Hemos estado varias veces en esta hermosa villa. Creo recordar que la primera vez fue hace unas tres décadas, a mediados de los años noventa. Pero como tengo intención de retroceder tanto en el tiempo, en esta etapa me referiré a una de nuestras últimas visitas, después de pasar unos días en Benasque durante unas vacaciones veraniegas.
Aínsa es una localidad pirenaica-aragonesa de la provincia de Huesca que cuenta con unos 2.000 habitantes censados. Dista 169 kilómetros de Zaragoza (dos horas en coche) y está situada a 589 metros de altitud sobre el nivel del mar, en la confluencia de los ríos Cinca y Ara. Ostenta la capitalidad de la comarca de Sobrarbe junto con Boltañá. Su casco antiguo está declarado Conjunto Histórico Artístico y Bien de Interés Cultura y el municipio está rodeado por espacios naturales privilegiados, pues el Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara se encuentra en parte en su término municipal y, además, es un punto de referencia de camino hacia el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido o el Parque Natural Posets-Maladeta.
Situación de Aínsa en el mapa peninsular e itinerario desde Zaragoza sugerido por GoogleMaps.
Se trata de una localidad muy turística, asi que es mejor evitar los puentes y fines de semana. Además, pese a su situación geográfica, hemos sido testigos de que en Aínsa puede llegar a hacer mucho calor en verano, tal como nos sucedió en esta ocasión. Y es que, curiosamente, está a menor altitud que Madrid.
Procedentes de Benasque, llegamos por la N-260 y, desde lejos, ya pudimos apreciar el bonito panorama que ofrece la villa medieval, situada en alto. Tras cruzar el puente sobre el río Cinca, para evitarnos problemas de tráfico, fuimos directos a dejar el coche en un aparcamiento municipal que se encuentra en la parte baja de la población. Además, tampoco resulta demasiado gravoso subir unas cuestas y/o escaleras que habrá que afrontar de todos modos para hacer la visita.
No tardamos en toparnos con el cartel que acredita a Aínsa como uno de los Pueblos Más Bonitos de España, según el catálogo de la correspondiente Asociación. Y creemos que en este caso la realidad hace honor al título, ya que el núcleo medieval es pequeño pero muy bonito. Si la Oficina de Turismo no estuviera abierta, en las calles hay repartidos paneles informativos con los sitios que deben verse y su correspondiente recorrido. Algunos de estos carteles están escritos en "aragonés central", lengua propia que todavía se habla en las comarcas de La Jacetania, Alto Gállego, Sobrarbe y la parte occidental de Ribagorza, si bien ya bastante castellanizado.
El punto más importante -y concurrido- de Aínsa es, sin duda, la Plaza Mayor, espacio rectangular abierto al Castillo y porticado en dos de sus lados, flanqueado por fornidas casas de piedra, entre las que destaca el edificio del Ayuntamiento. Su aspecto medieval resulta tan convincente que ayuda a retroceder en el tiempo para ponerse en situación.
En esta plaza, se celebra cada primer domingo de septiembre de los años pares un festejo que se llama La Morisma y que recrea la leyenda de la victoria de las tropas del Rey García Jiménez sobre los musulmanes en el año 724, gracias a la ayuda divina en forma de una cruz de fuego. En el siglo XVII, se construyó el monumento de la Cruz Cubierta, a las afueras de la población, en el lugar donde se supone que se produjo la aparición. No obstante, no existen evidencias históricas no ya del milagro sino tan siquiera de la presencia de ejércitos musulmanes en la zona en aquella época.
También se asoma a la plaza, aunque sin formar parte de la misma, el campanario de la Iglesia de Santa María, templo románico que se empezó a construir en el siglo XI y que fue consagrado en 1181. Consta de una sola nave con bóveda de medio cañón y la torre cuenta con saeteras, ya que se utilizó para la defensa de la villa, situada en la línea de defensa de los territorios cristianos durante el siglo XII.
Desde la Plaza Mayor salen dos calles casi paralelas, Gonzalo I (Mayor) y Santa Cruz, que merecen un paseo tranquilo, pues en ellas se agrupa un buen conjunto de típicas casas aragonesas con sus portadas y rejas, entre las que destacan la Casa de Bielsa, del siglo XVI-XVII, con ventanas geminadas, y la Casa Arnal, del siglo XVII.
Además, contemplamos los Arcos que constituyeron antaño las puertas de la muralla, el Portal de Arriba (siglo XII), el Arco del Callizo (siglos XIV-XV) y el Portal de Afuera o de Abajo (siglo XV), que da paso a la antigua Judería. Cruzando el Arco del Callizo, se accede a un estupendo mirador sobre el río Cinca, los campos adyacentes y la Peña Montañesa.
Por lo demás, continuamos caminando entre las casas, agradeciendo la sombra que proporcionaban las recias fachadas, algunas con flores y todas impolutas, sin desentonar con el ambiente medieval incluso las construcción más reciente o rehabilitadas.
Se nos había hecho un poco tarde y era hora de almorzar. En verano, hay que andarse con ojo, pues los restaurantes suelen estar muy concurridos. Así que no quisimos indagar más y aprovechamos para sentarnos en una mesa libre que vimos en el exterior, pero bajo los soportales, buscando la protección de un sol inclemente que empezaba a pegar fuerte. Comimos bien, aunque tampoco voy a recomendar el restaurante porque ignoro si hay opciones con mejor relación calidad/precio.
Después, fuimos a visitar el recinto del Castillo, cuyo origen se remonta al siglo XI, si bien no se conserva demasiado de la primitiva fortificación medieval, pues se emprendieron diversas modificaciones en los siglos XVI y XVII, con objeto de defender las fronteras pirenaicas aragonesas y a cuya época corresponden los muros, habilitados para el uso de artillería, y las torres, en una de las cuales se encuentra ubicado el Ecomuseo de la fauna pirenaica. A partir del siglo XVIII el recinto cayó en desuso, si bien volvió a utilizarse como fuerte en el siglo XIX. Actualmente, se utiliza para ferias y festivales, entre los que destaca su célebre Festival Internacional de Música.
Subimos a la muralla, que se puede recorrer por el camino de ronda, contemplando las Alcanza hasta 14 metros de altura, cuenta con dos accesos y presenta buenas vistas de la villa, la Peña Montañesa y el Embalse Mediano.
Sin embargo, las mejores panorámicas son las que miran hacia Boltañá y los Pirineos, sobre todo en en días claros –como era el caso-, cuando se llegan a divisar cimas como Monte Perdido (3.348 metros), el Cilindro-Mallo de Marmorés (3.325 metros) y el Pico Añisclo (3.257 metros). Impresionante.
El calor se había vuelto casi insufrible. Así que regresamos a nuestro coche y dejamos Aínsa, pues nos apetecía darnos un reconfortante chapuzón en las fantásticas Pozas del Río Ara.