Ashwin nos propone una nueva ruta: LES TROIS MAMELLES, en la zona oeste de la isla, nada masificada (estuvimos solos nuevamente) y con preciosas vistas (confirmamos). Más que una ruta de senderismo como tal, es un ascenso y descenso en toda regla, con tramos incluso de cuerdas. Nos encantó, pero es exigente, no voy a mentir. Terminé con las rodillas con moratones y algunas heridas, hubo tramos realmente peligrosos.
Recogemos a Ashwin a la hora acordada, en el sitio previsto, con nuestro coche y él nos guía hasta donde podemos dejarlo aparcado, y ya empezamos a vislumbrar la triada que vigila la isla. Y aunque tienen una altura de apenas 600 metros, la subida se antoja escarpada.
Ashwin nos explica que solo se puede ascender una de ellas (él ha subido 2) y la 3º es completamente inaccesible a no ser que sea en escalada y no está preparada para ello a día de hoy.
El primer tramo de nuestro pico transcurre entre bosques, vegetación, el cantar de los pájaros y mucha humedad. Algo sencillo.
Hasta la mitad no fue complicado, todo subida, pero cómoda, seguimos en sombra la mayor parte del tiempo.
Lo complicado fue coronar la cumbre, como os decía, tienen algunos tramos con cuerdas para poder ascender o pasar de un lado a otro, y con poca seguridad, pero la verdad es que a mi la seguridad me la daba Ashwin. No daba un paso sin saber que yo iba detrás, no me dejaba apoyar un pie sin asegurarse de que lo estaba poniendo donde él me había indicado. Lo puso todo realmente fácil. Paramos cientos de veces en los sitios estratégicos para hacer fotos, él ya los tiene controlados.
Arriba el tiempo amenazaba tormenta, pero no nos llegó a llover, poco después incluso, despejó. Y luego comenzó la bajada, que siempre es peor que la subida.
Las vistas...sublimes, como lo es todo Mauricio.
Me veo incapaz de desechar fotos, así que ahí va mi batería:
Le Morne y la isla de Benitiers siempre de fondo:









Ashwin haciendo de las suyas:
Tras despedirnos de Ashwin con el firme propósito de volver a reencontrarnos en algún momento de nuestras vidas, nos vamos al hotel a ducharnos y pedimos un carro de golf que nos lleve a visitar la Reserve Golf Links de Bel Ombre y Le Chateau, y desde allí veremos nuestro último atardecer en la isla.





Regresamos al hotel para entregar el coche de alquiler, cambiarnos de ropa y regresar de nuevo a LE CHATEAU DE BEL OMBRE, donde nos esperaba una maravillosa cena por cortesía de mi amigo desde Madrid para despedirnos de este maravilloso viaje, en el que nada quedó al azar
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Nuestro vuelo sale al día siguiente por la tarde, así que pasamos la última mañana en las piscinas y la playa de nuestro hotel, cargando la vista, la mente y el corazón de aquellas vistas, y hacer frente a los siguientes meses. Fue un viaje inolvidable, al que no descarto regresar en un corto periodo de tiempo
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