7 de diciembre de 2009
¡Se acabó lo que se daba! Hoy nos hemos levantado muy temprano y conscientes de la triste realidad de que hoy tocaba regresar a España.
El desayuno ha sido rápido, no había tiempo para “Le pain quotidien” y sus mermeladas biológicas. Eso sí, hemos llegado caminando hasta el barrio de Marolles, pasando por el Palacio de Justicia, lleno de vida y Letrados con togas que entraban y salían (las togas parecidas a las españolas, pero con una especie de corbata blanca por delante). Nos sorprende que las llevan puesta al trabajo, me recuerdan a los niños cuando van al cole los lunes por la mañana con las batitas puestas.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Incluso parece que hoy se estrena uno de ellos y le acompaña toda su familia.
Y… hablando de lunes por la mañana, también en Marolles hay otro ambiente de vida cotidiana y se ven filas de niños, gente que va a sus trabajos y un café, por cuyo cristal miramos tímidamente, donde desayunan los vagabundos o gente marginal (¡!)
Cuesta trabajo pensar que haya gente que pasa necesidad en Bruselas mientras te paseas por el distrito que viene a continuación, el del Sablon, con sus elegantes tiendas… mientras vamos hablando de cómo será la vida aquí, sueldo medio y demás, mi marido sigue recogiendo con su cámara mil y un detalles y, es que Bruselas está llena de pequeños guiños aquí y allá, invitándote a detenerte en cada esquina.
Una pared pintada, una figura graciosa… sólo hemos estado dos días y nuestra sensación es que ésta es una ciudad de escondidos encantos, discreta y sutilmente bella.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Una ciudad con estilo y …muy civilizada, ni un papel, ni un mal tono por las calles. La gente es muy educada y amable. No les cuesta sonreír y parecen disfrutar de un fino sentido del humor. Lo dicho, si no fuera por la humedad, debe de ser agradable vivir aquí y disfrutar de sus zonas verdes y sus chocolates… ah, sus chocolates. Nos detenemos en Wittamer, junto con Pierre Marcolini, una de las chocolaterías más afamadas, y.. aunque los precios son de escándalo cargo con unas galletas Speculoos de chocolate y con otras tradicionales, esta vez de Dandoy.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Terminamos haciendo la ruta del chocolate, y nuestras hijas se meten en todas aquellas chocolaterías que cuentan con fuente de chocolate y degustación gratuita (menos mal que no nos conoce nadie).
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Llegamos hasta la zona de la Grand Place y Galerías Saint-Hubert. Largas filas de niños llegan hasta la Grand Place para visitar el belén. En las Galerías Reales se cruzan con un pintoresco escocés aunque mirán más a nuestras hijas, seguramente preguntándose por qué no tienen clase.
Vuelta a la calle del Manneken Pis (ya le han quitado el traje de San Nicolás) y, en una tienda que hay al lado, miro por si encuentro algún recuerdo gracioso del famoso niño meón. Son todos decididamente horrorosos y va a ser que no. Nos vamos metiendo por aquellas calles por las que aún no hemos pasado y nos damos cuenta de que en todas podríamos pararnos cuarenta veces a mirar este escaparate lleno de encajes, esta pared ilustrada con un comic, esta tienda de antigüedades, aquella de retratos de perros.. Somos conscientes de la gran cantidad de cosas y rincones pintorescos que todavía nos quedan por ver y que en este viaje van a quedarse en el tintero.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Pero el tiempo va pasando y hemos de volver, despacito hacia el hotel, recoger las bolsas de viaje que hemos dejado en recepción y hacer lo que hicimos el primer día, sólo que en dirección contraria, metro hasta Gare du Midi, autobús al Aeropuerto de Charleroi y para comer, un bocata y gracias, no da para más. Por cierto, el día de vuelta, hoy, hace un sol espléndido, pero le perdonamos a Bruselas está broma malvada y nos despedimos, con afecto y en bruselandio (como decía mi hija pequeña) de la capital de Bélgica. Realmente hemos disfrutado de este pequeño viaje. À bientôt!