Santa Marta - Trekking ciudad perdida ✏️ Diarios de Viajes de Colombia

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Miercoles 14 feb

Y por fín llego el gran día.

A las 8.30 estábamos en la agencia wiwa tour con la que haríamos el trekking a ciudad perdida.
Nuestros compañeros de aventura para los próximos 4 días serian, 1 bogotana, 1 pareja de franceses, 3 chicas y 1 chico de California, Germancito y yo; además de José, el guía indígena y Omar el traductor.
Nos metimos todos en un todo terreno y en una hora por carretera, llegamos a los pies de la sierra nevada de Santa Marta.


Después de un descansito para ir al baño y beber agua, reemprendimos el viaje y tras una hora por pistas de tierra y barro, llegamos a Machete pelao (el Mamey), un pequeño pueblo donde hay algún restaurante para hacer la última comida antes de comenzar la aventura.
Mochilas a la espalda y comenzamos la caminata, que en el dia de hoy transcurre en su mayoría por senderos, sin mucha sombra para guarecerse pero con unas vistas increíbles.


No hice muchas fotos, porque la batería del móvil me tenía que durar 4 días y sabía que sin duda lo mejor estaría arriba al llegar a la ciudad perdida.
Después de 4 horas andando, llegamos al campamento donde pasaríamos la primera noche.


El campamento reune lo básico para poder vivir en el; unos techos sin paredes y un par de duchas y baños. Todo esto para 100 personas aproximadamente que veníamos de las distintas agencias que ofrecen el trekking.
El calor y la humedad hicieron que sudásemos por todos los poros de nuestro cuerpo, por lo que decidimos bajar al río a pegarnos un baño.
El lugar es una pasada; una cascada desde la que te puedes tirar y debajo una poza en la que puedes hacer un par de largos.
Me bajé una pastilla de jabón biodegradable, y decidí que, en vez de esperar la cola de las duchas del campamento, más cómodo y natural era ducharme en el río. Al fin y al cabo, el agua de las duchas del campamento, terminaba en el mismo sitio.
Al final usaron la pastilla de jabón más de 20 personas, mis 8 compañeros mas unos cuantos desconocidos.
En un momento en el que tenía la pastilla en la mano una chica se acercó a mí y me preguntó a ver si le dejaba la GoPro. ¿Como? Las risas debieron escucharse desde Santa Marta. El jabón era cuadrado, y lo confundió con una cámara jajajjajajajajja (lo siento Adela, tenía que contarlo).

Adela viajaba con Tamara; son dos asturianas súper simpáticas, que a pesar de no estar en nuestro grupo, pasaríamos muchos buenos ratos con ellas.


En la selva no hay cobertura y por supuesto tampoco Wifi, así que después de cenar, nos quedamos un par de horas de sobremesa contándonos nuestras vidas.
La verdad es que el móvil es un invento bastante útil en ciertos momentos, pero el no poder usarlo, hace que todo sea más natural y que las conversaciones fluyan mucho mejor, como lo hacían con nuestras abuelas en la puerta de la casa charlando con la vecina.
La velada se alargó hasta que a las 21, nos apagaron las luces del campamento insinuandonos que debíamos dejar dormir a los demás, jajá.


Jueves 15 feb

Las camas del campamento no esta mal, pero el no tener paredes, el ruido de los animales y del río, y el hecho de que hiciera un poco de frío, hizo que apenas durmiese en toda la noche. Os aconsejo que traigáis ropa larga para las noches, porque refresca bastante.
A las 5.00 am sonó Diana; todos los días empezaríamos a andar a las 6.


Después de desayunar, nos enfundamos las botas y tendríamos por delante 10 horas de caminata.
El día de ayer no había sido muy duro, pero hoy fue distinto. Además de no dormir nada, el camino transcurría entre pronunciadas bajadas y subidas, así que reconozco que está vez, sí llegue bastante cansado al campamento.


El segundo día es mucho más selvático, casi siempre en la sombra y bordeando el cauce de un rio, el cual tuvimos que cruzar en varias ocasiones. Es difícil describir lo que se siente al ver tanta vegetación a tu alrededor. Es una selva primaria, sin ningún tipo de interacción del hombre a lo largo de la historia, por lo que hay árboles centenarios grandísimos, además de plantas y flores de todos los tamaños y colores.


Uno de los guías nos contó que aquí se rodó la película de Brad Pitt, Ciudad perdida Z, muy recomendable, por cierto.
Tras de 5 horas andando, paramos para comer en el campamento wiwa, donde dormiríamos la ultima noche. Lo mejor que tiene este campamento es una cascada en el río y una playa de agua dulce, donde pudimos tomar el sol después de comer.


Después del baño reparador, continuamos nuestro camino. De vez en cuando nos cruzábamos con indígenas, en su mayoría niños que lo único que sabían decir en español era, Dulce. Da un poco de pena, porque por culpa de los hermanos menores como nos llaman ellos, vamos a pinchar la burbuja en la que viven, y estos niños cuando sean mayores perderán toda su esencia.


Los indígenas adultos están constantemente masticando hoja de coca. Yo tenía mucha curiosidad por probarla, así que le pedí al guía y me dio un buen puñado de hojas secas y rotas, que es como se consumen. La experiencia no fue muy buena, porque además de estar malísimas, no me hicieron ningún tipo de efecto positivo; seguía muerto de sueño.
A lo largo del dia se para cada dos horas aproximadamente para avituallamiento, reagruparnos y descansar un poco. Te dan sandia, y piña, buenísima por cierto.


Al llegar al campamento hicimos la misma operación que el día anterior; cogi jabón y al río.
A estas alturas del trekking, la pastilla ya se había hecho famosa, así que está vez había todavía más gente. Había más cola en el río para usar mi pastilla que en las duchas del campamento. Tuve que esperar hora a que me dejarán mi pastilla para lavarme yo jajá.


El campamento de hoy era más pequeño y no había camas para todos. El guía nos dijo que había 6 camas y 3 hamacas para nosotros.
Tayler, que es muy caballero, decidió ceder las camas a las chicas y que los chicos durmiésemos en las hamacas, idea que yo no compartía demasiado, jajá. Creo que lo más justo era que lo hiciésemos a sorteo y no hacer ningún tipo de diferencia por sexos, pero bueno, al final nos apañamos un poco, porque algunas chicas durmieron juntas y así tuvimos todos cama menos Germancito, que muy amablemente se presentó voluntario para dormir en la hamaca, ya que yo no habia dormido nada la noche anterior.

La zona de hamacas está separada de la de las camas, pero al final convencimos a los jefes para que nos dejarán instalar la de Germancito entre nuestras camas, y así pudimos dormir todo grupo juntos de nuevo.


Esta noche mientras cenábamos, conocimos a una nueva compañera de aventura, Camila, una Paisa muy simpática que hacía el trekking en 5 días, también con wiwa tours. Descansó todo un día en el segundo campamento para llegar fresca a la ciudad perdida en el día de su cumpleaños. Quería celebrarlo en la cima por algún motivo muy importante para ella y que no quiso contarnos.




Viernes 16 feb

Esta noche pude conciliar el sueño bastante bien. Me tomé una pastilla para dormir y además me puse tapones para que no me molestaran los ruidos del río y los animales. Me vino genial, porque el día de hoy comenzaría con media hora de caminata y después la subida de 1200 escalones hasta la ciudad perdida.


Empezamos a subir muy temprano y hacia fresquete, además, habíamos dejado las mochilas en el campamento para recogerlas al bajar, por lo que la subida fue bastante mas cómoda de lo esperado.

Al llegar a la parte media de la ciudad, nos presentaron al Mamo (chaman de la tribu), que vivía allí, en una casa con sus dos mujeres y sus hijos.


El Mamo, con cara seria y de no tener muchos amigos, nos deseó en su idioma, mucha suerte en la vida y nos limpió el aura antes de entrar en la ciudad perdida.
Un detalle que no me gustó nada, fue que nos dio una pulsera a cada uno que la quisiera a cambio de 2.000 pesos (70 céntimos de euros). Se supone que decía que cobraba algo simbolico, para no perder dinero, pero tampoco ganar.


Hasta aquí todo bien, pero es que la pulsera era de hilo blanco y cuentas de plástico como las que compras en el chino.
En mi opinión el detalle de la pulsera de plástico le restó credibilidad al asunto. Con lo fácil que era hacer una pulserita de origen vegetal con alguna semilla o algo.
Tras la visita con el mamo, seguimos subiendo escaleras para llegar por fin a la zona cero de ciudad perdida. A las increíbles vistas, había que sumarle la sensación del logro alcanzado tras haber andado por la selva durante casi 3 días.


Germancito y yo, perdón Don German y yo, habíamos conseguido el reto.


Solo tengo una pega para poner a wiwa tours, y es que al llegar a la ruinas, no nos contaron prácticamente nada sobre la historia del lugar y sin embargo, sí que vi otro grupo de otra agencia no indígena, al que les enseñaban fotos de objetos antiguos encontrados allí, con las explicaciones correspondientes.

Entre picar algo, descansar y hacernos un montón de fotos, estuvimos arriba como una hora. La verdad que fue un momento muy especial en el que todos estábamos muy felices; pero ahora tocaba deshacer todo el camino andado.


Después de bajar los 1200 escalones, llegamos al campamento donde habíamos pasado la noche, cogimos nuestras mochilas y seguimos andando hasta el campamento wiwa.


Esta noche seria especial: primero porque en este campamento solo dormíamos los que llevábamos guías indígenas, unas 30 personas; segundo porque encendimos una hoguera dentro de una choza y Jose el guía, nos contó las costumbres y curiosidades de su pueblo (punto para wiwa tours).
Algunas cosas nos dejaron la boca abierta, pero no las desvelare para que cuando vengáis os sorprenda como a mí; y por ultimo pero no por ello menos importante, porque esta noche hicimos una fiesta alrededor del fuego, en honor a la señorita Camila que cumplía 25 años.

La noche anterior habíamos conseguido una vela de las que hay en casa de toda la vida, y poniéndola en medio de un monton de galletas Oreo que nos habían dado y que no nos habíamos comido, hicimos una preciosa tarta.
La felicidad está en las cosas sencillas.




Sábado 17 feb

El ultimo día fue el más llevadero a pesar de las cervezas de la noche anterior .El camino era casi todo el rato cuesta abajo y no demasiado pronunciado.


Sobre las 12 del medio día llegamos al Mamey, el pueblo desde el que partió nuestra aventura.
Fue un momento muy emotivo, aunque con sentimientos encontrados.

Estábamos cansados, sucios, con dolor de huesos y con heridas en los pies, pero terminar el trekking suponía también, separarnos de nuestros compañeros, a los que con mucha seguridad y muy a mi pesar, no volveré a ver nunca; por lo que también había un poco de tristeza.


El trekking a ciudad perdida es mucho más que un paseo por el monte.
La selva es un lugar en el que el dinero no tiene valor; en el que una tirita o un sorbo de agua, valen más que todo el oro del mundo y se pagan con una sonrisa y un gracias.

Esta aventura es una lección de superación, historia, naturaleza, antropología, compañerismo y humanidad, en la que comenzábamos 10 desconocidos, y terminamos 10 amigos.

Tayler, Courtney, Tiffany, Robin, Tom, Valentine, Lina, Camila, y German, fueron grandes compañeros de viaje y formaron parte de una de las mejores experiencias de mi vida.

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