanario) es rococó y la cúpula, culminada en 1703, neoclásica.
A pesar de la altura, aunque empinada, la subida es cómoda, ya que se realiza casi toda por una rampa, hasta llegar a la sala donde se aloja el reloj. Seguimos después hasta el balcón que rodea la torre, en el cuarto cuerpo. Se comenta que las vistas son impresionantes y que abarcan toda la ciudad. Y es cierto. Sin embargo, la baranda queda demasiado alta, por encima de los ojos, la balaustrada impide ver bien y hay que sacar la cámara casi a ciegas para fotografiar algo decente.
El último tramo de subida al campanario se realiza por una original escalera de caracol de piedra, que se haya dentro de una especie de torre interior redonda. Son unos 40 escalones, pero se suben bien. El campanario es impresionante, sumando en total 20 campanas, de los siglos XVIII y XIX, y cada una de ellas tiene nombre propio. Pudimos oír e incluso grabar el sonido de una, que produjo un gran estruendo.
El campanario me gustó mucho, pero volvieron a decepcionarme un poco las vistas, ya que, por motivos de seguridad, está prohibido situarse debajo de las campanas, lo que imposibilita prácticamente asomarse hacia el exterior, con lo cual las panorámicas quedan un tanto recortadas; y tampoco las casas del entorno proporcionan un conjunto demasiado armonioso. Aun así, se distinguen perfectamente el castillo de Monteagudo, la Vega del río Segura, el Santuario de la Virgen de la Fuensanta, las cúpulas de la propia Catedral, que parecen ser bajas, lo que demuestra la gran altura de la torre.
Calle Trapería.
Arranca frente a la Puerta de las Cadenas de la Catedral. Es una de las más concurridas de la ciudad y allí se encontraba la muralla que servía en el siglo XIII para separar a cristianos de musulmanes. Tras la conquista de la ciudad por Jaime I, se derribó la muralla, dando paso a una vía (la actual calle Trapería) para comunicar la mezquita, ya de culto cristiano y futura Catedral, con el Convento de Santa Clara. Estando de visita en Murcia, resulta inevitable pasar muchas veces por esta calle, cuyo nombre se debe al comercio de telas que se desarrollaba en sus alrededores durante el siglo XIV. Cuenta con tiendas de todo tipo y edificios importantes, entre los que destaca el Casino.
Real Casino de Murcia.
Pese a estar en una calle muy estrecha, que dificulta apreciar con plenitud su extraordinaria fachada, enseguida te percatas de que es un edificio singular, una auténtica joya del eclecticismo del siglo XIX, declarado Monumento Histórico Artístico Nacional en 1983. Su construcción comenzó en 1847 y supone una mezcla de las corrientes arquitectónicas y artísticas de la segunda mitad del siglo XIX y primer cuarto del siglo XX. Se puede visitar de 10:30 a 19:00 pagando una entrada (5 euros la general y 3 para jubilados, estudiantes…).
Una vez traspasado el portal y el pequeño vestíbulo neobarroco, empiezas a explicarte por qué es el edificio más visitado de la Región. Y es que el Patio Árabe, donde se venden los tickets, te deja los ojos a cuadros con su decoración de estilo nazarí que requirió 20.000 láminas de pan de oro para su encofrado. Está disponible una audio-guía para descargar en el móvil mediante un código QR, muy recomendable para ir recorriendo las diferentes salas que se pueden visitar (casi toda la planta inferior). Además, no es muy profusa, con lo cual no resulta larga ni aburrida.
No voy a describir cada estancia detalladamente porque no tendría sentido, así que me limitaré a mencionarlas: la Galería Central (Patio Largo), con bóveda acristalada y recubierta de mármol de Macael. La Biblioteca Inglesa, con una tribuna superior de maderas talladas sustentada por ménsulas de fundición en forma de flamencos. El Congresillo, un salón para reuniones de conocidas peñas murcianas.
El lugar más fotografiado seguramente es el Salón de Baile, de estilo neobarroco francés. Sus enormes lámparas y el tono amarillo dorado de las paredes contrastan con el fantástico lienzo que decora el techo.
Se sale después a la Antesala. Enfrente, está el romántico Tocador de Señoras, repleto de sedas y espejos. Después se pasa por la Sala de Armas, el Salón de Té, la Exedra, desde la que se tiene una vista especial del Casino al estar un poco en alto, el precioso Patio Pompeyano, de estilo neoclásico con varias esculturas, el Patio Azul y la Sala de Billar.
Merece la pena visitar el Casino. Y mejor por la tarde, pues hay menos gente y se puede recorrer y hacer fotos tranquilamente. De todas formas, si no se quiere pagar, se puede echar un vistazo a la Galería desde el Patio Árabe, que es donde se compran los tickets.
Plaza de Santo Domingo.
Siguiendo por la calle Trapería hasta el final, llegamos a la Plaza de Santo Domingo, en torno a la cual hay varios edificios interesantes como el Palacio de Almodóvar, del Siglo XVIII, obra manierista con el motivo heráldico de los “salvajes· o “tenantes”. También, la Casa-Palacio de los Pagán (hoy Banco de Santander), el Arco de Santo Domingo, que comunica con la Capilla del Rosario del siglo XVI, y la Iglesia de Santo Domingo, que cuenta con otra fachada hacia el Teatro Romea. En el centro de la Plaza hay un monumento a los Derechos Humanos y unos jardines con la peculiaridad de que están formados por decenas de macetas con flores colgadas de unos grandes expositores metálicos.
Museo de Santa Clara.
Desde la Plaza de Santo Domingo, se llega a la Gran Vía de Alfonso X el Sabio, actualmente convertida en un bulevar peatonal, repleto de terrazas de bares y restaurantes. Allí se encuentra el antiguo Convento de Santa Clara, ahora convertido en Museo. Fue palacio de emires, alcázar de reyes cristianos y monasterio de clarisas desde el siglo XIV hasta hoy, por lo cual reúne influencias árabes, góticas y barrocas.
Se me hizo tarde, pues cierra a las 18:30 y eran casi las seis cuando aparecí en la puerta. Como es gratis, entré pese al poco tiempo de que disponía. Y me dio tiempo a ver lo que más me interesaba: la alberca árabe del siglo XIII, una de las más antiguas que se conservan en España, la galería gótica del claustro y las pinturas góticas de dragones del coro.
También pude contemplar a la colección de arqueología andalusí, con maderas, zócalos y yeserías talladas y decoradas, los restos de una cubierta de mocárabes y la imagen de una mujer tocando una flauta (mizmar). Finalmente, eché un vistazo a la exposición “Tiempos de Silencio”, que reúne en la planta primera números cuadros, esculturas, piezas y otros objetos religiosos de las clarisas.
Teatro Romea.
Al terminar en el Museo de Santa Clara, retrocedí hasta la Plaza de Santo Domingo y, tras cruzar el Arco de Santo Domingo, salí a la Plaza de Julián Romea, donde se encuentra el Teatro Romea, construido en 1862. Posteriormente, sufrió varios incendios que lo dejaron en ruinas. De inspiración neoclásica, la fachada presenta rasgos eclécticos y destaca por su intenso color rosa. La última reconstrucción concluyó en 1985 y lleva en la actualidad el nombre del famoso actor murciano.
Calle Platería, Plaza de Santa Catalina y Plaza de las Flores.
Pateando por aquí y por allá, llegué a la calle Jabonerías y luego a la calle Platería, otra de las destacadas en Murcia, cuyo nombre se debe a que antiguamente en sus alrededores ejercían su oficio los orfebres, plateros y joyeros. Hoy en día hay tiendas de todo tipo. Más tarde, aparecí en la Plaza de Santa Catalina, donde se encuentra el Monumento a la Inmaculada, el Edificio de la Unión y el Fénix y la Iglesia de Santa Catalina, que estaba abierta; así que entré a echar un vistazo. Después, seguí hasta la Plaza de las Flores, una de las más conocidas y concurridas de Murcia, que cuenta con una fuente central y la escultura en bronce de “la niña de las flores”. También hay varias tiendas de flores. Daba el sol de frente, así que un poco complicado tomar fotos algo decentes.
Mercado de las Verónicas.
A través de la Plaza de San Pedro, llegué al Mercado de las Verónicas, con sus puestos tradicionales de carne, fruta, pescado y verduras. Se trata del típico mercado de abastos de toda la vida, cuyo edificio fue construido a principios del siglo XX, aunque en este lugar se celebraban mercados desde el siglo XV. Una de sus puertas se abre frente a la portada de la antigua Iglesia de las Verónicas, hoy convertida en sala de exposiciones.
Muralla y antemuralla árabe.
Al lado del mercado, se encuentra la única torre de la muralla árabe que se conserva en la actualidad. Se encuentra empotrada en la Iglesia de las Verónica, por lo que se supone que sirvió como pilar de carga cuando se edificó el convento. Muy cerca, está el Palacio Almudí, edificio originario del siglo XV, en gran parte destruido por un incendio en 1612 y reconstruido en el siglo XVIII. Se celebran exposiciones en su sala de columnas toscanas.
Paseo y Jardines del Malecón.
Enfrente del Mercado de las Verónicas, se encuentra este parque, construido en el siglo XVIII y catalogado como Bien de Interés Cultural. No obstante, el origen del Malecón se remonta a 1420, cuando, tras varias inundaciones muy graves provocadas por el río Segura, se decidió derribar las casas colindantes y erigir un muro para intentar contener las aguas. Muy deteriorado por el paso del tiempo, el Cardenal Belluga ordenó su reedificación en 1745. Se adentra en la Huerta y constituye el mayor pulmón verde de la ciudad; resulta muy agradable pasear junto a la orilla del río y ver el paisaje que ofrecen los puentes.
En el margen derecho, se sitúa el Jardín Botánico y el Huerto de los Cipreses. También se conserva la portada barroca del Huerto de las Bombas, que procede de un palacete de recreo rural del siglo XVII y cuyo nombre se debe a la batalla que tuvo lugar en sus aledaños en 1706, durante la Guerra de Sucesión española.
Caminando hacia la Glorieta de España, hay un mirador sobre una pasarela, muy cerca de la cual se encuentra la escultura en piedra arenisca del León del Malecón, uno de los símbolos de Murcia, si bien se trata de una réplica, pues el original está expuesto en el Museo de la Ciudad.
Puente Viejo o Puente de los Peligros.
Situado frente a la Glorieta de España, este puente de piedra es el más antiguo de la ciudad, ya que data del siglo XVIII, cuando se construyó para unir el Barrio del Carmen con el centro histórico. Su nombre se debe al Templete de la Virgen de los Peligros, situado en uno de sus extremos. Y es que por entonces todo el que pasaba por el puente se encomendaba a la Virgen para pedir protección frente a las riadas del río Segura.
Desde este puente y a lo largo del paseo junto al río es posible también contemplar el curioso monumento al Entierro de la Sardina, que se halla dentro del agua, sobresaliendo la cabeza y la cola.
Jardín de Floridablanca.
Tras cruzar el puente, seguí caminando hacia el Barrio del Carmen, hasta llegar a este parque, uno de los más antiguos de la ciudad, ya que fue creado a mediados del siglo XIX. Declarado Bien Cultura y Jardín Histórico, su nombre se debe al Conde de Floridablanca, que cuenta con un monumento allí. También pude ver, enfrente, la Iglesia de la Virgen del Carmen. Sin embargo, lo que más me gustó fueron sus árboles de enorme porte y raíces, en particular ficus, jacarandas y álamos.
De regreso al centro, pasé por la Plaza de los Camachos, donde antaño se celebraban desfiles y festejos taurinos que los vecinos contemplaban desde sus casas, y en la que se encuentra también una escultura de homenaje al sardinero.
Palacio Episcopal.
La Diócesis de Cartagena data del siglo I, ya que, según se asegura, fue en sus playas donde desembarcó el Apóstol Santiago para iniciar la evangelización de las tierras de Hispania. El edificio actual data del siglo XVIII y presenta influencias del manierismo italiano.
Tiene planta cuadrada y un patio central de tres arcadas dóricas y con mucha decoración, en torno al cual se distribuyen las crujías, de uno de cuyos portales arranca su famosa escalera imperial. Tanto el patio como la escalera se pueden visitar de forma gratuita, entrando por la puerta central de la fachada norte (Plaza del Cardenal Belluga). Horario: 09:00 a 14:00 y 17:00 a 20:00.
La puerta lateral derecha de la fachada norte da acceso a la Capilla Pública con la Adoración Perpetua del Santísimo Sacramento, que está abierta las 24 horas del día y constituye una joya del barroco en transición al rococó.
La fachada sur da a la Glorieta de España y cuenta con una única puerta central, bellamente decorada y protegida por una artística reja, enfrente de la cual hay una plaza en cuyo centro está una escultura dedicada al Cardenal Belluga, que se puede ver también desde el interior del Patio.
Haciendo ángulo en L aparece lo que se conoce popularmente como el Martillo, espigón saliente porticado de tres plantas con un balcón que servía al Obispo de mirador privilegiado sobre el río Segura. El conjunto fue restaurado a principios del presente siglo. Al lado se instaló el Monumento a la Palmera.
Jardín de la Glorieta y Casa Consistorial.
Este lugar, situado frente al río Segura, ha recibido diversas denominaciones a lo largo del tiempo. Data de 1821 y, entre bonitos jardines y varias fuentes, alberga el edificio del Ayuntamiento o Casa Consistorial, que se construyó en el siglo XIX. Destaca su portada con columnas corintias que soportan un frontón, en cuyo centro hay un reloj provisto de carrillón que da las horas con música típica murciana. Llama la atención su intenso color rosa.
En la Plaza Belluga (la de la Catedral y el Palacio Episcopal) se sitúa un edificio anexo de la Casa Consistorial diseñado por el famoso arquitecto Rafael Moneo, con una fachada muy vanguardista que por la noche cuenta con una iluminación especial.
Museo de la Iglesia de San Juan de Dios.
Muy cerca del Palacio Episcopal, se encuentra este Museo, compuesto de tres partes, una arqueológica, con los restos del alcázar y la muralla del siglo XII, una exposición del escultor Juan González Moreno, y la Iglesia de San Juan Bautista, del siglo XVIII, de planta oval, decorada con yeserías de estilo rococó, retablos de arquitecturas fingidas y un retablo mayor realizado en mármoles y jaspes.
Además, en la iglesia se expone una importante colección de imaginería religiosa de los siglos XV a XX. No es que yo sea una entusiasta de esta manifestación artística, pero me gustó lo que vi en el interior de la iglesia, en especial la cúpula y sus pinturas, así como el predominante tono azul de los muros. La entrada es gratuita.
En otros momentos a lo largo de mis paseos por la capital murciana, me topé con otros lugares como el Palacio de los Pacheco, la Iglesia de Santa Ana (barroca, siglo XVIII), la Plaza de Toros de la Condomina, inaugurada en 1887, la Iglesia de la Merced (barroca, del siglo XVIII) y el Campus Universitario de la Merced, en cuya Facultad de Derecho se conserva el claustro y el pozo del Convento de la Merced, de principios del siglo XVII. En las inmediaciones, me llamó la atención el enorme edificio de la Facultad de Letras, de 1967, frente al cual hay una alta pérgola en forma de herradura.
Dos lugares destacados a los que no me acerqué son el Museo Salzillo (no me gusta demasiado la temática), situado en la Iglesia de Nuestro Padre Jesús, y el Museo de Arqueología (ya estaba un poco saturada de ver sitios).
Paseos nocturnos.
Al caer la noche, nos dedicamos a pasear, ya que la temperatura era estupenda y había muy buen ambiente: parecía mayo en vez de enero, con multitud de personas sentadas en las terrazas o dando una vuelta por las calles. También fuimos a dar una vuelta por los Jardines del Malecón.
El jueves, cenamos de tapas en la Taberna Los Zagales, cuyo origen se remonta a 1929. Aunque estaba a tope, tuvimos suerte y pudimos colarnos en la barra justo cuando otra pareja se marchó. El viernes, ya fue imposible. Por cierto que las tapas murcianas son muy variadas y están bastante buenas.
También aproveché para tomar algunas fotos nocturnas de los lugares que había visitado de día.
Alrededores de Murcia capital.
Los dos lugares más interesantes para visitar en las inmediaciones de la capital murciana son el castillo y la Cruz de Monteagudo y el Santuario de la Virgen de la Fuensanta.
Castillo y Cristo de Monteagudo.
Nos acercamos el primer día, por la mañana, antes de hacer el check-in en el hotel. Se trata de una pequeña colina que siempre ha despertado mi curiosidad al ver Murcia desde la autovía. Y es que, en medio del panorama llano de la Huerta y la Vega del Segura, destaca mucho este promontorio rocoso de 149 metros de altura, en el que se vislumbran los restos de un castillo, coronado por una colosal escultura de un Cristo de 14 metros de altura con los brazos extendidos.
Se encuentra a unos ocho kilómetros del centro histórico, así que hay que ir en coche. Al poner los datos del “mirador”, el navegador nos llevó a través de las casas del pueblo de Monteagudo hasta un solar que sirve de aparcamiento, para luego seguir caminando hasta la base del conjunto, que rodeamos, viendo diversas perspecivas, hasta llegar al mirador. Al propio castillo no se puede acceder, pues se encuentra vallado ya que se están realizando obras de consolidación y acondicionamiento
Los restos arquitectónicos corresponden a un castillo musulmán del siglo XI, que fue refugio natural y residencia de los emires. Posteriormente, con la reconquista pasó a manos cristianas y se sabe que Alfonso X el Sabio lo visitó al menos en dos ocasiones. La escultura original del Cristo se colocó en 1926 y era más alta que la actual, que fue erigida en 1951, tras el derribo de la anterior durante la Guerra Civil Española.
Vistas panorámicas.
Después de contemplar durante un rato la amplia panorámica que nos ofreció el lugar, fuimos hasta el Centro de Visitantes e Interpretación de Monteagudo, que cuenta con un pequeño pero interesante museo sobre la historia del castillo y del lugar donde se asienta, habitado desde la Edad del Bronce. Es gratuito. Además, desde la puerta de acceso, la vista de la colina con el castillo y el Cristo es muy buena. También existe la posibilidad de hacer una ruta de senderismo de unos 6 kilómetros que recorre los lugares más emblemáticos de la zona.
Museo y, al fondo, el cerro, los restos del castillo y la Cruz.
Interior del Museo.
Interior del Museo.
Santuario de la Fuensanta.
Está ubicado en la ladera de una colina arbolada en el Parque Regional El Valle y Carrascoy, a unos cinco kilómetros del centro: así que llevamos el coche, que dejamos en un amplio aparcamiento, muy cerca del cual hay una fuente renacentista. Se trata de un templo barroco de principios del siglo XVIII, que consta de tres naves y donde se custodia la imagen de la Virgen de la Fuensanta, Patrona de Murcia. Su nombre proviene de una fuente que manaba en las inmediaciones, a cuyas aguas los lugareños empezaron a atribuir propiedades curativas. Al lado, conectado mediante un arco, se encuentra un monasterio benedictino.
Merece la pena visitar el interior (la entrada es gratuita) para admirar los espléndidos relieves y esculturas que contiene, así como los murales y las pinturas al fresco de la cúpula, que representan al pueblo y la historia de Murcia con sus personajes más destacados: Alfonso X el Sabio, el Cardenal Belluga, el Conde de Floridablanca, Francisco Salzillo…
En cuanto a las vistas panorámicas, las mejores se obtienen desde una terraza volada a la que se accede subiendo unas escaleras que conducen a la Casa del Cabildo o del Sacristán, un curioso edificio de estilo neoárabe, seguramente muy bonito en sus buenos tiempos, pero que ahora está abandonado. Desde el mirador, se contempla toda la Vega murciana.
El Mirador de la Cresta del Gallo.
En las proximidades, existen otras ermitas y monasterios, pero preferimos acercarnos a este balcón natural, a 5 kilómetros del Santuario de la Fuensanta. El entorno de bosque mediterráneo es muy bonito, un verdadero pulmón verde para la ciudad de Murcia.
Situado a 523 metros de altitud, ofrece unas vistas panorámicas amplísimas del Valle del Segura, la Huerta y la ciudad. Existen un sendero que asciende por la llamada Senda del Lobo, PR-MU 50, pero ni teníamos tiempo ni era nuestra intención hacer esa caminata, así que subimos en coche por una pista asfaltada muy empinada y con multitud de curvas, aunque sin peligro porque en la zona más estrecha se bifurca, proporcionando caminos distintos para la subida y la bajada de los vehículos.
Y aquí acaba mi relato de nuestra escapada de dos días a la capital murciana y sus alrededores, que nos ha resultado más interesante de lo que habíamos previsto en un principio. Desde luego, aunque, naturalmente, no vimos todo lo que hay que ver, sí que nos dio tiempo a ver todo lo que queríamos, incluso dándole varias vueltas, por lo tanto creo que en una jornada se puede visitar la ciudad bastante bien, entrando incluso en varios de sus monumentos más destacados. Lo único, recordar que ahora mismo no se puede ver la fachada principal de la Catedral, pues está en obras y tapada. Tendremos que volver en algún momento en el futuro para cambiar esta foto
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