Día 1. Llegada puntual a Beauvais (09:15) y recogida del vehículo de Goldcar (Peugeot 308 automático); a las 11 llegada a Disneyland, una "deuda pendiente" con el junior de la familia, que nunca había ido. Agotados por el madrugón (el vuelo fue a las 06:40) y por la intensidad y las emociones de Disney, cerramos la jornada en el IBIS Pontault Combault, más que correcto y muy bien de precio.

Día 2. Desayunamos y comimos en Vernon, que ya nos anticipaba el encanto de Normandía con su viejo molino en el Sena y sus calles medievales. Sobre la marcha compré entradas para visitar a las 16:00 la casa y jardines de Monet, una experiencia interesantísima para todo tipo de sensibilidades, no hay que ser un experto en arte ni en impresionismo ni mucho menos (como es el caso). A destacar un paseo por las bonitas calles de Giverny, la historia del Hôtel Baudy y cómo no el Estanque de las Ninfeas.

Partimos hacia Étretat. Al llegar, su luz y la blancura de sus acantilados nos deslumbraron, como si quisieran mostrarnos su mejor cara. Aquella amplitud nos dejó sin aliento…literalmente, al subir sus pendientes hasta la Capilla de Notre‑Dame‑de‑la‑Garde, y nos rendimos ante las impresionantes vistas.

Por último, llegamos Le Havre (Premiere Classe Le Havre Centre Les Docks) , sorprendidos por lo desiertas que quedan las calles de este país incluso en verano, a horas que para nosotros son muy tempranas.
Día 3. En escapada temprana mi mujer y yo quisimos llevarnos una idea general de Le Havre, antes de iniciar una ruta que nos llevaría a Honfleur, Deauville (ambas sencillamente divinas), Puente Pegasus, Bayeux, Omaha Beach y Pointe du Hoc.
Aún sin entender de arquitectura, la racionalidad estética de Perret y Niemeyer —esa modernidad contenida y funcional— nos envolvió y nos encantó, y se percibe cómo se puso el contador a 0 en su diseño después de la Segunda Guerra Mundial, con sus líneas limpias y sobrias. A veces, la belleza se impone sin necesidad de ser comprendida. Su biblioteca, bajo Le Volcan, es digna de visitar.
Esa mañana descubrimos las Boulangeries Feuillette (presentes en toda Francia), una espectáculo de sabores y colores y un paraíso para los amantes del pan auténtico, del café y de la repostería, interminable su vitrina , se te antoja todo.
Pasear por la marinera Honfleur y la aristócrata Deauville es ya, en sí mismo, una razón para incluirlas en cualquier ruta por esta tierra normanda y atlántica: calles impecables, fachadas cuidadas con mimo, y ese orden sereno que despierta una envidia casi poética, la de quien sueña con una belleza y una limpieza así como parte de lo cotidiano.

Comienza entonces la experiencia del Día D, ya condicionada en la memoria por aquellas películas bélicas de Sábado Cine o Primera Sesión -de discutible "neutralidad" según los estándares actuales-, pero absolutamente fascinantes para aquel niño que las vio a principios de los 80. También pesa, cómo no, la huella del adulto que se quedó pegado al asiento con Salvar al soldado Ryan de Spielberg o Hermanos de Sangre, sin olvidar las lecturas de Cornelius Ryan y tantos otros autores que dieron forma al imaginario del desembarco.

Con un aire de distancia, casi escéptico, encaré Puente Pegasus, Dog Green y demás escenarios, "conquistadme vosotros", les decía. Pero la atmósfera de esos lugares, impregnada de historia viva, me fue envolviendo poco a poco. Overlord no es solo un nombre; es un vasto relato grabado en la tierra y el tiempo de Europa.
(Entre Pegasus y Vierville-sur-Mer/Omaha) nos deleitamos con el espectáculo del Tapiz de Bayeux, suertudos nosotros porque en breve se lo llevan al British Museum durante dos años. En una U de 70 metros y con una audioguía realmente amena se narra la traición y caída de Harold Godwinson y la audaz victoria del normando Guillermo de Normandía o Willelmus Conquestor Rex al mando del último ejército que ha sido capaz de invadir Gran Bretaña (después lo intentarían sin éxito Felipe II con su Felicísima Armada, Napoléon y Hitler) cambiando para siempre el aspecto y la historia de ese país. La catedral de Bayeux, maravilla del arte románico normando , es de visita obligada también.
Esa noche nos retiramos a descansar La Maison des Amis en Pont-Farcy, un 10 de 10.