A las 6 de la mañana nos dirigimos a Aeroparque y de nuevo una larga cola para facturar las maletas. Por fin llegamos al mostrador y esta vez la sorpresa fue que nos cambiaron los asientos, pasamos de ir juntos en la fila 3 a cada uno en un extremo de la fila 27 . Bueno, lo importante era volar. El vuelo se retrasó, y empezamos a oír rumores de que había cenizas en Trelew y, claro, nos acojonamos. Pero finalmente el vuelo salió. Nosotros, que íbamos sin desayunar, pasamos mucha hambre porque no nos dieron el refrigerio acostumbrado en los vuelos de Aerolíneas por “conflictos sindicales con los proveedores”. Durante el vuelo hubo muchas turbulencias, y encima sin comer, menudo mareo .
Por fin, a las 11 de la mañana, aterrizamos en Trelew y tocaba irse a Puerto Madryn, a unos 70 Km de distancia. Lo más económico es hacerlo en un autobús de la empresa Eben-Ezen, que cuesta 50 pesos por persona y te deja directamente en el hotel. El autobús era una tartana vieja, sin un cinturón de seguridad que funcionase, pero nos llevó, y durante el trayecto vimos por primera vez la estepa patagónica.
A las 12 llegamos al hostel, Sentir Patagonia, 250 pesos habitación doble con desayuno. Las habitaciones pequeñas (no sabíamos cómo manejarnos con las maletas), un poco viejas y destartaladas (ventanas que no cierran y cosas así), pero bien situado y con un personal realmente amable y con ganas de ayudar (compensaba el resto). A esa hora ya no podíamos hacer la excursión a Punta Tombo que teníamos planeada, así que estudiamos las diferentes opciones que nos dieron (Sentir Patagonia es también una agencia de viajes, así que contratamos con ellos las excursiones) y al final decidimos hacer una excursión corta a Punta Loma, donde hay una reserva de lobos marinos (100 pesos). Para el día siguiente dejamos el plato fuerte de Puerto Madryn, que es la excursión a Península Valdés con avistaje de ballenas (250 pesos la excursión y 260 el avistaje).
Teníamos hambre, y faltaban dos horas para que nos fueran a buscar, así que nos fuimos a comer. Por recomendación del hostel y porque quedaba cerca, comimos en “El Bodegón”. Nos gustó mucho, la decoración muy buena y también el trato y la comida. Aquí descubrimos que en Argentina no solo se come carne, también marisco, y muy bueno. Nos pedimos una ensalada de frutos del mar espectacular, un matambre a la pizza, merluza con salsa de mejillones y una Imperial de litro (total 170 pesos). Lo que más nos gustó fue la ensalada de frutos del mar, tenía de todo: almejas, langostinos, vieiras, navajas…
A las 2 y media ya nos estaban esperando para la excursión de Punta Loma. Íbamos solo nosotros dos, y la chica que nos llevaba no era guía, solo chofer, así que no nos contaba muchas cosas sobre la fauna como sí harían otros guías más adelante. Pero el espectáculo de los lobos marinos era impresionante, y nosotros teníamos muchas ganas de ver fauna, que para eso habíamos ido . La entrada a la reserva era alrededor de 25 pesos. Había muchos lobos marinos, tanto machos como hembras y crías, tomando el sol, y peleándose de vez en cuando. También había cormoranes de cuello negro, que en esa época estaban empollando los huevos. Era curioso ver como los lobos marinos, tan torpes en tierra, eran muy ágiles en el agua. Si vais a esta zona de Península Valdés, os aconsejo llevar prismáticos, así podréis apreciar mucho mejor la fauna.
Luego fuimos a un cerro que hay allí cerca que se llama Cerro Avanzado, pero aquí no vimos fauna, aunque sí que pudimos apreciar los diferentes estratos de la formación del cerro y dar un paseo por la playa.
A las 6 volvimos a Puerto Madryn, y nos quedamos descansando un rato en el hostel. Después fuimos al supermercado para comprar agua y algunas provisiones para el día siguiente. Dimos un paseo por la ciudad (que es un poco fea, me recordaba a las ciudades de la América profunda que se ven en las pelis yanquis) y reservamos para cenar en La Cantina del Náutico (conviene reservar porque se llena). Dimos una vuelta por el paseo marítimo (costanera) para hacer tiempo hasta la cena, que la noche estaba preciosa, con la luna llena saliendo sobre el mar.
La cena en La Cantina del Náutico consistió en un arroz de marisco, unos langostinos grillé (deliciosos), una ensalada y un vino blanco de la Patagonia (180 pesos). Además, estuvimos amenizados por Mario, un camarero que se acercaba a nuestra mesa y nos contaba chistes, anécdotas, y nos hizo la cena muy entretenida. Se ve que la primera vez le reímos la gracia y luego siempre acudía a nuestra mesa. Un auténtico crack el tal Mario.