antes y después de Polinesia ✏️ Diarios de Viajes de Brasil

Hace tiempo que sueño con viajar a las antípodas. He visto ya tantos documentales de gente que se ha ido a vivir allí para siempre y que no quieren volver a sus países de origen, que sueño con eso y mi futuro lo veo por aquellas latitudes. Y es que a mi lo que me gustaría es envejecer en chanclas y pareo, ¿y por qué no al otro lado del planeta? Así que me lanzo a escribir este diario ya antes de ir. Es la mejor manera de no abandonar un sueño que es mio desde hace años. Me he puesto de meta el año que viene para ir e indagar sobre la que podría ser mi nueva patria. Hasta ahora siempre había pensado en ir con alguien pero parece que eso no va a poder ser, aún no lo he encontrado, aunque claro está, eso hasta el final no se sabe. Por otro lado allí también vive gente. Quizás lo encuentre allí y eso es todavía mas práctico. Y es que a mi me gusta viajar, no necesito hoteles bonitos, porque al final es donde menos estoy. Me encanta mezclarme con el paisaje que me encuentro y con la gente. Adaptarme a su manera de vivir. Un amigo me decía ¿pero que vas a hacer allí? Yo le contestaba: ya veremos... quizás aprenda a hacer guirnaldas de flores o a teñir pareos o a pescar... ¿Estoy loca? Puede. Si soy capaz de estar dentro del agua viendo ese mundo marino maravilloso como ya lo hecho en todas partes a las que he ido, lo mas seguro es que me falte tiempo para todo. A estas alturas de la vida ya se que lo que mas me gusta es no hacer nada porque es entonces cuando se me ocurren las mejores travesuras.
Recuerdo cuando estuve en Fernando de Noronha una semana, creo que la mayor parte del tiempo lo pasé en el agua. Hoy un pulpo, un tiburón, un pez globo... y una tortuga carey, al otro dia una tortuga gigante que me miró y fue uno de los encuentros mas importantes de mi vida. Si, porque ahi me di cuenta de lo que somos los humanos. En ese momento se me aclararon las ideas, surgió mi conciencia medioambiental, paseando y compartiendo espacio marino con esa tortuga de dulce mirada. Hubiera querido prolongar ese encuentro pero no quería abusar, no fui detrás para hacerle miles de fotos, viví ese instante a tope y me hizo pensar sobre mi estancia en este planeta tan bonito. No me dolían los 18 $ de impuesto ecológico que había que pagar cada dia solo por estar en la isla si con ello contribuía a salvarla de los depredadores humanos. Admito que fueron las vacaciones mas caras de mi vida. También es cierto que estuvimos un mes entero entre Salvador de Bahia, Fernando de Noronha, Natal y Recife, mas alrededores como Morro de Sao Paulo, Itaparica, etc.
En Fernando de Noronha solo hay un hotel y es feo hagan lo que hagan. Fue un antiguo cuartel de los americanos, con techo de uralita, es lo mas caro. No lo he visto por dentro, seguro que tendrá sus lujos, pero me resultó antipático. La alternativa son las pensiones. Tampoco había tantas. Llamé por teléfono a una para preguntar precios, reservé desde Salvador de Bahía y acerté. No tenían mas que 3 habitaciones para alquilar. El trato era familiar y cercano, gente simpática, coincidimos en esa pensión tres parejas y por la noche intercambiábamos las experiencias que habíamos tenido en el dia. Una de las parejas era de Bello Horizonte y estaban de viaje de luna de miel, el estaba todo el dia buceando, salía muy temprano por la mañana en barco y volvía al atardecer. Ella era lo contrario, el mar le daba pánico, por tanto no lo acompañaba, pasaba el dia leyendo o daba paseos por una de las playas, pero en el agua no se metía ni en broma. El le tomaba el pelo y decía que como era posible que una descendiente de holandeses tuviera tanto miedo del mar. A veces ella se quejaba, decía que vaya luna de miel que estaban pasando, separados todo el dia. La otra pareja era de Natal y hacían snorkel o buceaban, dependiendo del dia. El entonces mi marido, alemán y yo española fuimos objeto de toda la cordialidad por parte de unos y otros. Salíamos los dos temprano con un par de bocadillos que nos preparaba Joao y agua. Recorríamos la isla haciendo excursiones hacia todas las playas, descubríamos que lo que mas nos gustaba era estar en el agua porque meter la cabeza era encontrarse con un mundo espectacular. Llegábamos sudorosos después de una caminata a una playa desierta y salvaje y nos zambullíamos inmediatamente. Un dia volvíamos al atardecer caminando (allí no hay coches) y delante de nosotros a unos 20 m remoloneaba un gran gato con una cola larguísima, daba dos pasos y a continuación se revolcaba en la arena del camino para luego levantarse, dar otro par de pasos y repetir el revolcón. Lo observamos ocultos pero decidimos no acercarnos demasiado, era un gato enorme, pensaba yo que era un puma o algo parecido. Desviamos nuestro camino sin ser advertidos. Cuando llegamos a la pensión lógicamente lo comentamos. Al otro dia alguien preguntó por nosotros. Un zoólogo o biólogo de la estación que se dedica a la preservación de la naturaleza, al que tuvimos que relatar con pelos y señales donde lo habíamos visto, de qué color era y que hacía. Efectivamente resultó ser un puma que por sus ademanes andaba tras una hembra que seguramente le había dejado sus "señales". Joao, el de la pensión ya nos había dicho que esas cosas había que comunicarlas a los de la estación. Cuando vas por libre es cuando mas descubrimientos haces. Había dias que me tiraba 5 horas en el agua, cuando volvíamos a la pensión nos esperaba Joao con una cena riquísima que devorábamos sin dejar ni una miga e incluso a veces repetíamos, era siempre pescado y lejos de estar cansados todavía nos sentábamos con los otros para compartir experiencias y sobre todo hacer bromas. Así fue como quedamos en visitar a la pareja que vivía en Natal. A los de Bello Horizonte no, porque quedaba mas lejos. Nosotros nos quedábamos la semana entera, las dos parejas solo habían ido 4 dias. El último dia de su estancia, Joao y su mujer prepararon incluso un postre especial y montamos una pequeña fiesta, nos dio algo de pena que se fueran.
Cuando cogimos el avión que nos llevó a Natal, nos fueron a esperar al aeropuerto Mercedes y Carlos y nos llevaron directamente a las dunas de Genipabu. ¡Que divertido! Estas dunas cambian de lugar constantemente, son espectaculares y con unos coches que se llaman boogies y unos avezados conductores es como estar en una montaña rusa solo que de arena. Después de la locura, bajamos a la playa y cuando nos entró hambre y el calor aumentó nos llevaron a una especie de chiringuito con mucha sombra y precios populares donde probamos casi de todo lo que había. Hacía un sol de justicia, nos atacaba perpendicular y por vez primera vi el "anillo aniquilador y peligroso" alrededor del sol. Donde se encontraba el chiringuito era en la cúspide de una montaña enorme de arena, abajo habia un lago donde aterrizaba todo el que se deslizaba montaña abajo, en cuclillas, poniendo el trasero encima de una pequeña tabla que alquilaban. Otros se lanzaban sin tabla, era mas emocionante, yo sin ella solo lo intenté una vez. Había además una cuerda de orilla a orilla de esa especie de lago. Otra modalidad era lanzarse sujetándose con las manos a la cuerda con roldana y acabar en el medio y soltarse para caer en el agua. Era divertidísimo y participamos en todo, todo... a mi me ardía el trasero por habérmelo restregado la arena bajando sin tabla, eso que me había envuelto en una camiseta y el alemán tenía la nariz quemada de tanto sol y tanta agua, pero nos reíamos como locos. Una vez mas me di cuenta de que conocer a la gente del lugar es lo mejor.
Habían insistido mucho en que pasáramos la noche en su casa pero tenían dos niños y no queríamos molestar, así que nos fuimos a un pequeño hotel con bonitas vista que ellos mismos nos habían buscado. Nos llevaron al hotel para que nos cambiáramos y mas tarde pasaron a recogernos para que tomáramos aperitivo en su casa y enseñarnos donde vivían. Nos contaron parte de su vida mientras íbamos a su casa. Intercambiamos opiniones y diferencias sobre nuestros respectivos paises. Estaban ahorrando para hacer un viaje a Europa con los niños, así que les informamos de precios, paises, lugares, etc. en 1994 no había tanto internet.
Su apartamento estaba en una urbanización cerrada con verjas y con guardia de seguridad que controlaba cada coche que entraba. Nos dijeron que no les gustaba, pero eso allí era así por culpa de la inseguridad. Su coche ya estaba viejo y el guardia les hizo unas bromas al respecto. Los dos trabajaban, Mercedes en una empresa de publicidad y Carlos en una fábrica como ingeniero. Mercedes había estudiado bellas artes y había montado una pequeña empresa con dos socios. Carlos venía de una familia trabajadora y había tardado mucho en acabar la carrera, tuvo que trabajar al mismo tiempo. Su casa era acogedora y moderna. La señora que se quedó con los niños mientras nos fuimos a cenar parecía de la familia aunque luego Mercedes dijo que era como de la familia, "mais nao é familia". Después de cenar en un restaurante nos despedimos, al otro dia ellos trabajaban y nosotros continuábamos viaje a Recife, desde allí teníamos nuestro vuelo de vuelta a Berlin dentro de 2 dias. Antes queríamos ir al carnaval de Olinda, algo que según ellos merecía mucho la pena. Nada tenía que ver con el carnaval de Rio. Y efectivamente así fue.
Olinda es una ciudad de color y cuando llegamos lo primero que hicimos fue recorrer sus calles con sus casas pintadas de todos los colores, incluído el Ayuntamiento. Todo el mundo estaba disfrazado. Familias enteras vestidas mucha imaginación casera, eso quiere decir sin meterse en gastos. No es un carnaval de glamour es otra cosa. Llamaban la atención los mas pequeños y hablo de niños de meses, con coronas hechas de plumas de colores y a juego con las braguitas también de plumas. Algunos habían reciclado unas cuantas cosas para construirse un vehículo, "la bicicleta mas larga del mundo" a 20 pedales, "el coche mas ruidoso del planeta" llevado por mas de 30 personas y haciendo esa percusión que invita a moverse. Al principio nos sentimos extraños, éramos los únicos que no estábamos disfrazados. Encontré una nariz de payaso tirada en el suelo y no lo dudé, mi compañero se reía pero al cabo de un rato el se colocó una corona de despeluchadas plumas abandonada en la silla de una terraza, así que poco a poco fuimos tomando color... entre beber, hacia muchísimo calor, comer algo y participar con los diferentes grupos se pasó el tiempo y a eso de las 3 de la mañana decidimos volver a Recife con un taxi. Por la carretera llena de gente que volvía, recogimos a otras tres personas que iban en la misma dirección.
Nuestro viaje tocaba a su fin, el dia siguiente lo pasamos en Recife, una ciudad poco interesante y al otro mas ya volvíamos a Europa, eso si, con las maletas llenas a rebosar de experiencias y de energías que nos harían mas llevadero lo que quedaba aún del invierno berlines...

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