Cada noche, en la puerta del camarote, nos dejaban un díptico con información del día siguiente: los horarios de llegada y salida a puerto (o al glaciar de turno si era día de navegación), los horarios de las actividades a bordo, las pelis en el cine, los horarios de los restaurantes, si era cena de gala o no, información sobre compras a bordo, sobre la tripulación, sobre las excursiones que ofrece el barco… Según el que nos habían dejado en la puerta la noche anterior, ese día iba a ser relajado porque hasta las 3 de la tarde no llegábamos a Yakutat Bay, donde se encuentra el Hubbard Glacier, que era la gran atracción del día. Nos tomamos la mañana con calma, y fue el primer día del viaje que pudimos remolonear en la cama hasta bien tarde. Eso hizo que nos perdiéramos la primera charla del naturalista a bordo, Mark Harris, que habló sobre glaciares a las 9 de la mañana. Demasiado pronto para nosotros en nuestro día de relax, ya iríamos a algunas de las que tenía a lo largo del crucero.
Dedicamos pues el día a pasear por el barco, tranquilamente y sin prisas. Con sus 16 plantas y casi 300 metros de eslora te da para pasear un rato. Tiene una capacidad de 2200 pasajeros, que no es ni la más grande ni la más pequeña que se ve en Alaska (como ya mencioné en la introducción, en Ketchikan coincidimos con el Norwegian Bliss, de 4000 pasajeros, y el HAL Volendam, de 1400 pasajeros). Es mucha gente pero está todo bien organizado y no hay colas ni aglomeraciones para nada.
Comida. Hay dos restaurantes enormes tradicionales, de sentarse a la mesa y que te atienda un camarero, que tienen el menú establecido con varias opciones de entrante, plato principal y postre, donde puedes desayunar, comer y cenar. Para desayunar y comer en estos restaurantes no hay turnos, pero para la cena sí: hay un turno a primera hora (17:15) y otro más tarde (19:15) pero también puedes elegir el turno libre, en el que puedes ir a cenar cuando te dé la gana entre las 17:15 y las 21:30, pero cada día te sientas en una mesa distinta, con gente distinta (o solos, si lo pides) y con un camarero distinto. No sé por qué puede haber gente que prefiera el turno fijo, pero los hay. También hay un buffet gigantesco que está abierto todo el día aunque van cambiando los platos según la hora. Y luego están los pequeños fast foods repartidos por el barco: una pizzería, una hamburguesería y una heladería. Toda esta comida está incluida en el precio del crucero, pero por si alguien se queda con ganas de más, hay a mayores tres restaurantes de pago: uno italiano y uno criollo que están abiertos para cenar todas las noches, y uno especial de marisco que en realidad se hace en una mitad cerrada del restaurante buffet una o dos noches durante el crucero. Nosotros no los probamos, pero creo que eran unos $30 por persona. En cuanto a bebidas, hay agua, café y té disponible gratis pero los refrescos y por supuesto el alcohol se pagan a parte. Hay varios bares repartidos a lo largo del barco.
Entretenimiento. Hay muchas opciones de entretenimiento a bordo, tened en cuenta que normalmente los cruceros de una semana por otros sitios no tienen tres días enteros de navegación como este y de alguna forma hay que pasar el rato. Hay dos piscinas bien hermosas, una completamente al aire libre y otra tapada como si estuviera metida en un invernadero. También hay jacuzzis junto a las piscinas. Este barco pasa la mitad del año en Alaska pero la otra mitad la pasa en terrenos más cálidos haciendo una ruta que atraviesa el canal de Panamá, así que imagino que las piscinas se usan mucho más allí. En Alaska, o por lo menos nuestra semana, no hacía calor como para meterse en el agua, ni siquiera en la cubierta. Yo me atreví con el jacuzzi un día, pero salir del agua era mortal. Pero sí, había valientes que se tiraban horas a remojo. En la piscina descubierta hay una pantalla gigante que hace de cine al aire libre, pero tres cuartos de lo mismo: por la noche hacía demasiado frío para disfrutar ahí tumbados, ni siquiera tapados con las mantas que la tripulación te proporciona amablemente. Yo eché en falta un cine en condiciones. Lo que está muy bien es el teatro, es enorme y allí se hacían los espectáculos cada noche (en dos turnos para que pueda ir todo el mundo) y las charlas del naturalista. Cada noche había un espectáculo distinto (comedia, musical, baile…), nosotros fuimos a dos o tres que estuvieron bastante bien. Y luego estaban las charlas del naturalista a bordo. Era todo un personaje, y lo mismo te hablaba de su vida y de lo bien que se lo tiene montado (5 meses haciendo cruceros en Alaska, 5 meses haciendo cruceros en Hawaii, y 2 en su casa…), de su hija o su nieto que le acompañaban en el crucero, o de cuando fue a la Antártida a trabajar, o de los glaciares y las ballenas… Tuvo varias charlas a lo largo del crucero, y al final le cogimos hasta cariño, era muy cómico. Los días de navegación en los que era posible que nos encontráramos ballenas se ponía en cubierta a narrar la travesía y lo ponían en los altavoces de todo el barco. Además de todo esto, había otras opciones para pasar el rato como un casino, una “galería de arte” que vendía cuadros, tiendas, un spa, un gimnasio, una pista de tenis, una biblioteca, un minigolf, el mostrador de excursiones, discoteca… es una auténtica ciudad flotante.
Yakutat Bay
Después de pasar todo el día descubriendo el barco (y comiendo, por qué no decirlo… ese primer día en el buffet había sushi y nos pusimos ciegos), a la hora programada entrábamos en la bahía Yakutat, y 50 minutos más tarde llegábamos al glaciar Hubbard, uno de los glaciares más impresionantes que se ven en un crucero por Alaska. Tiene su origen en las montañas del parque Wrangell-St. Elias, aquel que habíamos visitado al principio de nuestro viaje, hacía ya muchos días. Además de grande, este glaciar es famoso porque suele desprender trozos enormes de hielo de su frente, algunos tan grandes como un edificio de 10 plantas, o eso dice la Wikipedia… nosotros no vimos ningún desprendimiento. No tuvimos mucha suerte con el tiempo ese día, no llovía pero estaba muy nublado, y aunque te dicen que la mejor forma de ver los glaciares es con un día nublado porque el azul del hielo es más pronunciado, a mí no me termina de convencer la teoría.
Hubbard Glacier
El barco se acercó pero no mucho, al día siguiente se acercaría mucho más a los glaciares de Glacier Bay. Estuvo un rato de cada lado, para que todo el que había pagado un pastizal por una habitación con balcón tuviera oportunidad de disfrutarlo. Nosotros, como íbamos en modo precario y no teníamos balcón, tuvimos la suerte de disfrutarlo el doble de tiempo. Ventajas de poder cambiar de lado cuando gira el barco.
Hubbard Glacier
Esa noche tocaba cena de gala. Como nuestro espacio en la maleta era muy limitado y yo no veía motivo para cargar con indumentaria de gala mientras íbamos en la caravana, nuestro atuendo esa noche consistió en vaqueros y camisa. Ese día no nos dijeron nada, pero al final del crucero hubo otra cena de gala y casi no nos dejan entrar. Tampoco es el fin del mundo porque siempre puedes cenar en el buffet. La verdad es que la comida de restaurante estaba muy buena pero no noté especial diferencia entre el menú de gala y el del resto de noches.
Para terminar, una nota curiosa: en muchos puertos, o zonas como Yakutat, el obligatoria la presencia de “pilotos de navegación” a bordo. Estos pilotos son expertos en esa zona en concreto, y ayudan al capitán del barco mientras navega por esas aguas. En los cruceros es frecuente que los pilotos suban al barco antes de llegar al puerto. La noche anterior el capitán nos había anunciado que sobre las 11 de la mañana “recogeríamos” a los pilotos que nos iban a acompañar durante todo el día, y así fue: una lancha rápida se acercó al barco, que iba despacito, y los pilotos subieron por una escalerita cual piratas al abordaje. Es una cosa muy curiosa de ver. Esa noche hicieron la operación inversa para desembarcar.