¡Amanece un nuevo día en el país nipón!
Hacemos check-out en nuestro hotel y como llueve, llamamos a un taxi para que nos acerque a la estación Tobu Asakusa, donde habíamos quedado con Kuniko. Al igual que Haruki en Kyoto, Kuniko es nuestra guía local voluntaria. Nos acompañará a visitar Nikko. Al contrario que Haruki, ella si es guía, así que conoce datos, historia y es apasionada y enérgica durante todo el día.
Por una vez en la vida y sin que sirva de precedente (gracias a la lluvia y al taxi) llegamos muy bien de tiempo. Cambiamos las reservas de nuestro Nikko Pass y los billetes express por los billetes reales y dejamos nuestras maletas en una única taquilla grande que nos cuesta ¥600 por doce horas y caben perfectamente tres de cabina. Tanto el Nikko Pass como los billetes express los compramos previamente online en la web de Tobu. Es un poco lío conseguir la parte "express" pero Kuniko nos ayudó mucho. En el caso de ella, al igual que Haruki se lo pagaba todo, aquí al ser una excursión "cara" teníamos que pagarle sus billetes de tren.
Como todavía falta casi una hora para nuestro tren, aprovechamos a visitar el templo Senso-ji con Kuniko, que nos explica los rituales y los mitos del templo. Entre ellos están las bolas del dragón, que no son las de Goku sino las pelotas que custodian los dragones en algunas partes del templo. El ritual dice que tienes que tocar la bola y pedir un deseo, así que Kuniko nos va señalando cada una de las bolas y nosotras vamos tocando, por si acaso funciona. Donde fueres, haz lo que vieres.
Cuando se acerca la hora volvemos a la estación con una parada en un combini a por bebidas frías para el trayecto. Ya en la estación, nos dejan subir al tren y giramos los asientos para ir frente a frente todo el grupo.
Arranca el tren y Kuniko empieza a sacar cosas de los bolsillos de su mochila. Parece eso el bolsillo de Doraemon: nos obsequia unos tenugui preciosos y también otros pequeños detalles típicos japoneses. Como último regalo, nos entrega unas grullas de origami hechas por ella misma... y cuando creíamos que se había acabado... ¡sacó un montón de papeles! Como el trayecto era largo, nos estuvo enseñando cómo hacer dichas grullas, así que todas acabamos con la perfecta grulla de origami de Kuniko y los despropósitos de nuestros intentos
Tras algo menos de dos horas, llegamos a Nikko. Mi primera impresión es que me recuerda a Benasque Cogemos un autobús que entra dentro del Nikko Pass y que nos acerca a la zona de los templos. Empezamos la visita por el templo Rinno-ji, que está prácticamente vacío para nosotras. La entrada nos cuesta ¥1.200. Es aquí, después de una semana de viaje, donde vemos nuestros primeros Koi.
Desde allí vamos caminando hasta el Tosho-gu, escondido entre bosques que lo hacen aún mas místico. Aquí se nota mas la afluencia de turistas. La entrada nos cuesta ¥4.800, la mas cara hasta el momento.
Parece que sea "normal" en las fotos, pero fíjate en el tamaño de las personas. Es realmente grandioso, y los enormes árboles que lo rodean lo hacen todavía mas espectacular. Una de las cosas que nos cuenta Kuniko y que nos resulta la mar de curiosa es que uno de los edificios (el de la foto bajo este texto) es portátil, lo sacan de allí una o dos veces al año para algún evento que ahora no recuerdo. ¡Como si fuese un paso de semana santa!
Conseguimos llegar hasta la primera zona interior justo a tiempo para evitar la lluvia. Nos descalzamos y aprovechamos antes de que todo el mundo tenga la misma idea y acuda aquí a refugiarse.
Cuando decidimos continuar la visita aún cae alguna gota, pero ni siquiera hace falta paraguas (excepto para alguna de nosotras, que requiere de paraguas y poncho... y porque no llevaba botas de agua, que también se las habría puesto ) Caminamos hasta la puerta Sakashitamen, donde vemos al gato durmiendo y también a los gorriones. Subimos unas pocas escaleras de las que llevan al mausoleo de Tokugawa Teyasu. Es Kuniko quien viendo el clima, recomienda no subir, dado que el mausoleo no es especialmente destacable y si cae de nuevo otro aguacero como el de antes no hay ningún tipo de refugio. Aun así, disfrutamos de la zona llena de musgo y el ambiente casi mágico que se respira antes de volver sobre nuestros pasos y caminar hasta el puente Shinkyo.
No lo teníamos en nuestros planes iniciales, pero me alegro de haberlo visto porque en persona resulta espectacular. El contraste del puente rojo con la naturaleza tan verde del bosque y las rocas oscuras del río... Sólo falta ese efecto niebla provocado por el agua del río chocando contra las rocas bajo el puente. ¡MA-GI-CO!
Se puede acceder al puente previo pago de ¥200 para hacer fotos. Sólo se puede entrar desde un lado y como está volviendo a llover no hay nadie allí, ni en la zona. Realmente no averiguamos si está abierto porque no nos interesa cruzarlo ni dichas fotos.
Parece que la lluvia aprieta, asi que nos ponemos en marcha y decidimos comer en un local cercano: Sobadokoro Shinkyoan Mientras esperamos que quede sitio libre aprovechamos a comprar algunos souvenirs porque al final se nos va a echar el tiempo encima y todavía no los tenemos.
Apenas cinco minutos después tenemos nuestra mesa. Todas escogen comer tempura menos yo que me decanto por un ramen de pato. En todo el viaje creo que es la única vez que pincho con una comida, es el peor ramen que he comido nunca. Los fideos son malos, el caldo insulso y el pato mas duro que un filete de ternera cocinado al microondas. Dejo el plato prácticamente sin tocar.
Kuniko insiste en pagar su parte, pero al igual que hemos hecho siempre con Haruki, la invitamos. El local es algo mas caro que la media por estar junto al puente pero sigue sin ser desorbitado.
Como parece que la lluvia no va a dar tregua, decidimos volver en autobús a la estación en lugar de ir andando como era nuestra intención. Una vez allí cotilleamos las tiendas de la zona. Kuniko escribe en japonés en una postal que enviamos a casa y tras comprar algun souvenir mas y algún que otro snack para el viaje de vuelta, nos subimos de nuevo al tren.
Durante el viaje de ida han pasado una pareja de empleados de Tobu a hacernos una encuesta sobre nuestro interés en Nikko, el grupo, la estancia y nuestros gastos para el día. Nos han regalado unos bolígrafos del space X, el tren en el que vamos. A la vuelta, de nuevo pasan con la que creemos que es la misma encuesta, pero al leer, es diferente. De nuevo nos regalan los bolígrafos, incluso a Kuniko que no puede responder por ser local.
Kuniko comparte con nosotras unas galletas típicas de Nikko que ha comprado antes de salir, diciendo que le encantan a su marido y por eso siempre se asegura de llevarlas de vuelta cuando viene a Nikko. Con la idea de que son galletas nos soprende que sean saladas de primeras... pero luego es que además resultan ser como un gusanito en forma de galleta... ¡saben a Rufinos! Que vuelta a la infancia mas tonta... Nos pegamos la vuelta en tren probando snacks: Pocky de matcha (pecado mortal, luego me traje la maleta llena de cajas a casa) y patatas fritas de varios sabores, entre ellos carne de wagyu. Esto debe ser tan pecado como cuando aquí hacemos las sabor jamón.
Al llegar a Tokio el cansancio del dia empieza a hacer mella y aun yendo con Kuniko, nos equivocamos de estación al bajar. La pobre mujer se disculpa hasta el infinito y habla con los oficiales del andén para poder subir sin coste al próximo tren y ahora si, llegar a nuestra estación. Recogemos nuestras maletas, entregamos sus polvorones a nuestra guía (ella, igual que Haruki, nos había pedido específicamente polvorones cuando le preguntamos que quería que le llevásemos) y nos despedimos de ella. Próximo destino: ¡Tokyo Disneyland Resort!
Cambiamos de línea un par de veces y ya vamos viendo en el tren que vamos en la dirección correcta. Empiezan a aparecer adornos Disney, camisetas... y mas de una chica MUY vestida de Duffy.
Cuando salimos en la estación de Maihama y vemos el primer cartel de bienvenida, desaparece el cansancio de golpe. ¡Mickey everywhere!
Cogemos el monorrail que nos lleva hasta la parada de nuestro hotel y ya vamos notando la magia disney. ¿He dicho ya que somos MUY fans? Nuestro hotel elegido es el Toy Story. Teníamos reservado el Grand Nikko, pero nos pudo el fanatismo y decidimos pagar un poco mas y alojarnos en Disney. ¿Arrepentimiento? Cero. El hotel es PRECIOSO.
Hacemos el check-in, subimos a dejar las maletas, nos escapamos a poner lavadoras y ya con todo en marcha bajamos al guest services a comprar nuestras entradas para los próximos dos días. Es la única forma de conseguirlas físicas. Es una tontería, porque se pueden usar perfectamente digitales, pero nos hacía ilusión llevarnos un detallito mas. Pagamos ¥53.400 por seis entradas, tres para cada parque.
El hotel tiene un pequeño combini y para allá que vamos a por nuestra cena y el desayuno para el día siguiente. Es curioso porque aparte de artículos Disney como bolsas, toallas o caramelos, todo lo demás "normal" también tiene detallitos, como las bebidas o los snacks. Una vez servidas recogemos nuestra colada, nos ponemos nuestros pijamas de Buzz Lightyear y nos retiramos pronto a dormir