Ya se acabó lo que se daba. Tras el desayuno cargamos los coches y partimos hacia el aeropuerto al que llegamos en unos veinte minutos y localizamos la entrada del aparcamiento del rent-a-car.
Tras la desagradable revisión, que ya comenté, nos dirigimos a la terminal y tras los trámites de rigor y una normal espera partíamos a las doce hacia Madrid donde haríamos escala hasta salir hacia las islas.
Las dos islas visitadas son un dechado de historia, evidentemente más Sicilia, y ésta por si sola merece una visita tranquila y pausada. Pese a que lo esperábamos, el calor que nos tocó en suerte fue tremendo y el disfrute de las maravillas que vimos se ve empañado por ello, es pues recomendable evitar el verano si es posible.
Cuando se llega a Sicilia se observa por todos lados, en todas las formas y presentaciones una figurita que representa una cabeza de la que parten tres piernas flexionadas. Es la llamada Trinacria, por los primeros griegos llegados a la isla por su forma triangular.



