El domingo no madrugamos. La llegada a Villefranche era sobre las 11.30, así que aprovechamos de dormir un poco más. Fuimos a por el desayuno para Elena y la llevamos al Tibu Club que esa mañana estaba abierto un rato. Mientras desayunábamos en el buffet, contemplamos la llegada a la bahía de Villefranche.
En esa escala el barco no atracaba en puerto sino que se quedaba en medio de la bahía y el desembarco se realizaba en unas barcas llamadas tenders. A la hora que nos indicaron nos dirigimos a la discoteca situada en la cubierta 8 a recoger la letra para poder desembarcar, algo que se convirtió en una rutina durante todo el viaje.
Después de que desembarcaran los de las excursiones de Pullmantur, llegó nuestro turno, y tras un breve paseo en la barca, llegamos a Villefranche Sur Mer, un pequeño pueblo de la Costa Azul.
En esa escala el barco no atracaba en puerto sino que se quedaba en medio de la bahía y el desembarco se realizaba en unas barcas llamadas tenders. A la hora que nos indicaron nos dirigimos a la discoteca situada en la cubierta 8 a recoger la letra para poder desembarcar, algo que se convirtió en una rutina durante todo el viaje.
Después de que desembarcaran los de las excursiones de Pullmantur, llegó nuestro turno, y tras un breve paseo en la barca, llegamos a Villefranche Sur Mer, un pequeño pueblo de la Costa Azul.
Siguiendo las indicaciones, llegamos a la estación de tren. Hay unas escaleras para acceder a la misma. Nosotros ese día decidimos llevar a Laura en la mochila por si había problemas para acceder a la estación con el carro, y de hecho no vimos ningún ascensor. No sé si dando un rodeo por el pueblo podríamos haber llegado ahorrándonos las escaleras.
En fin, compramos los billetes de ida y vuelta a Mónaco (5.20 los adultos y la mitad los niños) y tras validarlos subimos al tren, que llegó enseguida. La mayoría de la gente no validaba los billetes, imagino que por desconocimiento. A la ida no se subió ningún revisor, pero a la vuelta sí, pero sólo comprobó los billetes de unos pasajeros que parecían tripulación del barco (y lo eran).
Una vez llegados a Mónaco, nos dirigimos hacia la zona del casino. No había visto tanto lujo por metro cuadrado en mi vida. Qué coches, qué tiendas, qué yates… parecía que ahí lo regalaban.
Pues eso, en la puerta del casino nos hicimos unas fotos con los coches de nuestros sueños, que soñar es una de las pocas cosas que aún es gratis en esta vida.
En fin, compramos los billetes de ida y vuelta a Mónaco (5.20 los adultos y la mitad los niños) y tras validarlos subimos al tren, que llegó enseguida. La mayoría de la gente no validaba los billetes, imagino que por desconocimiento. A la ida no se subió ningún revisor, pero a la vuelta sí, pero sólo comprobó los billetes de unos pasajeros que parecían tripulación del barco (y lo eran).
Una vez llegados a Mónaco, nos dirigimos hacia la zona del casino. No había visto tanto lujo por metro cuadrado en mi vida. Qué coches, qué tiendas, qué yates… parecía que ahí lo regalaban.
Pues eso, en la puerta del casino nos hicimos unas fotos con los coches de nuestros sueños, que soñar es una de las pocas cosas que aún es gratis en esta vida.
Y del casino fuimos bajando hacia el puerto, y nos encontramos con la famosa salida del túnel del circuito de F1. Hay que decir que en la cuidad hay varios homenajes a este deporte.
Ya en el puerto, para alegría de Elena, habían puesto unas ferias. Dimos unas vueltas por ahí y comimos en uno de los puestos unos bocadillos bastante buenos y después de reponer fuerzas, afrontamos la subida a la zona del castillo. Tengo que reconocer que Elena subió como una campeona, le dimos una paliza de patear a la pobre ese día… (pero aún así cuando llegamos al barco, se fue directa al miniclub sin pasar por boxes, ains…).
Una vez arriba callejeamos un poco, fuimos a la plaza de armas, a la catedral, que no pudimos entrar porque estaba cerrada ya que iban a celebrar una misa (no sé de qué sería porque iba la gente super peripuesta), pasamos por el oceanográfico, y nos dispusimos a bajar ya que se iba haciendo tarde y no queríamos apurar demasiado la vuelta al barco por si las moscas.
De bajada nos hicimos una foto en un marco incomparable
Y volvimos a coger el tren para llegar de nuevo a Villefranche y regresar al barco.
A esa hora el mar empezaba a estar ya picado y la barca se movía bastante. Tanto que dificultó bastante el bajar de la misma y subir a la plataforma desde la cuál se accedía al barco. Nosotros bajamos de los primeros, pero hubo gente que tuvo que esperar porque por seguridad no dejaron bajar a nadie más ya que empezó a moverse demasiado.
Luego ya como todos los días, a descansar, a cenar y a tomar algo antes de ir a dormir para reponer fuerzas para el día siguiente, que tocaba excursión a Pisa.
Luego ya como todos los días, a descansar, a cenar y a tomar algo antes de ir a dormir para reponer fuerzas para el día siguiente, que tocaba excursión a Pisa.