Sin tiempo para mentalizarme.
Así empieza mi viaje, acabando de trabajar a las 12.00 y cogiendo el vuelo a las 16.00. Y así lo prefiero. Otros años, cuando he viajado a la semana de coger vacaciones, esa semana lo paso fatal. Doy tiempo a mi cuerpo a relajarse y entonces vienen todos los males del estrés llevado durante todo el año. Esta vez salimos el mismo día que dejo de trabajar, así que let's go!
La intención es salir pronto, pero cuando vas con un niño de 9 años el tiempo es relativo. Comemos antes de salir, y entre pitos y flautas llegamos al aeropuerto sobre las 13.00. Sorpresa! Una cola interminable para facturación. La intranquilidad inicial sube un poco cuando el señor que nos precede nos dice que su vuelo sale a las 18.00... y ya está haciendo cola! Pero con el tiempo y con la velocidad que avanza la cola confirmamos que vamos bien.
Facturamos maletas, pasamos controles y ya estamos en la zona de las puertas de embarque. Aún nos queda más de 1 hora para que empiece el embarque, así que tomamos un refresco y hacemos tiempo.
El primer vuelo, operador por Lufthansa, nos lleva a Frankfurt. Sale puntual y sin contratiempos.

Una vez en Frankfurt nos toca pasar control de aduanas. No es que tengamos mucho tiempo de transfer, pero el estrés y la ansiedad nos lo ponemos nosotros solitos. Todo bien, pasaportes en regla y hacia la puerta de embarque. Nos toca el vuelo más largo de los 3. De Frankfurt a Shanghai. Y, ahora sí, con avión de Air China.

Al poder reservar los asientos con anterioridad, cogimos los 3 que están juntos desde la ventana al pasillo. El avión sale puntual. Lo primero que vemos es que los asientos no están tan mal. Amplios, cómodos y con el material habitual: auriculares, manta y almohada. De ahí pasamos al multimedia onboard. La mayoría del multimedia es chino y el occidental, todo en inglés. Menos mal que le descargué series y películas en la tablet a mi hijo.
Al poco de despegar nos ofrecen la primera comida. Nosotros menú occidental y, en el caso de mi mujer, sin gluten. Comida de avión, nada más que añadir.

Se hace difícil conforme avanzan las horas. Mi hijo se tumba con la cabeza en el regazo de mi mujer y las piernas estiradas con los pies encima mío. Va a ser el único que duerma con cierta tranquilidad. Algo que he comprendido con este viaje es que ya no tengo 30 años (tengo 41). Se hace más difícil conciliar el sueño cuando no estás cómodo. E insisto, los asientos, a parte de reclinarse, también se desplazaba la parte del asiento hacia delante, favoreciendo un poco más el reclinado. Pero son muchas horas. Leer, series, alguna cabezada... hasta que llega la segunda comida.
Antes de salir me convencí de no mirar la hora ni el mapa de ruta para no desquiciarme con lo que pudiera quedar para llegar a Shanghai, pero si están entregando la segunda comida es buena señal. Otra vez, menú occidental con ternera. Sin gluten para mi mujer.
Llegamos a Shanghai sin problemas y a la hora. Pasamos un control super exhaustivo. Aún queda el último vuelo, de no más de 4 horas.

Salimos hacia Tokyo con la tranquilidad que, cuando lleguemos, será de noche y podremos ir a dormir. Entendemos que no nos afectará el jet lag, nunca lo ha hecho cuando vamos hacia el Este, así que podremos descansar una vez aterrizados.
Llegamos a Narita. Último vuelo sin contratiempos. Una vez en Narita, y sin recordarlo, toca pasar aduana. Más de 1 hora! Es desmoralizante. Una vez pasado el trámite, recogemos maletas y nos vamos al Currency Exchange a cambiar los yenes. Habiéndome informado previamente, vamos al que nos da un cambio más favorable en ese momento. Recomiendo hacer este estudio previo, sobre todo si se va a llevar bastante efectivo, como hicimos nosotros.
Una vez listos, me doy cuenta de mi primer problema. No había reservado Narita Express. En un principio me preocupó que no hubiera disponibilidad, pero es que tampoco sabes a ciencia cierta cuándo vas a poder cogerlo. Afortunadamente había billetes de sobra y podemos llegar a Tokyo en el Narita Express. Esto le hace especial ilusión a mi hijo, fan de los trenes, ya que tiene el Narita Express de Takara Tomy desde hace años y verlo en persona le hizo mucha ilusión.
Le hizo tanta ilusión que de Narita a Tokyo se durmió

Una vez llegados a Tokyo, ya casi las 22.00 de la noche, decidimos coger un taxi al hotel. Mi hijo, que es el que más ha dormido en el avión, no puede con su alma, así que le evitamos los trámites del transporte público.
Cogemos el taxi en la estación de Tokyo dirección al hotel Villa Fontaine Grand Tokyo-Shiodome. Nos quedamos sorprendidos de lo espectacular que es la recepción. Hacemos el check-in y subimos a la habitación. Nos miramos y confirmamos que hemos acertado con el hotel.

Bajo a un konbini que tenemos al lado, compro algo de cenar y me vuelvo a la habitación. Una vez cenados, nos duchamos y nos vamos a dormir. Y así empieza nuestro gran viaje...