Nos despertamos en Wanaka con un nuevo día soleado. Nuestro objetivo era llegar a la zona de los Glaciares. Tras un copioso desayuno en el B&B cogimos la carretera camino del paso de Haast, uno de los escasos pasos por carretera que permiten atravesar los Alpes Neozelandeses, dejando al lado izquierdo el magnífico Parque Nacional de Mt Aspiring.
Por desgracia éste era uno de los muchos parque naturales de Nueva Zelanda que no tuvimos tiempo de disfrutar. No obstante paramos en las Blue Pools donde escondidas en el bosque se ocultan unas preciosas piscinas naturales de color azul intenso.

En esta zona los puñeteros sandflies nos sangraron especialmente, a pesar de ir bañados en aután.
Seguimos camino hasta Haast, un pueblo bastante pequeño y discreto sin mucho interés, donde tomamos un capuchino. Nos ha gustado bastante el café en Nueva Zelanda, muchos establecimientos ofrecen un buen espreso y los capuchinos son estupendos ( casi tan buenos como en Via Corso).
Siguiente parada: Knights Point, lugar desde el que se observa una cala abierta al mar de Tasmania. Durante varios días seguiríamos la costa oeste sin perder de vista este mar salvaje y brumoso, de color gris plata.

Nada más pasar el Knights Point se llega al inicio del Monro Beach Track, una ruta de apenas 1 hora ida y vuelta, a través del bosque lluvioso. La ruta discurre entre sombras verdes de mil matices, envuelta en el sonido de extraños pájaros, siguiendo un arroyo que desemboca en el mar. No pudimos ver los pinguinos locales, ya que habitan esta playa en los meses de invierno.






Tras la Monro Beach continuamos a lo largo de la costa oeste con una parada especial en Bruce Bay, una larguísima playa sobre la que reposan los esqueletos de muchos árboles, y donde los viajeros contruyen obras de arte depositando piedras blancas en montones sobre las ramas secas.

Después llegamos a la zona de los Glaciares, concretamente nuestra primera visita era a Fox Glacier. Fuimos andando hasta donde se puede ir sin guía, una zona que permite una buena vista del frontal del glaciar. Pero aquello era una auténtica romería de gente, y a pesar del frío, las piedras y los arroyos, la mayoría de los presentes iban con chanclas y zapatitos.


Pasamos la noche en el Westwood Lodge, en una amplía habitación de madera con vistas a la montaña. Un sitio monísimo y pijísimo, con una gerente pijísima y estiradísima. Cena en Alice May, Cazuela de Venado y Pollo con Albaricoque.
