Y todo un fin tiene un comienzo....
Allá por junio de 2004 (se cierra el círculo, casualmente) un grupo de amigos y residentes en Madrid nos acercamos al Parque Warner a pasar una jornada llena de emociones. Recuerdo haber empezado la jornada yendo directamente a la atracción de “Stunt Fall” con el ansia de los que se van a comer el mundo, salir pálido y tembloroso de la experiencia, enganchar sin solución de continuidad con la atracción de la montaña rusa de Superman y echar hasta los higadillos al finalizar la misma. También recuerdo con especial “cariño” estar tirado una media hora en un banco del parque, todo náusea, tratando de recuperar el equilibrio y la compostura acompañado por la que, años más tarde, sería mi mujer…
El resto de la jornada, por tanto, yo ya me la tomé con calma, se acabaron las emociones fuertes, nos remojamos de lo lindo, eso sí, y pasamos en definitiva un día divertido e inolvidable pero con el convencimiento de que los parques de atracciones, en lo que a cacharrería se refiere, iban a ser una cosa a evitar en el futuro. Obviamente, el nunca digas nunca jamás y el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra se cumplió, como no podía ser de otro modo: al año siguiente tocó Port Aventura y el Dragon Khan volvió a hacer estragos. Uno que no aprende…
Por tanto, tal y como reza el título del diario, nos encontramos a una persona con tendencia al mareo en según qué casos (no aplicable a barcos y aviones, por contra) y que le ha cogido respeto a según qué emociones y, por tanto, voy a enfocar el contenido de estas líneas desde el prisma de alguien con prevenciones al respecto y enfocado a un nivel subterráneo en lo que a adrenalina en estado puro se refiere.
Comenzamos.
Allá por junio de 2004 (se cierra el círculo, casualmente) un grupo de amigos y residentes en Madrid nos acercamos al Parque Warner a pasar una jornada llena de emociones. Recuerdo haber empezado la jornada yendo directamente a la atracción de “Stunt Fall” con el ansia de los que se van a comer el mundo, salir pálido y tembloroso de la experiencia, enganchar sin solución de continuidad con la atracción de la montaña rusa de Superman y echar hasta los higadillos al finalizar la misma. También recuerdo con especial “cariño” estar tirado una media hora en un banco del parque, todo náusea, tratando de recuperar el equilibrio y la compostura acompañado por la que, años más tarde, sería mi mujer…
El resto de la jornada, por tanto, yo ya me la tomé con calma, se acabaron las emociones fuertes, nos remojamos de lo lindo, eso sí, y pasamos en definitiva un día divertido e inolvidable pero con el convencimiento de que los parques de atracciones, en lo que a cacharrería se refiere, iban a ser una cosa a evitar en el futuro. Obviamente, el nunca digas nunca jamás y el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra se cumplió, como no podía ser de otro modo: al año siguiente tocó Port Aventura y el Dragon Khan volvió a hacer estragos. Uno que no aprende…
Por tanto, tal y como reza el título del diario, nos encontramos a una persona con tendencia al mareo en según qué casos (no aplicable a barcos y aviones, por contra) y que le ha cogido respeto a según qué emociones y, por tanto, voy a enfocar el contenido de estas líneas desde el prisma de alguien con prevenciones al respecto y enfocado a un nivel subterráneo en lo que a adrenalina en estado puro se refiere.
Comenzamos.
