Miércoles 4 de abril de 2018: Barrio Judío (Sinagogas Española, Maisel, Pinkas, Klausen y Vieja-Nueva, Cementerio judío y Sala de Ceremonias) + Iglesia Nuestra Señora de Týn + Casa Municipal + Sinagoga de Jerusalén + Torre de la Ciudad Vieja + Klementinum
Nos levantamos y bajamos a desayunar. Hoy íbamos a dedicar parte de la mañana a visitar el Barrio Judío (Josefov), porque lunes y martes estuvo cerrado por el Pesaj. A las 9:30 am ya estábamos en la zona.
En el límite entre el Barrio Judío y la Ciudad Vieja se alzaba una enorme estatua dedicada a Franz Kafka.
Justo al lado de la estatua se encontraba la Sinagoga Española.
Aquí compramos el ticket de 500 CZK que era válido por siete días e incluía lo siguiente:
· Sinagoga Española
· Sinagoga Maisel
· Sinagoga Pinkas
· Sinagoga Klausen
· Sinagoga Vieja-Nueva
· Cementerio Judío
· Sala de Ceremonias
· Exhibiciones temporales de la Galería Robert Guttman (que no visitamos).
La Sinagoga Española tenía un atractivo que no encontramos en las demás, por eso nuestro humilde consejo es que la dejen para lo último. Su interior estaba totalmente decorado con un gran nivel de detalle y había una exposición con documentos, fotografías y objetos relacionados con la historia de la comunidad judía en Praga.
Seguimos por la Sinagoga Maisel. En su interior había una exposición sobre la historia de los judíos en Bohemia y Moravia.
Pasamos por la Sinagoga Pinkas, la segunda más antigua de Praga. En las paredes interiores de la nave principal, la galería y el vestíbulo estaban escritos a mano los nombres de casi 80.000 judíos checos asesinados durante el Holocausto.
En el primer piso había una exposición de dibujos hechos por niños que estuvieron en el campo de concentración de Terezín, perteneciente a la colección del Museo Judío de Praga. Lamentablemente la mayoría de los autores de esos dibujos perecieron más tarde en Auschwitz.
Desde esta sinagoga entramos al Cementerio Judío, un lugar totalmente sobrecogedor. Llamaba la atención la gran cantidad de lápidas amontonadas por falta de espacio; se estima que están enterradas cerca de 100.000 personas y el cementerio alberga 12.000 lápidas.
Salimos justo al lado de la Sala de Ceremonias.
Aquí visitamos dos pisos con una pequeña exposición sobre las tradiciones judías vinculadas a las enfermedades y la muerte.
Prácticamente en frente estaba la Sinagoga Klausen. En ella había una exposición de objetos relacionados con las tradiciones y costumbres judías que se utilizaban en ceremonias tales como el nacimiento, el bautismo, el matrimonio y el divorcio.
Por último, entramos a la Sinagoga Vieja-Nueva, la más antigua de Europa aún en funcionamiento.
La visita al Barrio Judío nos llevó una hora y media. En las sinagogas se podían sacar fotos sin flash y a los hombres les repartían un kipá para entrar.
A continuación fuimos a la Iglesia de Nuestra Señora de Týn siguiendo las indicaciones que nos había dado el guía del Free Tour el día anterior: desde la Plaza de la Ciudad Vieja, entramos a través del único pasillo que no tenía toldos. La entrada era a voluntad y no estaba permitido sacar fotos en el interior.
Se acercaba el mediodía cuando paseamos por los puestos del Mercado de Pascua de la Plaza de la Ciudad Vieja en busca de algo para comer. Nos decidimos por dos brochettes de pollo que venían en pan (240 CKZ) como si fueran panchos. Muy ricas, pero mucho pan…
Hicimos compras en Manufaktura, una de las tiendas recomendadas en el foro para conseguir productos locales. Había muchas sucursales en la ciudad; nosotros fuimos a la que nos quedaba más cerca. La tienda se especializaba en cosméticos naturales, pero también había artículos de decoración para el hogar y juguetes de madera, ideales para hacer un regalo.
A las 13:00 pm fuimos a la Casa Municipal, escenario de la proclamación de la independencia de Checoslovaquia. Desde afuera se veía como un edificio de dos pisos, pero luego nos enteramos que en el interior había siete plantas.
Entramos a preguntar por las visitas guiadas, porque habíamos visto horarios en la página web, pero queríamos corroborarlos porque estaban sujetos a cambios. Nos acercamos a un mostrador y la persona que atendía nos dijo que la próxima visita era a las 13:30 pm, así que compramos las entradas (290 CZK) y un permiso para sacar fotos sin flash (55 CZK). La visita duraba una hora y era en inglés, pero había material impreso disponible en varios idiomas, entre ellos, el español. Sin embargo, había que devolverlo cuando terminaba el recorrido, así que sugerimos que, si tienen interés, aprovechen para leerlo mientras esperan a que se haga la hora para la visita o le saquen fotos para leerlo luego con mayor detenimiento. Curiosamente, a nosotros no nos dieron el material ni bien compramos las entradas, nos dijeron que lo pidiéramos más tarde. Fuimos al punto de encuentro indicado para el comienzo del recorrido y, ni bien empezamos a ver a la gente que llegaba con el material en la mano, lo fuimos a reclamar.
La visita fue muy interesante y la recomendamos. Es cierto que en el hall de entrada al edificio y en el restaurante de la planta baja se podían apreciar ciertos detalles arquitectónicos, pero no eran nada comparados con los salones que se visitaban durante el recorrido, que revestían una decoración diferente en todos los casos y ninguno era igual al otro. El tour incluyó la Sala Smetana, la Pastelería, el Salón de Moravia del Sur, el Salón Božena Němcová, el Salón Oriental, el Salón Grégr, el Salón Palacký, el Salón del Alcalde Mayor, el Salón Riegr y el Salón Sladkovský.
La guía se despidió del grupo en el sector del guardarropa central y antes de salir aprovechamos para hacer uso de los baños, gratuitos e impecables.
Nuestra ruta siguió por la Sinagoga de Jerusalén. Teníamos apuntado que hacían un descuento por tener la entrada de la Sinagoga Vieja-Nueva, así que la mostramos en la taquilla y efectivamente pagamos un poco menos (50 CZK en vez de 80 CZK).
En la segunda planta había una exposición sobre la historia de la comunidad judía de Praga desde 1945 hasta la actualidad. Definitivamente esta sinagoga nos pareció la más bonita de todas.
De camino a la Plaza de la Ciudad Vieja, donde compraríamos un jugo de naranja (80 CZK) en uno de los puestos del Mercado, nos detuvimos en el Teatro Estatal para ver de cerca la estatua “Il Commendatore” (en honor a la ópera Don Giovanni, de Mozart) que habíamos visto de pasada en el Free Tour.
También pasamos por el Karolinum, edificio principal de la Universidad Carolina, obra de Carlos IV.
A las 16:30 pm fuimos al Klementinum a sacar entradas para una visita guiada. Nos costó encontrar el acceso porque estaba medio oculto, pero al fin nos ubicamos.
Las visitas guiadas eran en inglés, costaban 300 CZK por persona y se hacían cada 30 minutos. Para cuando llegamos, solo quedaban cupos para la visita de las 18:00 pm, la última del día. Por las dudas, sugerimos ir a comprarlas en el día con anticipación para elegir horarios y no quedarse sin lugar.
Para hacer tiempo nos dirigimos a la torre del Puente de la Ciudad Vieja. Después de subir algunos escalones, llegamos a un primer piso donde estaba la taquilla de venta de entradas (100 CZK) y había un pequeño espacio con sillones para recuperarse de la subida. Desde lo alto de la torre tuvimos una vista privilegiada del Puente de Carlos y de los alrededores.
Del lado opuesto al Puente de Carlos, en la Plaza de los Caballeros de la Cruz, teníamos una panorámica de la Iglesia del Santísimo Salvador (al frente) y de la Iglesia de San Francisco Serafín (a la izquierda).
Cuando el poco espacio que había en el mirador empezó a llenarse de gente, bajamos. Antes de salir de la torre fuimos al sótano, donde había una pequeña exhibición.
Volvimos al Klementinum; aún faltaba media hora para el comienzo del tour, pero aprovechamos para sentarnos y descansar los pies. Mientras tanto, vimos pasar mucha gente que iba a comprar entradas para las visitas, pero se volvían sin éxito porque ya no quedaban cupos disponibles.
El recorrido guiado empezó puntual, a las 18:00 pm, y duró 45 minutos. El guía, un señor mayor y bastante estricto, hablaba un inglés con marcado acento checo y en un tono acelerado, así que por momentos nos costaba un poco seguir sus explicaciones. Poco antes de comenzar, anunció que había que subir muchos escalones (174 de ida y 174 de vuelta) durante la visita. Para tener en cuenta: en el primer tramo había una escalera de caracol bastante estrecha. En el segundo tramo, la escalera era recta pero los escalones eran prácticamente verticales y estrechos, así que tuvimos que andar con cuidado.
Conocimos la biblioteca barroca, a la que no se podía entrar ni sacar fotos. La contemplamos desde la puerta y era realmente impresionante.
Estuvimos en la Sala de los Meridianos, donde había máquinas astronómicas originales.
Finalmente llegamos a la torre astronómica, desde la cual apreciamos unas hermosas vistas de la ciudad.
Terminada la visita, caminamos unos diez minutos hasta la estatua de Franz Kafka, una imponente estructura de 11 metros con 42 secciones movibles que formaban la cara del autor y rotaban en forma independiente. En pocas palabras, una obra maestra.
Justo al lado había un gran centro comercial y un supermercado TESCO, al que fuimos para comprar botellas de agua y Becherovka, licor típico checo, cuyo precio era más barato que el de los minimercados que abundaban en las zonas turísticas.
Volvimos al Residence Bene a dejar las bolsas del supermercado, porque el peso ya se empezaba a sentir en el camino.
A las 20:30 pm fuimos a cenar a Palanda, un restaurante que nos quedaba cerca del hotel. Pese a que no estaba en una zona muy frecuentada por turistas, el lugar era pequeño y estaba lleno, así que recomendamos reservar. Nosotros fuimos sin reserva y tuvimos que esperar 15 minutos para conseguir una mesa. El servicio fue un poco lento, la comida era rica y el precio era razonable en relación al tamaño de las porciones, que eran abundantes. Comimos dos hamburguesas con queso y panceta, acompañadas con papas fritas y cole slaw, una porción de papas con salsa picante (que al final no nos cobraron en compensación por un error que habían cometido con el pedido) y dos bebidas (una de ellas, cerveza). En total, incluida la propina, pagamos 700 CZK (27 euros).
Regresamos al hotel a dormir; mañana era el último día completo que nos quedaba en la ciudad.