La cocina de la Nación...
Según dicen así se conoce a Osaka, ya que ha sido una ciudad conocida por su cocina durante siglos. No digo que no...
Hoy es el último día de turismo, mañana al mediodía ponemos rumbo a España. Va a ser un día tranquilo, sin prisas y multicolor. Es una buena despedida del país nipón. Osaka siempre me ha parecido una ciudad vibrante y animada, sobre todo por la noche.
Ayer ya dejamos las maletas medio preparadas, así que salimos del hotel con calma. Queremos que Kenzo vea el castillo de Osaka ya que, para mí, el exterior es uno de los más bonitos que he visto. Aún me quedará por ver el de Matsumoto... ya veremos. En un principio estaba planificado dar un paseo desde el hotel al castillo, pero el calor no da tregua, así que cogemos el metro hasta la estación de Morinomiya. Llegamos y, aunque es una de las estaciones que rodea el castillo, aún tenemos unos 10 minutos andando por el parque y paseando por la fortaleza. El castillo ya empieza a asomar.


Aunque su historia se remonta a 1583, la torre principal, que es el icono del castillo, se reconstruyó en 1931. Hoy en día, el castillo hace las veces de museo de su propia historia. Está totalmente reformado, cada una de sus plantas tiene una función, ya sea de exposición de elementos originales, armaduras samurai o toda una planta dedicada a la historia de cómo Toyotomi Hideyosi ordenó la construcción del castillo, así como a su construcción. Toyotomi Hideyoshi, conocido como el 'Napoleón de Japón', comenzó la construcción en 1583. Desde entonces, el castillo de Osaka ha sido escenario de varios conflictos, siendo incendiado y reconstruido varias veces.


En una de las plantas Kenzo aprovecha para disfrazarse de Toyotomi Hideyoshi, precisamente. Hay varias armaduras que elegir, con sus propias katanas que NO se pueden desenvainar, lo deja muy claro la señora y, una vez vestido de samurai, te hacen una foto en un fondo verde que, si pagas, te permite descargar la foto con un fondo muy original.
Los alrededores del castillo son dignos de perderse. En primavera lucen más, con todos los cerezos en flor, pero vemos gente haciendo yoga, personas tomando el té e incluso un grupo de taiko. Nos acercamos a verlos y, muy amablemente, nos ceden los palos para que sigamos el ritmo marcado por uno de ellos. Kenzo, encantado.
Dejamos el castillo atrás y volvemos al metro. Empezamos a tener apetito y nos acercamos a uno de los distritos más coloridos y con más variedad de restaurantes de la ciudad. Shinsekai.
Shinsekai ha recibido muchos esfuerzos locales para renovar la zona que han dado nueva vida al barrio, el cual lucha por mantener su alma distintiva. Shinsekai actualmente ofrece una mezcla única de atracciones culturales, gastronómicas y de ocio. No siempre fue así, ya que Shinsekai fue uno de los barrios más pobres de la posguerra en Japón, llegando a ser catalogado como uno de los más peligrosos del país. Hoy, Shinsekai es una zona que ha conserva el ambiente de los viejos tiempos de Osaka, llena de carteles coloridos y vallas retro, siempre bajo vigilancia de la Torre Tsutenkaku. Esta vez no subiremos, hemos venido al barrio a degustar la comida de la zona.



De los platos más famosos de la zona es el kushikatsu, llámese a las brochetas de carne, pescado, marisco o verduras fritos. Pero Osaka es también famosa por sus Okonomiyakis, y eso es lo que he venido a buscar yo hoy. Entramos a uno de sus varios restaurantes y a Kenzo le da por probar el sushi. Él, que donde más le gusta el pescado es en el mar, tiene la iniciativa de probar el sushi... así que le pedimos 2 niguiri sushi de salmón. Y no pedimos 1 porque 2 es la cantidad mínima. A parte del sushi, su última comida en Japón serán los típicos espaguetis de Osaka



Eso sí, pedimos unas buenas gyozas, o dumplings, que a eso hemos venido a Japón

Salimos sobre las 15.00 del restaurante y decidimos bajar la comida dirección Dotonbori. En mis visitas anteriores ya me pareció una zona especial, colorida, iluminada, llena de vida, y ya que salimos de Osaka, quería que fuera la última imagen de Kenzo del país. Hay unos 20 o 30 minutos de paseo, pero vamos haciendo paradas por tiendas, callejones, algún centro comercial... así que se va alargando la tarde. Decidimos pararnos en una cafetería a merendar un poco y tomar un zumo de naranja.
Ya ha anochecido, así que nos reincorporamos al camino. Dotonbori es un barrio donde puedes encontrar de todo lo relacionado con el ocio; desde restaurantes, a pachinkos (que no hemos visitado ninguno estas vacaciones), o callejones con mucho encanto.


Una de las panorámicas más bonitas y típicas de Dotonbori es desde el puente Dotonbori hacia el río Dotonbori (no se han complicado con los nombres). A ambos lados del río encontramos bullicio, vida, restaurantes, y mucha, mucha gente.



Damos una vuelta por la orilla del río observando a la gente, bandas musicales cantando, gente bailando, música, luces, ruido... Kenzo dice que es la esencia de Japón. Puedo estar algo de acuerdo en que es la esencia de las grandes urbes, pero Japón tiene mucho más.
Nos acercamos a una de las postales más famosas de Osaka, el Glicoman. Os explicaría la historia del cartel y de por qué es tan famoso, pero prefiero poneros el enlace de donde saqué toda la información referente a este icono de la ciudad.
Historia del cartel de Glico

Va siendo hora de escoger restaurante para cenar, y hoy, última noche en el país, le tengo una pequeña sorpresa guardada a mi mujer. Si no nos dicen lo contrario, he encontrado un restaurante gluten-free en el que poder probar okonomiyakis, yakisobas, gyozas,...
OKO - Fun Okonomiyaki Bar
Si pasas por delante quizás te da un poco de recelo, pero una vez entras los prejuicios desaparecen. El sitio es especial. Lo gestiona una sola chica, muuy simpática, sin ningún tipo de ayuda. Ella depende que los comensales traten bien el local, recojan sus bandejas y limpien la mesa cuando acaben. El local está decorado... diferente, dejando que los clientes escriban y dibujen en las paredes dedicatorias, dibujos, firmas,... Pero lo importante es la comida. Mi mujer se pidió unas gyozas y unos yakisoba, todo sin gluten, mientras que Kenzo y yo nos pedimos gyozas, como no, y unos yakisoba normales. Espectaculares!

Otra cosa curiosa del local es que tiene bote de propina. En Japón las propinas no están bien vistas, o así lo hemos entendido nosotros siempre que hemos ido. Nos chocó bastante ver el bote y, conociendo la situación y el esfuerzo que hace la chica por mantener el negocio ella sola, pues colaboramos lo que pudimos.
Y, ahora ya sí, nos despedimos de nuestra última noche en Japón y nos ponemos dirección de vuelta al hotel. Mañana empieza nuestro camino de vuelta...