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25 de julio de 2025
Hoy hemos disfrutado de Riga a nuestro ritmo, explorando con calma algunos de los rincones más emblemáticos de la ciudad.
Empezamos el día visitando la Plaza de la Libertad y su icónica estatua, símbolo de independencia para el pueblo letón, una plaza inmensa con un obelisco coronado por la estátua con los brazos alzados al cielo. Muy cerca, entramos en la imponente Catedral Ortodoxa de la Natividad, con su brillante cúpula dorada que destaca entre los árboles del parque circundante, vale la pena entrar a visitarla (aunque no les haga mucha gracia) pero ver el contraste con las iglesias católicas que conocemos, es impactante.
Cruzamos el río Daugava (significa «gran río») a pie y subimos al mirador de la Biblioteca Nacional de Letonia, desde donde obtuvimos unas vistas panorámicas espectaculares de toda la ciudad, destacar que no se permite el acceso a los libros ni salas de informática a los que no dispongan del carnet de lector, todo y ello, ver el edificio por dentro, nuevo, limpio (impecable) cuidado hasta el último detalle... De regreso al centro cogimos transporte público, y cuando fuimos a pagar, de una manera no muy amistosa, nos indicó que debíamos escanear un QR, lo hicimos y en el transcurso de descargarlo, darnos de alta en la web y buscar el trayecto para abonar los billetes, ya habíamos llegado a destino, bajamos cerca de Mercado Central, con sus enormes hangares llenos de vida, sabores y olores, lo más parecido al Mercat de la Boqueria de Barcelona que hemos visto. Destacar que los productos fijos en las paradas eran, las cerezas, las frambuesas, los arándanos y el pescado.
Pudimos degustar unas empanadillas locales hechas a mano y una cerveza artesana en el mismo mercado.
De vuelta al apartamento ya, aprovechamos para pasamos por la famosa escultura de los Músicos de Bremen, que encantó a las niñas y comprar souvenirs en las tiendecillas de recuerdos. Tuvimos la suerte de poder tener tiempo para gastarlo paseando sin rumbo por el Bastejkalna parks, viendo sus canales (donde se ve navegar en barcas y gente haciendo paddle surf), la gran variedad de árboles y puentes, entre ellos un puente lleno completamente de candados.
Siguiendo nuestra ruta sin rumbo, llegamos a la calle Smilšu, llegamos al Heraldic Wall" (Ģerboņu siena), una obra de arte urbano contemporánea, un mural de 50 metros de largo con más de 120 escudos pintados a mano que representan las regiones históricas de Letonia, ciudades medievales, familias nobles bálticas y símbolos nacionales, con el objetivo de recuperar la identidad nacional letona a través de la heráldica, tras siglos de dominación soviética y alemana.
También nos llamó la atención la zona de restaurantes medievales tematizados, donde se respira ambiente de cuento. Bajamos a visitarlos, paseamos por el interior pero no pudimos comer ni tomar nada, ya que todo iba bajo reserva.
Por la noche, cenamos en un restaurante centrico y cercano al apartamento, con música en vivo y, como colofón, disfrutamos de una parte de un concierto al aire libre en una de las plazas centricas, dentro del Festival ScandiFest 2025, que llenaba las calles de gente, de ritmo y buen ambiente.
Con el cuerpo lleno de recuerdos, volvimos al apartamento para preparar ya nuestras cosas… mañana el viaje continúa rumbo al sur, unos días en Tervete, con parada técnica en Järmala
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