Jordilakota
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Ésta se la crónica de un viaje a la cuna de la vida. Allí donde la Naturaleza en su estado más puro vio nacer a su hijo predilecto, éste hijo que de ser una criatura privilegiada, pasó a empuñar la espada que poco a poco le va cortando la vida a su propia Madre.
Hablo de Tanzania. Y de Kenia.
Y claro, hablo de todos nosotros.
Podría hablar de todas las injusticias que se están llevando a cabo en África Oriental, y en general en toda África, pero este escrito no pretende reivindicar nada, pedir justicia, romper estereotipos, o quizás entretener, informar, aportar datos interesantes... Quizás hacer volar nuestra imaginación... O todo al mismo tiempo, o nada de todo ésto. Que cada uno saque sus propias conclusiones.
O no ...
Todo empezó ya hace muchos años. El sueño nació justo cuándo ví por primera vez una película de aquéllas antiguas en blanco y negro, "Hatari" (Peligro!, en Swahili) de Howard Hawks (1962). Quedé maravillado del paisaje de Tanzania, sus animales increíbles, sus gentes serviciales y siempre felices, su manera de vivir y el gigante de África: El Kilimanjaro, que con sus 5.895 metros es el techo del continente negro.
En este momento, y empujado por la afición de escalar montañas, me juré que algún día exploraría sus valles, respiraría el aire enrarecido de su corona y vería de cerca y sin que nadie me lo explicara, las míticas nieves del Kilimanjaro, unos hielos que le quedan pocos años para desaparecer, debido a que se encuentran a una latitud tropical, aunque estén a casi 6000 metros de altura. El efecto invernadero está fundiendo las "nieves perpetuas". ¿Qué paradoja verdad? En fin ...
Todo empezó a hacerse realidad el 8 de Febrero de este año 2009, cuando Ana y yo cogimos un avión que nos llevaría a Mombasa, en el Sureste de Kenia, vía Londres, en unas 10 horas de vuelo. Mombasa se la segunda ciudad en importancia por detrás de Nairobi, en el Noroeste.
Entre Mombasa y el Kilimanjaro, ya en Tanzania, los misioneros ingleses se enfrascaron en una misión de evangelización a partir del año 1840, haciendo de la religión católica la segunda fe en África Oriental, aún hoy, después del Protestantismo. La Compañía Imperial Británica del África Oriental (actualmente ocupa la extensión aproximada de Kenia) "gestionaba" todos los recursos naturales y humanos, cuando entró en conflicto con Alemania, que hacía lo propio con los territorios de los actuales Tanzania y Uganda. Después de arduas negociaciones y años de luchas, Alemania se quedó con Tanzania y Gran Bretaña con Kenia. El resultado hasta la actualidad fueron las sangrantes revueltas keniates y pacíficas las tanzanas, hasta que ganaron sus independencias respectivas a los años 1963 y 1961.
Al llegar al aeropuerto de Mombasa, el cambio de clima tan brutal te golpea la cara. Un bochorno insoportable debido a la influencia del próximo Océano Índico.
Después, la cansina burocracia africana, que con una pequeña sonrisa de media boca parece que los divierta cuándo algún turista desinformado pone malas caras y sopla en un falso disimulo infantil... Después de unas 2 horas, por fin nos dan el visado, y podemos empezar nuestra aventura.
Nuestra intención, es recorrer por tierra los 300 kilómetros aproximadamente que nos separa Mombasa de Moshi, ya en Tanzania.
Viajar por carretera en este país, ya es una aventura en sí misma. Las carreteras no están asfaltadas excepto la principal, están llenas de baches y agujeros enormes, se cruzan constantemente personas caminando con sus animales domésticos, y los conductores de taxi y autobuses locales (matatus y dala-dala) conducen de forma suicida. Pinchamos continuamente, y ante esta situación, el pasaje baja cansinamente, observa como el "chófer" y su segundo cambien la rueda, y vuelta a empezar.
Para hacer 150 kilómetros, hasta Voi, empleamos unas 4 horas aproximadamente, y para llenar un "matatu" de gente y continuar hasta la frontera tanzana, debimos esperar 2 horas más. Aquí empezamos a tomar contacto directo con los keniatas, y nos dimos cuenta que es un pueblo muy orgulloso, a veces vehemente al hablar, pero con un gran sentido del humor. De pobreza podríamos hablar, vimos mucha, pero no miseria. Todos cuidan de todos, y no hay gente tirada por las calles como en las "grandes ciudades" un poco deshumanizadas, a lo occidental. El gobierno ésto lo sabe, y el país se sustenta gracias a esta política social histórica y cultural. A veces,( nos explicaban unos españoles que llevaban viviendo en Same (Tanzania) 6 meses trabajando a una ONG de ingenieros) alguno se escondía algo de valor para sí, ya que la costumbre de compartirla es "obligatorio". Está muy mal visto el egoísmo, sentimiento que se pierde cuánto van prosperando los pocos empresarios que han hecho carrera con el incipiente turismo de los safaris y del Kilimanjaro.
En Voi, la gente subsiste del pequeño comercio, todo el mundo que tenga dos maderas o una caja de cartón y algo “vendible” se monta una tiendecita. Quien tiene electricidad, alquila su enchufe por cargar móbiles. Se vende fruta, se limpian zapatos, Se hacen trenzas, se cocina a la calle para todo el mundo, y a unos precios que para nosotros eran ridículos para el esfuerzo que a veces desempeñaban.
Continuamos con la ruta ya que se llenó el matatu, literalmente por que en un minibús de 7 plazas viajábamos 20 personas con equipaje de todo tipo, para llegar ya a media noche a Taveta, último pueblo keniata justo antes la frontera con Tanzania. Fueron 150 kilómetros, que perdimos la noción del tiempo de lo que tardamos, ya que lo único que contábamos eran los baches que nuestra espalda iba acumulando…. Llegamos destrozados, nos hacía daño todo el cuerpo, pero felices. Nos alojamos en el único hotel del pueblo, nos costó 20 euros, más que correcto, y pudimos empezar a degustar la deliciosa cocina de la región, dominada por el Ugali, una bola de cereales insípida que se mojaba a trozos en salsa, con trozos de carne de vaca o pollo. En cualquier lugar de la calle hacían la matanza, sin ningún tipo de medida higiénica. Si no eres aprensivo, no hay problema, todo lo disfrutas puesto que el hambre aprieta.Almuerzos con pastas fritas en aceite, una clase de donuts que le llaman” mandazi”, y para beber coca-colas compradas más baratas a los países más desarrollados embotelladas hacía treinta años.
Al día siguiente, cogimos un “Piki-Piki” cada uno, un moto-taxi individual, sin casco, por supuesto, que nos permitiría cruzar la frontera con Tanzania. Eran unos 15 kilómetros y nos costó unos 2 euros. Ïbamos viendo como la gente caminava a través de la pista buscándose la vida como podía para ganarse unos dólares: Haciendo contrabando de dinero, coches, o improvisando cualquier minúsculo comercio.
Cruzamos la frontera sin problema, hablando de Raúl del Madrid con los funcionarios de Policía (doloroso para un culé de cuna), y aquí cogemos otro “dala-dala” camino de Arusha, la capital de los safaris del Norte de Tanzania. Otro viaje interminable pero muy interesante en paisajes y pequeñas anécdotas que hicieron el itinerario delicioso.
Llegados a Arusha, lo primero fue sortear los insististentes cazaturistas , en este sentido es la peor ciudad de África posiblemente, dónde a la que te relajas te venden lo que llevan puesto si procede: Safaris, excursiones de todo tipo, billetes de autobús, tabaco…
Nuestra intención era contratar con una empresa local la ascensión al Kilimanjaro y un Safari por algún parque nacional.
Hasta que no llegamos a Arusha, no encontramos a ningún occidental por el camino. Éramos una atracción constante, todo eran comentarios y risas. Muy divertido a ratos, a veces también algo pesado. Todo el día buscando, regateando, consultando Internet en “Le pattisserie”, local mítico para viajeros, oficina de turismo… pero no encontrábamos lo que buscábamos. Traíamos para más inri una guía de viaje de la Lonely Planet algo desfasada en precios, motivo por el cual los precios se habían duplicado para nosotros como por arte de magia.. Con toda esta situación, los caza-turistas entraban incluso a los restaurantes dónde comíamos para ofrecernos todo tipos de paquetes, incluyendo algún “gancho” occidental, una chica alemana que se notaba que se había prestado a hacer de notario dando fe que ésta u otra empresa eran serias. Visto el panorama, decidimos marcharnos a Moshi, una pequeña población a una hora y media de Arusha.
Se repite la situación de los cazaturistas en la estación de Moshi, pero no fueron tan agresivos como en Arusha. Seguidamente y una vez superada la situación, buscamos hotel, queríamos dedicarnos a nuestro objetivo con calma, duchados y comidos. Atravesamos toda la ciudad de punta a punta, huimos del maremagnum del centro, y dimos con un hotelito regentado por monjas, que resultó ser la archidiocesis católica de Arusha. Al preguntar si había lugar, nos miraron extrañadas, puesto que normalmente se aloja gente del país. Habitación correcta y límpia, con mosquiteras, duchas con agua caliente y comida casera hasta reventar. No podíamos pedir nada más, y todo por 10 euros la noche los dos.
Después de mucho caminar por el pueblo y una vez instalados, encontramos una empresa de aventura que nos convenció. Contratamos la ascensión al Kilimanjaro y un Safari de dos días por los parques del Lago Manyara y al día siguiente el famoso Cráter del Ngorongoro, Patrimonio de la Humanidad, cosa que no nos queríamos perder por nada del mundo. Por todo el paquete, pagamos verdaderamente una fortuna que se reparten entre el gobierno tanzano y el dueño de la empresa.Los cocineros, guías y porteadores unos más y otros menos, cobran una miseria. Por ejemplo, un porteador de los 6 que contratamos, cobraba 5 dólares al día, por arrastrarse por una montaña de Dios durante una semana, a temperaturas bajo cero, con poca comida y menos equipamiento. Pero en fín, ésto es África, llena de contrastes, de injusticias y de maravillas, con sus luces y sombras… todo a la vez.
Finalmente, una vez hechos los números y haber bailado del revés para conseguir juntar el dinero , salíamos rumbo al Lago Manyara. Fue nuestra primera toma de contacto con animales salvajes. Es un parque pequeño, fácilmente visitable en un día entero, dominado por un lago repleto de flamencos, que se ven como una marea roja en el horizonte, mientras estás rodeado de jirafas, elefantes, babuinos, hipopótamos,… íbamos con un todo terreno con el techo abatible, y cuando el guía-conductor veía algún animal (a veces parecía que se llamaba con ellos por el móvil, era increíble como los localizaba!) parábamos el tiempo que queríamos y disparábamos la cámara hasta que agotábamos todos los planos posibles. Así todo el día. Buscando animales en medio de la sabana, haciendo un pequeño descanso para comer bajo un Baobab enorme, y respirando una aire diferente, y admirando un paisaje de sueño. La tierra era de un rojo sangre increíble.
Destrozados, pero inmensamente felices, nos fuimos ir a dormir al campamento soñando con el grande Cráter del Ngorongoro. Para que os hagáis una idea, hay lodges dentro del Parque que por dormir debes pagar hasta 700 dólars por noche… imagináos el entorno como debe ser... Nosotros, dormimos fuera del Parque, en unos campamentos de la periferia.
Ngorongoro: Un cráter de unos 20 kilómetros de diámetro, donde para bajar al mismo nos pusimos con el todo terreno a una inclinación del 20%... Lagos que menguan según la epoca del año, y donde vimos por fín leones, hienas, el rinoceronte blanco, ñues, cebras y una pequeña recién nacida, una balsa enorme llena de hipopótamos, elefantes enormes luchando entre ellos, el cortejo nupcial de un león con su leona que dura una semana, sin comida, sin hacer otro cosa que conseguir sus favores… Una planície interminable absolutamente llena de situaciones cotidianas entre los animales y los masai que viven en medio, con sus cabañas construídas de excrementos y palos, pájaros de un metro de alto que no sabía ni que existieran… De los Big Five (León, elefante, Rinoceronte, Leopardo y Búfalo) los vimos a todos menos al arisco leopardo, se muy difícil ver. Las últimas horas en el crater, las dedicamos a buscarlo, pero no, aquel día lo “shira” tenía otros planes,,,
Otro día agotador, quemados por el Sol, pinchamos una rueda en medio del cráter, pero fue un día que difícilmente olvidaremos…
. Finalmente llegó el día de salir rumbo al gran Kilimanjaro. Sería una semana por la ruta Machame, una vía menos conocida que la via normal (la vía Marangu, conocida popularmente como Coca-cola Route (!!)) con tiendas de campaña y sin infraestructuras de ningún tipo. Conocimos a los trabajadores que escalarían con nosotros la montaña, más un canadiense que se sumó a la aventura, Denis Julien, que previamente y para aclimatar escaló el Pico Meru, de casi 5000 metros. Contrataremos en destino 6 porteadores, todos muy jóvenes, además del Guía principal, asistente de guía, cocinero y camarero. Muchos kilos de material, que se repartirían entre todos (incluídos huevos frescos!) a razón de unos 20 kilos por cabeza, literalmente cabeza, puesto que llevaban todos la carga acomodada en la cebolla...
Quién hizo cumbre por primera vez? pues Hans Meyer, el 6 de octubre de 1889 alcanzar la cumbre, acompañado de su amigo Ludwig Purtscheller y del guía chagga Yohana Lauwo. Éste había muerto a los 127 años, en 1997, pero no es quizás más que una leyenda, como la historia de la presencia de un cadáver de leopardo congelado, encontrado a 5.500 metros de altitud...
Primero un viaje en autobús de unas 2 horas atravesando la comarca en dirección a Arusha, y después valle arriba hasta la Puerta Machame. Es obligatorio firmar y registrarte. Aquí es donde se contratan los porteadores, todo iba según lo previsto. Poco después iniciábamos la ascensión, a 1700 metros aproximadamente. Debíamos atravesar la selva tropical, con grandes árboles que no dejaban pasar la luz del sol, y un buen camino. Vimos todo tipo de animales como monos, insectos extrañísimos y líquenes muy sensibles a la contaminación, y que nos garantízaban con su presencia que el ecosistema era prácticamente virgen.
La primera noche plantamos las tiendas a 3000 metros, todavía en medio de la jungla. Peter “Adrià”, el cocinero, nos demostró sus dotes, cocinando con ingenio patatas, verduras, sopas variadas, ternera, pollo, zanahorias, palomitas, arroz, y un largo etcétera. Ellos no comían lo mismo, sólo comían Ugali y los restos que dejábamos nosotros. De ésto nos dimos cuenta tarde, y a partir de aquí les dejábamos más comida, disimulando que ya no podíamos más... Siempre servido con la diligencia increíble del camarero y futuro aspirante a asistente de guía. Deben pasar por la escuela de Montaña, acreditando su experiencia durante 3 años, y así ir pasando de nivel...
El segundo día ya empezó a llover, y estuvimos pasados por agua tres días. La caminata se hizo más dura, peligrosa y incómoda puesto que los pies y toda la ropa siempre estaban mojados. La mejor chaqueta de montaña acaba calando; la solución? una sencilla capelina de plástico.
Ya al llegar al campamento de la segunda noche, estábamos fuera de los límites de la jungla. Acampamos en un pedregal, donde al día siguiente que hubo una pequeña tregua de lluvia pudimos admirar el mar de nubes al fondo del valle. Era increíble. Estábamos eufóricos, aún estando empapados. A Denis se le mojó el saco de dormir, pasó unas noches bastante malas. Buscábamos como locos los pocos rayos de Sol para secar la ropa...Aquí nos encontrábamos a unos 3700 metros, Shira Camp.
Al día siguiente nos esperaba una ruta larguísima, que iba cortando las faldas del Kilimanjaro en sentido transversal, con muchos metros de desnivel, unos 1000, lluvia intensa y llegando hasta 4700 metros para aclimatar. Mucho frío, puesto que íbamos todos mojados, bajando canteras atravesadas de pequeños riachuelos, hundiendo los pies hasta los tobillos, y haciendo caer piedras abajo puesto que la tierra estaba muy reblandecida de tanta agua. No nos afectó el mal de altura, nos encontrábamos fuertes y seguros,llenos de motivación. Subimos los 1000 metros de desnivel para bajarlos después por otra vertiente de la montaña y volver a dormir a unos 3700 metros, como la noche anterior, atravesando un bosque fantasmagórico de unos cactus gigantes sobre el terreno pedregoso, que con la niebla y la lluvia parecía que estuviéramos en Marte, fue precioso. Este día, las tiendas no estaban montadas al llegar , los porteadores se entretuvieron. El guía principal, Halleluja, los reprendió duramente. Intercedimos, pero no atendió a razones. Argumentaba que el servicio debía ser perfecto. En fin...
A partir del día siguiente, el Sol apareció, y la sensación de euforia era general. Todo el campamento parecía un "mercadillo" de ropa de montaña, tomamos el Sol, genial!! A partir de aquí, la ruta se endurece. Saldríamos de 3700 metros por subir a veces en llano muchas horas y cruzando barrancos profundísimos, subiendo contrafuertes ayudados algunos montañeros por cuerdas, 1000 metros más de desnivel pero que perdíamos muy a menudo la altura parcial ganada. A veces desesperaba, pero era ideal para aclimatar, y después de ver a los porteadores como iban de cargados sorteando los pasos complicados, no nos atreviamos ni a mascullar. Sólo teníamos derecho a disfrutar, y como lo hicimos! paisajes lunares hacia arriba, un mar de nubes de los mejores que he visto nunca hacia abajo, que nos impedía ver del todo Arusha, y un Sol que nos había hecho olvidar el frío de los días pasados.
Fuimos ganando altura, y finalmente llegamos al campamento IV , a 4700 metros. Aquí plantamos las tiendas sobre unos precipicios increíbles, con la vista ya de las nieves de la cumbre, con permiso de las nubes, y ya acusando algo el cansancio. èramos unas 50 personas de varias expediciones repartidas aquí y allá, y ya se dejaba ver como los efectos de la altura atacaba a algunos montañeros, como a dos chicas filipinas, que no se encontraban en su mejor momento físico... Nos hidratamos mucho con té caliente, y nos fuimos a dormir muy temprano, hacia las siete de la tarde, debido a que aquella misma noche, a las once, nos levantaríamos para intentar lograr la cumbre. No hace falta describir el frío, acostumbrados a los 30 grados una semana antes al clima tropical y seco del Norte de Tanzania... Totalmente equipados con toda la ropa de invierno de la que disponíamos y con los frontales a la cabeza, saldríamos en fila y en silencio. Nos esperaba la subida de una tartera enorme de piedra suelta , muy empinada, y suerte que no la veíamos, porque a la bajada nos quedamos alucinados de la exposición. Yo lo pasé muy mal con el frío, iba cantando para intentar distraerme. No surtió efecto. El paso que adoptamos era extraordinariamente lento, y cuanto aligerábamos sin querer, Halleluja decía "pole-pole!", que significa poco a poco. Mucha hidratación, dolor de cabeza y malestar general. Hacía una temperatura de unos 15-17 grados bajo cero. La idea era llegar a la cumbre al romper el alba, puesto que esta visión es mítica. Hubo mucha gente que ya no salió de las tiendas del último campamento, y era allí donde los porteadores nos esperarían al retorno de la deseada cumbre. Sólo saldríamos Ana, Denis, Halleluja, Frank (el asistente de guía) y yo de nuestra expedición, y poco a poco nos íbamos cruzando con gente muy poco preparada sobre todo psicológicamente, que con los mínimos síntomas de mal de altura abandonaban. No tenían ganas de sufrir. Estas horas las recuerdo las más duras, pero nunca vimos peligrar el éxito de la expedición. Íbamos fuertes de cabeza, que es lo mas importante, y teníamos grandes guías que marcaban el ritmo adecuado, no el nuestro, el del Gran Kili...
Al cabo de unas 4 horas llegamos A Gilmar´s Point, a 5200 metros, que es la antecima, donde mucha gente se retira, haciendo un ejercicio de autoconvencimento muy fuerte que era la antecima y que era lo mismo llegar o no arriba. Aquí Ana se sentía bastante mal, pero como buena gallega, nos dio a todos una lección de superación y fortaleza mental, así como de confianza con el resto de compañeros haciendo caso a todos los que la aconsejaban. "Bebe algo más, abrigate, descansa..." éramos un grupo muy homogéneo y compacto. Una suerte!
A partir de la cota 5500, ya se podía entrever el amanecer. Ya nos invadia la euforia, cuanto veíamos que nada nos quitaria el triunfo… era nuestro, era de todos!. Una hora más y estaríamos en la Cumbre! Ya hacía rato que admirábamos los hielos de la cumbre, que tenían varias tonalidades entre azul, rosa, amarillo y naranja, en función del grado de incidencia de los débiles rayos de Sol, que nos daban la bienvenida a medida que nos acercábamos a la ya visible meta. La cumbre del Kilimanjaro hace la extensión de tres campos de fútbol, y en medio hay un gran cráter nevado, y una parte del mismo,la cumbre, a 5898 metros, el cual ya se dejaba tocar prácticamente. El cansancio desapareció momentáneamente; las piernas sacaron fuerza del fondo del cerebro, y los pulmones se llenaron de todo el oxígeno del que fueron capaces de encontrar... Juntos, de la mano... Los últimos metros..TENÍAMOS EL CONTINENTE ÀFRICÀ BAJO LOS PIES!
La guinda del pastel fue la salida del Sol. Sencillamente mágico. Indescriptible. El cielo se encendió poco a poco, hasta que todo, cielo y tierra era naranja, todos éramos naranjas. Todos nos fundimos con la Montaña. Todos en aquel momento ERAMOS parte del Kilimanjaro, y todos sentíamos lo mismo sin necesidad de expresarlo con palabras.
Gracias a Halleluja, Frank, Peter, Denis y a el resto de porteadores. Gracias por todo,amigos.
De vuelta, ya con el cansancio acumulado, hasta llegar de nuevo a Moshi, y de aquí de nuevo a Arusha para viajar por tierra hasta Mombasa via Dar es Salam, para allí coger un Piki-piki que nos llevaría a descansar a un resort de una playa del norte de Mombasa. Aquí estuvimos 3 días comiendo como lobos y tomando el sol en la piscina del hotel…
Fin de fiesta, y vuelta a casa via Londres.
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