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Cogimos el metro y llegamos hasta el cementerio de Kerameikos. No entramos porque desde fuera se ve que solo son unas ruinas más. Así que atravesando el mercadillo que por allí se instala, nos metimos por la calle Adrianou hasta llegar a Monastiraki. La zona tampoco nos pareció para tanto. Quizás lo más aparente la Iglesia bizantina de Pantanassa. Pero vamos nada del otro mundo.
Nos pasó luego un hecho curioso al pasar por una pequeña iglesia en la que se acababa de terminar el oficio religioso y que los que salían llevaban un bizcocho que repartían entre todos los de su alrededor. Como dio la casualidad que nosotros también pasábamos en ese momento, pues allá que nos ofrecieron un trozo de bizcocho. Posteriormente nos volvería a ocurrir en otra iglesia. Parece ser que es costumbre que los feligreses, más bien las feligresas cocinaran esos bizcochos, se bendijeran en la misa y luego se repartieran entre todos. Ya sabéis, al pasar por algunas iglesias, creo que ortodoxas, fijaros bien a ver si se reparte algo, porque si os acercáis también os tocará a vosotros.
Tras la santificación vía estómago, nos encontramos por casualidad con el Ágora antigua. No la teníamos prevista, pero ya que estábamos en la puerta entramos. Aprovechamos y cogimos ya el ticket para toda el área arqueológica ateniense, incluida la Acrópolis. Lo más aparente de este recinto, desde mi punto de vista, es el Templo de Hefesto, bastante bien conservado
También nos gustó una pequeña iglesia que había en el Ágora, que lógicamente no tenía nada que ver con la antigüedad clásica, pero que nos resultó curiosa
Al lado del Ágora estaba la Biblioteca de Adriano. Más ruinas.
Nos metimos por Mitropoleus y buscamos entre Mitropoleus y Ermou, un poco más delante de Monastiraki, la iglesia de Kapnikarea, que esa sí que nos había gustado en fotos. Muy bonita la verdad. Tanto el exterior como el interior. Una preciosa muestra de arquitectura bizantina. Totalmente recomendable acercarse a verla.
Siguiendo más adelante llegamos hasta la Catedral Mitropoleos, catedral ortodoxa griega de Atenas y como anécdota decir que allí fue donde se caso nuestra actual y griega reina. Estaba completamente en restauración, por dentro y por fuera y no pudimos ver nada
A su derecha, la iglesia bizantina llamada Pequeña Catedral o Agios Eleftherios. Casi más aparente que la catedral grande.
Andando, andando, llegamos hasta Sintagma. Y como todavía era temprano para comer nos metimos a dar una vuelta por los Jardines Nacionales que hay junto al Parlamento. Siempre es gratificante pasear entre vegetación. Estos jardines además tienen una serie de esculturas algunas muy curiosas. Como muestra un botón.
Volvimos sobre nuestros pasos y acabamos comiendo en Sabbas, en Mitropoleos, ya casi llegando a Monastiraki, enfrente justo de otro sitio que suelen recomendar, el Thanasis. Sitio eminentemente popular y que se come muy bien a la griega. Recomendable.
Después de comer nos fuimos al Museo de la acrópolis dando una vuelta. Al día siguiente veríamos en el recinto de la Acrópolis, dónde estaba situado el antiguo museo y vaya diferencia. Lo más valioso del museo son los originales de las Cariátides. No dejan fotografiar de modo que no queda constancia gráfica. De todas formas son las típicas fotos que se encuentran hasta en la sopa, Así que no tiene mayor importancia. Por cierto fijaros en las cariátides por detrás y veréis qué diferente peinado lleva cada una. Debieron haber estado en la peluquería cuando posaron. Otro atractivo del Museo es la terraza que hay frente a la Acrópolis y donde se puede contemplar una de partes más feas del Partenón. En general es un museo que hay que recomendar incluso a los que no tenemos mucha simpatía por la arqueología.
Pues nada después de dar una vuelta por el museo y tomarnos un café frappé en su cafetería, era la hora buena para ir a Licabeto a ver el atardecer ateniense desde la colina. Cogimos el metro hasta Evangelismos y fuimos dando vueltas hasta que alguien nos indicó la calle de las escaleras como la hemos denominado, que sube hasta el funicular. A la vuelta si que bajamos derechos por esa calle hasta Vasilis Sofías que desemboca en Sintagma. La calle de las escaleras se llama en de verdad Ploutarchou. Lo digo para el que vaya. Y tiene desde Vasilis Sofías hasta el funicular 193 escalones, que nos dedicamos a contarlos. Mucha gente lo que hace es coger un taxi en Sintagma, o donde quieran, y que les lleven motorizados hasta el funicular. Se ahorran el esfuerzo por pocos euros. Documento gráfico de un tramo de las escaleras de Ploutarchou. Así 193 escalones desde abajo hasta arriba y viceversa. Que el viceversa vale, pero lo de subir....
Al final llegamos al funicular y lo cogimos, claro, porque seguir subiendo como que no. Vale 6,50, por cabeza pero con eso vas y vuelves. Así que conviene no tirar ni perder el billete. Documento gráfico del funicular por si alguien duda de su existencia
La verdad es que las vistas desde arriba son espectaculares. Yo creo que en este caso se hace más patente que nunca que una imagen vale más que cien palabras, así que juzguen ustedes.
Por cierto, entre las cosas curiosas, además de los bizcochos benditos de las iglesias ortodoxas, nos encontramos aquí en Licabeto con una boda en la que había hasta un cuarteto y una cantante, que por cierto lo hacía francamente bien. ¿Os imagináis escuchar a esta diva en la colina Licabeto y con las vistas de Atenas que hay desde allí? Momento mágico del viaje.
Pues transportados por la música, cogimos fuerzas para bajar los 193 escalones. Al llegar abajo, en vez de coger el metro decidimos caminar hasta Sintagma. Total no supusieron más allá de 15 minutos.
El día lo finalizamos volviendo a cenar en Diogenou, que tan buena impresión nos había causado el primer día. Y con ello y un bizcocho (bendito),hasta mañana a las 8.
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