Amanecemos ya en Tokio después de una noche entrando y saliendo del sueño en la sauna/autobús. El resto de pasajeros usaban la manta, pero nosotras al ir detrás del todo encima del motor las mantas no las queríamos ni ver
Nuestro autobús lo elegimos porque hacía parada en la estación de autobuses junto a la estación de Tokio. Si vais a coger uno, tened en cuenta en que parte de Tokio es la parada, hay algunos que ni siquiera paran en la ciudad y van directos a Disneyland por ejemplo, o que te dejan en la liosa estación de Shinjuku que no me parece el lugar "óptimo" para iniciar una andadura en Tokio, mucho menos si lleváis equipaje. A nosotras, por nuestro plan del día, nos interesaba esta parada.
Aprovechamos los baños de la estación de autobuses para asearnos un poco y cambiarnos a la ropa de día. Cruzamos a la estación de tren y dejamos nuestras maletas de mano en una de las múltiples taquillas que hay por todas partes. Como consejo, guardad en google maps o donde queráis la ubicación de las taquillas que utilicéis, porque de verdad, hay muchas en distintos puntos de las estaciones, incluso de diferentes empresas en la misma zona. Marcadlo y luego vais sobre seguro
Son apenas las 6.30 de la mañana y estamos ya listas para una nueva aventura. Salimos de la estación y echamos a caminar por las calles de Tokio. Nuestra primera parada es en un combini para conseguir algo de desayuno. Cogemos el metro hacia nuestro primer destino y al salir del metro decidimos sentarnos a desayunar antes de seguir caminando. Ni siquiera hemos sacado los onigiris cuando vemos a un policía andando a paso marcha en dirección a nosotras, tieso como un sargento. Nos ponemos en pie de un salto y nos hacemos las locas mientras seguimos nuestro camino. Una vez fuera de la vista del hombre nos da por consultar en google que leches era el edificio en cuyos alrededores nos habíamos sentado y el hombre claramente custodiaba... y resultó ser la oficina del primer ministro de Japón. Ups.
Habíamos oído que uno de los accesos al templo Hie, una de nuestras visitas de hoy, tenía escaleras mecánicas. A estas alturas del viaje estamos ya un poco perezosas... pero no las supimos ubicar y cuando vimos las escaleras con los tori, tampoco nos parecieron tantas como para necesitar mecánicas.
Accedemos por dicha entrada y visitamos el templo que está prácticamente vacío a esas horas de la mañana. Algún estudiante yendo a hacer sus peticiones y los encargados limpiando y preparando la zona.
Dejo mi goshuincho en manos de la encargada de los goshuin del templo y visitamos el recinto. Es curioso ver el contraste entre los templos y los edificios. En Kioto no resultaba tan notorio, pero aquí es que ves los templos encajados entre rascacielos o edificios enormes y modernos.
Cuando voy a recoger mi goshuincho me regalan un amuleto es una tontería pero me hace mucha ilusión y se lo agradezco mil veces a la mujer.
¿He dicho ya que empezamos a estar perezosas? Al bajar las escaleras de la entrada principal del templo echamos un vistazo a la ruta en transporte público, vemos que la diferencia entre pagar el transporte y un uber es de unos 200 yenes por cabeza... y llamamos a un uber que nos lleve desde Hie hasta el templo Zojo-ji.
El templo en si es precioso, pero su ubicación con la torre de Tokio como telón de fondo deja una vista espectacular durante toda la visita. Lo recorremos sin prisas, dejando que nuestros cuerpos terminen de despertarse y que también lo haga el resto de la ciudad.
Este templo es famoso por sus cientos de jizo. Son deidades guardianas de los niños que las familias dejan en los templos para que cuiden de sus recién nacidos o en honor a las almas de los bebés fallecidos prematuramente o incluso en el parto. Son curiosos porque todos visten un gorrito y un babero y van acompañados de un molinillo de viento. Cuando se ponen en marcha todos los molinillos a la vez es entre calmante e inquietante, depende un poco de cada persona.
Consigo otro goshuin aquí mientras visitamos el interior del templo. Creo que el incienso que tienen en este salón es de los mas fuertes que hemos olido hasta ahora. Es un olor bastante particular el del incienso de los templos japoneses, muy reconocible.
Dejando atrás el templo Zojo-ji, nos acercamos a la torre de Tokio. Quizá por la semejanza con la de París esperaba que estuviese un poco "aislada" pero que va... literalmente puedes tocarle las patas con la mano cuando pasas por su lado, la calle está apartada de la torre sólo por la acera. Puedes pasar por debajo sin necesidad de controles de seguridad ni nada, muy accesible todo aquello.
Vemos un grupo de los famosos "karts" pero ninguno va disfrazado. Con la temperatura que hace, no me extraña. Como para ponerse uno de esos disfraces que tienen que ser super calentitos.
Hacemos una parada técnica en un combini para hacernos con bebida fresca y continuamos nuestro camino hacia Azabuda Hills, un nuevo complejo comercial que alberga, entre otras cosas, nuestra siguiente parada: el museo interactivo Teamlabs Borderless. A diferencia de su hermano Planets que se desmantelará en 2026, Borderless es fijo, se queda para siempre.
Decidimos hacer caso omiso de la ruta que nos marca Google Maps y nos metemos dentro del centro comercial buscando el aire acondicionado. Resulta ser un acierto, porque el museo una vez dentro está perfectamente indicado y por fuera el maps nos llevaba a dar una vuelta interesante.
Una vez en el museo, dejamos nuestras mochilas en una taquilla cuya llave va unida a una pulsera. Metemos la revolut en el bolsillo, escaneamos nuestras entradas y para dentro.
(Me parece super curioso el efecto óptico de esta foto... no se si habréis visto otras sobre la entrada al museo, pero las letras están claramente pintadas en las paredes, deformadas a lo largo de metros de pasillo... pero si te pones en el punto correcto... quedan así, como si fuesen un holograma flotando en el aire.)
Las primeras salas nos dejan con la boca abierta, y la sensación no decae hasta prácticamente el final de la visita. Hay algunos baños dentro del museo, y también salas de descanso y máquinas de vending. Algo que me resultó muy curioso es que las máquinas tenían agua (nada cara, al mismo precio que el exterior) y al lado de la máquina de vending tenían una fuente de agua fresca para que rellenases la botella tantas veces como fuese necesario. No es por despreciar, pero en aquel momento pensé que si hubiese sido aquí en España, la fuente no estaría y el agua de la máquina tendría el precio bastante encarecido respecto al precio normal del exterior. Los japoneses en cambio no dejan de asombrarme.
El museo en si es mas que luces y diseños, realmente interactua con los visitantes. Hay que sentarse en el suelo, apoyarse en las paredes e ir con la calma... y los diseños van rodeandote y creando a tu alrededor. Una pasada.
En el acuario hago cola para pintar un pez, cosa que mis compañeras no quieren hacer. Luego se arrepienten cuando se enteran de que dentro podrían haberse sentado un ratito Hay diseños disponibles para que elijas el tipo de animal marino que quieres pintar y después hay mesas con ceras de colores para diseñarlo a tu gusto. Una vez terminado, te lo escanean y a los pocos segundos está "vivo" en el acuario con el resto de diseños.
Mi caballito de mar recibe halagos tanto cuando está siendo pintado como una vez fuera liberado en el acuario. (Cuando paso una hora mas tarde a comprobar si sigue allí, una mujer australiana incluso me da un abrazo cuando le muestro que soy "la autora" )
Probamos también la experiencia de la sala de té, pero a nuestro parecer, no vale la pena el precio. Hay cinco o seis opciones de té y un par de helados que obligatoriamente hay que pedir también un té con ellos. El helado está correcto, el té... meh, los he probado mejores... y la experiencia... pues mas de lo mismo que el resto del museo, sin nada excepcional, incluso me atrevo a decir que un poco insulsa. No os lo puedo recomendar.
Salimos del museo y volvemos en metro hasta la estación de Tokio con intención de comer. Sin embargo, la Character Street se interpone en nuestro camino. Apuesto con un chico japonés para compartir la suerte con unos objetos coleccionables. En Japón les encantan los paquetes sorpresa y los coleccionables, es una cosa fuera de serie. Lo vi observando lo que podía salir en una vitrina y justo él quería los que yo no, y viceversa... le dije que comprásemos un paquete cada uno y si nos salían los que no queríamos, los cambiábamos. Bueno... yo tuve suerte, él no. Es lo que tiene el azar. Pobrecito que cara de chasco se le quedó
Ahora si, vamos a comer. En la propia estación elegimos un local de tonkatsu y el camarero muy amable nos explica sin que se lo hayamos pedido qué es cada cosa y cómo y dónde se usa. Cuando se va nos acordamos de poco y nada, porque son muchos ingredientes, pero vale, nos las arreglaremos.
Una vez alimentadas miro la ubicación guardada en google maps y resulta que nuestras maletas están a solo unos escalones de distancia, ¡ni hecho a propósito! Recogemos nuestro equipaje y cogemos la línea Ginza para llegar a nuestro hotel. Caminamos un poco hasta encontrarlo y hacemos el check-in, pagando la estancia en el momento. Fue de los pocos hoteles que no nos permitieron pagar nada por adelantado. El hotel elegido para esa noche fue el Akihabara Nakagawa Inn
Nuestra habitación está en el cuarto piso, sin problemas porque hay ascensor. Es de estilo tradicional, con tatami y futón en el suelo. Queríamos probar la experiencia y como este hotel sólo lo tenemos una noche, aprovechamos para ello. Además de las típicas zapatillas de hotel, nos encontramos lo que bautizamos como "los tacones divinos" que ninguna somos capaces de caminar dos pasos con ellos puestos
Decidimos asearnos de verdad y descansar un poco antes de continuar y lo que iba a ser poco mas de una hora, se empieza a alargar Mis compis duermen como lirones y yo que soy incapaz, decido salir. Les dejo bien a la vista la clave del wifi del hotel, cojo el pocket wifi y las llaves de la habitación y me adentro en Tokio como una mas.
Aprovecho a visitar tiendas de mis intereses frikis sin prisa, cojo metros, voy de aquí para allá.. una tarde tranquila y productiva. A la vuelta me siento tan confiada que ni siquiera siento la necesidad de utilizar google maps. Ya soy una verdadera Tokiota
Al llegar al hotel encuentro a una de mis compis medio despierta y a la otra KO total. Está claro que los futones son cómodos Pregunto a la primera si quiere salir y ante la respuesta afirmativa, vuelvo a calzarme y vamos hasta Akihabara a dar una vuelta. Consigo de una máquina de gancho una de las solicitudes que mi hermana me había encargado y de camino al hotel paramos en un Lawson para conseguir algo de cena y desayuno para el día siguiente como ya se va haciendo costumbre.