Hoy tocaba como les conté en la etapa anterior, despedirnos de Morro de Sao Paulo para volver a Salvador de Bahía y por fin conoceríamos esta gran ciudad, que era una asignatura pendiente.
El barco llegó sobre el mediodía al puerto, así que al salir lo primero que buscamos fue un sitio para comer y después iríamos al hotel para dejar las mochilas y empezar nuestro recorrido.
Al cruzar la calle frente al mercado, habían varios bares y decidimos comer ahí, los platos son bastante completos, pedimos pollo asado que venía con 5 acompañamientos (papas fritas, ensalada, espaguetis, frijoles y farofa), al principio nos sorprendió, pero a lo largo de los días, eran similares los platos en todos los sitios donde comíamos, además era muy barato comer en esta zona, todo esto para dos personas nos costó unos 5 euros.
Frente al sitio donde comimos pasaban muchos autobuses y cogimos uno que nos dejara cerca del hostal. Entramos solo a dejar las mochilas, para no perder más tiempo y salimos a recorrer, la chica del hostal nos explico como llegar al Pelourinho que estaba a unas pocas calles.
Empezamos a caminar, mirando hacia todos lados, esta parte de la ciudad fue la que nos dio un poco mas la sensación de inseguridad, pero era de día y tampoco teníamos mucho de valor encima, así que seguimos y por suerte no vimos nada raro.
Al llegar al centro histórico, ya se empiezan a ver las calles de adoquines y las casitas de colores, ahí nos empezó a encantar el barrio, tiene mucha historia y una cultura muy rica, había música en las calles, la gente muy alegre cantando y bailando, murales en las paredes, iglesias muy bonitas y muchas tiendas de souvenires. Recorrimos todas sus calles, que son similares y llegas a perderte, sin saber si ya habías pasado por ahí o no. A mi particularmente me encantan las casitas de colores, entonces buscamos el mejor ángulo para fotografiarlas con la iglesia de fondo.


Seguimos bajando hacía la plaza, donde había un mercado con puestitos de bebida y comida, el calor ahí era insoportable, nos compramos unas caipirinhas fresquitas por 5 reales, las más baratas que habíamos visto y cruzamos en frente a sentarnos en unos escalones donde se encontraba la escultura de una bahiana.
Luego de coger fuerzas fuimos hasta la plaza donde se encuentra el Elevador Lacerda, hay unas letras de colores muy chulas que ponen Salvador y unas vistas muy bonitas al puerto y al Mercado Modelo, vimos el atardecer desde ahí y volvimos hacia el centro, en esta zona hay demasiada gente pidiendo e intentando venderte pulseras y nos dio un poco de mal rollo.


Cenamos en un bar unas papas locas con salchichas y nos volvimos al hotel porque no queríamos andar muy tarde en la calle y teníamos que levantarnos de madrugada para ir al aeropuerto que nuestro vuelo a Río de Janeiro salía a las 6 de la mañana.