RUTA SENDERISTA DEL PARRIZAL DE BECEITE (TERUEL).
Para realizar esta agradecida caminata, hay que llegar hasta la población de Beceite, en la cual ya está indicado el camino a seguir hasta su inicio a pie. Del pueblo sale una pista que cuenta con tres zonas de aparcamiento para dejar los vehículos, el primero (parking 1) está a la salida del pueblo, el segundo (parking 2) se encuentra tres kilómetros después. Aparcar aquí cuesta 5 euros por vehículo (me refiero a temporada alta, ya que fuimos en agosto; ignoro si se paga o no en otras épocas del año). Todavía se puede avanzar otros tres kilómetros hasta el parking 3, que está junto al merendero y en el mismo inicio de la ruta peatonal hacia el Parrizal. Aparcar aquí cuesta 10 euros por coche. En moto es más barato y si se va en bici sale gratis. En fin, son opciones a valorar por cada cual, pero la verdad es que merece la pena pagar los 10 euros por evitarse el latazo de caminar por la pista asfaltada (no hay sendero), perdiendo tiempo y energías que se pueden emplear en la caminata y en otros lugares más interesantes de la zona. En este sentido, soy bastante práctica.
Panel informativo de la ruta.
Datos de la ruta:
El recorrido más habitual es lineal y tiene 4 kilómetros aproximadamente, que hay que hacer de ida y vuelta. En total se puede tardar entre 3 y 4 horas dependiendo de las paradas. En cuanto a la dificultad, se puede decir que es fácil, sobre todo al principio, cuando se camina por sendero y pasarelas sobre el río.
Para comenzar, una cómoda pista.
Luego, el camino se interna en el bosque, alcanza las rocas y se complica un poco. No presenta especial dificultad, pero es preciso llevar botas o calzado cerrado y contar con una forma física aceptable. En cualquier caso, la parte inicial, la más sencilla, es muy bonita y merece la pena seguirla hasta donde se pueda o se quiera. Por cierto que está prohibido bañarse en el río a lo largo de todo el recorrido.
Se encuentra en la Reserva Natural Fluvial del río Matarraña, declarada en 2015 y que representa un ejemplo de los cauces fluviales de montaña calcárea de la zona mediterránea. El Matarraña discurre por un valle encajonado entre pliegues y cabalgamientos, formando estrechos, desfiladeros y gargantas de tipo kárstico, que le brindan al panorama una gran belleza e, incluso, espectacularidad.
Empezamos a caminar por una pista empedrada paralela al curso del río. Se pasa bajo un arco natural de roca y se llega hasta la zona donde se encuentran las pinturas rupestres de la Fenellasa, que forman parte del Arte Rupestre del Arco Mediterráneo que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1998 y cuyo origen más remoto se remonta a 6.000 años a.C. Las de la Fenellasa corresponden al Neolítico, Edad del Bronce, y fueron descubiertas en 1966. En principio se identificaron doce figuras en color rojo, pero algunas desaparecieron y actualmente solo se conservan ocho figuras y parte de otra, que fueron objeto de limpieza y consolidación. Se trata de cuatro jinetes sobre cuatro équidos. Las figuras se encuentran detrás de unas rejas para su protección. Se ven a simple vista, pero los detalles se aprecian mejor a través de la cámara fotográfica o utilizando prismáticos. He saturado la foto para que se vean bien
A partir de este lugar, se acaba la pista y empieza el sendero propiamente dicho, si bien todavía es ancho y el desnivel resulta prácticamente nulo. El río nos empezó a mostrar sus tonalidades turquesas y el panorama era muy bonito. En pleno agosto el cauce estaba un poco bajo, pero no afectaba al juego del agua, con numerosos saltos, pozas y cascaditas.
Un indicador señala el comienzo de las pasarelas de madera que facilitan el camino, evitando tener que meterse en el agua, lo cual sería imposible en determinadas épocas del año. Este tramo es sumamente agradecido y muy sencillo, si bien las pasarelas tienen escalones y escaleras y de vez en cuando hay que cambiar de orilla en el río y no siempre hay puentes. En este caso, se cruza por las piedras o por el mismo cauce, lo cual no resultaba difícil dado el poco caudal de agua. Si ha habido o va a haber tormentas, será necesario informarse sobre la conveniencia de hacer la ruta.
El lecho del río va poco a poco estrechándose entre altas paredes rocosas, que se convierte en ciertas zonas en un auténtico desfiladero. En los lugares más comprometidos de las pasarelas hay cadenas ancladas a la pared de piedra para sujetarse y facilitar la marcha.
En un momento dado, las pasarelas de madera dan paso al sendero, que se interna en el bosque, complicando un poco la caminata pues aparecen piedras y rocas, que hay que sortear de un modo u otro, trepando incluso.
El recorrido se volvió muy divertido e incluso apareció un puente estilo “Indiana Jones”.
Nos rodeaba un bosque de pino silvestre, coronado por grandes paredes de roca rematados en formas caprichosas, agujas de piedra y pináculos. También pasamos junto a varias cuevas.
En agosto, el sendero estaba bastante transitado, pero no hasta el punto de parecer masificado, aunque en la zona final se formó algún pequeño atasco de cuatro o cinco personas ya que había que ralentizar la marcha para cruzar el río. De todas formas, mejor evitar los fines de semana en época estival.
Al fin, llegamos al punto culminante del recorrido: alcanzamos los estrechos, en los cuales las paredes de roca casi se abrazan, con el río discurriendo entre ellas.
En este punto, se puede avanzar más o menos dependiendo del caudal del río y de la osadía, ganas y capacidad física de cada cual. Hay unas clavijas en las paredes de roca para atar cuerdas en su caso.
En algunos folletos y relatos me pareció ver escaleras o escalones metálicos, pero no los encontramos y los hierros eran simples clavijas. Ignoro si han sido así siempre o se han deteriorado por el motivo que sea.
Pasamos sin problemas los primeros puntos complicados y cruzamos el río sobre un tronco de madera (muy divertido, la verdad). Trepamos por rocas enormes y visitamos varias cuevas y cavernas hasta llegar a un lugar donde ya resultaba bastante comprometido (arriesgado, incluso) continuar. De hecho, sólo una pareja hizo el intento, provistos con cuerdas que ataron a las clavijas, pues había que colgarse de una roca vertical y resbaladiza que terminaba en el río. En fin, el riesgo que se quiera asumir depende de cada cual.
En cualquier caso, más allá de este paso se ensanchaba ya el desfiladero, con lo cual aparentemente habíamos visto lo más bonito del recorrido.
Al ser lineal, tuvimos que deshacer todo el camino de ida, lo cual tampoco nos importó demasiado porque no la marcha no es muy larga y las pasarelas sobre el río y las formas rocosas hacen disfrutar de nuevo del bonito paisaje de una forma algo diferente al variar la luz con la posición del sol.
Creo que existe una ruta alternativa circular, regresando por la parte alta de las rocas, pero no teníamos intención de alargar ni complicar más la caminata (hacía bastante calor y teníamos planes para por la tarde); así que realizamos el recorrido tradicional que merece mucho la pena.