Korcula se broncea al caer la tarde.
Tras dejar del ferry, sin necesidad de ningún trámite ni muestra de pasajes, tan solo subiendo al coche los dos y bajar ordenadamente por la rampa, tomamos tierra en puerto de ferrys de la misma ciudad de Korcula (se pronuncia Kórchula) que es el situado al este, prácticamente bajo sus murallas. Buscamos sitio para aparcar (de pago) y una oficina de turismo. hay una muy visible (de hecho creo que la única) cerca del ismo que une a la ciudad con la isla. Conviene apresurarse porque se producen colas ya que ofrecen servicios como alquilar bicis, información general sobre la isla o excursiones en barca.
Preguntamos en la oficina de turismo y acto seguido llamaron a un casero comentando nuestras condiciones (2 noches, dos personas). Por cierto, justo al lado hay una pequeña oficina de Jadrolinja, que tiene un amplísimo horario y donde compramos ya, aprovechando la espera del casero, los pasajes para 'saltar' a Hvar al cabo de 48 horas, pero sobretodo nos informarmos de todas las salidas hacia Orebic al día siguiente, ya que nos esperaba la 'Perla del Adriático'....
Al cuarto de hora estábamos siguiendo el citroen de un casero que disponía de un apartamento, nos lo enseñó y nos instalamos sin apenas dudarlo. Estaba situado en la riva oeste de Korcula a apenas 200 m. de la entrada a la ciudad. Era una planta baja con dos terrazas anterior y posterior, bastante equipado, podían dormir hasta 4. Se llama Apartments Adriatic Korcula y desde su terraza anterior había buenas vistas de la Peninsula de Pelsejac, el estrecho que la une a la isla y a 45º vistas de Korcula.
Pero aún no habíamos comido, así que cogimos el coche y el mapa de Dalmacia y sin caer en la tentación de entrar en la gótica ciudad nos dirigimos hacia el extremo occidental de la isla a Vela Luka, donde pretendíamos comer.
Vista desde el apartamento.
VELA LUKA
Por fin estamos en el gran sur dálmata, entre Grecia e Italia en una isla que aún no ha sido víctima de la especulación urbanística, manteniendo un flujo de turismo continuo pero apacible, y donde las sensaciones se desbordan ante tales parajes naturales.
Para ir hacia Vela Luka se toma una carretera en buen estado que te lleva hacia el oeste, siguiendo claras indicaciones, no hay perdida. Al salir de Korcula te invade un paisaje plenamente mediterraneo de pino, palmera, encina, olivar pero donde destacan sin duda los altíssimos cipreses cuyo verde oscuro casi negro ya dieron nombre, en la antigüedad, a la isla. Los griegos que fundaron Vela Luka llamaban a la isla Korcyra Melaina, la Isla Negra, por su densa y oscura vegetación.
La carretera discurre por serranías de calcáreas, subiendo en altitud y asomando a ambos lados de la isla en su punto más elevado desde donde se divisan a la vez Lastovo al sur y Hvar al norte. Luego vas bajando hasta cruzar un hermoso paseo de tilos, que resulta ser el centro de Blato, aunque no paramos hasta Vela Luka.
Curiosa manera de servirte los calamares, este plato fresquísimo y nada frugal abunda en casi todas las cartas y suele costar entre 5 y 8 €.
Vela Luka es una típica población isleña que no destacaría en las guías, no obstante sus bellos edificios no muy antiguos aderezan una bahía y un puerto atractivo. Además en su largo paseo marítimo se pueden encontrar numerosos y apetecibles restaurantes para todos los bolsillos. Hace la función de puerto más occidental y de salida natural al mar de Blato, población cercana y quizá dominante en la isla. Por cierto, el aceite de oliva de esta zona es el más renombrado de Croacia. También cabe destacar su proximidad a infinidad de calas rocosas totalmente vírgenes, cuyo acceso debe ser bien consultado antes a los locales.
Entre ellas destaca la pequeña bahía de Gradina protegida por dos islotes, entre olivos y pinares. Está a unos 5 km de pista de Vela Luka y es un lugar de recreo para los lugareños y algún alemán excéntrico que se quiera retirar del mundo. Sus aguas poco profundas, azul turquesa, su inmejorable orientación a poniente, la facilidad de acceso al agua y su tranquilidad le ha dado cierta fama. Algunas casitas disponen de embarcadero privado donde se puede tomar el sol sin clavarte los consabidos guijarros de las calas croatas.
BLATO
De vuelta hacia Korcula, esta vez, sí que paramos en Blato, ciudad interior protagonista de emigraciones masivas hacia otros continentes. De las mismas dimensiones de Vela Luka pero sumida en la tranquilidad del mundo rural, su escarpada vertiente meridional es muy pintoresca y alberga palacios y mansiones de los S.XVI al XIX. Llegamos a percibir cierta competencia local entre Velalukenses y Blatenses.
Iglesia de Todos los Santos de 1350, en primer término logia. + Vertiente meridional de Blato.
Aunque la visita más interesante a nuestro entender es una formidable mansión abierta al público, en medio del pueblo, un poco hacia la ladera sur, donde los actuales residentes, herederos de una larga tradición te abren las puertas de su morada, enseñándotela entera en una visita guiada de apenas 20 minutos. Aunque la mansión no es inmensa la visita es densísima, gratuíta y se observan infinidad de detalles, objetos, mobiliario noble, herramientas, todo tipo de utensilios domésticos, retratos, biblioteca, etc...que te trasladan necesariamente a los usos y costumbres ancestrales de esta amable familia. El museo se llama BARILO ETNOGRAFIC COLLECTION. korkula-barilo y no cabe duda que es el único punto de interés en Blato. Como decía, es gratuíta pero disponen de una tienda-obrador donde se hacen degustaciones y venden aceite, aromas, licores, especies, conservas y compotas, de facturación y cosecha propia. Por tanto es muy aconsejable para comprar recuerdos muy auténticos, nosotros igual llegamos a gastar unos 200 kn. en 7 o 8 regalitos.
Estancias recargadas de historia e historias.
A la salida de Blato y antes de volver a Korcula (teníamos que comprar algunos víveres) quisimos visitar el apacible puerto de Prigradica, que mira a la costa meridional de Hvar
Por la noche cenamos algo caliente en el apartamento y preparamos las mochilas, cámara y alguna guía para el día siguiente, así como algunos bocatas por si nos perdíamos o no encontrábamos ningún sitio donde comer camino de Dubrovnik, anque la idea, por supuesto, era comer en la ciudad.
Mi pareja ya había tomado la costumbre de buscar TV3 la primera noche en la parabólica de los diversos sobes y cada vez se le daba mejor encontrarla entre los miles de canales internacionales. Era martes y vimos nuestra serie favorita.
Adormecida me venían imagenes de la costa, el olor a lavanda y a higuera, del intenso azul, la sirena de los buques, la brisa del mediodía sobre el Marko Polo, el tumulto de lugareños y niños correteando en el centro de Blato y la amplia sonrisa de Veljko Barilo. Los ecos de la música festiva de los lejanos cruceros y la silueta de la aún desconocida ciudad de Korcula que hacia que los turistas se agolparan para obtener las mejores fotos desde la cubierta del ferry y uno de ellos, poseso, me volcó el café con leche, y ¿cómo no? en ese momento estaba sola. Korcula, una joya del gótico, que seguiría siendo desconocida hasta al menos un día más. Y después de Dubrovnik aún quedaba Hvar, por Dios!!. y Bol, madre mía... Estaba rendida, apenas 24 horas antes habíamos zarpado de Rijeka y mañana tendríamos mucha caña por delante........mmmmmmmm..........alarma a las 7:30.... ..........Bona nit.