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Libros-Literatura Experiencias Viajeros en Marruecos ✈️ Foro Marruecos, Túnez y Norte de África ✈️ p93 ✈️

Foro de Marruecos, Túnez y Norte de África Foro de Marruecos, Túnez y Norte de África: Foro de viajes del Norte de África: Marruecos, Túnez, Argelia y Libia
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EnlacesAsunto: Re: Rutas de 10 / 15 días por Marruecos

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Hola, os dejo por aquí mi súper viaje por Marruecos. Lo hicimos con ATAR EXPERIENCE y nos encantó tanto la ruta, como la organización, los lugares alejados de los circuitos turísticos que nos recomendaron y la gente súper amable de Atar Experience. Jota, el director de la agencia, es español y vive en Marrakech, así que, se conoce lugares increíbles. ¡Recomendable 100%!

19 de agosto: Marrakech
Llegamos a Marrakech con una mezcla de emoción y expectación. La ciudad nos recibió con su calor intenso, típico de agosto, y un caos organizado que, aunque abrumador al principio, pronto aprendimos a disfrutar. El transfer desde el aeropuerto fue rápido, y en cuanto cruzamos la puerta del riad, nos sentimos en otro mundo. Era un pequeño oasis en plena medina: frescura, silencio y una decoración que combinaba lo tradicional con lo acogedor.
Esa noche decidimos salir a explorar la plaza de Jmaa el Fna. Aunque está llena de vida y colores, evitamos los chiringuitos turísticos de la plaza, siguiendo las recomendaciones que habíamos recibido. En lugar de eso, nos adentramos en una calle lateral y encontramos un pequeño restaurante con terraza. Allí probamos nuestro primer tajín de pollo al limón. Fue delicioso, aunque no podíamos dejar de mirar cómo Marrakech empezaba a encender sus luces mientras el día se despedía.

20 de agosto: Marrakech libre
El día comenzó con un desayuno en el patio del riad: pan caliente, mermeladas caseras y, por supuesto, té con menta. Decidimos dedicar el día a perdernos por las calles de la medina, pero lo mejor fue alejarnos de las zonas más concurridas. En una calle estrecha y poco transitada encontramos un pequeño taller donde un artesano trabajaba con madera de cedro. Nos explicó, en francés y con gestos, cómo tallaba cada pieza. Terminamos comprando una pequeña caja como recuerdo.
Otro momento especial fue cuando llegamos al zoco de los tintoreros. Allí los tejidos colgaban como arcoíris vivos, y uno de los tenderos, sin pedirnos nada a cambio, nos invitó a subir a su terraza para tener una vista panorámica. Desde arriba, Marrakech parecía un caleidoscopio de colores y sonidos.
Por la tarde, agotados pero felices, nos refugiamos en una terraza con vistas a la Koutoubia. Mientras tomábamos un té con menta helado, observábamos cómo el sol descendía lentamente sobre la ciudad. Fue el final perfecto para un día de exploración.

21 de agosto: Marrakech – Cascadas de Ouzoud – Bin el Ouidane – La Catedral
Nos levantamos temprano, algo que ya sabíamos que sería común durante este viaje. A las 8:30 nos recogió Said, nuestro conductor, quien desde el primer momento nos hizo sentir cómodos. Su español era impecable, y además tenía esa habilidad de contar historias que te mantienen pegado a cada palabra. Salir de Marrakech fue como cruzar un portal: de la intensidad de la ciudad pasamos a la calma de los paisajes rurales.
El camino hacia las cascadas de Ouzoud comenzó atravesando pueblos pequeños. Said nos explicó que estábamos en la región donde se produce el famoso "aceite de Marrakech". Lo interesante es que muchas almazaras (las pequeñas fábricas donde extraen el aceite) están al borde de la carretera, y algunas incluso venden directamente a los viajeros. Apunté mentalmente comprar una botella a la vuelta. Me hacía ilusión llevar a casa un pedacito del sabor de Marruecos.
Al acercarnos a Ouzoud, el paisaje cambió. Las montañas comenzaron a rodearnos, y el aire se sentía más fresco. Al llegar al pueblo, aparcamos en un lugar que parecía una pequeña plaza, llena de coches y puestos de comida. Desde allí, caminamos hacia las cascadas siguiendo un camino entre tiendas de souvenirs. Aunque al principio pensé que este tramo sería una turistada, pronto cambié de opinión. Los colores de los puestos (telas, cerámicas, especias) creaban un contraste encantador con el verde de las montañas.
Y entonces, las vimos: las cascadas de Ouzoud. Son imponentes, con el agua cayendo desde una altura impresionante y formando una especie de bruma que refrescaba el ambiente. Said nos llevó a un mirador donde pudimos contemplarlas en todo su esplendor. Estaba lleno de gente, pero aún así, el lugar tenía algo mágico.
Los monos del Atlas aparecieron pronto, saltando entre los árboles. Parecían expertos en robar comida, y aunque había turistas que les daban frutos secos, Said insistió en que no lo hiciéramos. Nos explicó que eso les hace depender de los humanos y pone en peligro su supervivencia. Fue un recordatorio importante de cómo nuestras acciones pueden afectar a la fauna local.
Decidimos comer en uno de los chiringuitos junto a las cascadas. Aunque la comida fue sencilla (tajín de pollo con ensalada), el entorno hacía que todo supiera mejor. Al terminar, Said nos propuso dar un pequeño paseo para ver las cascadas desde otro ángulo. Bajamos hasta el nivel del río, donde había pequeñas barcas decoradas con flores. Los barqueros ofrecían paseos, pero preferimos quedarnos observando.
Tras esta parada, retomamos el camino hacia Bin el Ouidane. El paisaje se volvió más montañoso, con curvas que dejaban ver el embalse y sus aguas de un azul hipnótico. Said nos contó que esta región es conocida por sus actividades acuáticas, aunque nosotros solo pasamos bordeando el lago. Fue suficiente para que prometiéramos volver algún día con más tiempo.
Finalmente, nos dirigimos hacia "La Catedral", una montaña que debe su nombre a su forma imponente y a las leyendas que la rodean. Al acercarnos, el aire fresco de la montaña nos llenó de energía. Nos alojamos en un albergue de barro, fresco y rústico, pero con todo lo necesario para sentirnos cómodos.
Por la tarde, Said nos llevó a un camino junto al río. El agua era cristalina, y los locales aprovechaban para bañarse y relajarse. Decidimos sentarnos en un pequeño bar improvisado donde nos sirvieron café. Nos sorprendió lo bueno que estaba, considerando lo remoto del lugar.
Esa noche, después de cenar (una sopa harira deliciosa seguida de un guiso de cordero), nos sentamos en el patio del albergue. El cielo estaba tan despejado que parecía una ventana al universo. Nos quedamos en silencio, observando las estrellas y pensando en todo lo que habíamos vivido ese día. Marruecos ya nos estaba conquistando, y apenas era el principio.

22 de agosto: La Catedral – Anergui – Imilchil (Alto Atlas)
El día empezó con un desayuno temprano: pan recién hecho, miel local y un té con menta que despertaba hasta al más dormilón. Said nos había advertido que este sería un día largo, pero lleno de paisajes inolvidables, y no se equivocó.
El camino nos llevó primero por una pista que parecía esconderse entre las montañas. A cada curva, el paisaje se volvía más impresionante. Pronto llegamos al cañón del Assif Melloul. No sé cómo describirlo: era como si la naturaleza hubiera querido esculpir su propia obra maestra. Las paredes del cañón se alzaban imponentes, y el río serpenteaba tranquilo a nuestro lado.
Said hizo varias paradas para que pudiéramos bajar del coche y disfrutar del paisaje. En un momento, encontramos un pequeño grupo de pastores con sus cabras. Nos saludaron con una sonrisa y ofrecieron mostrarnos el camino hacia un rincón especial del cañón donde el río formaba una pequeña poza. Allí, metimos los pies en el agua fría mientras escuchábamos historias de Said sobre cómo los pastores sobreviven en estas tierras tan remotas.
Nuestra siguiente parada fue Anergui, un pequeño pueblo rodeado de montañas. Comimos en un gite d’étape, donde nos sirvieron un tajín de verduras y cordero. La anfitriona era encantadora, aunque no hablábamos el mismo idioma, sus gestos y sonrisas decían mucho más que las palabras.
Después de comer, continuamos hacia los graneros de Aoujgal. Este fue uno de los momentos más fascinantes del día. Los graneros están construidos en un lugar imposible, como si desafiaran la gravedad. Said nos explicó que estos espacios no solo servían para almacenar alimentos, sino también para protegerse en tiempos de conflicto. Caminar entre estas estructuras, algunas de ellas milenarias, fue como viajar en el tiempo.
Al caer la tarde, llegamos a Imilchil, un pueblo a más de 2.000 metros de altitud. Aquí, el aire era fresco y limpio, un contraste total con el calor del desierto. Nos alojamos en el hotel Izlane, donde cenamos un cuscús que se convirtió en uno de nuestros favoritos del viaje.
Antes de dormir, salimos a caminar un poco por el pueblo. Las luces eran escasas, lo que hacía que las estrellas se vieran aún más brillantes. Fue un final perfecto para un día lleno de emociones.


23 de agosto: Imilchil – Khenifra – Volúbilis – Meknes
El día comenzó temprano, con un desayuno en el hotel Izlane que nos preparó para la jornada. Sabíamos que sería un día de transición, pero pronto descubrimos que, en Marruecos, incluso los trayectos “de paso” están llenos de sorpresas. Salimos de Imilchil atravesando los paisajes montañosos del Alto Atlas. El aire fresco de la mañana hacía que todo se sintiera más vibrante: los pueblos despertando, las primeras luces del sol bañando las montañas… Era un espectáculo que no podíamos dejar de fotografiar.
El recorrido nos llevó por pequeñas poblaciones con plantaciones de manzanos. Said nos explicó que estas frutas son famosas en Marruecos, y que, aunque los pueblos de piedra tradicionales están desapareciendo, las nuevas construcciones de ladrillo facilitan mucho la vida de las familias. No podía evitar reflexionar sobre cómo la modernización cambia los paisajes, a veces sacrificando la estética, pero siempre buscando mejorar la vida de quienes los habitan.
A medida que descendíamos de las montañas, el paisaje comenzó a abrirse. Las montañas dieron paso a colinas suaves y llanuras fértiles. Paramos en un chiringuito local para almorzar. Las chuletas de cordero eran sencillas, pero tan sabrosas que me recordaron la importancia de la comida fresca y de temporada. Mientras comíamos, un hombre mayor se acercó a saludarnos, curioso por ver a extranjeros en su pequeño pueblo. Aunque apenas hablaba francés, su hospitalidad fue evidente en su sonrisa y en los dátiles que nos ofreció.
Por la tarde, llegamos a Volúbilis. Esta antigua ciudad romana es, sin duda, un lugar que merece la pena visitar. Contratamos un guía local, algo que recomiendo encarecidamente, ya que nos ayudó a comprender la importancia de este lugar en la historia de Marruecos. Caminamos entre columnas, mosaicos y restos de edificios que parecían resistirse al paso del tiempo. Mientras explorábamos, no podía evitar pensar en cómo esta ciudad era, en su época, un símbolo de poder y sofisticación. Hoy, en ruinas, sigue siendo majestuosa.
Desde Volúbilis, hicimos una breve parada en Moulay Idriss, una ciudad santa del Islam. Subimos a un mirador para contemplar la ciudad y su mezquita, rodeadas de casas blancas. Aunque la visita fue breve, la energía del lugar era palpable, como si el tiempo allí tuviera otra dimensión.
Finalmente, llegamos a Meknes al anochecer. Justo a tiempo para contemplar la puesta de sol frente a Bab Mansour, una de las puertas más impresionantes que he visto en mi vida. Su arquitectura y detalles ornamentales te transportan a otra época. Decidimos cenar en un pequeño restaurante cercano, y mientras comíamos, reflexionamos sobre todo lo que habíamos visto ese día. Marruecos tiene una forma de sorprenderte constantemente, incluso en los lugares más inesperados.

24 de agosto: Meknes
Este día lo dedicamos a explorar Meknes en profundidad. A las 10 de la mañana, Nordin, nuestro guía oficial, vino a recogernos al riad. Desde el primer momento, nos dimos cuenta de que estábamos en buenas manos. Con un español perfecto y una pasión evidente por su ciudad, Nordin nos llevó a descubrir rincones que probablemente no habríamos encontrado por nuestra cuenta.
Empezamos el recorrido en la plaza de El Hedim, que algunos llaman “la hermana pequeña” de Jmaa el Fna. Sin embargo, tiene un encanto propio, más tranquilo y menos caótico. Desde allí, nos adentramos en los mercados cubiertos, donde se venden desde especias hasta telas y cerámicas. Fue una experiencia sensorial: los colores, los aromas, el sonido de los vendedores regateando…
Uno de los momentos más impresionantes fue la visita a los establos reales de Moulay Ismail. Este lugar, construido para albergar a miles de caballos, es un ejemplo de ingeniería y grandeza. Mientras caminábamos por sus enormes arcos, Nordin nos contó cómo esta estructura no solo era funcional, sino también un símbolo del poder del sultán.
Al mediodía, hicimos una pausa para almorzar en un restaurante local. Invitar a Nordin fue un gesto natural, y su compañía durante la comida añadió mucho valor a la experiencia. Nos llevó a un lugar donde servían pastilla, un plato típico marroquí que combina pollo, almendras y especias envueltas en una masa crujiente. Nunca había probado algo igual, y me dejó pensando en cómo la gastronomía refleja la riqueza cultural de un país.
Por la tarde, visitamos el mausoleo de Moulay Ismail, un lugar tranquilo y lleno de historia. La decoración del mausoleo, con sus azulejos y techos de madera tallada, era impresionante. Nordin nos explicó cómo este sultán había sido clave en la historia de Marruecos, y aunque su legado es complejo, no cabe duda de que dejó una huella profunda.
Terminamos el día con una última visita a Bab Mansour. Con la luz del atardecer, la puerta adquirió un tono dorado que la hacía aún más espectacular. Fue el cierre perfecto para un día lleno de descubrimientos.
Esa noche, mientras descansábamos en el riad, reflexioné sobre la importancia de viajar con tiempo y curiosidad. Meknes, aunque menos conocida que otras ciudades, tiene una magia propia que merece ser explorada sin prisas.

25 de agosto: Meknes – Gargantas de Amellago – Oasis de Tadirhoust
El día comenzó temprano, dejando Meknes para adentrarnos nuevamente en las montañas del Atlas. Este trayecto, aunque largo, fue una de las partes más hermosas del viaje. Los paisajes cambiaban constantemente: desde bosques de cedros hasta valles semidesérticos. Cada kilómetro parecía ofrecer algo nuevo.
La primera parada destacada fue en las gargantas de Amellago. Este lugar, desconocido para muchos viajeros, nos dejó sin palabras. La carretera serpenteaba entre paredes de roca que parecían cerrar el cielo, y el río, aunque pequeño, añadía vida al paisaje. Decidimos parar en un tramo tranquilo y simplemente sentarnos a escuchar el sonido del agua y los pájaros. Fue uno de esos momentos en los que te das cuenta de lo pequeño que eres frente a la inmensidad de la naturaleza.
Continuamos hacia el oasis de Tadirhoust, un lugar que parecía sacado de un cuento. Llegar allí, tras atravesar paisajes áridos, fue como encontrar un refugio. Las palmeras, el sonido del viento entre las hojas y el albergue Chez Pauline nos ofrecieron una bienvenida cálida y auténtica.
El albergue era un museo vivo, lleno de máscaras y arte del África subsahariana. Mientras cenábamos un cuscús casero, Pauline, la propietaria, nos contó cómo había llegado allí desde Francia hace décadas y se había enamorado del lugar. Su historia me hizo reflexionar sobre cómo los viajes no solo nos permiten descubrir el mundo, sino también a nosotros mismos.
Esa noche, bajo el cielo estrellado del oasis, entendí por qué Marruecos es un país que deja huella. Su diversidad, su gente y sus paisajes crean una conexión que trasciende el turismo.

26 de agosto: Oasis de Tadirhoust – Goumima – El Khorbat – Arfoud – Erg Chebbi
El día comenzó con el frescor del amanecer en Tadirhoust. Despertar en un oasis tiene algo mágico: el canto de los pájaros mezclado con el murmullo del agua en los canales de riego y el suave movimiento de las palmeras con la brisa. Mientras desayunábamos en el patio de Chez Pauline, rodeados de máscaras y figuras de África negra, Pauline nos contó cómo llegó al oasis hace años buscando un lugar tranquilo donde asentarse. Su historia me hizo pensar en cómo algunos viajeros no solo visitan lugares, sino que se dejan transformar por ellos.
Salimos del oasis y pronto nos adentramos en la carretera hacia Goumima. Aquí, los paisajes comenzaron a cambiar de nuevo: montañas áridas daban paso a pequeños palmerales salpicados por kasbahs en ruinas. Estas estructuras, muchas de ellas abandonadas, tienen un aire melancólico que invita a imaginar la vida que albergaban en tiempos pasados.
Nuestra siguiente parada fue el ksar El Khorbat, en el oasis de Ferkla. Este pueblo de barro es un lugar vivo, y pasear por sus calles estrechas fue como entrar en otra época. Las paredes de barro, con su textura rugosa y cálida, parecían absorber el calor del día, mientras que el interior de las casas ofrecía un refugio fresco. Visitamos el museo del ksar, que es un tesoro oculto. Allí aprendimos sobre las caravanas que cruzaban estas tierras y cómo los habitantes de la zona se organizaban en comunidad para sobrevivir en un entorno tan hostil.
Un momento que no olvidaré fue al salir del museo, cuando un grupo de niños se nos acercó curiosos. Uno de ellos, un pequeño con una gran sonrisa, me mostró su cometa hecha de bolsas de plástico y palos. Sin pensarlo, Said nos ayudó a volarla. Ver cómo se elevaba contra el cielo azul mientras los niños reían fue uno de esos momentos que te recuerdan la belleza de las cosas simples.
Continuamos hacia Arfoud, donde almorzamos en un pequeño restaurante. La especialidad eran las brochetas de carne, acompañadas de pan recién horneado y una ensalada de tomate y pimientos. Mientras comíamos, Said nos habló de los fósiles por los que es famosa esta región. Nos mostró uno que llevaba en el coche: una pequeña amonita pulida que había encontrado años atrás.
El tramo final del día nos llevó a las impresionantes dunas del Erg Chebbi. La transición de los paisajes fue casi surrealista: de los tonos ocres de las montañas y el barro, pasamos al naranja brillante de las dunas, que parecían infinitas bajo el sol de la tarde. Llegamos al hotel Nomad Palace, situado justo al borde de las dunas. La piscina del hotel era un oasis dentro del desierto, y después del largo viaje, sumergirnos en sus aguas fue un placer indescriptible.
Al caer la noche, salimos al desierto. Nos alejamos del hotel para sentarnos en una duna y contemplar las estrellas. El silencio era absoluto, roto solo por el suave susurro del viento moviendo la arena. Fue un momento de introspección: me sentí diminuta bajo aquel cielo inmenso, pero también profundamente conectada con el universo.

27 de agosto: Erg Chebbi – Rissani – Tazzarine – Zagora
Nos levantamos antes del amanecer para ver el sol salir sobre las dunas. La experiencia fue casi espiritual: los primeros rayos de luz transformaron el desierto, jugando con las sombras y los colores. Desde la cima de una duna, miramos cómo el día despertaba, sintiendo el aire fresco que pronto se convertiría en el calor del desierto.
Después del desayuno, nos dirigimos hacia Rissani, una ciudad llena de historia. En el mercado, Said nos mostró la "fondouk," un lugar donde antiguamente se reunían los comerciantes de camellos. Aunque hoy es más tranquilo, todavía conserva su esencia. Compramos dátiles frescos, que resultaron ser los más dulces que he probado en mi vida.
El camino hacia Tazzarine nos llevó por paisajes desérticos salpicados de acacias. Paramos en un punto donde el viento había formado dunas junto a una antigua montaña. Said nos contó que esta zona es conocida por sus yacimientos de trilobites, y aunque no encontramos ninguno, fue emocionante buscar entre las piedras.
En Tazzarine, comimos en un pequeño restaurante local. El dueño, un hombre mayor con una voz profunda y pausada, nos habló de cómo esta región fue un importante punto de paso para las caravanas que llevaban sal y oro. Sus historias me hicieron reflexionar sobre la conexión entre el pasado y el presente: cómo estos lugares, aparentemente aislados, fueron una vez el centro de un mundo en movimiento.
Finalmente, llegamos a Zagora, la puerta al valle del Draa. Antes de dirigirnos al hotel Kasbah Sirocco, subimos a una montaña cercana para contemplar el valle. La vista era impresionante: una franja verde de palmerales que se extendía hasta donde alcanzaba la vista, rodeada de montañas áridas. Me quedé allí, observando cómo el sol se ponía, bañando el paisaje en tonos dorados. Fue un recordatorio de cómo Marruecos nunca deja de sorprenderte, incluso después de días de viaje.
En el hotel, la piscina rodeada de palmeras fue un alivio después del calor del día. Mientras cenábamos un tajín de cordero con ciruelas, hablamos de lo que habíamos vivido. Este viaje no era solo un recorrido por paisajes; era un viaje a través del tiempo, de culturas y de historias que seguían vivas en cada lugar.

28 de agosto: Zagora – Foum Zguid – Oasis de Aguinane – Assaragh
La jornada comenzó con un desayuno temprano en el hotel, rodeados de palmeras y con el sonido del viento entre sus hojas. Salimos hacia Foum Zguid, atravesando un paisaje de llanuras áridas y montañas rojizas. En algunos tramos de la carretera, vimos pequeños grupos de camellos pastando entre las acacias. Said nos explicó cómo estas criaturas, tan emblemáticas del desierto, son indispensables para las comunidades locales.
En Foum Zguid, hicimos una breve parada en la plaza del pueblo para comer algo ligero. Bajo la sombra de una acacia, disfrutamos de un bocadillo sencillo y fresco, suficiente para continuar nuestro viaje. A medida que avanzábamos, las montañas del Anti-Atlas comenzaron a aparecer en el horizonte, cada vez más imponentes.
La llegada al oasis de Aguinane fue un momento que recordaré siempre. Tras kilómetros de un paisaje árido, el oasis se desplegó ante nosotros como un milagro de vida. Rodeado de montañas, parecía un paraíso perdido. Said nos llevó a un mirador desde donde podíamos ver todo el valle: un mar de palmeras entre campos de trigo, granadas e higueras. Descendimos al oasis y paseamos por sus estrechos caminos. Nos cruzamos con algunos lugareños, quienes nos saludaron con una hospitalidad sencilla pero cálida.
Por la tarde, nos dirigimos a Assaragh, un pequeño pueblo en las montañas. Nos alojamos en un albergue construido en piedra, que se integraba perfectamente en el entorno. Desde allí, podíamos ver la kasbah de Assaragh, una imponente construcción restaurada que parecía vigilar el valle. Durante la cena, hablamos con el propietario del albergue, quien nos contó historias sobre la resistencia bereber en estas montañas. Fue una noche tranquila, bajo un cielo estrellado que parecía más cercano que nunca.

29 de agosto: Assaragh – Oasis de Aguinane – Tata – Amtoudi
El día comenzó con un paseo por el oasis de Aguinane. Caminar entre los campos cultivados, rodeados de montañas y con el sonido del agua corriendo por los canales, fue una experiencia que me hizo reflexionar sobre la resiliencia de las comunidades que viven aquí. Said nos explicó cómo estos oasis no solo son fuentes de agua, sino también de vida, cultura e historia.
Después del paseo, continuamos nuestro camino hacia Tata, un pueblo que nos recibió con un calor abrasador. Paramos en un pequeño chiringuito para almorzar, donde probamos unas albóndigas especiadas que estaban deliciosas. El propietario nos habló de cómo su familia había vivido en esta región durante generaciones, y cómo el cambio climático estaba afectando a los oasis cercanos.
Por la tarde, llegamos a Amtoudi, un pueblo escondido entre montañas que parecía salido de un sueño. Nos alojamos en el albergue L’Ombre d’Aguerniers, un lugar encantador rodeado de palmeras. Después de instalarnos, decidimos explorar los alrededores. Caminamos hasta las gueltas, unas piscinas naturales formadas por el río. El agua, fresca y cristalina, era un alivio después del calor del día.

30 de agosto: Graneros y gueltas de Amtoudi
Este día lo dedicamos por completo a explorar Amtoudi. Después de desayunar, nos dirigimos al granero fortificado de Id Aissa, situado en lo alto de una montaña. La subida fue un desafío, pero cada paso valió la pena. Desde arriba, las vistas del valle eran espectaculares. Said nos explicó cómo estos graneros no solo eran almacenes de alimentos, sino también refugios durante los conflictos.

La estructura, con sus muros de adobe y madera, era un testimonio de la ingeniosa arquitectura bereber.
Por la tarde, exploramos las gueltas del río, donde el agua había formado pequeñas pozas entre las rocas. Caminamos por el cañón, disfrutando del silencio y la belleza del paisaje. También visitamos los grabados rupestres cercanos, que mostraban jirafas, elefantes y leones. Ver estas representaciones de un pasado en el que el Sahara era una sabana verde me hizo reflexionar sobre cómo el clima y el tiempo transforman el mundo.

31 de agosto: Amtoudi – Guelmin – Sidi Ifni
Dejamos Amtoudi temprano y emprendimos el camino hacia Guelmin, donde hicimos una breve parada para ver el mercado de camellos. Aunque pequeño, fue fascinante observar cómo este antiguo comercio sigue siendo vital en la región.
Desde allí, continuamos hacia Sidi Ifni, una ciudad costera con un pasado español. Las calles, con sus edificios coloniales y el sonido del Atlántico de fondo, tenían un aire nostálgico. Caminamos por el paseo marítimo hasta llegar al faro, desde donde contemplamos una vista espectacular del océano. La brisa marina, fresca y constante, fue un alivio después de tantos días de calor en el interior.
Nos alojamos en el Riad Xanadu, un lugar acogedor con una cocina excelente. Cenamos pescado fresco mientras el sonido de las olas nos acompañaba. Fue un día más relajado, perfecto para recargar energías antes de regresar a Marrakech.

1 de septiembre: Sidi Ifni – Agadir – Marrakech
El último día del viaje comenzó con un paseo por la playa de Legzira, famosa por sus arcos de roca. Aunque el arco más grande se derrumbó hace unos años, los paisajes siguen siendo espectaculares. Caminamos por la arena, sintiendo la brisa del Atlántico, y nos despedimos de la costa antes de regresar al interior.
Tomamos la carretera hacia Agadir y luego la autopista hacia Marrakech. Llegamos por la tarde, justo a tiempo para disfrutar de nuestra última cena en la ciudad. Mientras paseábamos por las calles iluminadas de la medina, no podía evitar sentir una mezcla de nostalgia y gratitud.

Reflexión final
Este viaje por Marruecos fue mucho más que un recorrido por paisajes y ciudades. Fue una experiencia transformadora, una conexión con la historia, la naturaleza y las personas que hacen de este país un lugar tan especial. Cada día, cada kilómetro recorrido, fue una oportunidad para aprender y sorprendernos. Marruecos nos dejó recuerdos imborrables y una promesa de regresar algún día.
Espero que este diario inspire a otros viajeros a descubrir Marruecos con los ojos y el corazón abiertos. Si decides emprender esta ruta, recuerda: deja tiempo para perderte, para hablar con las personas que encuentres en el camino y para detenerte a contemplar la belleza que te rodea. Marruecos siempre recompensa a los curiosos.
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EnlacesAsunto: Re: Consejos para Marruecos

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Espectacular descripción del viaje, se nota que lo has vivido con intensidad. Podías haber hecho un diario con fotos. Muy bien.
Un saludo.

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EnlacesAsunto: Re: Experiencias Viajeros en Marruecos

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@Viajera4 muevo tu mensaje al hilo de experiencias de recién llegados.
Muchas gracias por la aportación.

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EnlacesAsunto: Re: Consejos para Marruecos

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efebei Escribió:
Espectacular descripción del viaje, se nota que lo has vivido con intensidad. Podías haber hecho un diario con fotos. Muy bien.
Un saludo.

Muchas gracias. La verdad es que iba a subir fotos pero he sido incapaz de conseguirlo Guiño Así que, lo he puesto sin ellas
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EnlacesAsunto: Re: Experiencias Viajeros en Marruecos

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ALROJO Escribió:
@Viajera4 muevo tu mensaje al hilo de experiencias de recién llegados.
Muchas gracias por la aportación.

Amistad

De nada! Guiño
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EnlacesAsunto: Re: Consejos para Marruecos

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Buenos días viajeros, acabo de llegar de Marruecos, la ruta que hice es la siguiente: Marrakech, Agadir, Taghazout, Essaouira, Marrakech, es la cuarta vez que estoy en Marruecos y he visto como el país ha evolucionado y como se ha modernizado muchisimo, en Marrakech muchos viajeros se quedan en la Medina ( casco antiguo ) que practicamente es para los turistas, pero si se va a la zona en donde realmente viven los habitantes de Marrakech, por ejemplo al barrio de Gueliz, se podran ver lujosos centros comerciales, buenos bares y cafeterias, estupendas y bonitas estaciones de tren, avenidas de seis carriles etc. Pero bueno, al tema, al llegar al aeropuerto cambie unos 20 euros allí mismo, evidentemente el cambio es peor pero para los gastos indispensables es necesario, cuando se sale a la sala exterior del aeropuerto, si se caminan unos metros a la terminal de Salidas ( no en la de llegadas ) te encontraras con varios bancos y oficinas de cambio, en la terminal de Llegadas hay como tres mostradores en donde puedes comprar tarjeta SIM para el telefono, yo la compre allí por que llegaba tarde de noche y no queria perderme por los callejones de la Medina, pero sale mucho más economico comprarla en Marrakech y son muy faciles de encontrar, yo la compre con la compañia Marroqui de telefonia, pues creo que es la que tiene más cobertura, me costo 20 euros Y NO ADMITEN TARJETA DE CREDITO PARA PAGAR, después unos pocos metros de la salida del aeropuerto se encuentra el bus de la compañia ALSA ( compañia española, asturiana para mas señas ) que te llevara al centro, el billete cuesta 3 euros y te deja a las puerta de la famosa plaza. Sobre Marrakech, en la zona de la medina, pues bueno, aunque los precios nos puedan parecer baratos, pues están muy inflados para los turistas, de tal modo que por un cafe o un te te pueden pedir 1,5 euros o 2 euros ( pongo el precio en euros para entendernos ) cuando el precio normal fuera de las zonas turisticas suele ser de 0,80 euros y así con todo. Para cambiar dinero, pues bueno en el Hotel Ali, que es muy facil de encontrar, hay que llevar efectivo, pues practicamente en ningún lugar de los que visite me aceptaron tarjeta de credito, puede que la acepten para compras bastante cuantiosas, pero encima te cobran más por usar la tarjeta. En caso de quedarse sin efectivo se puede sacar dinero en los cajeros con un maximo de 200 euros y una comisión de 2,5 euros. Me moví en mi recorrido en transporte público sin ningún problema, los autobuses estan bien, el trayecto de Marrakech a Agadir me costo 10 euros más 1 euro por el equipaje, el trayecto dura 3 horas. Agadir tiene una playa maravillosa, es una ciudad tranquila y acogedora, no ví nada de marginalidad ni de delincuencia y se puede comer buen pescado, Taghazout se encuentra a unos 10 kilometros de Agadir, así que decidí ir en el bus urbano que creo que cuesta unos 4 Dirham, pero cuando estaba esperando al bus aparecio un Grand Taxi en el que se suben 4 personas y cada uno paga su trayecto, por el mismo precio aproximadamente y más rapido. Taghazout es un pequeño y pintoresco pueblo lleno de surferos europeos, tiene unas playa preciosas y con buenas olas, también se come pescado muy barato ( 2 euros la parrillada de sardinas por ejemplo ), como el bus no pasa por Taghazout en dirección a Essaouira contrate el servicio de furgones para transporte de turistas con la empresa SOUK TO SURF, un furgon de primera para el trayecto de 3 horas hasta Essaouira, con una parada para tomar cafe e ir al baño. Sobre Essaouira no puedo opinar mejor, es una ciudad preciosa, tranquila, segura con una playas impresionantes y con el animadisimo puerto lleno de pescado y de gaviotas para comer marisco y pescado a precios muy buenos ( un buen plato de pescado anda por los 7 euros, las necoras y las ostras a 1 euro, para regresar de Essaouira a Marrakech saque el billete con la empresa Supratours que tiene autobuses de primera muy comodos, creo recordar que el billete me costo 18 euros, más caro que los buses regulares, pero por la comidad merece la pena, otras tres horas de viaje hasta Marrakech, eso si, la parada de Supratours en Marrakech se encuentra alejada de la Medina y es necesario coger un taxi o caminar cerca de una hora.
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EnlacesAsunto: Re: Experiencias Viajeros en Marruecos

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@Astur7 muevo tu mensaje al hilo de experiencias de recién llegados.
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EnlacesAsunto: Re: Experiencias Viajeros en Marruecos

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ALROJO Escribió:
@Astur7 muevo tu mensaje al hilo de experiencias de recién llegados.
Gracias por dedicar tiempo a dejarnos esta información.

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Muchas gracias, si, es que no se por que no encontré el hilo de recien llegados para publicarlo ahí, saludos.
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EnlacesAsunto: Re: Consejos para Marruecos

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Hace unos días regrese de mi quinto viaje por Marruecos, viaje solo y por mi cuenta, la ruta esta vez fue la siguiente : Marrakech donde solo pase la noche, al día siguiente cogí un taxi utilizando la aplicación Indrive, muy útil para conocer el precio de antemano y no ser timado por los taxistas o no tener que estar regateando, el precio desde la famosa plaza hasta la estación de trenes es de 25 Dirham, 2.5 euros, una vez en la lujosa estación de trenes (Gare ), ojo, no confundir con Gare Routier que es la estación de autobuses, cogí mi tren en dirección a Fez, 6,5 horas, el billete lo había comprado desde España por internet en primera por 35 euros, una vez en Fez, el precio de un taxi hasta la Medina es de 20 Dirham, 2 euros. Fez esta bien para un día, yo le dedique dos noches, así que pude verlo a fondo y sobre todo salir de la Medina y adentrame en los zocos en donde en realidad compra la gente de Fez, hay uno muy bueno al lado justo del Palacio Real, en Fez hacía bastante frio, sobre todo por las noches, llegando la temperatura a 3
grados y claro, las habitaciones no tienen calefación y son bastante húmedas, justo fuera de las murallas hay un bonito parque por si a uno le apetece relajarse un rato, ojo, de todas las ciudades y pueblos de Marruecos, Fez me parecio la ciudad con más personas marginales, no es aconsejable dejar las calles principales de noche y mucho menos adentrarse en los laberinticos callejones de la Medina, no le hagais caso a nadie que pretenda enseñaros una tienda, restaurante, etc, conmigo lo intento uno de noche y menos mal que me di cuenta a tiempo y retrocedí, desde Fez viaje en una furgoneta para turistas a Chaoun por 17 euros, no me apetecia volver a coger taxis y después el bus, tardamos con alguna parada unas 4 horas. Chaouen es un pueblo muy bonito, quizas sobrecargado de tiendas, pero merece la pena, en especial de noche cuando ya se han ido la mayoria de los turistas que lo visitan solo unas horas, si sales hacia la zona baja de la ciudad y te sales de la zona más turistica hay restaurantes de la gente local que estan muy bien y puedes comer por un importe muy pequeño, me hospede en Dar Bleu Pearl, perfecto, maravillosamente situado, limpio, tranquilo y a buen precio, al día siguiente y tras un buen desayuno en un bar local cogi un taxi a la estación de buses, 25 dirham y allí cogi un Grand Taxi ( Taxi compartido ) a Tanger por 70 Dirham, al llegar a Tanger ( ciudad muy grande ) el Grand Taxi te deja practicamente en las afueras de la ciudad, así que mientras buscaba un taxi aparecio un chico con una moto que se ofrecio a llevarme por 20 dirham hasta la medina, tened en cuenta que en Tanger la mayor parte de la gente habla español, ya que al igual que Chaouen y Tetuan fueron españolas y los españoles han dejado edificios muy importantes, parques, iglesias, etc y lo que es mas importante, un buen recuerdo en mucha gente, Tanger tiene un paseo al lado de la playa impresionante, son 5 kilometros de playa y de paseo que debe de tener unos 20 metros de ancho al menos y toda la zona baja son aparcamientos, una maravilla, en la playa de Tanger puedes alquilar un caballo para galopar, son caballos buenos y rapidos o un dromedario para pasear. Me dedique a ver la ciudad, sus cafes, el barrio Español, la Medina, etc y al día siguiente cogi un bus turistico de la compañia Alsa ( española ), se coge en la Gran Mezquita que esta a la entrada del puerto, bajo las murallas de la Medina, el precio es de 13 euros, pero merece la pena ya que se pasan entretenidas bastantes horas, con el ticket tiens derecho a dos autobuses, uno el principal que te lleva desde Tanger al Cabo Espartel y a las cuevas de Hercules y a la vuelta tienes otro bus que te hace un recorrido por las calles de Tanger, el primero de los buses hace un recorrido entretenido entre mansiones y bosques hasta llegar al cabo Espartel, aquí viene la sorpresa que no te comentan de antemano y es que para entrar tienes que pagar 5 euros, a mi no me apetecia y me fui a dar un paseo por la costa que es impresionante, justo hay un punto en el que esta la división entre el mar Mediterraneo y el Oceano Atlantico, a la hora volví a coger el bus esta vez con dirección a la cuevas de Hercules y cuando acudí a la taquilla me lleve la sorpresa de que el precio de entrada son 8 euros, una autentica turistada y un precio caro para Marruecos, por lo que de nuevo me dedique a pasear por la costa. Me estaba alojando en el mismo corazon de la Medina en Pension Saada, muy economica, todo limpio y tranquilo, baños compartidos, eso si, unas escaleras bastante empinadas.Desde Tanger cogí un tren a Asilha, pueblo costero y encantador a tres cuartos de hora de Tanger, la estación de trenes de Tanger también es muy lujosa, el billete creo recordar que me costo 3 o 4 euros, Asilha tiene una preciosa playa y una medina justo encima del mar, unas calles preciosas y es un lugar muy tranquilo y completamente seguro, de igual modo la mayor parte de sus habitantes hablan español, es un buen lugar para comer pescado después de haber visto sus calles y de darse un baño en la playa ( aquí los días estaban muy buenos ), otra vez regrese a Tanger, aunque de buena gana me hubiera quedado una noche en Asilha, al día siguiente nuevo taxi por 30 dihams hasta la parada de los Grand Taxi, donde facilmente me indicaron cual es el que se dirigia a Tetuan, muy economico también, mas o menos una hora de carretera, ya en Tetuan busque mi alojamiento que estaba dentro de la labarintica medina ( esta si que es laberintica de verdad, por lo que es muy dificil orientarse ), aconsejo coger el hotel fuera de la medina, ya que buscar el alojamiento y especialmente por la noche puede ser complicado, me aloje en Riad Khmisa y no lo recomiendo ya que por la noche hubo un español dando gritos hasta las 12 de la noche y no se podia dormir, nadie le llamo la atención, al día siguiente el desayuno debia de comenzar a las 9 y llegaron las 10,30 que fue cuando comenzaron a servirnos el cafe, fatal, pero bueno, Tetuan es una ciudad a la que todavia no llega demasiado turismo, así que se puede ver la vida real de una ciudad de Marruecos, allí muy cerca del palacio real y del magnifico Instituto Cervantes, hay un gran edificio antiguo que era donde el General Franco tenia su oficina, todavia se puede ver el Aguila del escudo que viene desde los tiempos de los Reyes Catolicos, muchas personas guardaban un grato recuerdo de la estancia de Franco en esta ciudad y de todo lo que habia hecho por ella, un taxista me conto muchas historias y me conto orgulloso como su padre habia formado parte del primer regimiento de Regulares que se formo en la ciudad en el que se mezclaban tropas españolas y moras. Una tarde dentro de la Medina me dirigi a un Haman a darme un baño, es un Haman que data del siglo XV y es totalmente para gente local, no es nada turistico, el precio del baño es 1,5 euros, pero yo opte por que me dieran un masaje, compre el champu, etc y el precio me salio por 6 euros, te dicen que te acuestes en el mismo suelo que esta caliente y ahí comienzan a enjabonarte a frotarte, a darte el masaje y a echarte cubos de agua caliente. Por cierto el precio del trayecto en taxi desde el Palacio Real, es decir desde la Medina hasta la estación de autobuses o de Grand Taxis es de un euro, 10 Dirham y desde Tetúan al aeropueto el trayecto custa 25 dirhams, escuche a turistas comentar como habian pagado incluso 150 dirham por este trayecto. El aeropueto es sumamente pequeño.
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