Estamos en Moscú sólo dos días completos y veremos solo lo más importante.
Empezamos el día yendo a la estación de tren a comprar los billetes para nuestro próximo destino. Se trata de un tren regional de corto recorrido (3h) y por tanto los billetes no pueden comprarse por internet. Llevo copiado en el móvil el tren exacto que quiero comprar, el día, la estación de partida y la procedencia, así que espero no tener ningún problema.
La primera taquilla a la que voy no es. Creo que se trataba de trenes de medio y largo recorrido, pero aún así he querido intentarlo. Me señalan el fondo de la estación, que es dónde venden los regionales. Paso a la taquillera nuevamente mi móvil con los datos del tren que quiero. Me apunta en un papel el horario del siguiente. No tengo más remedio que decirle que “sí”, aunque me fastidia tener que coger uno 6 horas más tarde de mi intención. En el momento de pagar, la señora cajera parece haber localizado el tren al que yo hago referencia y me anota nuevamente el horario que yo le había indicado. Le levanto el dedo pulgar a modo de aceptación y le remarco el día de salida, no sea que me los de para hoy.
El billete ha resultado costar 8 euros. No sé si tendremos que empujar el tren por ese precio, pero es el que mejor nos iba para llegar a Vladimir, puesto que desde allí hemos de coger un tren hasta Suzdal que es la ciudad que sigue en nuestro recorrido.
Con los billetes en la mano, volvemos a coger el metro, esta vez camino de la Plaza Roja, la Catedral de San Basilio y el Kremlin.
Son casi las 11 y la plaza Roja empieza a tener unos cuantos pobladores, que como nosotras, van avanzando hasta la catedral de San Basilio. Mientras camino, no puedo evitar recordar como hace muchos muchos años vi por televisión que abrían al público esta gran Plaza. Durante tiempos no se podía grabar en foto, ni vídeo y ni si quiera pisarla, y ahora miles de turistas la andamos de un lado a otro inmortalizando para nuestro futuro recuerdo nuestro paso por la explanada. Pasamos un McDonald’s y también comentamos las largas colas que la apertura del primero ocasionó. También fue noticia porque, si no recuerdo mal, por aquel entonces la mayoría de ciudadanos rusos vivían en la más extrema pobreza.
La Catedral abre el público a las 11, pero cuando entramos, nada más abrir sus puertas, ya están cantando misa en la pequeña capilla de la entrada que aún funciona, ya que el resto de la Catedral es puramente un museo. Aquí podéis leer algunas curiosidades de este edificio como por ejemplo de dónde tomo su nombre (el de San Basilio no es el original). Casi se nos pasa la pequeña puertecita para subir al segundo piso. Cuando llegamos arriba un grupo de cantantes a capella empieza a tocar sus melodías contando como único instrumento con sus gargantas. La acústica es espectacular puesto que estamos en el interior de una de las torres. Visitamos con calma el Museo. Hay multitud de iconos en las paredes, unos mejor conservados que otros pero todos brillantes por los dorados de sus colores.
A la salida del Museo rodeamos el Kremlin y vamos pasando algunas de sus famosas murallas y torres. Nuestra compañera de alojamiento, Emily, ya me había advertido de cómo encontrar las taquillas del Kremlin. Ella se paso casi tres horas tratando de localizarlas. Por suerte hemos cogido el camino muy directo y junto con sus indicaciones, no tardamos en localizarlas en el centro del jardín lateral.
La Plaza de las Catedrales es el corazón del Kremlin. Está rodeada de seis edificios, incluyendo tres catedrales.
La Catedral de la Dormición que es dónde todos los zares han sido coronados.
La Catedral de la Anunciación
La Catedral del Arcángel Miguel, dónde todos los monarcas moscovitas desde Ivan Kalita hasta Ivan V están enterrados.
Visitamos las tres catedrales. Dentro de ellas, existen grandes din-A3 en español que explican las pinturas y mobiliario de las iglesias. Así que las visitas son entretenidas. Nos gusta también mucho la exposición llamada el Arte de restaurar Arte que muestra como se llevan algunos procesos de restauración.
En los alrededores de la plaza también se encuentran el Cañón del zar, el más grande del planeta y la campana del Zar que también es la más grande del mundo, en su género.
A la salida del Kremlin justamente nos encontramos con el cambio de guardia del mismo. Somos espectadoras de primera fila de como chiquillos, enfundados en uniformes dos tallas mayores, caminan a paso marcial y gigantesco hacía el sitio que ocuparon sus predecesores.
No hemos cogido aún el billete para el museo de la Armería, donde se encuentran todos los objetos de palacio. Hemos decidido hacerlo ya mañana con calma puesto que, además, solo puede realizarse la visita a unas horas determinadas.
Además mañana queríamos visitar el Museo de Pushkin, que es el segundo mejor museo de Rusia después del Hermitage. Pero con las ansias de ver el Kremlin no había mirado que el citado museo cierra los lunes..y si hoy es domingo..mañana es… ¡pues eso!
Paramos a comer algo en el centro comercial GUM, un centro comercial subterráneo cercano a la tumba del soldado desconocido de los jardines Alexander. Muchos recién casados van hasta allá a hacerse las fotos de boda junto a la llama eterna.
Acabamos el día dando tumbos en el metro…pero no por habernos perdido, sino porque vamos visitando y parándonos en algunas de sus paradas que o bien nos llaman la atención o bien hemos leído que tienen algo de particular.