Ha sido maravilloso estar en Petra 2 días completos. Es un yacimiento arqueológico como no he visto jamás y el paisaje de arenisca es espectacular. Para rematar, el hotel ha sido genial. Sin embargo, todo llega a su fin, y hoy abandonamos ya esta maravilla, para dirigirnos a otra que no se queda atrás: el desierto de Wadi Rum.
Ya de camino hacia el desierto, no podemos menos que pararnos para contemplar una última panorámica de Petra, al fondo. Todavía podemos observar la cúpula blanca de la tumba de Aarón.
Ya de camino hacia el desierto, no podemos menos que pararnos para contemplar una última panorámica de Petra, al fondo. Todavía podemos observar la cúpula blanca de la tumba de Aarón.
Nos dirigimos hacia el sur, a una región situada entre Petra y Aqaba. Wadi Rum es un conjunto de valles de 2 km de ancho y 130 km de norte a sur. Es una mezcla de paisajes de rocas y arena, donde la vegetación es escasa. La escasa población que lo habita es beduina, aunque parece que se denominan a sí mismos como descendientes de Mahoma. Pero si el nombre de este desierto ha llegado a nuestros oídos es por Lawrence de Arabia y las confrontaciones entre ingleses y alemanes durante la época de la 1ª Guerra Mundial. El autocar nos deja en el centro de visitantes. Desde ahí saldremos caminando hasta nuestro campamento, llevando nuestras mochilas. El autocar se irá por otro camino para dejar nuestro equipaje también en el campamento. La primera visión que tenemos del desierto son los Siete Pilares de la Sabiduría, formaciones rocosas que tomaron el nombre del libro que escribió Lawrence de Arabia.
Salimos en ruta dejando los Siete Pilares a nuestra derecha. Caminar por un desierto es una experiencia única, pero también agotadora, porque cuesta trabajillo avanzar, aunque por esta zona la arena está más pisada.
Atravesamos el cañón de Makharas. Apenas si hay algunos matorrales y el terreno es bastante pedregoso en este lugar. El camino es fácil de transitar, pues vamos por una pista trazada por el paso de los 4x4.
Llegamos a un campamento beduino, donde nos ofrecen un té. El campamento tiene una sección de souvenirs, con cierta variedad. Lo más interesante son las chilabas y los trajes típicos de los beduinos. Hacemos una foto al beduino del campamento y a una mujer que viste traje típico.......
..... que en realidad es una compañera del viaje, que se ha probado el traje y se lo ha comprado. Esto sería el comienzo de una historia de amor entre 2 personas del viaje que no se conocían hasta hacía 2 días.
Lo más interesante del lugar son unas inscripciones que nos encontramos en unas rocas próximas y que hacen referencia a que este punto era paso obligado de la ruta de las caravanas.
Lo más interesante del lugar son unas inscripciones que nos encontramos en unas rocas próximas y que hacen referencia a que este punto era paso obligado de la ruta de las caravanas.
Tras el merecido descanso seguimos caminando admirando la belleza del desierto. No debe faltar mucho para comer, pues son más de las 12:30 ó 13:00. Ahora vamos bordeando una roca de gran tamaño y cuando le damos la vuelta..... Ahí está la sorpresa. Hay una camioneta, la del cocinero. Hay una mesa larga montada sobre la que está el pequeño buffet que nos ha preparado allí mismo. Hay una tela grande sobre la arena para sentarnos al modo beduino. ¿Se puede pedir algo más? Que tras una larga caminata por el desierto, ¿te encuentres de pronto con que tienes montado el buffet? Ni qué decir que sabe a gloria: las ensaladas, las albóndigas, las empanadillas sobre todo, las salchichas (o algo parecido) de cordero o de pollo. Para rematar la fruta y los deliciosos pasteles árabes. Creo que se podría morir uno aquí mismo del gusto. Esto está siendo increíble. Hay gente que se ha sentado al sol sobre una roca, pero a mí me da lo mismo el frío que hace en la sombra. Sentado sobre la esterilla degustando esos manjares me siento de maravilla.
Mientras que comemos vemos una escena divertida, un dromedario y detrás su pequeña cría siguiéndola. ¿Adivinais donde está la cría? Parece camuflada.
Continuamos la caminata, pues a pesar de que estamos en el desierto, en los lugares donde da la sombra hace verdaderamente bastante frío. Comenzamos a atravesar otro nuevo cañón, en este caso el de Siq Umm Tawaki. Aquí es más costoso andar, porque hay más arena, se hunden los pies y de vez en cuando hay dunas de arena. Cuando estamos ya dentro del cañón vemos una duna de gran pendiente. La gente que está muy animada decide subir hasta arriba y tirarse corriendo hacia abajo a toda velocidad. Alguno casi termina por el suelo. Un centenar de metros más allá hay otra duna de mayor pendiente aún. Algunos valientes deciden bajar corriendo de nuevo pero otro más atrevido decide tirarse pero rodando por los suelos. El pobre muchacho termina más mareado que una peonza después de dar 200 vueltas. Un poco arriesgado lo que ha hecho. Podría haberse dado contra alguna piedra.
Este cañón es bastante estrecho y no entra apenas la luz. Lo más destacable que encontramos es un pequeño campamento que está abandonado y el interés reside en que aquí debió estar durante un tiempo Lawrence de Arabia, pues encontramos una inscripción suya en una roca. Decían que era guapo y que atraía a los beduinos por el hecho de ser rubio (será una de esas leyendas negras), pero ciertamente en la inscripción no está nada favorecido y tiene cara de pan.
Estamos a menos de 1 hora del campamento y ya me empiezo a sentir cansado, aunque de momento no me duele nada. Tras salir del cañón nos dirigimos por una llanura hasta un mirador existente sobre una pequeña zona rocosa. Son sobre las 4 de la tarde, quizás algo más, y la puesta de sol está a punto. El color que adquieren las montañas y la arena con los últimos rayos de sol es de un tono aranjado. Le da al desierto un aspecto bastante romántico. A la espalda del mirador, a nuestros pies, podemos ver otra inmensa llanura arenosa donde se encuentran varios campamentos, en uno de los cuales estaremos alojados durante 2 noches.
Llega el momento de andar hacia el campamento. Como yo ya no puedo dar paso, aprovechando que el 4x4 del dueño del campamento está por allí debido a que ha tenido que trasladar a una compañera de viaje que se ha hecho un esguince, me subo yo también y nos lleva hasta el campamento, pegando saltos por las dunas. El campamento tiene buena pinta. En un sector del mismo se encuentran las tiendas de campaña con capacidad para 1, 2 y 3 personas. Por otra parte está el edificio con la cocina y la sala habilitada como comedor. También el edificio con los lavabos y las duchas tipo cámping, una jaima donde están nuestras maletas y un conjunto de mantas y edredones para el frío y por último una pista circular en el centro con un hueco preparado en medio para hacer una hoguera. En cuanto mis compañeros llegan al cabo de 10 minutos nos disponemos a elegir nuestras tiendas de campaña. Ya casi está oscureciendo y estamos con las últimas luces del día. Serán sobre las 5 de la tarde.
Tras acomodarnos en las tiendas nos dirigimos en la explanada circular que hay en el centro del recinto. Nos han puesto música variada (bueno, no mucho la verdad) y estamos de fiestecilla. Llega la hora de bailar y de hacer un poco el tonto. Se está la mar de bien. La explanada tiene un muro habilitado para sentarse, así que es un gustazo estar ahí sentado tomando una bebida cuando uno se ha cansado de mover el esqueleto. Después de los bailecitos llega la hora de la cena. Las duchas no tendrán agua caliente hasta por la mañana temprano así que hay que hacerse el lavado del gato, jajajaja. De la cena no tengo que decir nada. Sigue en la línea del viaje. ¡Maravillosa!.
Después de cenar hay sorpresa. A eso de las 9 de la noche, linternas en mano, nos vamos de aventura por las dunas de arena para contemplar las estrellas. Aunque no es luna nueva, y las luces del campamento afectan negativamente a la visión de estrellas, sí que podemos ver bastantes. Es de lo más agradable estar sentado sobre unas rocas en lo alto de una colina, en medio del desierto y de la casi más absoluta oscuridad, mirando al cielo. Es otro momento mágico. De regreso hacia el campamento, bajamos por las dunas. Qué divertido es hundirse en la arena. Casi se podría uno dejar deslizar hacia abajo. Además, francamente no sé cómo estoy aguantado después de las excursiones de Petra y de la que hemos hecho por el día. Aunque cansado, no me duele nada. Cuando estamos en el campamento, algunos, los más trasnochadores, nos sentamos en el centro de la explanada circular junto a la hoguera que acaban de encender. Estamos de conversación con el dueño del campamento (o uno de ellos), hablando de todo un poco, de Petra, del desierto, de los beduinos, del idioma, de su negocio, etc... El hombre es de lo más majo y se queda ya con el mote de "Qué fuerte", porque a cada momento suelta esa expresión. Pero ahí no queda la cosa, porque otra persona del equipo del campamento se pone a tocar un tipo de guitarra o laúd, otro a tocar como un tambor, y en un momento ya nos están ofreciendo un pequeño concierto de música popular. Esto ayuda y de muy buena forma el frío que hace. Mientras que la hoguera está fuerte no hay problema, pero en cuanto se quedan las ascuas el frio es terrible y sólo son las 11 de la noche. Nosotros con los forros polares y los beduinos con chilaba y con sandalias de verano. ¡En fin!
Después de cenar hay sorpresa. A eso de las 9 de la noche, linternas en mano, nos vamos de aventura por las dunas de arena para contemplar las estrellas. Aunque no es luna nueva, y las luces del campamento afectan negativamente a la visión de estrellas, sí que podemos ver bastantes. Es de lo más agradable estar sentado sobre unas rocas en lo alto de una colina, en medio del desierto y de la casi más absoluta oscuridad, mirando al cielo. Es otro momento mágico. De regreso hacia el campamento, bajamos por las dunas. Qué divertido es hundirse en la arena. Casi se podría uno dejar deslizar hacia abajo. Además, francamente no sé cómo estoy aguantado después de las excursiones de Petra y de la que hemos hecho por el día. Aunque cansado, no me duele nada. Cuando estamos en el campamento, algunos, los más trasnochadores, nos sentamos en el centro de la explanada circular junto a la hoguera que acaban de encender. Estamos de conversación con el dueño del campamento (o uno de ellos), hablando de todo un poco, de Petra, del desierto, de los beduinos, del idioma, de su negocio, etc... El hombre es de lo más majo y se queda ya con el mote de "Qué fuerte", porque a cada momento suelta esa expresión. Pero ahí no queda la cosa, porque otra persona del equipo del campamento se pone a tocar un tipo de guitarra o laúd, otro a tocar como un tambor, y en un momento ya nos están ofreciendo un pequeño concierto de música popular. Esto ayuda y de muy buena forma el frío que hace. Mientras que la hoguera está fuerte no hay problema, pero en cuanto se quedan las ascuas el frio es terrible y sólo son las 11 de la noche. Nosotros con los forros polares y los beduinos con chilaba y con sandalias de verano. ¡En fin!
A eso de las 12 de la noche se apagan todas las luces y nos vamos a dormir. El frío es insoportable. Me acuesto con el pantalón, el forro polar y las botas de senderismo para que no me dé frío en los pies.